Uña Ramos |
Era un enero como este de hace 31 años, Alfonsín y la democracia habían vuelto en el país. Quise llegar a Cuzco de Mochilero, pero me cautivó la belleza de la quebrada de Humahuaca, y ese viaje en tren de Villazón a La Paz, Bolivia. De alguna manera era un viaje a mis raíces, las raíces latinoamericanas negadas por los militares argentinos, que tenían la obsesión de ser occidentales y cristianos, y supuestamente, los argentinos, o Buenos Aires, propiamente no tenían nada que ver con los Latinoamericanos. Con los Uruguayos sí, por Punta del Este.
Los "terroristas apátridas" venían a quebrantar "nuestro estilo de vida". Así repiquetearon en los oídos de los argentinos, esos espantosos ocho años.
Hice en Tren, desde Buenos Aires, hasta Tucumán, y desde ahí: dedo.
Claudio Javier Castelli |
Para un aporteñado hijo del litoral, Tucumán fue mi primer choque, con "algo profundo que viene de más arriba". Como un viento.
En Tilcara entendí todo. Como se destruye y se neutraliza una cultura. Pero entendí algo más, cuando desde un barcito, oí la música de una quena infinita. Tenía un sonido irrepetible, pero que, curiosamente, con un tanguero de escucha, encontraba, sentimientos, sensaciones, vivencias, de algún bandoneón perdido. La música venía de una casetera con parlantes amplificados. El intérprete Uña Ramos, el casete: la magia de la quena. El tema que a la sazón pasaban, era una zamba: Mercedes, que el autor, que vivía en París, desde principios de los setenta, le había dedicado a Mercedes Sosa. Pero había algo más en esa quena, un dolor profundo, una nostalgia, que no se reconcilia nunca con nada. Como alguna vez me dijera Felix Luna, en una carta, por un libro de poemas que le mande: "Un temblor muy argentino". Eso había en la quena, un temblor muy argentino.
El viaje fue de un mes, gran parte en el norte argentino, y otra gran parte en Bolivia, donde la belleza natural me hizo encontrar con algo nuestro, que nos habían robado los militares, con la música en ingles permanentes en las radios de aquel entonces. Ahí, me encontraba con que "el destino sudamericano", era más que un mero destino final, de un poema excepcional, de Jorge Luis Borges, sino un caminar juntos, que la vanidosa Buenos Aires, siempre nos sustrae.
Curiosamente Uña Ramos nacido en Humahuaca, tuvo que dejar su tierra, donde era muy poco conocido, para gozar de un prestigio internacional en París. Pienso en Juan Manuel de Rosas, con su destierro en Inglaterra. Pienso en San Martín en Francia, en los miles de exiliados, que entonces empezaban a regresar, como observando los pasos que iban a dar. La argentina suele ser muy dura con sus hijos.
Una quena en la noche, es un descubrimiento del instante, de lo repentino del asombro, del dolor de la soledad inmensa de esas montañas antiquísimas, donde los Incas hicieron su imperio, pero esa quena en la noche, era una sutil venganza, un triunfo glorioso e inefable de la palabra ausencia.
El gringo, un tema dolorosísimo. Como me duele esa quena, me retrotrae en una anamnesis platónica, a un país del pasado, pero es el futuro, que es presente, y nos esta dejando ahora.
Recuerdo que parte del viaje, lo hice con una pareja de norteamericanos que hacían dedo y estaban sin palabras contemplando aquella belleza. ¡Cuánto discutí con el yanqui, por Nicaragua en noches largas!
Aquellos ojos grises, es quizá el tema más conocido de Uña Ramos. Tuve que viajar al norte, para conocer a un entrañable argentino, que hacía años vivía en Francia. Las radios de los militares me aturdieron con Fiebre de un sábado por la noche, con Bee Gees.
Ahora, en este presente, en este enero, que me preparo para viajar a Villa Gesel, viene este recuerdo de un viaje al norte, y de Uña Ramos.
Era enero de 1984. Otro país. "Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos" (Pablo Neruda).
Que absurdo me parece introducir en este texto a Marcelo Tinelli, a los faranduleros de la tele, a Jorge Rial y sus chismes. Una vez, una humorista argentina, dijo que había viajado a París, y había extrañado a Mateyko.
Uña Ramos falleció en Mayo de 2014, en París.
Vaya este pequeño recuerdo para esos músicos inasibles, del linaje de Uña Ramos, una quena de Humahuaca para todo el mundo.
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