Walter Benjamin |
Primeras insinuaciones sobre el método filosófico en Walter Benjamin, Por Claudio Javier Castelli
Se toma como base el libro “La
dialéctica en suspenso, Fragmentos sobre la historia”, Walter Benjamin,
Traducción, introducción y notas Pablo Oyarzún Robles, Santiago de Chile.
I.
Introducción
Dice OYarzún en el artículo
“Cuatro señas sobre experiencia, historia y facticidad. A manera de
introducción”: “Las “señas” que siguen (incluida ésta) no pretende inducir una
determinada lectura de los textos de Benjamin recopilados en este volumen. La idea misma de la recopilación está
inspirada en el convencimiento de que no es posible -ni deseable- la clausura de tales textos en
su sistema ya resuelto de legibilidad. Junto a las célebres “Tesis de
filosofía de la historia”, como se le ha solido llamar, aparecen aquí las
distintas variantes de su elaboración, los fragmentos sobre teoría del
conocimiento de La Obra de los pasajes,
y el temprano “Fragmento
teológico-político”. Pero no se los
adjunta a la manera de satélites que orbitaran alrededor de un centro fijo,
sino que se incluye a todos los textos como estelas de un complejo movimiento,
que en su trazado notoriamente inconcluso quiere expresar el verdadero centro”
(ibíd. Pág.7).
Por ejemplo “las tesis, que antes que épitomes de un
saber cierto, son tomas de posición en la lucha, no integran un cuerpo que
pudiere ser llamado, sin fractura, una “filosofía de la historia” (ibíd,
nota 1, pag.7).
El “temprano apunte
“teológico-político” contribuye a mostrar que el movimiento de que hablábamos
dibuja un arco mucho más amplio de lo que se podía creer a primera vista, en
verdad, el arco de una trenza, cuyas hebras convergen desde extremos opuestos
(digamos, por simplificar, la metafísica juvenil y el materialismo de la
madurez) hacia un cruce inaudito: el venir inminente del Mesías, como dinamismo
esencial de la historia” (ibíd. Pág.8).
“Es una característica esencial
del pensamiento de Benjamin proponerse tareas cuya irreazabilidad puede ser
establecida a priori” (ibíd. Pág.8).
Con estas citas “queda definida inmediatamente su
comprensión peculiar de método en filosofía. Mientras que éste ha sido
tradicionalmente concebido como el saber acerca de los principios y procesos en
virtud de los cuales puede decidirse la resolubilidad de los problemas
epistémicos –y es, por lo tanto, el fundamento formal de la unidad de los
contenidos posibles del conocimiento en una esfera dada-, en Bemjamin adquiere
el significado de una reivindicación de los fueros de la materia cognoscible.
La convicción profunda alojada en esta actitud hacia el método atañe
esencialmente a la idea de verdad que éste implica. La concepción tradicional del
método consiste en la proyección y aseguración de la verdad de los
conocimientos que hace accesibles. Esta idea, desde el punto de vista
benjaminiano, es unilateral, en la misma medida en que es, literalmente,
arbitraria: hace depender la verdad del albedrío proyectivo del método. De este
modo, no aferra la verdad, sino más bien la representación que se hace de ella,
y que se propone en sustitución de lo conocible. . La idea dominante se limita
a preconcebir la verdad a la medida de su representación, es decir, de su
intención, de su voluntad de verdad, olvidando precisamente aquello que una vez
–y otra, y otra- ha despertada esa intención: un azar, un peligro, un
presentimiento, una obstinada aspereza de lo real” (Ibíd. Pág.9).
Pablo Oyarzún Robles |
La crítica de Benjamin al
método habitual de los filósofos denosta la formalidad del mismo, la
arbitrariedad de la representación, que se extiende a todo el horizonte del
texto, de la investigación, o discurso que se esté llevando a cabo. ¿No radica
este en ideas, no es más pleno, más abundante, cuando las ideas empujan otras
ideas? ¿Pero cómo nacen esas ideas? Tal vez por azar, un peligro, un
presentimiento. Queremos detenernos aquí en la idea de presentimiento.
El presentimiento, según la
última edición, del diccionario de la Real Academia Española es la acción y efecto de presentir. Y el presentir:
Del lat. praesentīre.
Conjug. c. sentir.
1. tr. Intuir o tener la impresión de que algo va a
suceder.
2. tr. Adivinar algo antes que suceda, por algunos
indicios o señales que lo preceden.
Real Academia Española © Todos los derechos
reservados.
