viernes, 21 de septiembre de 2018

¿LA POESÍA O LA MÚSICA? (") Por Claudio Javier Castelli para Vagos y Derecho (Taller Literario)




El "Gato" Barbieri



¿LA POESÍA O LA MÚSICA?(") Por Claudio Javier Castelli 

"Europa", por el "Gato" Barbieri  es inalcanzable, todo queda atrás, todo está deshojado, como cubierto de un aroma irrepetible. 

Es un tema despojado, en muchos momentos austero pero se lleva bien con un vaso, con cierta poltrona. 

Los que hacen música tienen un nosequé, mientras nosotros que unimos artesanalmente palabras estamos olvidados de Dios, vivimos en un tiempo de "caos confusión y oscuridad por encima del abismo" y "un viento de Dios aletea por encima de las aguas". 

¿Qué tiene todo eso que reúne la poesía y la música: las dos artes absolutas? 

Nadie tiene insomnio. 

Todo el mundo duerme y sueña dormir la siesta mientras acaricia un perro echado sobre la alfombra, cerca de la semana santa donde todos miran a un hombre que escribe música mientras recita unos versos de ninguna parte. 

"Europa" tiene la intensidad de todas las cosas juntas y dispersas. Las cosas dispersas tantean la superficie de nuestros dedos para comprobar si dormimos o escribimos música. 

Nadie escribe música. 

Todos recitan versos desesperados a sus novias sabiendo que todo amor es imposible porque cuando queremos rodearlo vomita escupitajos de todo lo que no hicimos, de todos nuestros olvidos y omisiones. 

Por esas omisiones se nos fue el último quiosco de flores donde Marina Delgado tenía los ojos como párpados celestes y acariciaba los ramos de claveles con manos más hermosas que la semana santa. Los viernes santos -dijo Marina Delgado una vez-, “tengo un dolor aquí” y señaló el cielo de abril. 

Todos los otoños escriben la música y las palabras para que devolvamos envuelto en papel celofán la música afiebrada de la interpretación del Gato Barbieri, quien pregunta por Marina Delgado y por todos nosotros. 

¿La poesía o la música? 

La poesía, digo, en la época que la ha sepultado y todo es música. 

Sobre esos párpados construiremos la desventaja de escuchar este tema. Nada de alcohol, ni vicios juveniles. 

¿Quién tendrá toda la razón para cantarle a "Europa"? 

¿Quién se desangra en un barrio del conurbano bonaerense sin escuchar este tema ni articular versos de piedra y parquet? 

Algunos profetas anuncian el fin de todas las cosas, pero en la forma que lo dicen y las palabras que usan se entrevé el génesis de todos nosotros. 

Son las 02 y 20hs. de la madrugada y Marina Delgado vende flores en la calle sarmiento. 

Alguien calla una palabra para siempre, un amor se quebranta, y una voz, sí, es la voz de mi compañera de trabajo, tiene frío de dormir a la intemperie. 

¿Alguien vendrá? 

Todos nos es regalado para siempre: las noches de Novalis, “La Pasión según San Mateo”, de Bach, los corales de Monteverdi, y el iluso que pretendía despertarse cuando todos dormían, y la adolescente aquella, que esperó un beso que le negué porque se me había negado una mujer hermosa y ¡qué tenía que ver…! 

¡Para qué hablar de impuestos y esas cosas! 

Una mujer espera en un consorcio una ventana de luces, alguien engancha un clips. Alguien llora. Y este tema, "Europa", por el  "Gato" Barbieri tiene la porcelana suelta de no sé qué cuadro de no sé qué parte. 

¿Alguien vendrá? 

Todos los dioses emigraron. 

En un rincón, Cristo, ofrece una naranja. 

Marina Delgado vuelve a mirar el cielo y dice –“va a llover”. 

¿La música o la poesía? 

La música dice alguien mientras recuerda un verso de Cesar Vallejo. 

¡Qué extraño es mirar sin ver!, porque las fantasías nos apagan toda la luz debido al candil de la imaginación agostándose cuando suena, desde un Winco, "Europa", por el "Gato" Barbieri. 

Septiembre de 2018. 

(") Se recomienda leer el texto escuchando el tema mencionado.


