jueves, 21 de marzo de 2019

¿SHAMPOO, CHAMPÚ O SHAMPÚ?, Por Claudio Javier Castelli para Vagos y Derecho

OBERTURA DEL EDITOR: El texto siguiente se escribió originalmente como nota de Facebook, el 21 de Septiembre de 2013, a propósito del Manifiesto sobre la Soberanía Idiomática que difundían por aquel año un grupo de intelectuales entre quienes estaban Horacio González y María Pía López, Director de la Biblioteca Nacional y Directora del Museo de la Lengua, respectivamentehttps://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/1-229172-2013-09-17.html. Viene a cuento su publicación en este blog en relación al VIII Congreso Internacional de la Lengua Española, que se realiza en la Pcia. de Córdoba este año; y como tentativa de reinstaurar el debate sobre la Soberanía Idiomática, imprescindible en una Nación autónoma e independiente. 



¿SHAMPOO, CHAMPÚ O SHAMPÚ?


La utilización de palabras extranjeras, en el habla culta y popular es muy antigua en el castellano pero en los últimos tiempos con el avance de la informática, y la hegemonía cultural norteamericana es un modismo utilizado permanentemente aun cuando en el castellano existan términos equivalentes. 

Por ejemplo, en los medios académicos es muy común el término "abstract", para referirse a un resumen o extracto de un artículo o investigación. Pero esas dos palabras que lo explican son sus equivalentes en el castellano. Cada uno puede utilizar la que crea conveniente. Pero el idioma tiene mucho de la identidad cultural y de referencias simbólicas y significativas de los habitantes de un país, o región para internalizar en las conciencias un aura, un "aire de aquí".

Hace unos días un grupo de escritores, ensayistas, intelectuales, Licenciados en Letras, etc., hizo un manifiesto sobre la Soberanía idiomática, poniendo como eje de la discusión al mundo latinoamericano en relación a la Real Academia Española. 

No vamos a explayarnos aquí sobre esa cuestión, solamente queremos puntualizar en el uso en el Río de la Plata de la voz del título como ejemplo del problema a resolver.

En el año 2005 se publicó el "Diccionario Panhispánico de dudas", de la RAE, al respecto dice: "champú: Adaptación gráfica de la voz inglesa shampoo, "jabón líquido para lavar el pelo". Su plural es champús.

Sabido que la ch en castellano se pronuncia che, y en algunas hablas dialectales de hispanoamérica y del sur de España se pronuncia sh, semejante a la sh inglesa.

Lo cierto es que en el castellano del Río de la Plata se pronuncia shampú. El diccionario mencionado dice que "Es inadmisible la forma híbrida -de escritura- shampú, que no es ni inglesa ni española". Sin embargo es la forma en que se pronuncia en esta zona y muchas otras como derivación y pronunciación del inglés al castellano. 

¿Por qué no podría escribirse así a medio camino de los dos idiomas y como referente del sentido en la conciencia del hablante?. Pues quien dice "shampoo" sabe que es una voz extranjera cuando menos. ¿Por qué no escribimos shampú?

Se podría parangonar con champán, adaptación gráfica de la voz francesa "champagne", y que también se pronuncia con el sonido sh.

Tampoco podría conseguirse un atajo con el yeismo, y escribir yampú, o yampán. Esto último parecería claramente incorrecto, pero ¿por qué?

En el castellano hay una correspondencia más segura entre la grafía de las palabras, y la pronunciación, que en el Inglés por ejemplo. Parecería que acercar cada vez más los grafemas y los fonemas en una vocalización uniforme es hasta si se quiere más racional.

Defender el habla de un país no es exactamente lo mismo que defender el idioma de un país. La lengua tiene contornos más amplios para ser defendida.

Pero tal vez, propugnar una armonía entre la escritura y la pronunciación, pueda ser parte de esa bandera de soberanía idiomática que proponen algunos, hoy elegidos, pero que tienen que ampliarse en un debate más profundo donde puedan participar todos los que quieran, hablen bien o mal. Porqué en definitiva ese bien o mal es una norma y debe cuestionarse quién la impone desde dónde y hacia dónde.

Cuanto más democrático sea el debate mayores serán los matices de los problemas a resolver de la lengua y océano en que nos encontramos sumidos una veintena de países que hablan el castellano, en esta parte del mundo.





martes, 12 de marzo de 2019

¿QUÉ HAY QUE APRENDER DEL EXPERIMENTO DE LA RENTA BÁSICA DE FINLANDIA? ¿FUE UN ÉXITO O UN FRACASO?, Por Scott Santens




Evaluación de los resultados preliminares de una UBI parcial y un poco menos de burocracia 

Después de dos años de prueba dentro de un diseño experimental de dos años de duración, el 8 de febrero de 2019 Finlandia publicó los resultados preliminares de sus experimentos de renta básica. Quien lea el informe completo, podrá considerarlo poco prometedor y poco fascinante, pero no podrá llamarlo incompleto porque los resultados son todavía preliminares y solamente se basan en la primera mitad del experimento. 

