martes, 17 de septiembre de 2019

¿QUÉ ES GENERAL INTELLECT? (ESBOZO POPULAR), CAPÍTULO 2, Por Pedro Cazes Camarero(") para Vagos y Derecho


El ser humano es un animal social, y desde la más lejana antigüedad, los individuos no pueden pensarse como ajenos a una sociedad. En cualquier sociedad humana los integrantes de la misma establecen relaciones ente sí, las cuales pueden ser públicas o individuales (privadas). 

En el capitalismo, las relaciones privadas están privilegiadas respecto a las relaciones públicas, que son dominantes en otros modos de producción. Por ejemplo, en el feudalismo las relaciones entre las personas solamente pueden concebirse bajo la forma de pertenencia de un determinado estamento social, público: siervo de la gleba, artesano o señor. Las relaciones sociales privadas se hallan en el mundo feudal completamente subordinadas a esta pertenencia. 

En el sistema capitalista, las privilegiadas relaciones privadas entre las personas no son predominantemente directas, sino que se hallan mediadas institucionalmente por el Estado. Ante todo, a través del dinero, el que constituye la encarnación del trabajo abstracto; y en segundo lugar, a través de un sistema jurídico, que asume las formas de la burocracia estatal. Por supuesto, las relaciones privadas directas existen también, en términos de sexo, de parentesco, de afinidad, amistad, etc., pero las identidades humanas están determinadas de manera abrumadora por las relaciones de propiedad. 

En el Capítulo 1 hemos visto que el trabajo humano abstracto, bajo su forma de valor, se encuentra por todas partes en el sistema capitalista, encarnado en las mercancías. Todo lo que nos rodea no es otra cosa que mercancías, y cada mercancía puede ser comprada o vendida porque está constituida por trabajo humano abstracto, o sea que posee valor. Pero, además, toda mercancía tiene un dueño, esto es, un propietario. La propiedad privada constituye el fetiche social del valor: la relación entre las personas, en el capitalismo, se ve reemplazada por las relaciones de propiedad. 

Cuando en una sociedad mercantil se efectúa un cambio entre diferentes mercancías, cada sujeto se concentra en el valor de uso de la mercancía que adquiere, y sólo presta atención a que el valor (de cambio) de esa mercancía sea equivalente al de aquella por la que la intercambió, a fin de no resultar perjudicado en la operación. 

Cuando la sociedad mercantil es además una sociedad capitalista, hemos visto que estas operaciones se ven mediadas por el dinero y se apoyan en el sistema jurídico- estatal burgués. Para este sistema jurídico, resulta indiferente la naturaleza de las mercancías que se intercambien, en tanto que se respete el precio, o sea la forma monetaria del valor. Pero si para el consumidor de la mercancía lo que importa es su valor de uso, para el capitalista que la vende lo que importa es el dinero (o sea solamente el trabajo abstracto) que recibe en el intercambio como propiedad privada. 
En el capitalismo, solamente los capitalistas obtienen plusvalía; los trabajadores únicamente obtienen su salario. El excedente de trabajo abstracto, fugazmente materializado en mercancías y luego convertido en dinero, es apoderado por el capitalista como propiedad privada. En la forma desarrollada de la plusvalía, la propiedad privada es solamente el concepto jurídico de la relación repetitiva, tautológica, del trabajo abstracto, que es igual a cualquier otro por definición. 

En el Capítulo 1 hemos visto que el marxismo prevé el advenimiento de una sociedad post- capitalista, el socialismo/comunismo, cuya nota fundamental ha de ser que las relaciones entre las personas ya no se regirán por el intercambio de valor, esto es, ya no serán mercantiles. De alguna manera, que veremos más adelante, el valor contenido en los bienes ha de extinguirse y desaparecer. Esto implica que en esa etapa, los seres humanos se hallarán en condiciones de regular sus relaciones sociales y la propiedad privada ya no existirá. 

Pero mientras las relaciones sociales estén, como ahora, dominadas por el trabajo abstracto, persistirá también una relación de propiedad privada (incluyendo la extracción de plusvalía de los asalariados), y todos sus portadores se encontrarán en un estado de particularidad abstracta, que erige como su polo opuesto al aparato jurídico del Estado. La existencia del dinero y de un sistema jurídico constituye la manifestación de que los sujetos no son capaces de regular ni dominar conscientemente sus relaciones sociales. Ello es verdad tanto para los países capitalistas, como para los países denominados del “socialismo real”. 

El dispositivo capitalista ya existente para la utilización abstracta de la fuerza de trabajo, tiende a devorar en sus fauces vacías de contenido al hombre, la naturaleza y todo aquello de lo que pueda echar mano, digiriéndolos y evacuándolos después en la forma muerta del trabajo: el dinero, sin que se añada ninguna otra finalidad cualitativa. Este engendro, sin embargo, mueve la cualidad material: materias primas, fuerzas naturales y trabajo humano vivo. 
Pedro Cazes Camarero

Se produce, por lo tanto, una inversión entre medios y fines: el trabajo ya no es un medio para el fin cualitativo de la simbiosis del hombre con la naturaleza, sino que, por el contrario, la apropiación material de la naturaleza se convierte en la estratagema para el cambio del trabajo abstracto por más trabajo abstracto, como un fin en sí mismo. 

A pesar de las masas incontables de trabajadores sumergidos en la miseria y la explotación, al principio prevalecieron los efectos emancipatorios y civilizadores de este proceso. Bajo el capitalismo de los siglos XIX y XX, el trabajo, al incluir en escala creciente el aporte científico-técnico a la producción, como medio para obtener su finalidad abstracta, permitió un creciente consumo masivo de bienes que en el pasado eran considerados suntuarios, y generó un conjunto nunca antes visto de nuevas necesidades. El horizonte cultural y científico del hombre se amplió. Sin embargo, como veremos más adelante, el capitalismo nos abrió de par en par las puertas de la riqueza y la sabiduría, pero no nos deja atravesar el umbral. 

Continúa Capítulo 3

(") Pedro Cazes Camarero, argentino, farmacéutico, 1945. Magister Scientiae en Metodología de la Investigación Científica y Epistemología. Ex director de "Estrella Roja" (órgano del Ejército Revolucionario del Pueblo- ERP-), "El Combatiente" (órgano del Partido Revolucionario de los Trabajadores - PRT-) y "Crisis". Autor de numerosos artículos y libros, entre ellos "Las Estrategias de la Aurora", de próxima aparición (Ed. Prometeo, Buenos Aires, 2019). Premio "Ramón Carrillo" (2010). Miembro del Encuentro de Profesionales contra la Tortura. Columnista de "Cuadernos de Crisis/Purochamuyo".




 

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