Para ver el video del tema "Europa", por el "Gato" Barbieri: https://www.youtube.com/watch?v=4i4dLVaidFM


miércoles, 19 de septiembre de 2018

PATRIA DE ANTOLOGÍA, Por Susana Peñalva (") para Vagos y Derecho (Taller Literario)

Héctor Yánover (1929-2003), librero y poeta


Patria de antología – por Susana Peñalva (")


                                                                                    a Héctor Yánover
in memoriam

                                                                                   En sus manos ya duras de fardos y pucheros
                                                                                                              el manoseado libro es un carbón ardiente.*



Como tilos anclados en el centro del mundo,
con Shakespeare y Molière toujours d’actualité.

Más cerca del Canal que del Mediterráneo,
más lejos de la Mancha que la rosa de Blake.

Un Quijote infantil nos confronta a Racine;
El rayo que no cesa – y Hernández que se va… 

Sin saber, los castaños predicen el verano,
y hasta el aire de mayo se viste de muguet.

Alice se escapó ayer tras el cuento de Carroll,
dejando el roperito rojo como un clavel.

Pero un sol otoñal funda el metro cuadrado…
con voz de paradoja y pasión de ajedrez.

La rosa de los vientos me devuelve a tus pasos,
en el Norte lejano – ¿Quién sos? ¿A qué volvés?

Tu veleta es fervor: libros por tierra firme…
y esa brújula inquieta de Borges y El Aleph.

Tiempo del corazón es un diario de guerra…
– diálogo del amor y Octubre que no fue.

Pero un puerto del Sur, cual ave legendaria,
amanece y renace con acento al revés.

Un verso de Tuñón baraja en la trastienda
el agujero en la media y el sueño de Erdosain…

Hoy su rosa de cobre se acuerda de Luciana
y tu mirada azul tiene luz de Beckett.     


2-3 de mayo 2014 – 16 de septiembre 2018

* Raúl González Tuñón, “Sarmiento en la tienda de abarrotes”, Primer canto argentino (1945).

(") Susana Peñalva es doctora en Sociologia por la Université Paris VIII, traductora y autora de diversos poemarios inéditos en español y en francés.

martes, 18 de septiembre de 2018

UN PROBLEMA NUNCA RESUELTO: EL SUFRIMIENTO DE LOS INOCENTES, Por Leonardo Boff


Siguiendo de cerca la creciente violencia en Brasil y las verdaderas masacres de indígenas y de pobres en las periferias, y más aún, viajando recientemente por América Central, quedé impresionado en El Salvador, Guatemala, Nicaragua y otros países de la región por los relatos de masacres ocurridas en el tiempo de las dictaduras militares, masacres de pueblos enteros, de catequistas o de campesinos que tenían la Biblia en casa. Lo que hubo entre nosotros, en Argentina y en Chile durante el tiempo asesino, bajo la égida de las fuerzas militares, es también para aterrorizarse.

En la actualidad, dada la crisis económico-financiera, hay millones de personas que pasan hambre, niños hambrientos muriendo y gente en la calle pidiendo centavos para comer cualquier cosa. Pero lo que más duele es el sufrimiento de los inocentes. También el de los millones de pobres y miserables que sufren las consecuencias de políticas económicas y financieras sobre las que no tienen ninguna influencia. Son víctimas inocentes, cuyo grito de dolor sube al cielo. Dicen las Escrituras del Primer y del Segundo Testamento que Dios escucha sus gritos. Uno de los profetas llega a decir que las blasfemias que profieren por causa del dolor, Dios las escucha como súplicas.

En este momento hay un manto de dolor que cubre todo nuestro país, Brasil, con alguna esperanza de que las elecciones nos traigan líderes cuyas políticas sociales hagan al pueblo sufrir menos, o no sufrir más, y hasta volver a sonreír. ¡Cuánto se agradecería!

Pero el sufrimiento de los inocentes es un eterno problema para la filosofía y sobre todo para la teología. Seremos sinceros: hasta hoy no hemos identificado ninguna respuesta satisfactoria por más que grandes nombres, desde Agustín, Tomás de Aquino, Leibniz, y hasta Gustavo Gutiérrez entre nosotros, intentaran elaborar una teodicea, es decir un esfuerzo para no ligar a Dios al sufrimiento humano. La culpa estaría sólo de nuestra parte. Pero en vano, pues el sufrimiento continúa y la pregunta sigue sin tener respuesta.

