viernes, 11 de octubre de 2019

¿QUÉ ES GENERAL INTELLECT? (ESBOZO POPULAR), CAPÍTULO 3, Por Pedro Cazes Camarero(") para Vagos y Derecho


En el capítulo anterior hemos visto que la propiedad privada, dentro del capitalismo, no constituye una “simple relación jurídica”, en el fondo ilusoria, separada del “contenido real” de las relaciones sociales. No consiste en la relación de un sujeto supuestamente libre con los medios de producción y los productos del trabajo humano. Esta forma de pensar es propia de los economistas burgueses y de cierta versión simplificada y dogmática del marxismo, denominada “Diamat”, desarrollada en la Unión Soviética durante el período stalinista.

En realidad, las personas que experimentan la propiedad privada, tanto como propietarios como no propietarios, no son para nada sujetos libres, sino sujetos encadenados por el fetichismo que los lleva a concebir las relaciones interpersonales como relaciones de propiedad sobre ciertas mercancías, esto es, la fuerza de trabajo, los medios de producción y los productos del trabajo (2).


En resumen, a comienzos del siglo XX el mundo estaba dividido en un puñado de imperios capitalistas encabezados por un grupo de países donde campeaba el capitalismo monopólico- imperialista. En los países centrales y los enclaves capitalistas periféricos concentrados, como la India, China, y otros países dominados, la lucha de clases entre los trabajadores y sus patrones se desplegaba en la organización de grandes organizaciones obreras, en general socialistas y anarquistas. En las colonias y semi- colonias (como era la Argentina respecto de Gran Bretaña), esta lucha se superponía de manera compleja con los movimientos de liberación nacional. 


Si examinamos el funcionamiento interno del capitalismo de entonces, las relaciones de producción cobraban una modalidad denominada fordismo (en referencia al industrial Henry Ford, quien diseñó la moderna fábrica automotriz). Ilustrada por la película “Tiempos Modernos” de Charles Chaplin, esta modalidad se reprodujo en todo el mundo desarrollado y en los enclaves avanzados del capitalismo periférico. 


Se trataba de grandes fábricas (que garantizaban la economía de escala), con miles de trabajadores, entre los cuales se distribuía un trabajo básicamente manual, dividido en partes o funciones diminutas y sencillas que cada obrero podía aprender fácilmente. El trabajo intelectual de planificar, organizar y controlar todo este dispositivo lo realizaban intelectuales como ingenieros, abogados, contadores, gerentes, capataces y auditores que constituyen un estrato humano completamente distinto. Ellos pensaban; el obrero no debía hacerlo. 


Es conocido que, a partir del año 1917 (fecha de la gran Revolución Rusa), una serie de procesos revolucionarios, aprovechando las condiciones favorables generadas por las guerras y las graves crisis económicas, generaron formaciones económico- sociales de nuevo tipo, que liquidaron a las clases propiamente burguesas. Estos procesos se extendieron después de la Segunda Guerra mundial por Europa Oriental, Corea, Cuba, China y combinados con las luchas de liberación nacional, por Viet Nam, Filipinas y otros países. Algunas de esas experiencias naufragaron, como el caso de México, Filipinas e Indonesia. Pero en muchos casos triunfaron, y en casi la mitad del planeta se vivió la esperanza de una madrugada de los pueblos para el género humano. 


Los conatos revolucionarios vividos en los países centrales, como en Alemania en 1919 y 1923 y en Gran Bretaña en 1924, fracasaron rápidamente, mostrando que el sistema conservaba todavía una importante resistencia, especialmente después de la superación de la grave crisis económica mundial de 1928- 1930 a través de la fuga hacia adelante que constituyó la Segunda Guerra Mundial.

En los países del llamado “segundo mundo”, al comienzo de la experiencia soviética sobre todo, se vivió la sensación de que el capitalismo había sido finalmente yugulado. El justificado orgullo de haber vencido y liquidado una determinada forma de la propiedad privada, obliteraba la percepción de que se mantenía aún, bajo otras formas, la producción basada en la plusvalía. Aislada del mercado mundial, durante las primeras décadas de su existencia la URSS administró desde afuera del mismo y con éxito, la acumulación ampliada de la riqueza, hasta que las mismas formas de la administración estatal comenzaron a frenar la nueva “forma burguesa de modernización tardía”, como la denominó Robert Kurtz. Esto se repitió en los demás miembros del “club socialista de naciones”, conocida como Segundo Mundo, pero partícipes sin desearlo del sistema mundial capitalista (3).


El sistema mundial capitalista ha entrado en una nueva fase, tan distinta de la fase del imperialismo financiero- monopolista como ésta lo fue de la fase del capitalismo de libre concurrencia. Cuando, durante la segunda mitad del siglo XX, las formaciones del socialismo real comenzaron a resoplar, debido a los límites endógenos descritos más atrás, los ideólogos de la derecha se regocijaron demasiado pronto. Dentro de los países capitalistas centrales el sistema mismo comenzó a mostrar sus límites absolutos. 


