Eduardo de la Serna |
Lo mejor que podemos hacer es rezar
Eduardo de la Serna
La frase que encabeza esta nota fue pronunciada por el ministro argentino de Medio Ambiente. Ante la baja de presupuesto a su cartera para el año 2017 por parte del gobierno del que es miembro dijo esto. Para justificar el dicho remitió a su ser rabino. En el verano es habitual que ocurran incendios y – al no tener instrumental, o medios – recurrió a Dios como solución (¿mágica?). Hasta ahora hay 600.000 hectáreas incendiadas en la provincia de La Pampa. Pareciera que Dios no ha escuchado a los suplicantes.
Pero ¿es así? Sin dudas que creo que no, pero no está de más explicarlo.
Pretender encontrar (o no) la solución en Dios depende de cómo es ese Dios en el que creemos. O, para empezar, qué se entiende por “rezar”.
Si creo en un Dios que es activo y hacedor de historia, “pedir” / “rezar” significaría confiar en que él podría transformar algunas de las cosas que nos afectan (una enfermedad, la desocupación, el dolor…). En ese caso, pedimos por la curación de alguien con la esperanza de ser testigos de su recuperación. Pedimos que no haya focos de incendio esperando que las causas desaparezcan (sean estas humanas o cósmicas).
Si creo en un Dios “titiritero”, pedir significa que envíe una lluvia que apague los incendios, o que no haya causas que los provoquen, por ejemplo rayos (para no aludir a las causas humanas, por cierto).
Rezar, ¿es pedirle a Dios que intervenga para modificar los acontecimientos o circunstancias que pueden provocar (o razonablemente provocarán) una determinada situación no deseada?
Si ese es Dios, muchas cosas quedan por aclarar: el hambre, las guerras o desastres naturales, por ejemplo; ¿por qué Dios no interviene frenándolos?
El Dios en el que yo creo es un Dios que sugiere, que invita o – hasta – que compromete. Dios nos invita a vivir de un determinado modo, y es habitual que lo ignoremos (a eso llamamos “pecado”). De ese modo quisiera Dios que vivamos. No creo en un Dios que nos lleva, trae, saca y pone (a eso llamo Dios “titiritero”, que maneja los seres humanos y su historia moviendo los hilos). Creo en un Dios personal que se encuentra con nosotros saliéndonos al paso, pero mostrándonos su “rostro” de puro amor. Decir que “Dios es amor” es – sin duda – lo más pleno que podemos decir de él. Y el amor no impone, sino que invita, motiva o sugiere. Por eso, me cuesta creer en un Dios que enviaría las lluvias ante un incendio; me resulta mucho más “creíble” un Dios que invita a poner en práctica políticas públicas para prevenir los incendios y a tener los elementos necesarios para combatirlos si estos ocurriesen. Del mismo modo que para las políticas de salud, o las políticas de infancia y su imputabilidad, por ejemplo.
Dejo de lado, además, que (como es frecuente en el gobierno de Cambiemos) con las cosas así planteadas, los incendios de La Pampa no son culpa de las políticas perversas que ejecuta y de los ineptos que las aplican (comenzando por el presidente, por cierto) sino culpa del “Dios todopoderoso” que no manda las lluvias que el Ministro reclama. “La culpa es del otro si algo me sale mal… entre estos tipos y yo hay algo personal”.
Creo firmemente en la importancia de rezar, pero creo que esto se trata de un encuentro de amistad. Rezar es un encuentro de amor, como lo afirman grandes místicos de ayer y de hoy. Y es en ese amor y ese encuentro donde nos vemos motivados a salir también nosotros al encuentro de “los otros”. El encuentro con el amor infinito de Dios nos impulsa a derramarlo en los demás. El “amor a Dios” y el “amor al prójimo” son inseparables y uno y otro se retroalimentan.
En cambio, responsabilizar a Dios por la no-lluvia queda aumentado con una nueva “culpabilización” a Dios escudado en una supuesta “profecía apocalíptica”. Responsabilizar a Dios de lo que es nuestra responsabilidad es un absurdo contra el que la maravillosa mística judía Etty Hillesum (asesinada en la Shoah) ha alertado frecuentemente. Evidentemente el rabino Bergman y yo hablamos de “Dioses distintos”.
Fuente: muro de facebook del Grupo de Curas en la Opción por los Pobres
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