CAPITULO 1
Sostiene Marx que la era de la burguesía constituye el primer gran momento de emancipación de la prehistoria humana, que incluye a todas las sociedades que han existido hasta hoy. ¿Qué significa esto?
Marx observa que, desde los remotos milenios en que la selección natural llevó a la humanidad a emerger de sus ancestros animales (los grandes monos antropoides, los homínidos pre- humanos, etc.), nuestros antepasados se abrieron paso penosamente en una lucha desigual contra el hambre, los animales predadores, el temor y la ignorancia, hasta elevarse relativamente a colectivos que pueden denominarse “civilizados”, como las antiguas culturas egipcia, griega, romana, maya, inca, etc.
Muchas de esas culturas poseían la escritura, y los historiadores suelen utilizar este desarrollo para marcar el límite entre la pre- historia (sin registros escritos) y las culturas históricas, que cuentan con documentos escritos.
Pero Marx, si bien reconoce la importancia de la aparición de la escritura, tal vez en un cierto afán pedagógico, expresa una idea provocativa: todas las sociedades que existieron hasta hoy, inclusive la nuestra, son todavía “prehistóricas”, si restringimos la definición de “históricas” a unas sociedades en que las personas vivan libres y felices, gozando de la sabiduría acumulada por las anteriores generaciones, sin hambre, sin enfermedades curables y sin el trabajo duro que esclavizó a incontables antepasados, gozando de la belleza y la fraternidad.
Esta sociedad imaginaria, que él llamó el comunismo, no ha existido ni existe aún, pero Marx afirma que podrá existir, y que será el comienzo de una verdadera “historia” para la humanidad.
Lejos de despreciar al capitalismo, Marx lo alababa, y como vimos considera a la “era de la burguesía” como “el primer gran momento de emancipación” para la humanidad. ¿Cómo es posible que el propio fundador del movimiento comunista alabe de ese modo al capitalismo, que como todos sabemos, es un sistema de explotación de los trabajadores? Es que Marx atribuye al sistema capitalista ciertas cualidades progresistas, respecto a las sociedades anteriores, que permitirán a la humanidad avances que irán mucho más allá del propio capitalismo. Marx denomina “Modo de Producción” al tipo de relación entablado entre ciertos grupos internos de las sociedades humanas para realizar la producción material de la vida, como la comida, la vivienda, la ropa, etc. Se trata de un concepto bastante abstracto. Ciertos tipos de modos de producción (salvajismo, barbarie), poseen una productividad material muy baja, lo cual impide que en ellos se acumulen excedentes; la sociedad consume todo lo que se produce y casi nadie puede vivir sin trabajar. Por eso no están divididos en clases sociales, y se los denomina “pre- clasistas”. En las “sociedades con clases”, en cambio, la productividad del trabajo es suficiente para producir excedentes (comestibles, indumentaria, edificios, etc.) que pueden ser apropiados (generalmente a la fuerza) por un sector dominante, que consigue vivir sin trabajar. Los modos de producción más frecuentes que han sido estudiados son el esclavismo, el feudalismo y el capitalismo. Los dos primeros y las modalidades pre- clasistas (salvajismo y barbarie) suelen denominarse “pre- capitalistas” (1).
Las formaciones económico- sociales (concepto también elaborado por Marx, que coincide aproximadamente con lo que llamamos “naciones”) con el predominio de modos de producción pre-capitalistas, suelen denominarse “de acumulación simple” debido a que su producto económico crece muy lentamente, de manera vegetativa, o no crece en absoluto. Esta tendencia al estancamiento secular es compartida por formaciones económico- sociales pre- capitalistas muy alejadas entre sí en el tiempo y el espacio: Grecia, Roma, China, India, Aztecas, Incas.
En cambio, desde que el capitalismo se convirtió en predominante dentro de algunas formaciones económico- sociales (como la británica, la belga y la francesa, a fines del siglo XVIII) mostró que su cualidad más evidente era su capacidad de aumentar rápidamente las riquezas que se producían, que crecían por año mucho más que la población. Esto permite denominar al modo de producción capitalista como “de acumulación ampliada”.