Dicho esto, y del mismo modo como en los experimentos de Estados Unidos y de Canadá en la década de 1970, existen algunas conclusiones que ciertamente pueden o no obtenerse dentro del adecuado contexto del diseño del experimento. Pero para obtener dichas conclusiones, primero debemos repasar algunos detalles importantes sobre cómo se diseñó el experimento, y qué fue lo que ni siquiera trató de evaluar. 


El contexto
 
El experimento de Finlandia sacudió los titulares en todo el mundo cuando se anunció en 2015. Lo que se afirmaba debajo los titulares era que este experimento iba a ser parte de una nueva Finlandia donde el método científico se aplicara a la política social. Sería un hito en la historia del diseño de las políticas, donde en vez de especular y discutir indefinidamente, las potenciales nuevas políticas serían consideradas, evaluadas y comparadas con las existentes y con políticas alternativas, antes de implementar la que se estimara la mejor. El objetivo de Finlandia era convertirse la primera nación experimental en el mundo donde las políticas se basen en la ciencia y no en la ideología o los mitos. 

Es en este contexto que se empezó a experimentar con la renta básica, en un proceso en el que lo que una vez fue anhelado como un gran paso para finalmente evaluar la renta básica incondicional a nivel nacional se transformó en un test no-tan-grande de una prestación por desempleo algo menos condicionada. El tema pasó de ser “¿qué haría una persona aleatoriamente seleccionada si se le proporcionara una renta básica incondicional en vez de las ya existentes prestaciones condicionadas, y cuáles serían luego sus efectos tanto en las personas como en las sociedades?” a “¿Qué haría una persona desempleada si se le proporcionara una renta básica parcial añadida al resto de prestaciones condicionadas existentes, y cuáles serían sus efectos solamente sobre el individuo?" 

Esta podría parecer una diferencia insignificante, pero lo cierto es que es muy grande. Veamos, se supone que la renta básica incondicional debe ser algo relativo al conjunto de las comunidades, no solo a las personas de esas comunidades. Es acerca del universalismo. Es allí donde emergen el conjunto de sus efectos, esto es, de una aplicación universal. Es también sobretodo acerca del empleo, porque muchos miembros de la sociedad son empleados. Evaluar solamente los desempleados es obviar, por ello, cómo una UBI impactaría en la mayoría de la población. 

Para ser justo con los investigadores, ellos ya sabían esto. Son científicos adiestrados en la ciencia. Sin embargo, los políticos no lo son, y los políticos son quienes toman las decisiones en última instancia. En consecuencia, el modo en cómo se implementó el experimento respondía a un diseño muy limitado, y dada la oportunidad de ensanchar el experimento más allá de los desempleados fijándose también en los empleados, los políticos finlandeses, los mismos que exigían evidencias basadas en Finlandia, optaron por reducir el alcance del experimento. 


Por supuesto, Finlandia nunca canceló sus experimentos, a pesar de todos los titulares escritos en sentido contrario. Fue un experimento de dos años que se realizó en 2017 y 2018. Debido al modo en cómo se dispone de los datos para investigar en Finlandia, existe una brecha de un año, de modo que los datos sobre el empleo de 2017 son accesibles en 2019, y los datos de 2018 no lo estarán hasta 2020. De este modo, la fase de evaluación del experimento no concluirá del todo hasta el año que viene. 

Es en este contexto que debemos entender el experimento de Finlandia, y cómo en realidad nunca fue una prueba de UBI. Fue una prueba de reducir ligeramente los tipos impositivos marginales sobre los desempleados, y también de reducir ligeramente la burocracia que estos afrontan. Por supuesto, ambos son elementos de la UBI, por lo que todavía hay información que aprender de este experimento, pero debemos ser precavidos con qué conclusiones no pueden y no deben extraerse, y se requiere cierto conocimiento de la metodología científica para apreciar completamente el por qué. 

El experimento 

Como una breve introducción a la experimentación científica, al crear dos grupos básicamente idénticos (preferiblemente a través de una selección aleatoria) y al cambiar una variable en un grupo (grupo de tratamiento) y mantener inalterado el segundo grupo (grupo de control), podemos determinar cuáles son los efectos de manipular esa variable en las otras variables que nos interesen. Lo que manipulamos es la llamada variable independiente, y lo que se altera como consecuencia son las variables dependientes. 