Tal vez, la cuestión, siempre replanteada después por los grandes pensadores, como Russel, Toynbee y otros, fue formulada en primer lugar por Epicuro (341-270 aC) y recogida por Lactancio, cristiano y consejero de Constantino (240-320 aC), en su tratado sobre La ira de Dios. La cuestión se plantea así: «O Dios quiere eliminar el mal y no puede –y entonces deja de ser omnipotente y ya no es Dios–, o Dios puede suprimir el mal y no quiere –y entonces no es bueno, deja de ser Dios y se transforma en un demonio–». En ambos casos de la disyuntiva permanece la pregunta: ¿de dónde viene el mal?

El judeo-cristianismo responde que viene del pecado humano (original o no), y que nosotros somos los causantes de Auschwitz, de Ayachucho y de las grandes masacres de los colonizadores ibéricos en el nuevo Continente. Pero la respuesta no convence. Si Dios predijo el pecado y no creó condiciones para evitarlo es señal de que no es bueno. Pero si hizo todo lo posible para evitar el pecado y no lo consiguió, entonces es prueba de que no es omnipotente. En ambos casos no sería Dios. Y así caemos en la misma cuestión de Epicuro.

Las teólogas eco-feministas critican esa formulación entre impotencia y falta de bondad como patriarcal y machista, pues tales atributos de omnipotencia y bondad serían atributos masculinos. Lo femenino siente y piensa diferente, más en la línea de los profetas y de Jesús. Estos criticaban una religión sacrificial en nombre de la misericordia: “quiero misericordia y no sacrificios” suena en su boca. La mujer está ligada a la vida, a la misericordia con quien sufre y sabe mejor identificarse con las víctimas.

Se argumenta entonces: Dios es tan bueno y omnipotente que puede renunciar a tales prerrogativas (deja de ser el "Dios" de las religiones convencionales) y se hace él mismo un sufriente, va al exilio con el pueblo, es perseguido y por fin es crucificado en su Hijo Jesús. Comentaba D. Bonhöffer, el teólogo que participó en el atentado contra Hitler y fue ahorcado: “Sólo un Dios sufriente nos puede ayudar”.

Si no tenemos respuesta al mal, sólo sabemos ahora que nunca estamos solos en el sufrimiento. Dios sufre con nosotros. Lo terrible del sufrimiento es la soledad, la mano que se niega a ponerse en el hombro, la palabra consoladora que falta. Ahí el sufrimiento es total.

No hay respuesta para el sufrimiento de los inocentes ni para el mal. Si la hubiera, el sufrimiento y el mal desaparecerían. Pero siguen ahí haciendo su obra perversa. ¿Quién nos salvará? San Pablo, confiado, responde: “Sólo por la esperanza seremos salvados”. ¡Pero cómo tarda en realizarse esta esperanza!


miércoles, 12 de septiembre de 2018

MISCELÁNEA, Por Claudio Javier Castelli para Vagos y Derecho

Dr. Carlos Rosenkrantz, Pte. de la Corte Suprema de Justicia

Hace 42 años llegué a Buenos Aires para estudiar derecho, en enero de 1976. Rendí el ingreso durante la presidencia de Isabel Perón, aprobé. Se produjo el golpe del 24 de marzo. Se cierra la facultad y las clases empiezan en mayo. 

Una de las primeras materias que cursé, a partir de ese frío mayo, fue Introducción al Derecho, en la cátedra de Julio Cueto Rúa, discípulo de Carlos Cossio. Me tocó la comisión de Fernando Sabsay -padre-. 

En las clases se destacaba un ingresante bastante colorado. Manejaba mucho la filosofía del argentino Carlos Cossio e intervenía constantemente.

Carlos Cossio -echado en la facultad en el '55-, peronista pero no fanático, un gran filósofo del derecho y maestro de profesores y alumnos, maestro de Ambrosio Gioja, que después en el 55 fue el más encarnizado contra Cossio. 

El Instituto de Investigaciones de la facultad de derecho no se llama Carlos Cossio que polemizó con Hans Kelsen, sino Ambrosio Gioja. Cossio introdujo a toda la filosofìa analítica de vertiente anglosajona, a pesar que estaba en las antípodas de su pensamiento de raíz continental europea basado en dos filósofos principalmente: Husserl y Heidegger, algo de Hegel y sus propias creaciones, era un talento viviente. 