La acumulación ampliada no puede deberse al hecho de que el sistema capitalista de producción produzca para el mercado, ya que el esclavismo mercantil ateniense y el romano, por ejemplo, producían también predominantemente para el mercado, lo mismo que una parte de las formaciones económicas feudales. La acumulación ampliada debería adjudicarse a aspectos exclusivos del modo de producción capitalista.
Al principio, las primeras explotaciones capitalistas utilizaban las mismas técnicas desarrolladas por el artesanado feudal. La “manufactura”, típica de las fábricas capitalistas del siglo XVIII, era una reorganización laboral en la cual una determinada técnica artesanal era dividida en numerosas acciones sencillas que eran realizadas sucesivamente por operadores de baja calificación, usando herramientas como martillos, pinzas y punzones. Por lo tanto, el primer avance capitalista sobre el feudalismo no se debía a la introducción de grandes avances científico- técnicos, sino a una simple reorganización del trabajo: del simpe taller artesanal, en que unos pocos trabajadores hacen todo, a las grandes fábricas en que innumerables obreros hacen una sola tarea sencilla cada uno.
En la segunda mitad de ese siglo y comienzos del siglo XIX una nueva innovación reforzó los resultados de la reorganización del trabajo: se comenzó a introducir maquinaria (por ejemplo el telar automático y el motor de Newcombe). A comienzos del siglo XIX comenzaron a aplicarse hallazgos científicos. El gran avance capitalista fue preparado por la reorganización del trabajo, pero fue llevado a cabo por la “gran industria”, basada en los avances científico- técnicos.
Las reorganizaciones laborales y las innovaciones científico- técnicas constituyen el modo en que el capitalismo amplía la acumulación; pero no explican el por qué lo hace. Después de todo, la humanidad había permanecido miles de años creciendo lentamente y aplicando técnicas muy sencillas y probadas, pero mejoradas poco a poco: el arco romano, los acueductos cartagineses, el molino de viento medieval, la pólvora china, la imprenta. ¿Pero cuál era el motivo del bullir de innovaciones en el naciente capitalismo? Marx explica el mecanismo a través de la teoría del valor- trabajo (introducida por David Ricardo).
Aristóteles, en el siglo IV antes de nuestra era, tuvo la perspicacia de reflexionar sobre un fenómeno que en su época todos consideraban obvio (Einstein afirmaba que el genio trabaja con lo obvio). El griego observó que, en el mercado ateniense, era factible trocar una mesa de madera por cierto número de piezas de tela. Vio que los mercaderes eran capaces de calcular con soltura la equivalencia en esas y otras variadas operaciones comerciales. Pero ni ellos ni Aristóteles pudieron explicar cómo dos objetos tan diferentes como la mesa y la tela tenían algo en común que les permitía ser intercambiados. Aristóteles concluyó que era un misterio insondable, cuya solución dejaba para los sabios de las generaciones venideras.
Dos mil años después, mientras el sistema capitalista se hallaba en la infancia, uno de sus primeros teóricos, el británico David Ricardo, develó el misterio: lo que todas las mercancías poseían en común era la cantidad de trabajo humano acumulado, insumido en su producción (en realidad Ricardo se refería más bien al valor “de cambio”; Marx completó el concepto más abstracto de “valor”). Las mercancías, como pre- condición, deben tener un valor “de uso” (la comida se come, la ropa puede vestirse, etc.), pero para que algo además tenga “valor de cambio” (Ricardo) es preciso que alguien haya invertido determinada cantidad de esfuerzo humano para producirlo. Por ejemplo, el aire es útil, se respira, pero no tiene valor de cambio. Marx unió ambos conceptos: el tiempo de trabajo humano invertido en la producción de objetos útiles genera valor.
En el modo de producción capitalista, la clase de los capitalistas invierte su riqueza en comprar cierta cantidad de insumos y maquinaria (denominado por Marx “Medios de Producción”- “capital constante”) y cierta cantidad de tiempo de trabajo humano (que Marx llamó “Fuerza de Trabajo” o “capital variable”, o sea el salario de los trabajadores). Luego de cierto lapso, su unidad productiva ha generado cierta cantidad de mercancías, que el capitalista vende en el mercado, obteniendo una ganancia respecto de la plata que invirtió al comienzo.