En el experimento de Finlandia, el grupo de control lo formaban 173.222 desempleados finlandeses. El grupo de tratamiento también fue un grupo seleccionado aleatoriamente de 2.000 desempleados. Podéis imaginar cómo se implementó el experimento, darles una renta básica en vez de prestaciones por desempleo, pero os equivocaríais mucho, y sólo acertaríais parcialmente. El mayor problema con el diseño del experimento de la renta básica, aparte de excluir a los empleados finlandeses y el hecho de no probarlo en una zona para evaluar a todo el mundo de un pueblo o una ciudad, es que el grupo de tratamiento continuó recibiendo el 83,3% de las prestaciones condicionadas como las del grupo de control. 

Ese hecho es extremadamente importante, y debe ser considerado no menos que impactante. Si el objetivo principal del experimento era ver qué hubiera pasado si la gente hubiera dejado de percibir prestaciones per el hecho de encontrar un empleo, entonces el grupo de tratamiento hubiera tenido que recibir las mínimas prestaciones condicionadas posibles. Si no entendéis el por qué, poneos en su lugar. 

Imaginaos que recibís 560 euros al mes de renta básica (o unos 630 dólares). Aunque es cierto que si aceptáis un empleo este dinero lo podréis guardar en lugar de perderlo como ocurriría con las típicas prestaciones por desempleo, en este experimento aceptar un empleo seguía comportando perder las ayudas a la familia y otras prestaciones, y posiblemente perder la prestación por el hogar. ¿Estotodavía representa un gran desincentivo para el empleo, no es así? 


El experimento de renta básica de Finlandia no evaluaba suprimir los desincentivos para el empleo que crean las prestaciones condicionadas. Solamente las reducía ligeramente. De nuevo, los investigadores sabían esto. Fueron los políticos al decidir quienes no lo sabían. Las manos de los investigadores estaban atadas. ¿Cómo? De acuerdo al propio informe, básicamente se reducía a algo para chicos… 

Es más sorprendente dares cuenta que el conjunto de prestaciones por desempleo pagadas al grupo de tratamiento de hecho solo es una quinta parte más pequeña que el total de prestaciones pagadas al grupo de control. Esta es una consecuencia directa de la Ley del experimento de la renta básica, de acuerdo al cual las personas desempleadas tienen que solicitar la prestación por desempleo tal como lo hacían antes si tienen derecho a una prestación más alta que la renta básica. En este sentido, especialmente familias con hijos e hijas a cargo que recibían la renta básica estaban obligadas a solicitar prestaciones por desempleo para poder recibir incrementos por menores a cargo. De acuerdo al grupo de investigación que diseñó el experimento, este incremento por menores a cargo debía haber sido incluido en la cantidad de la renta básica, de tal modo que la renta básica también habría sido una prestación realmente incondicional para familias con menores a cargo. No fue así, sin embargo. Esta característica del experimento significa que una mayoría de las personas del grupo de tratamiento no se han beneficiado de una menor burocracia y el hecho de que las políticas activas de empleo no fueran obligatorias debido a solicitar la prestación estándar de desempleo. 

En otras palabras, fue una decisión política en un experimento que reemplazaba las prestaciones por desempleo por una renta básica, para exigir a la gente que recibía la renta básica seguir solicitando la prestación por desempleo, debido a que la cantidad de la prestación por desempleo varía, especialmente respecto al tamaño del hogar. 

Si los políticos entendieron algo del método científico, estarían de acuerdo con la recomendación científica de implementar también una renta básica para niños y niñas, pagada a los padres y madres, de modo que la prestación por desempleo podría ser substituida sin tener en cuenta el tamaño del hogar. Cualquiera que se fije en el experimento con renta básica apreciará esta lección. Los niños y niñas deben ser incluidos. Si no lo están, se perpetúan muchas condiciones porqué las prestaciones actuales están diseñadas mayoritariamente alrededor de la familia, y debemos entender que los padres y madres toman decisiones pensando en sus hijos. Muy pocos padres aceptarían un empleo que tuviera el potencial resultado de perjudicar o dejar a sus hijos peor. 

Otro elemento importante a destacar es que el número de condiciones que permanecían en el grupo de tratamiento hubiera sido todavía mayor, si no hubiera sido porqué el ingreso total que la renta básica facilitaba al aumentar los ingresos salariales, luego inhabilitaban algunos beneficiarios de la renta básica para poder solicitar algunas prestaciones. Por cierto, esto también es cómo la UBI puede efectivamente reemplazar muchos de los programas existentes de prestaciones sociales, simplemente eliminando personas para que no puedan solicitar estas prestaciones nunca más, como si hubieran empezado a recibir un cheque de esa misma cantidad. 

Ahora que entendemos lo poco que se ha probado la renta básica en este experimento de renta básica, podemos apreciar mejor los datos conseguidos. 