Se acerca a
lo que entendemos nosotros por el presentir: intuir, tener indicios de ideas
específicas, que surgen al compás de la lectura de un texto filosófico. Para nosotros
pensar es conceptualizar el presentir, que surge naturalmente de esas lecturas,
cuando acompañamos concentradamente, y abiertos en todas las sensibilildades,
cualquier lectura. Pero este presentir es, casi siempre, la síntesis
categorial, que abre mundos. Que abre perspectivas. Si bien es una síntesis, se
relaciona con todas las lecturas que una persona haya hecho. Sobre todo las
metafísicas. Sobre todo, en mi caso, la hegeliana, que de alguna manera,
sobrevuela todas mis lecturas. Cuando los textos son más intensivos, más
tensos, más brillantes y duros, van surgiendo las ideas sintéticas, que uno
debe ir anotando en un block o cuaderno de apuntes. Es claro que todos y cada
uno, tiene su método específico para pensar.
“Un azar, un peligro, un presentimiento,
una obstinada aspereza de lo real” (ibíd. Pág. 9) puede haber determinado esa
intención, que después se endereza en todo el texto. Tal hipótesis metodológica
es arbitraria para Benjamin, pero de alguna manera rescata, la forma en que ese
origen representativo, pudo haber sido formulado. Borges dice, en algún lugar,
ironizando sobre esa forma de proceder científica, que se trata de ideas que
“de antemano” se han adoptado, para extenderlas durante el escrito científico.
Sin embargo, es la idea
dominante de método, operante también en esta maestría. Se requiere criterios
epistemológicos, muy específicos para que pueda un texto, ser considerado
científico. Donde abunda la epistemología es porque se ha enterrado la libertad
de pensar a lo largo de todo el texto, de abrir mundos, al libre talento y
desarrollo personal de cada maestrando. He aquí, la causa fundamental de
nuestra decadencia filosófica. Sólo nos está dado repetir, lo que otros dijeron
ya. Solo nos está dado interpretar, por más libertad que encierre esa
interpretación, nunca será más libre que la creación de mundos. No sé, acaso,
si soy capaz de realizarlos, pero creo que esa debiera ser la tarea de una
maestría en filosofía del derecho.
Immanuel Kant |
Es como si toda la tarea
científica se hubiera detenido a imitar
al filósofo Immanuel Kant, cuya preocupación principal fue los límites de
nuestro conocer, y la crítica de los instrumentos de ese conocer. Hegel demuele esa precaución kantiana. “Es
como afinar el lápiz”, y no decidirse nunca a “tirarse al agua” de la
filosofía. Esta es como aprender a nadar, se aprende en el agua. (Es la misma
sentencia escolástica, de San Anselmo).
Georg W. F. Hegel |
En Hegel, es un círculo, el conocimiento
es circular, el fundamento primero del inicio de la lógica, por ejemplo, (ser,
nada, devenir), es lo que se va repitiendo a lo largo de todo el desarrollo,
pero cada categoría va uniendo un matiz diferente; de esa forma el círculo es
infinito, formado en espiral infinito. La idea es la unión del concepto y la
realidad.
W. Benjamin puede mostrarse
crítico de esa concepción hegeliana. Pues, Benjamin, en su nihilización “no suprime el conocimiento, aunque
transforma su índole; afecta, sí, a su voluntad de dominar lo conocible, que
inevitablemente lleva a cabo la preterición de este, en favor de la instalación
del conocimiento en el presente. La nihilización se revela, pues como una
temporalización sin reserva del conocimiento y su verdad. Así el concepto
benjaminiano del método –paradójico, puesto que exige resignar la voluntad de
conocer, sin la cual no sólo el método, sino el conocer mismo pareciera no ser
pensable, en favor de la insustituible singularidad de lo conocido-, dicho
concepto, pues, quiere corregir la arbitraria unilateralidad de la verdad,
estableciendo el vínculo indisociable, aunque infinitamente frágil (está hecho
de tiempo), de verdad y justicia. La regla fundamental de este vínculo – y así
también del método que procura su establecimiento- podría enunciarse en estos
términos: si nuestro conocimiento no hace justicia a lo conocido, no puede
reclamar para sí la verdad. Es precisamente esta exigencia la que define al
conocer como una operación de rescate, la que designa la redención como una
categoría, la más alta, del conocer. EL VERADERO CONOCIMIENTO ES EL
CONOCIMIENTO REDENTOR” (ibíd. Pág. 9/10).
redentor, ra
Del lat. redemptor,
-ōris.
Escr. con
may. inicial en acep. 2.
1. adj.
Que redime. U. t. c. s.
2. m. por
antonom. Jesucristo. El Redentor.
3. m. En
las órdenes religiosas de la Merced y la Trinidad, religioso nombrado para
hacer el rescate de los cautivos cristianos que estaban en poder de los sarracenos.
redención
Del lat. redemptio,
-ōnis.
1. f.
Acción y efecto de redimir.
2. f. por
antonom. redención que Jesucristo hizo del género humano por medio de su pasión
y muerte.
