Ensayemos brevemente en estas líneas el siguiente pensamiento futurológico:
Si estimamos que el derecho no se encuentra ligado a una realidad cambiante, ello nos conduciría inexorablemente a la concepción de una norma estática. (Gran anhelo de los codificadores del siglo XIX).
La prescripción legal se situaría en un estadio ideal de donde es tomada para ser aplicada a la realidad, al caso concreto.
Entonces, un magistrado o un abogado exitoso, sería aquel que conocería todas las normas, si las ha memorizado adecuadamente.
Las
situaciones y problemas jurídicos que demandarían una respuesta de la ley,
podrían encontrarla en la aplicación lisa y llana de lo prescripto por
el Estado o mejor dicho, por el poder oculto detras del Estado.
De manera tal que siendo que ningún abogado
puede conocer todas las normas existentes, al estilo de una máquina, en
el futuro podría ser reemplazado por ésta, con algún programa ideado ad
hoc.
Imaginemos en esta inteligencia que un particular y/o administrado, frente a la
controversia, frente a la duda, o simplemente el desconocimiento de las
leyes aplicables, podría solicitar a este programa de computadoras que
le suministre las respuestas correspondientes a una situación dada.
Avancemos
más sobre este punto.
Llegado el caso, podría incluso codificarse el
reclamo de justicia, de manera tal que una demanda o una petición al
propio Estado, podría iniciarse completando una grilla, la cual
contendría los campos necesarios, para decodificar el reclamo, la
petición, la cual quedaría consignada en los términos de proposiciones
legales vigentes, y de esta manera prescindir de los abogados y/o
juristas.
En este orden de ideas, podría también
requerirse a otro programa de computadoras que decodificando estos
libelos judiciales informáticos, aplicando estrictamente el derecho
vigente, estaría en condiciones de declarar derechos o negarlos, etc..
Fin
del universo de las apelaciones y quejas por apelaciones denegadas y/o
recursos procesales de cualquier tipo, porque las máquinas no podrían
equivocarse. Imperaría el algoritmo.
Todo ello podría ser factible en tanto si
entendemos como dice Lyotard que: “El saber en general no se reduce a
la ciencia, ni siquiera al conocimiento. El conocimiento sería el
conjunto de los enunciados que denotan o describen objetos, con
exclusión de todos los demás enunciados y, susceptibles de ser
declarados verdaderos o falsos.”.
Y en esta
inteligencia también, el reclamo judicial por caso, podría ser traducido al
lenguaje de máquina y todo aquel saber que no es traducible,
codificable, irremediablemente sería dejado de lado.
Para terminar, entendemos que hoy la
sociedad parece no demandar juristas en cantidades industriales, demandaria por el
contrario, operadores del derecho, técnicos en la norma y a su vez en
sistemas informáticos.
Y por ello, en un futuro no muy lejano, no alcanzará con conocer solamente
una porción del derecho, será necesario saber además de otras disciplinas agiornadas al futuro y a los sistemas de
información.
Bajo estas especulaciones parecería que justamente no resultará necesaria la presencia de
juristas en grandes cantidades, porque los mismos serán
relegados para colaborar con el diseño del sistema, para operarlo llegado el caso en las
más altas esferas, así como para colaborar en cualquier modificación que
el propio sistema demande atendiendo a aquello que resulte legítimo
según el caso.
Como en un determinado momento un filósofo conocía todo el saber de su tiempo, diremos que alguna vez fue patrimonio del doctor en leyes, el mundo de la ley.
Estamos a mitad de camino del imperio de los jueces automatas, y para esquivar tan triste destino, practiquemos el libre pensamiento.
Artículos perdidos y vueltos a encontrar sobre derecho constitucional, derecho político, derecho penal, derecho penal económico, derecho administrativo, sobre filosofía en general, filosofía del derecho en particular e incluso, historia del derecho, como si todo ello no fuera poco. Pero hay más: Teología y Misticismo. Y más: Ecología. Y más: Taller Literario. Editor: Claudio Javier CASTELLI
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