Los resultados preliminares 

Lo primero y más destacado, no existe un impacto discernible sobre el empleo, salvo un pequeño repunte del 2% de auto-empleo, donde la proporción de gente con ingresos del trabajo por cuenta propia pasó del 42,85% al 43,70%. 

Sabiendo lo que sabemos sobre las condiciones que todavía tienen que cumplir el grupo con la renta básica, tiene bastante sentido, ¿no es así? No se han apreciado diferencias entre el grupo de tratamiento y el grupo de control en relación al empleo, sobre todo porqué hay muy poca diferencia entre el periodo del grupo de tratamiento y el grupo de control. ¿Por qué esperaríamos un aumento significativo en el empleo, especialmente en entornos competitivos donde la tasa de desempleo varía entre 7 y 11%, si la gente sigue siendo ampliamente penalizada por el empleo al perder sus prestaciones? 

A parte del típico desincentivo al empleo que sigue así en el grupo con renta básica, debido a que este experimento solo proporciona esta prestación a 2.000 personas repartidas por toda Finlandia en vez de estar en un pueblo de 2.000 habitantes, no hubo un aumento en la demanda que generaría nuevos puestos de trabajo en un entorno real de renta básica. 

Si todas las 2.000 personas vivieran en el mismo pueblo, el gasto que uno realizara con su renta básica supondría el ingreso de alguien otro, quien a su vez podría gastar, intercambiando de mano en mano una y otra vez, calentando la economía local y permitiendo a la gente encontrar nuevos puestos de trabajo, ofrecer salarios para aumentar aún más los ingresos a parte de la renta básica que serían gastados en la economía local, y circularía, etc. No solo vemos esto ya a través de la Seguridad Social, el Roosevelt Institute ha estimado que, a través de estos efectos, una UBI aumentaría el PIB en los Estados Unidos en 12,56% en solo ocho años



El emprendimiento también aumentaría, porqué proporcionar dinero a una sola persona puede funcionar como capital riesgo y reducir el riesgo de sus inversiones, pero no le crearía una bolsa estable de clientes. Proporcionar dinero a todo el mundo es lo que en verdad crea clientes que alimentan nuevos comercios. Este es el motivo por el cual incrementar el emprendimiento es uno de los objetivos comunes de los actuales experimentos de renta básica que se realizan en comunidades enteras. Por ejemplo, en el experimento de renta básica de Namibia, el emprendimiento se incrementó un 301%. En el experimento de la India, se observó un alza del emprendimiento en las aldeas de tratamiento tres veces superior a los pueblos de control. Estos son los resultados de combinar un incremento del capital y el poder de compra de los consumidores. 

El estímulo económico y la creación de nuevos puestos de trabajo sería algo que sin lugar a dudas se daría en una implementación completa de la UBI. Así que concluir que debido a que no se han creado nuevos empleos en Finlandia en un año hemos aprendido algo sobre los efectos a nivel nacional de la UBI sobre el mercado laboral, es una mala conclusión. 

Sin embargo, sí sabemos algo sobre los efectos de la UBI sobre el empleo a tiempo parcial y a tiempo completo de una implementación estatal de una pequeña UBI en otro lugar –Alaska. Desde 1982, Alaska ha estado distribuyendo una quinta parte de lo que probó Finlandia, para todos los residentes de Alaska, independientemente de su situación laboral. Un estudio que evalúa sus efectos en el empleo determinó un efecto neutro en el empleo a tiempo completo, igual como en Finlandia, pero un incremento del 17% en el empleo a tiempo parcial. Este incremento es resultado de una economía estimulada que creó más puestos de trabajo a tiempo parcial, algo conseguido con una fracción del total de lo que probó Finlandia que, a su vez, es una fracción de una renta básica completa. Si Alaska hubiera probado primero su dividendo sobre 2.000 personas, yo tampoco esperaría que hubieran registrado un aumento en el empleo de tiempo parcial. 

¿Quizás deberíamos preguntarnos si aumentar el empleo es incluso el tema central de la renta básica incondicional, y si no es así, cuál es su objetivo? Ahora esta es una cuestión sobre la que el experimento de Finlandia ha traído algo de luz debido a que el empleo no fue lo único que los investigadores medían. 

Al encuestar a los participantes sobre aspectos de sus vidas distintos al empleo, sus respuestas sugerían que la renta básica reducía sus niveles de estrés, incrementaba su salud física, mental y su percepción de bienestar, incrementaba su estabilidad financiera, hacía crecer su confianza, e incluso incrementaba sus niveles de confianza en otra gente y en el gobierno, incluidos los políticos. 