El desarrollo de las fuerzas productivas, el aumento de la composición orgánica del capital, la liquidación de los resabios pre-capitalistas en todo el mundo caracterizaron los primeros años de la segunda postguerra. Finalmente, en las dos últimas décadas del siglo XX y la primera de este siglo ocurrieron sucesos inesperados que se fueron incubando en silencio, pero comenzaron a cambiar profunda e irreversiblemente la vida y la mente de las personas.

Esta vez el problema no residía en una crisis cíclica de superproducción relativa, como los burgueses se habían acostumbrado a capear cada diez o quince años desde el siglo XVIII; ni siquiera de una gran crisis secular y catastrófica de reconversión como la ocurrida en 1930. La tercera revolución industrial, con la introducción de la electrónica, la informática, la ingeniería genética y demás tecnologías avanzadas, estaba produciendo la evaporación del valor en el seno de las mercancías, que sin embargo mantenían intacto su valor de uso.


Por primera vez en la historia, el capitalismo encontraba una barrera infranqueable en el proceso de acumulación. ¿En qué consistía este fenómeno? En que el vertiginoso crecimiento de la productividad permite prescindir de la fuerza de trabajo a más velocidad que aquella a la que los mercados podían absorber las mercancías, aunque éstas a su vez se hubiesen abaratado. El mundo se convierte en un depósito infernal, abarrotado de valores de uso sin valor, que por ello mismo no pueden ya denominarse mercancías. 


Un nuevo modelo de organización del trabajo está irrumpiendo. Modifica por completo e irreversiblemente la estructura laboral fordista, por lo que debería denominarse postfordista. En el capitalismo clásico, tanto el de libre concurrencia como en el más maduro, imperialista- monopólico, la producción se realiza aplicando la fuerza de trabajo a los medios de producción. Pero en la actualidad, en las economías más avanzadas, se aplica masivamente la digitalización, la automatización, la cibernética y otras técnicas sofisticadas como la genómica, la biotecnología y la nanotecnología. Como veremos en el próximo capítulo, esta situación va a generar una metamorfosis en la fuerza de trabajo, que dejará de existir paulatinamente y será reemplazada por el general intellect, tema de este trabajo.

En los años 1857 y 1858, en su modesto departamento de Menlo Park, en la ciudad de Londres, Marx estaba redactando unos cuadernos preparatorios para lo que después fue el primer tomo de “El capital”. Estos cuadernos fueron publicados muchos años después como “Elementos Fundamentales para la Crítica de la Economía Política”, o su nombre en alemán, “Grundrisse”. Una noche de 1858 se le ocurrió la siguiente pregunta: ¿”cuáles serán las leyes que rijan el funcionamiento del capitalismo en su etapa tardía”?.

Esos apuntes, conocidos como el “Fragmento sobre las Máquinas”, nos hablan a través de los años iluminando la realidad actual. En el cuarto y último capítulo de este trabajo desarrollaremos estas ideas y contestaremos la pregunta del título: ¿Qué es el General Intellect? 

NOTAS AL PIE__________________________________________

(2) Volvamos por un instante a la relativamente corta historia del sistema mundial capitalista. La gran industria surgida a comienzos del siglo XIX, en especial el ferrocarril, necesitó para consolidarse la concentración del capital en pocas manos, y ello fue facilitado por las crisis periódicas (aproximadamente cada década) que aquejaban al sistema y dejaban un tendal de pequeñas y medianas empresas quebradas, y un número cada vez más pequeño de grandes empresas detentando un poder económico creciente. Este no es el lugar para describir este complicado proceso. Baste decir que culminó, como todos sabemos, en la aparición del capital monopólico- imperialista. El sistema, a nivel mundial, a partir de las grandes crisis del fin del siglo XIX, quedó dominado por un pequeño número de gigantescas empresas norteamericanas, europeas y después japonesas (por supuesto, subsistían en los intersticios del capitalismo numerosas empresas medianas y pequeñas). Un problema en común de esas grandes empresas, llamadas monopolios porque concentraban en sus manos la oferta de bienes, residía en que el mercado interno de los propios países capitalistas era demasiado pequeño para absorber su creciente capacidad de producción de mercancías. Además, la gran industria, cada vez más sofisticada, exigía metales, caucho, alimentos y otros insumos que se producían en las naciones periféricas de Asia, Africa y América Latina. Se produjo así, durante todo el siglo XIX, una segunda oleada colonialista (la primera fue la globalización española, portuguesa, holandesa y británica de los siglos XV a XVIII). Los ejércitos británico, francés, alemán, etc. se apoderaron de grandes zonas de la periferia, para que les sirvieran de mercado y como proveedores de insumos. Un tercer fenómeno a tener en cuenta, ocurrido a partir de la fusión de los bancos con los capitalistas industriales, consistió en la aparición del capital financiero. Este proceso fue descrito cuidadosamente por grandes clásicos marxistas como Lenin, Rosa Luxemburgo y Rudolf Hilferding en libros publicados alrededor del año 1900. 