Sus discípulos los echaron de la facultad a la cual nunca pudo regresar salvo en el interregno del 73 al 76. Murió en agosto de 1987. 

La escuela analítica anglosajona tuvo muchos seguidores en los comienzos con Carlos Santiago Nino, Eugenio Bulygin, Carlos Alchurron, Rodolfo Guibourg y otros más, tuvieron su apogeo con Alfonsín en el poder, y dominaron la escena filosófica en la facultad desde esa época. Salvo Nino que tuvo una deriva hacia los derechos humanos como fundamentos último del derecho. Todo el resto siguió siendo rígidamente positivista a lo Kelsen, pero llevaron las cuestiones filosoficas a los problemas de la lógica del derecho a la lógica simbólica, adosaban el derecho a las ciencias duras, negaban el concepto de derechos humanos y sociales y corrieron de la facultad a todos los que no pensaron como ellos. La gran escuela de filosofía del derecho argentina de Carlos Cossio o Werner Goldschmidt fueron reducidas al mínimo. 

No es territorio peronista actualmente la filosofía del derecho argentina, ni la facultad de derecho de la UBA, que es de quien hablo. 

En ese ambiente se formó Rosenkrantz, de padre también radical. La filosofía analítica, si podemos llamar a eso filosofía, es en realidad un enfoque -como Guibourg lo dice con respetuosa sinceridad- que hace de la precisión de los conceptos, firmeza de los argumentos, claridad expositiva, defensa de la lógica formal, negación de la metafísica sus principales fundamentos. No hay mucho más que eso. En síntesis hacer del sentido común una filosofía.

Si pensar es conceptualizar el presentir , como dice quien habla, o la "contemplación pensante de los objetos", como dice Hegel, hay un mundo mucho más vasto para incursionar, y por sobre todas las cosas bucear sobre las lógicas del poder, la historia, la ideología de jueces y filósofos, la relación entre débiles y poderosos etc, etc.. Todo esto último es mucho para un analítico, allí no se meten, corresponde a otras disciplinas según ellos. La filosofía análitica en la Facultad de Derecho de la UBA se destaca por lo que dice, pero más, mucho más, por lo que no dice y oculta.

Vuelvo a 42 años atrás. Nos hicimos muy amigos en ese entonces,  en esa comisión con él y Gabriel Bouzat, también ingresante, pero ellos dos hicieron una rigurosa amistad, que los convirtió al terminar la carrera en socios de su estudio de abogados donde atendieron los más granado del establishment local, por supuesto Clarín. Era claramente brillante Carlos Rosenkrantz y tenía un visible interés en sobresalir. 

Lo volví a tratar cuando quien escribe trabajaba en el Centro de Asuntos y Estudios Penales del Banco Central, fines de los ochenta y principios de los noventa.  Vino a verme al Banco por una causa de Bancos que no recuerdo, vinieron los dos socios.

Él, que había sido asesor en el Consejo de Consolidación de la Democracia, pensaba en los primeros noventa, que Alfonsín iba a regresar. 

Lo crucé en la calle Laprida unos veinte años después, yo iba con una diccionario de Inglés que decía Oxford, había comprado para mi hija, él me miró con gesto de amistad,  me detuve. En realidad me detuvo por el diccionario -anglófilo él-, aproveché la oportunidad para decirle que habíamos cursado juntos Introducción al Derecho, que teníamos amigos radicales en común. No se acordó. Puede ser habían pasado tantos años y tantas cosas en el país nuestro y vivíamos una primavera de esperanza, que sospecho, no lo convocaba. 

No lo volví a ver pero conozco como piensa. Y qué sigue después de aislarnos de los Tribunales internacionales de Derechos Humanos, intentar escapar de los delitos de lesa humanidad hacia casos comunes mientras perméa con la cosa juzgada írrita principios profundos del derecho penal histórico aquellos que nos sacaron del fascismo en materia penal. Enorme la gesta de Eugenio Raúl Zaffaroni en ese sentido. Su paradigma gobernó gran parte de la Justicia Penal desde 1984, cuando fue nombrado Camarista Penal, así como gran parte de las cátedras de Derecho Penal de la Facultad de derecho de la UBA. 