Recuerden que el grupo con renta básica realmente solo vio reducida sus prestaciones condicionales en un 20%, por lo que estos resultados deben considerarse sorprendentes incluso si el grupo con renta básica viera una reducción del 100% de la condicionalidad que se le aplica. Que esos resultados fueran acompañados de una ligera disminución de la carga burocrática, debe ser considerado como algo asombroso. Lo que parecen sugerir esto es que solo con un poco más de libertad, dignidad y seguridad se puede recorrer un largo camino


Medida tras medida, la renta básica mejoró lo que se medía: 


· Satisfacción con la vida: Aquellos que reciben las prestaciones estándar en Finlandia evaluaron su satisfacción con la vida con un 6,76 en una escala del 0 al 10. Aquellos que recibían la renta básica parcial puntuaban su satisfacción con la vida en 7,32. Esto es un incremento del 8%. 


· Confianza: Entre los desempleados finlandeses, la confianza en los otros es más baja que entre el conjunto de la población (posiblemente porqué están desempleados), pero percibir una renta básica parcial en vez de prestaciones estándar incrementó su confianza en los demás un 6%, un5% hacia el sistema jurídico, y un 11% hacia los políticos. (Nota: estudios anteriores apoyan esto). 


· Seguridad: El 58% de los que recibieron la renta básica parcial tenían un fuerte o bastante fuerte sentimiento de seguridad en su futuro, comparados con el 46% de beneficiarios de prestaciones estándar –un 21% de mejora. El 42% sentían una fuerte o muy fuerte seguridad en su situación financiera, comparados con el 30% –un 28% de mejora. El 29% sentían una fuerte o muy fuerte seguridad en su capacidad para influir en la sociedad, comparado con el 22% –un incremento del 22%. 


· Salud física y mental: El 55% de los que recibían la renta básica parcial consideraron su estado de salud física y mental como bueno o muy bueno, comparados con el 46% de aquellos que recibían prestaciones estándar –un incremento del 17%. (Nota: estudios anteriores apoyan esto). 


· Concentración: El 67% del grupo con renta básica parcial sintieron que podían concentrarse bien o muy bien, comparados con el 56% de los perceptores de prestaciones tradicionales –un incremento del 16%. (Nota: estudios anteriores apoyan esto). 


· Depresión: Una pérdida del interés por las cosas anteriormente consideradas agradables es una señal clave de la aparición de depresión. Entre aquellos que percibieron la renta básica parcial, solo el 25% se sintieron así en el año anterior, comparados con el 34% de aquellos que recibieron prestaciones tradicionales –una mejora del 37%. 


· Seguridad financiera: El 39% de los que recibieron la renta básica parcial sintieron que apenas se las podían arreglar o que les resultaba difícil llegar a fin de mes, comparado con el 49% de aquellos con prestaciones estándar –un incremento del 26%. 


· Estrés: El 55% del grupo que recibió la renta básica parcial sintieron muy poco o cero estrés, comparado con el 46% de los que sólo recibieron prestaciones estándar –una mejora del 17%. (Nota: estudios anteriores apoyan esto). 


· Actitud respecto a la UBI: El 68% de quienes recibieron la renta básica parcial eran muy favorables a que una UBI a nivel nacional haría más fácil aceptar una oferta de empleo, comparado con el 42% de los que solo recibían prestaciones condicionadas –un incremento del 38%. El 51% creía que una renta básica a nivel nacional haría más fácil empezar un negocio en Finlandia, comparado con el 39% de los que recibieron prestaciones estándar –un incremento del 22%. El 65% creían que Finlandia debía adoptar ahora una UBI, comparado con el 49% de los que recibían prestaciones tradicionales –un 24% de incremento. 

Es importante notar que todos los resultados de arriba provienen de las 586 personas que fueron encuestadas satisfactoriamente lo que, por supuesto, es solo una fracción de las 2.000 personas. Es posible que aquellos que deseaban ser encuestados fueran solo quienes estaban satisfechos con los resultados de haber estado recibiendo la renta básica parcial. También es importante notar que todos los datos de arriba siguen siendo preliminares a la espera de obtener los datos del siguiente año. 

Dicho esto, parece que existen mejoras generales en una amplia gama de medidas, y todo ello a pesar del hecho de que a los que se les proporcionó una renta básica parcial todavía tenían que lidiar con, solo un poco menos de, burocracia y condiciones. 

Una conclusión del todo acertada a extraer de los resultados preliminares implica darle la vuelta al tema central del experimento… 

Imaginaos que todo el mundo en Finlandia dispusiera ya de una UBI, e imaginaos que fuera una buena idea que ese experimento buscara crear nuevas condiciones y estuviera contratando un equipo de burócratas que aplicara dichas condiciones. Obviamente no es así. Los resultados muestran que esas condiciones no incrementarían las tasas de empleo, y en cambio tendrían efectos negativos. Nadie se fijaría en ese experimento como una evidencia para cambiar de una renta básica incondicional a una prestación por desempleo condicionada. 

