Diego Fusaro |
Hay una anécdota sobre dos peces nadando juntos. Uno pregunta a al otro: "¿Cómo te gusta el agua hoy?" Y el otro contesta: "¿Agua? ¿Qué es eso?" Las anécdotas pueden, con razón, ser utilizadas para dar cuenta de ese dispositivo específico llamado "ideología", la necesaria falsa conciencia por medio de la cual aquello que es histórico y social nos parece natural, fisiológico, como el aire que respiramos o, en este caso, como el agua en la que nadamos.
De hecho, si en la actualidad la configuración del reino animal capitalista del espíritu parece poder ser descrita como "líquida" (Bauman) y no coercitiva, esto sucede en virtud de que el Nomos de la economía es cada vez más parecido al agua, resultando ser incoloros y sin forma.
Al margen de metáforas, se muestra como neutral desde el punto de vista de los valores y, por tanto, como un medio natural -ni criticable ni susceptible de ser trascendido- para habitar el espacio del mundo; y, al mismo tiempo, asume, según la prerrogativa fundamental de los líquidos, la forma de aquello con lo que entra en contacto, adaptándose a la realidad circundante en el mismo acto con el que la coloniza con la lógica reificante de la valorización y de su infinito amor.
Además, el fanatismo de la economía que domina todo el horizonte se convierte en una ideología invisible y natural que presenta un estatus similar al del agua para los peces: según Aristóteles, "como los animales que viven en el agua no se dan cuenta de que es un cuerpo húmedo que toca un cuerpo húmedo" (De anima, 423 a 31 - 423 b 1), de la misma manera hoy en día, nosotros, servidores inconscientes del mercado global, no nos damos cuenta del factor naturalizador de la ideología que lo impregna todo. Vivimos en la "jaula de acero" (Weber) sin saberlo, pensando en cambio que ella coincide con la libertad plenamente desplegada.
El mundo capilar de hoy, impregnado por la forma de los bienes, no pretende ser perfecto. Simplemente niega la existencia de alternativas, convenciendo a las mentes no de sus propias cualidades, sino de su propio carácter fatal, intratable y de destino.
Además, el reino animal del espíritu de hoy profesa abiertamente su carácter imperfecto y, al mismo tiempo, niega en su raíz la posibilidad de perseguir la perfección, es decir, de buscar formas alternativas de vivir en el espacio social que no son las del horizonte único de la forma mercantil y de la cosificación que produce a escala planetaria. Nos pone a todos en la condición de los peces antes mencionados, que ya no perdieron la capacidad de detectar la existencia del mundo en el que se encuentra.
Traducción: Carlos X. Blanco.
Fuente inmediata: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=256457&titular=en-torno-a-la-cuesti%F3n-de-si-el-capitalismo-se-convierte-en-el-aire-que-
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