Pero el capitalista no ha estafado a nadie; los insumos y la maquinaria los ha comprado en el mercado al precio que los proveedores le exigieron. Y los salarios de los trabajadores, esto es, el precio de la fuerza de trabajo, los abonó de acuerdo a lo que estipula el mercado de trabajo (básicamente el “trabajo necesario”, o sea el precio de alimentar a cada trabajador y su familia, incluyendo otros gastos como vivienda, vestimenta, iluminación, viáticos y frecuentemente medicinas y educación).
Pero si el capitalista pagó el precio que el mercado exige para los insumos y la fuerza de trabajo, ¿de dónde sale su ganancia? Marx descubrió que procedía de la fuerza de trabajo, la cual era una mercancía muy particular.
Efectivamente, cuando se gasta la máquina y el resto de los insumos, el valor íntegro de esas mercancías queda incorporado al precio del producto. Pero cuando se “gasta” la fuerza de trabajo, el resultado es extraño: el valor incorporado en el producto es mayor que el precio abonado bajo la forma de salarios. Marx denominó esa diferencia favorable al capitalista como “plusvalía”, y de ésta procede la ganancia que el burgués se embolsa.
Este descubrimiento de Marx, efectuado a comienzos de la década de 1850, resulta muy valioso, porque en su época nadie entendía bien de dónde salía la ganancia capitalista, y algunos “economistas” incluso la atribuían a las máquinas, a Dios, etc.
Sin embargo, un modelo de este tipo explica solamente el misterio de la ganancia; la operación podría continuar indefinidamente, el capitalista comprando insumos y fuerza de trabajo, y atesorando sus ganancias, o gastándola en viajes, lujos y festines, como habían hecho antes que él innumerables generaciones de amos esclavistas y señores feudales.
El capitalismo constituiría así otro sistema de acumulación simple, vegetativo. Pero lo que se observa es que, por el contrario, no sin problemas, zigzagueos y momentáneos retrocesos, el producto de las formaciones sociales con hegemonía capitalista crece y crece. ¿Cuál es el misterio de la acumulación ampliada?
El capitalista podría invertir sus ganancias bajo la forma de nuevo capital constante y variable, esto es, insumos y fuerza de trabajo, pero sin agregar más tecnología. Si el burgués adquiere nuevas máquinas idénticas a las que posee, insumos iguales también, e incorpora más trabajadores similares a los que están operando las máquinas que ya poseía, va a producir más y más de las mismas mercancías, obteniendo más y más ganancias, etc. Este proceso, generalizado, va a hacer crecer la economía de la formación económico- social de una manera pareja.
Pero lo que se observa en la realidad es otra cosa: el crecimiento es mucho más rápido de lo previsto, porque el capitalista introduce sistemáticamente innovaciones científico- técnicas en la maquinaria y el proceso de la producción.
La innovación técnica de la producción es una virtud del modo de producción capitalista desde sus comienzos. Los capitalistas buscan la manera en que pueden mejorar sus ganancias. Una manera es aumentar la plusvalía disminuyendo los salarios de los trabajadores, o aumentando el tiempo de trabajo. Éstos resultan difíciles de convencer en tal sentido (por lo cual esta línea de mejorar la ganancia resulta ardua, y en realidad hay poco para quitarles).
Además cada capitalista tiene otra manera obvia de aumentar sus beneficios: mejorar su propia tecnología de producción. A ningún comprador le interesa con qué tecnología está producida una determinada mercancía; le interesa su valor de uso. Si fue producida con una técnica innovadora que hace que su calidad sea igual o mejor, y su costo de producción más bajo, el capitalista puede ofrecerla al mercado a un precio más bajo que el de sus competidores, y sin embargo obtener ganancias superiores.
Esto se debe a que el precio del mercado de una mercancía promedia la oferta de todos los capitalistas que la producen. En general este precio se conforma a partir del costo de producción de cada uno. Si alguno de los capitalistas logra producirla a un costo menor, se embolsa la diferencia como una renta adicional. Y este beneficio se mantiene hasta que todos los capitalistas que producen esa mercancía han adoptado la innovación técnica que disminuye los costos de producción.