Finalmente, existe otro elemento importante a extraer del experimento de Finlandia con la renta básica que ni tan siquiera se preocuparon de medir, pues se refiera a nosotros como sociedad. 

Los datos no medidos 

En todos los titulares sobre los efectos insignificantes observados sobre el empleo en el experimento de la renta básica en Finlandia se asumía plenamente una cosa, esto es, que el empleo es la única manera de medir la contribución que uno hace a la sociedad. 

En el informe no se menciona en ningún lugar la palabra “voluntariado” o “trabajo no remunerado”. Con todo lo que sabemos, hubo un aumento del 50% de las horas dedicadas a actividades de voluntariado y del 35% de las horas dedicadas al trabajo de cuidados. Esos son datos que indican un aumento del trabajo, no un aumento del empleo, pero ¿el objetivo del trabajo es que sea remunerado?, ¿El objetivo del trabajo es cumplir esa tarea, sea remunerada o no? 

El experimento mostró un pequeño aumento del auto-empleo, donde los trabajadores por cuenta propia ganan un poco menos. Me parece un resultado muy positivo el hecho de ver que la gente está dispuesta a ganar menos al asumir un riesgo. Piensen en las posibilidades. ¿Qué pasaría si dentro de cinco años, algo que hubiera hecho una de las 2.000 personas beneficiarias de la renta básica en 2017 se hubiera convertido en una industria valorada en miles de millones de dólares? ¿Qué pasaría si esa industria mejorase las vidas de millones de personas en todo el mundo? La innovación requiere tiempo, a veces muchos años, y solo se requiere de un gran caso de éxito para hacer que muchas inversiones valgan la pena, independientemente de cuantas inversiones adicionales no tengan fruto. Paul Graham de Y-Combinator se refiere a esto como el cultivo-de-cisnes-negros (black swan farming). Todo lo que se necesita es uno, solo uno. 

Otra creencia popular sobre el empleo es que disponer de cualquier empleo es mejor que no disponer de ninguno. El experimento de Finlandia no analiza el empleo al detalle ni la naturaleza del trabajo en sí mismo. ¿Si hubieran hecho esto y los resultados hubieran mostrado que el 50% de los perceptores de la renta básica abandonaban su empleo como vendedores telefónicos para proseguir sus estudios de doctorado en biotecnología y en computación quántica, esa reducción del empleo indicaría un fallo en la renta básica, o más bien su éxito? Algunos estudios muestran que estar empleado en un trabajo de poca calidad es peor para tu salud mental que permanecer desempleado

Debemos empezar a preguntarnos por algunas cuestiones importantes en relación al empleo. ¿Cuánto empleo perjudica la sociedad? ¿Cuánta gente tiene empleos que son lo opuesto a contribuir a la sociedad, y que en su lugar lastran dicha sociedad? ¿Cuánta gente dispone de empleos totalmente innecesarios que no necesitan existir? ¿Cuánta gente tiene empleos que ya podrían realizarse de forma más económica y con mayor calidad basados en las tecnologías ya existentes? ¿Cuántas horas cronometramos que podrían reducirse sin disminuir las tareas a realizar? 

Ninguna de estas cuestiones es avaluada en este experimento, mayormente porqué estas cuestiones no son planteadas por la sociedad pues en ella todavía persiste una ilusión masiva en que todo empleo es bueno. Esa asunción no solamente es errónea, sino peligrosamente errónea junto al exponencial desarrollo de la tecnología. 

La GRAN cuestión 

Así, de nuevo, necesitamos plantearnos la siguiente cuestión: ¿cuál es el objetivo de la renta básica incondicional? La respuesta no es la creación de empleo. Sí, la UBI fácilmente creará empleos debido al impacto económico de incrementar la demanda que implicará incrementar la oferta, pero este no es su objetivo. Este es solo uno de sus muchos efectos. 

Responder cual es al objetivo de la UBI requiere preguntarse otra cuestión, a saber ¿cuál es nuestroobjetivo? ¿Cuál es nuestro objetivo como individuos? ¿Cuál es nuestro objetivo como sociedad? Solo puedo hablar por mí, pero creo que nuestro objetivo es hacer la vida mejor para todo el mundo. Mejor es, por supuesto, algo subjetivo, pero creo que el experimento de Finlandia demostró que, en comparación con el sistema existente basado en la desconfianza, la renta básica parcial mejora la vida de sus perceptores, simplemente confiando su capacidad de agencia de tomar sus propias decisiones. Fue una prueba sobre la libertad, la dignidad, la seguridad, y todavía más, añadió a la creciente montaña de evidencias el hecho de que los seres humanos simplemente prosperan más en sistemas basados en estos principios fundamentales. 