3. f.
Remedio, recurso, refugio.
redimir
Del lat. redimĕre.
1. tr.
Rescatar o sacar de esclavitud al cautivo mediante precio. U. t. c. prnl.
2. tr.
Comprar de nuevo algo que se había vendido, poseído o tenido por alguna razón o
título.
3. tr.
Dicho de quien cancela su derecho o de quien consigue la liberación: Dejar libre
algo hipotecado, empeñado o sujeto a otro gravamen.
4. tr.
Librar de una obligación o extinguirla. U. t. c. prnl.
5. tr.
Poner término a algún vejamen, dolor, penuria u otra adversidad o molestia. U.
t. c. prnl.
Claudio Javier Castelli |
En Hegel, el pensar sólo puede
entenderse como sistema, pero Hegel,
entiende como sistema, a la ciencia, aquello que al finalizar requiere la
necesidad de su punto de partida. Se ha malentendido esta idea circular como
cerrada, donde no puede agregarse nada extraño del mundo, que no esté en los
presupuestos de su punto de partida. Es fácil hacer esa crítica. Lo que es
imposible hoy es hacer esa lectura de Hegel.
Así lo entendieron, quienes lo encerraron en el materialismo dialéctico.
Decimos que es imposible hacer esa lectura, porque por ejemplo, en la “Ciencia
de la Lógica”, cada matiz circular, como dijimos es infinito, y carga consigo,
a todo lo que constituye la realidad exterior, preñada de la subjetividad
conceptual.
De todas formas, Benjamin no
aceptaría esta dialéctica, sin libertad, sin la existencia de inconclusiones,
sin fragmentos, retazos, pasajes, que se encuentren en la experiencia
religiosa.
Si bien el tema de la
experiencia religiosa en W. Benjamin es tema para otro trabajo, podemos apuntar
aquí, que “bien podría designarse a la
muerte, a la caducidad esencial de lo que “es”, como el instante (Augenblick)
de la experiencia –aquello que, sin ser jamás tema de experiencia, es, sin
embargo, su condición insuprimible, la condición de temporalidad- , que rompe
de antemano su articulación categorial, y convierte lo que habría sido el campo
continuo de despliegue del sujeto encrucijada del riesgo inesquivable. Instala
la esencia de la Erfabrung en la inminencia del peligro (Gefahr). Probablemente
sea el atisbo de este vínculo lo que llevaba al joven Benjamin a privilegiar la
experiencia religiosa como paradigma de profundidad: no consistiría esta última
en la confiada acentuación de la identidad del cognoscente, sino en la
dislocación aguda del sujeto, cierto de sí y asentado en el dominio de su familiaridad,
en otro, sabedor de la caducidad, precario, por eso mismo, pero fervorosamente
tenaz en el cuidado de la pobreza que es su única, problemática y paradójica
posesión” (…) “De ser así, entonces, el principio de la experiencia religiosa,
aquel que precisamente está en el origen mismo de la posibilidad de la
religación, pero que también, y sobre todo, es el ritmo esencial de la
experiencia misma, podría ser designado con ayuda de un término empleado
ocasionalmente por el Benjamin maduro: Einfall, el ser asaltado por la
alteridad radical como aquello que me ha determinado infaltablemente,
sustrayéndose, sin embargo, al capital de mi saber presente. La convicción
benjaminiana acerca de ese ritmo rebate toda posibilidad de traer lo
experienciado a la estabilidad de un marco categorial, de un orden
trascendental. Para el Benjamín maduro se hará claro que su carácter de shock,
y su efecto esa especie de vuelco
alucinatorio que es propio, no ya del centro místico de lo religioso, sino de
la experiencia puramente fronteriza del despertar” (ibíd. Pág. 17/18).
El ser asaltado por lo
radicalmente otro, que no se detiene en la intuición mística, sino que resalta
la “experiencia fronteriza del despertar”.
Quien escribe este texto, es
también religioso, aunque no le gusta la palabra religioso, porque se ha
deteriorado, hacia la idea de rito, artificio, sin espíritu, y ha perdido el
don central de la religación, entre cielo y tierra. La experiencia mística, en
la unión absoluta con algo radicalmente otro, que subyuga nuestro ser, lo
sacude en plenitud de gozo y paz, las antinomias de la existencia desaparecen,
en una armonía originaria de todo el universo. Ese arrebato, presupone, después
de la vivencia, un despertar de los sentidos al mundo, donde todo es
descubierto como la primera vez. En ese despertar pone énfasis W. Benjamin. En
nosotros es espíritu (neuma: hálito finísimo), que da vida a todo lo existente
e inexistente.
Claudio Javier Castelli,
Septiembre de 2016.
No hay comentarios:
Publicar un comentario