La historia del capitalismo es la historia de la introducción reiterada de innovaciones técnicas en la producción de mercancías por parte de algunos capitalistas, la generalización de tales avances, y la introducción de nuevas innovaciones. La relación entre la cantidad de capital constante (edificios, máquinas, insumos, etc.) y el capital variable (esto es, los salarios) de una unidad productiva se denomina en la teoría marxista composición orgánica del capital y va aumentando a lo largo de la historia. ¿Por qué ocurre eso? Porque, como ya dijimos, cuando un capitalista invierte en una innovación, la composición orgánica de su capital aumenta y su costo de producción baja, pero no el precio de su producto en el mercado, con lo cual obtiene una ganancia superior a la de sus competidores. Éstos se ven compelidos a realizar una inversión similar para no verse desplazados del mercado (dado que el capitalista innovador puede bajar un poco los precios sin verse perjudicado). El resultado es una carrera sin fin hacia el progreso técnico.
Ahora comienza a entenderse por qué Marx denomina al capitalismo como primer “momento emancipador” de la humanidad: porque en su afán de lucro, el capitalista no sólo explota a sus trabajadores, sino que además crea una cascada de riquezas incalculable y estimula el desarrollo del conocimiento científico- técnico, con lo que emergen nuevas necesidades y nuevas formas de riqueza, en un proceso sin fin. Sin ese aumento vertiginoso de riqueza y de sabiduría, generado por el sistema capitalista, no habría emancipación posible para la humanidad respecto de la ignorancia, la enfermedad, el trabajo duro y la pobreza. No es que el capitalista sea generoso, sino que se conduce de ese modo por su deseo de un beneficio creciente y sin fin.
Pedro Cazes Camarero |
El dinero es una forma abstracta (o sea indeterminada) del valor (trabajo humano concentrado) que contienen las mercancías. Fue inventado varias veces, hace miles de años, mucho antes del surgimiento del capitalismo, por la sociedad esclavista mercantil en diferentes países. Pero el dinero, una vez creado, va pasando de mano en mano, de manera prodigiosa, y se autonomiza por completo del poder que le dio a luz.
La autonomía del dinero generó un conjunto de efectos secundarios, no planificados por nadie. Hemos visto que el trabajo humano se acumula en las mercancías en forma de valor. También vimos que la acumulación ampliada de la riqueza generada por el sistema, se basa en la conversión en capital del trabajo no remunerado del que se apodera la burguesía, esto es, la plusvalía.
Marx llama “fetichismo” al reemplazo de las relaciones humanas por relaciones entre objetos, propias del mercado capitalista, como el trabajo humano abstracto y el dinero. Pero este fenómeno perverso de reemplazo, de conversión de trabajo en dinero y de éste en fetiche, constituye a la vez un principio progresivo, ya que la capitalización de la plusvalía (generada por la explotación) en capital lleva directamente a la creación de riqueza y sabiduría, que constituyen la materia prima emancipatoria para que los explotados liquiden a la explotación. Sin embargo, fue entendida por el pensamiento socialista inaugural del siglo XIX no como principio tautológico (o sea repetitivo) del trabajo (esto es, el aspecto progresivo de la acumulación), sino solamente como malvada subjetividad explotadora del capitalista (o sea, dentro del fetichismo jurídico burgués, del que por entonces era imposible liberarse).
Continúa en el Capítulo 2.
(") Pedro Cazes Camarero, argentino, farmacéutico, 1945. Magister Scientiae en Metodología de la Investigación Científica y Epistemología. Ex director de "Estrella Roja" (órgano del Ejército Revolucionario del Pueblo- ERP-), "El Combatiente" (órgano del Partido Revolucionario de los Trabajadores - PRT-) y "Crisis". Autor de numerosos artículos y libros, entre ellos "Las Estrategias de la Aurora", de próxima aparición (Ed. Prometeo, Buenos Aires, 2019). Premio "Ramón Carrillo" (2010). Miembro del Encuentro de Profesionales contra la Tortura. Columnista de "Cuadernos de Crisis/Purochamuyo".
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