Personalmente, lo que me sorprende, es cómo esto puede sorprender a alguien. 



SCOTT SANTENS

Es un escritor de New Orleans que escribe a menudo sobre la renta básica incondicional, escribe en diversos medios: Medium, TechCrunch, Futurism, Steemit, Twitch, Anchor, o Reddit donde modera la comunidad /r/BasicIncome de más de 57.000 subscriptores. Fuente:



Traducción: Bru Laín


jueves, 7 de marzo de 2019

INVENTAMOS O ERRAMOS, Por María Pía López-

#8M #HUELGAFEMINISTA | ¿Cómo se construye un sujeto político autónomo, capaz de expandir los horizontes de lo posible, de poner en juego la imaginación, de tramar formas organizativas? La pregunta interpela cuando la huelga internacional feminista ya entra en tiempo de descuento, de cara a la última asamblea de preparación de ese paro que más allá de sus formas sindicales será bloqueo de calles, será también otras preguntas abiertas: sobre la agenda feminista, sobre las demandas históricas, sobre la radicalidad que no puede arrebatar la disputa electoral.

El año viene difícil. Nuestros cuerpos en tensión. Cada quien lo murmura. O lo grita. La crueldad crece. Aumenta el rosario de las asesinadas. Pibas violadas y obligadas a parir. La expropiación de nuestras riquezas adquiere un ritmo frenético. Insomne, no cesa ni para descansar. Es tarifas dolarizadas, trabajos precarizados, jubilaciones pisoteadas, ministerios cerrados. El año viene difícil. Si en diciembre de 2017 las calles contra la reforma previsional parecían augurar un temblor combativo, el año siguiente mucho de eso se planchó, entre el cansancio, la amenaza represiva y la dificultad de producir efectos con las estrategias habituales de protestar. La voluntad de pelea se dirige menos hacia arriba, confrontación con el poder, y se expande como disputa entre pares, en los barrios, entre las militancias, en las organizaciones, entre laburantes, en la ciudad, entre vecinxs, en las asambleas, en las reuniones. El paro feminista puede ser afirmación, como otros años, de confluencia en una pelea común y no disgregación y disputa. 


Las elecciones presidenciales sitúan un horizonte de posible interrupción del mal gobierno y construyen una tensa espera del momento. La política transcurre en múltiples planos, y esos planos se solapan, superponen, chirrían. La conflictividad callejera y las urnas no son lo mismo. No tienen la misma temporalidad ni lógica. Las calles no producen gobierno pero sí agenda y fuerza social para sostenerla. Confundir uno y otro debilita a ambos. La conflictividad callejera no es una preparación para el momento electoral, ni creación de climas, ni construcción de figuras reconocibles que luego cosecharán en votos su prestigio público. Es algo de todo eso, pero si fuera sólo eso su calendario sería vicario y la fuerza amasada una escena al servicio de algo más relevante. La movilización conflictiva tiene un plus que permite exponer los antagonismos y las querellas y sobre la base de esos antagonismos un gobierno puede distanciarse del respeto prudente de los dominios sociales.


El año viene difícil. Lo será más si diluimos o menoscabamos la fuerza que componemos, si el sujeto político que venimos amasando se empequeñece, se fractura, se desgarra. Si las asambleas no son el terreno, amable pero lodoso, en el que construimos algo nuevo –una conjunción inesperada– sino el escenario de repetición de coreografías y discursos, confrontación entre identidades que conocen de memoria sus diferencias y van ahí para arrojarlas al rostro ajeno. Una asamblea tiene mucho de esa lidia reiterada, pero también aloja –con distintos modos de hospitalidad– el grito angustiado de quien va a denunciar el acoso laboral y sexual, la persecusión y el daño. Una narración sobre lo vivido subyace y aparece por momentos y le da sentido al ágora semanal. 


Difícil es construir lo nuevo. Pero es mejor asumir esa dificultad, que nos obliga a reconocer la rugosidad de problemas, obstáculos, cegueras, que renunciar a hacerlo para mantener la pureza que cada quien se atribuye, como si tal pureza existiera más allá de la imaginación. Se puede renunciar haciendo los ademanes de la persistencia: basta con mantener lo previo incólume, volver la afirmación monólogo y la soledad confirmación de la verdad. Todo eso sería renunciar a la pregunta última de cómo construimos un sujeto político autónomo, capaz de expandir los horizontes de lo posible, de poner en juego la imaginación, de tramar formas organizativas. Un sujeto que contribuya a derrotar al neoliberalismo en las urnas pero también en la construcción de otra gobernabilidad. Capaz de plantear problemas y disidencias a cualquier gobierno, porque también un gobierno que interrumpa la crueldad neoliberal necesita las alertas y las demandas surgidas de la movilización social. En el peor y en el mejor de los escenarios electorales, los feminismos callejeros y asamblearios tienen mucho por hacer. 


