LA EMBOSCADA (Milonga)
Por la senda enmarañada
que en los cerros serpentea,
bajan cuatro combatientes
de la lucha en la montaña.
Se respira un aire extraño
de sudores y presagios.
En dispersa retirada
de regreso van al valle.
El sendero los vomita
con su última mirada.
Tan inmenso es el silencio
que amortigua hasta los miedos.
Y pensar que ayer subieron
devorándose las nubes.
Con las armas relucientes
y los dientes apretados,
entonando la canción
de una patria liberada
Han perdido en la refriega
a sus viejos camaradas.
Cortos pasos que retumban
por los duros pedregales,
van marcando las penurias
de sus sueños e ideales.
No se entregan sin luchar
aunque fueren fusilados.
Van cayendo uno en uno
en la tierra ensangrentada.
Postrer grito ¡Por la Patria!
epitafia la jornada.
Victorioso el pelotón
que acechaba en la hondonada,
va cantando su canción
de tahúres y rufianes,
que graznan los caranchos
sepultando los cadáveres.
De esos cuatro combatientes
ya no quedan ni señales.
Hoy los hijos de sus hijos
al cruzar por la emboscada,
han plantado la bandera
de una patria liberada.
Y desde las nubes hacia el valle,
bajan ecos de los gritos
que dormían en los cerros.
(") Ex Abogado, ex empleado, funcionario y magistrado judicial, hoy jubilado. Escritor y compositor, según el ánimo. Nacido un 3 de Diciembre de 1948, en la entrañable La Paz de mí Entre Ríos.
(")Entre los años 67/68, vivíamos en una casa de pensión de Santa Fé. Era una mezcla de estudiantes de Abogacía, Ingeniería, Letras y Artes, provenientes de distintas provincias (Entre Ríos, Mendoza, Córdoba y Salta). La mayoría adheríamos a la Juventud Universitaria Peronista, una rama de la “Gloriosa JP”. Los había también socialistas, nacionalistas de los líricos y algún conserva de la UCD. Era una casa rectangular, amplia, antigua, con varios cuartos enfrentados, una cocina, un solo baño donde hacíamos cola para la ducha y otro menester, con un amplio patio central con parral. Los findes a la tardecita, nos reuníamos a matear, leer y discutir de política, escuchar por grabaciones apócrifas a Yupanqui, Zitarrosa, Los Olimareños, Manuel J. Castilla o al “Cuchi” Leguizamón (a este lo hice un Réquiem el día de su muerte, que alguna vez te pasaré), o discurríamos sobre la nostalgia al terruño y un pueblerino amor. Había siempre un tiempo para la música y la creación. Uno de los pensionistas, estudiante salteño de Cine, eximio guitarrista y mejor cantor, grandote, extrovertido y buen bebedor, era ferviente simpatizante del Che y la guerrilla rural. Con sencilla lógica, sostenía que si los milicos habían tomado con las armas el poder, la sociedad debía responder de la misma forma. Nosotros le respondíamos, citando como loros, los mensajes grabados que el General mandaba desde su ostracismo español. Un día cualquiera, “El Salteño” desapareció sin avisar. Hasta la mayoría de sus cosas quedaron en el cuarto. Luego la casa se vendió, y cada cual tomó su rumbo. Yo fui a vivir a otra casa con gente de Gualeguay, a los que luego sucedieran amigos de La Paz. Pasado un tiempo, no recuerdo cuantos años, nos enteramos que el “Salteño”, había muerto en el monte tucumano en un enfrentamiento con la policía rural, junto a otros tres integrantes de un pelotón guerrillero. Poco podía indagarse en esos tiempos, salvo algunas datas elementales, pasadas con el mayor sigilo, de voz en voz. Recordando ese hecho, hice la milonga cuya letra te paso. Pero, como te dijera, eran otros momentos, otros lugares, en fin…otro país.
Un hermoso momento que me ha hecho recordar viejos compañeros de una pensión de La Plata allá por los 70
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