(3) Ya Lenin explicaba en “El Estado y la Revolución”, a mediados de 1917, que a los trabajadores no les quedaba más remedio que hacer las veces de la burguesía. En los países del “socialismo real”, convertidos en burocracias estatales, los partidos obreros marxistas no sólo tuvieron que asumir las tareas burguesas, sino que tuvieron que expandir la propia clase obrera que era casi inexistente. En esas formaciones económico- sociales el modo de producción hegemónico seguía siendo el capitalismo, bajo la forma del capitalismo de estado. Según observaba Charles Bettelheim en 1965, el carácter mercantil del producto no podía derogarse por un simple acto de voluntad revolucionaria. 


La lucha del movimiento obrero contra la propiedad privada los países del “socialismo real”, actuó dentro de los límites de la propiedad privada. No aspiraba a su liquidación, sino a unas formas «superiores» de la misma, especialmente la acumulación de plusvalía. Estas formas superiores, al principio de la administración soviética, no podían ser fácilmente identificadas como tales por un observador desprevenido. El mencionado movimiento fue progresista, sí, pero siempre dentro de las fronteras del trabajo abstracto y sólo en la medida en que impulsó el proceso de “socialización del capital” rumbo a estas formas superiores (en dirección a la plusvalía y a la propiedad privada). Esto avanzó desde el fin de la Segunda Guerra Mundial con la creación, en los países del “socialismo real”, de la mencionada «forma burguesa de modernización tardía», al decir de Robert Kurz. En los citados países, se desarrolló además una versión oficial del discurso marxista, destinada a interpretar y justificar estos procesos de manera apologética; ésta afirma que en la formaciones económico-sociales del «socialismo real» no existen la propiedad privada y el carácter de mercancía de la fuerza de trabajo. No perciben como muy extraña la existencia cotidiana de la forma de la mercancía y del dinero, del salario en dinero de la fuerza de trabajo, del aparato estatal y del sistema jurídico, incluido en especial el derecho del trabajo. Esta argumentación sólo puede generar estupor. Evidentemente, el marxismo “oficial” se estaba manejando, sin darse cuenta, en el interior de las categorías básicas del fetichismo burgués. El barniz de las formas superiores de la propiedad privada cubría con una delgada capa de modernidad unas estructuras todavía arcaicas. Se pudieron incorporar, sí, las determinaciones clásicas del capitalismo: el trabajo abstracto, el dinero y el derecho, como reguladores sociales, además de las industrias básicas y ciertos ingredientes de una infraestructura avanzada. La obstrucción administrativa de la burocracia estatal sobre la motivación monetaria basada en la aún existente economía de mercado, esto es, la parálisis burocrática de la dinámica del trabajo abstracto basada en el propio trabajo abstracto, conduce a acometer una empresa imposible: planear y dirigir racionalmente, pero apoyándose en la inconsciencia de las masas, manteniendo el trabajo abstracto, el valor, la forma “mercancía” y el dinero. El "segundo mundo" se hundió. La débil base de acumulación de capital no le permitió suficiente inversión, y la administración burocrática se sumó a las dificultades. En un único mercado mundial, capitalista, sufrieron un creciente deterioro de los términos de intercambio y finalmente debieron capitular como economías nacionales autónomas. Cuando la Unión Soviética se desmoronó en 1989, ese suceso fue interpretado como una victoria de la economía de mercado. El marxismo como alternativa histórica al capitalismo parecía fracasado. Sin embargo, no fue la alternativa histórica “socialista” lo que fracasó, sino solamente una modalidad del capitalismo sistémico (básicamente el capitalismo de estado) que aplicó, para desarrollarse, las viejas críticas formuladas por Marx al capitalismo del siglo XIX, destinadas a modernizar sus aspectos más atrasados. Este destino no era ineluctable, como lo muestran distintas experiencias supérstites, en especial la cubana. También era factible otro final. Pero no es aquí el sitio para analizarlo.

Continúa Capítulo 4.

(") Pedro Cazes Camarero, argentino, farmacéutico, 1945. Magister Scientiae en Metodología de la Investigación Científica y Epistemología. Ex director de "Estrella Roja" (órgano del Ejército Revolucionario del Pueblo- ERP-), "El Combatiente" (órgano del Partido Revolucionario de los Trabajadores - PRT-) y "Crisis". Autor de numerosos artículos y libros, entre ellos "Las Estrategias de la Aurora", de próxima aparición (Ed. Prometeo, Buenos Aires, 2019). Premio "Ramón Carrillo" (2010). Miembro del Encuentro de Profesionales contra la Tortura. Columnista de "Cuadernos de Crisis/Purochamuyo".


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