En estos años supimos forjar una transversalidad inédita, que permitía no desconocer las heterogeneidades ni los conflictos sino convertirlos en insumos, combustible, amplitud. No diría pluralista, porque no se trata de la tolerancia complaciente con las diferencias surgida de algún manual de etiqueta liberal. Va más allá de eso, algo que parte de la intuición de que la heterogeneidad permite y abarca más, multiplica las perspectivas, las corporalidades, las vivencias, los afectos. Que un sujeto político es más potente en tanto sea más capaz de ser afectado, y que eso implica la coexistencia de lo múltiple y no el soliloquio de lo uno. Transversalidad es el nombre político del reconocimiento de una realidad plural, que desmerece su propia potencia cuando es encerrada en moldes o etiquetas, sumergida en el ácido sulfúrico de lo regimentado. Los feminismos saben que hay muchos casilleros que nos esperan y que esos casilleros no son amables, aunque a veces prometen confort –¿el de la servidumbre voluntaria, quizás?–, la calma chicha del entre nos o la confianza de lo muy parecido. 


Nuestra fuerza es la heterogeneidad. La capacidad de tejer diferencias. No la ensoñación de lo idéntico. Nuestra fuerza es la capacidad de persistir en pulir la autonomía del momento asambleario y callejero, estemos donde estemos en el momento de las urnas. Nuestra fuerza es la que surge de la capacidad de parar y de narrar por qué paramos, para hacer del acontecer de la lucha una instancia de contagio, pedagogía, multiplicación. La calle enseña. Nos enseña, nos conmueve. Queremos el contagio. Lo buscamos. Lo conventilleamos. Nuestra fuerza expansiva surge de los cuerpos reunidos. Limarla o acotarla nos debilita. A cada una al interior de sus organizaciones, a cada quien en la mesa de las alianzas, en cada sindicato y en cada partido. La capacidad de poner agenda, problemas, prácticas, creaciones, por el contrario, nos permite afirmarnos en cada espacio. Un gran paro, el 8M, no es capitalizable por uno u otro sector, por una u otra lista electoral. Es de todes y para todes, tejidito que si tironeamos rompemos y que si seguimos hilando abriga nuestras rebeldías.


No venimos a encarnar una contradicción secundaria, que deberá ser considerada cuando las cuestiones relevantes sean resueltas. No son las cuestiones menores que una agenda de clase debe postergar, no son las pequeñeces cotidianas que hay que esconder bajo la alfombra para conformar alianzas amplias. No. Por el contrario, son el lugar donde se macera la crítica más acabada y material respecto de un orden social que chorrea inequidad. Porque cuando decimos que nuestras vidas valen y nuestros cuerpos no son objetos a poseer, situamos ese grito en la trama de una rebelión contra todas las opresiones y violencias. ¿Cómo alguien que no puede comprender el grito de hartazgo que compartimos ante la violentación de nuestros cuerpos, podría entender y hacerse cargo de los cuerpos de los excluidos del neoliberalismo? La negación de nuestra autonomía a la hora de decidir si maternar o no, si abortar o no, ¿no implica una idea de vida aplanada a la biología y limitada a la supervivencia, que piensa lo popular no como fuerza creadora sino como objeto de asistencia? El año viene difícil y no pocos nos reclaman como víctimas. Incluso para cuidarnos. Nos sacudimos: los feminismos que amasamos, entre gritos, peleas y abrazos, roscas e imaginaciones, nos alejan de ese ser víctimas para pensarnos en nuestra capacidad de hacer. 


Un año difícil: de distintos modos se nos pide volver al redil. Desde la guerra declarada de los fundamentalismos hasta la traducción de la agenda feminista como parte de la gobernabilidad neoliberal; desde el intento de aislar y convertir a los núcleos más activos en patrullas perdidas, alejadas de las militancias en organizaciones mixtas, hasta la incorporación de nombres a los frentes políticos sin tomar las agendas. No volver al redil implica sostener que en la experiencia y producción de los feminismos populares se ponen en juego ideas sobre la vida, el deseo y la sociedad futura que son fundamentales para intervenir en la coyuntura. A las derechas no se les gana con una versión más desvaída de su programa o con modos más amables, sino con respuestas nuevas a los problemas a las que ellas dan respuestas erróneas o asesinas. Se trata de construir otros modos de vida. En los días previos al paro, el acampe dibujará un modo feminista de ocupar la ciudad y de hacerla vivible, construir hospitalidad callejera y amparo común. En eso estamos: inventamos o erramos.