Nace una nueva dupla: Bonadío-Rosenkrantz en el derecho penal argentino con nuevo paradigma donde se echan por tierra las garantías constitucionales junto con los Tratados Internaciones sobre Derechos Humanos conquistadas con más de doscientos años de lucha, sangre y  derrota de la arbitrariedad sobre los pueblos. 

Eugenio Bulygin dice que los derechos humanos son "flatus vocis" (explosiones de voz, palabras vacías) coherente con su negación de los universales que nos retrotrae a una discusión mucho más amplia que cubrió parte de la edad media y moderna. ¿Rosenkrantz pensará lo mismo?¿Vamos hacia un reemplazo de la declaración de derechos humanos de la ONU, como pretenden los analiticos junto con los deseos manifiestos de las elites corporativas norteamericanas? La negación de los derechos humanos nos deja en manos de la mera ley seca, abrupta, agostada.  Esa mera ley no imipidió que los jueces nazis escaparan a su literalidad. ¿Es el derecho positivo decían? 

Cubrirá Rosenkrantz sus verdaderas ideas dando buenos argumentos para una cosa mala y pensará que con ello está justificado, como dice Hegel. O dará rienda suelta a su concepción cavernícola que con aires de modernidad responde a lo más crudo del neoliberalismo. 

Rosenkrantz debió haberme recordado cuando nos cruzamos en la calle por lo mismo que yo desde entonces le tengo gran estima, solo dos de un aula con 50 estudiantes obtuvimos un diez en el primer parcial, que era el primer exámen de la primera materia que cursamos en la Facultad de Derecho de la UBA.

Ninguno de esos dos jóvenes conjeturaba el devenir sangriento de nuestra querida patria. El horror revelado prontamente marcó profundamente a quien escribe y a todo ciudadano de buena voluntad de este país. ¿Será Carlos Rosenkrantz un ciudadano de buena voluntad?  

lunes, 10 de septiembre de 2018

ECLIPSE ROJO, Por Josefina Minatta para Vagos y Derecho (Taller Literario)



Ese día hubo un eclipse rojo de luna. Al abrir el diario vi la luna enorme como un planeta, y la gente en el bar se agolpaba frente a la tele para mirarla. Yo me asomé a la ventana para ver el cielo, pero todo estaba frio y gris. Caía una llovizna continua y tenue. Era uno de esos días aburridos. Yo no sabía qué hacer, qué leer, qué comer, donde ir. El hastío. Algunas veces la lluvia predispone así. Encierra. Y yo quería hacer algo que no se pareciera en nada a esa lluvia criminal que me alejaba de todas las cosas. 

Yo mismo me alejaba de todas las cosas. 

Fui siempre un ser pequeño, incluso insignificante. Mi presencia siempre pasó inadvertida. Nadie me invitaba a cumpleaños ni reuniones políticas, ni a jugar a las cartas ni a pescar desde la Stella Maris. Cuando iba al río, en verano, estiraba mi toalla en la arena y seguro a los pocos minutos se disculpaba algún turista: “Disculpeme, lo pisé, no lo vi”. 

Lo mismo con Pilar, desde hacía años. Yo la veía llegar del super cargada con las bolsas, salir después con los perritos al parque, volver y sacar la bicicleta, llegar cansada y prender las luces, barrer la vereda. Vivía justo enfrente de mi ventana. 

Al principio Pilar era una más de las tantas vecinas de la cuadra. Como todas, saludaba formal para no ser descortés, sacaba la basura a las ocho y se amontonaba algunas veces en la esquina, si algo alteraba el suave transcurrir de la calle Jordana. 

Lo que la hizo distinta fue que tocara el violín, igual que yo. 

Eso me sorprendió. Era una chica preciosa y joven, cuarenta años mas joven, y, sin embargo, quiso venir a tocar algunas obras conmigo. 

Lo primero que pasó fue que me vio bajar de un remis, una noche que volvía del cumpleaños de un pariente. Había sacado a pasear a mi violín: Ya nadie se interesa por la música clásica. Como lo llevé lo traje, pero Pilar me vio bajar con él. Yo no encontraba la llave la puerta de entrada y en eso me chistó por la ventana, salió a la vereda en pantuflas de peluche y se metió, así de descarada, en mi casa de solterón antiguo. 

Anduvo un rato largo revisando mis libros, las guitarras, mis otros instrumentos. Yo estaba disimuladamente incómodo, nervioso, invadido. Hubiera querido que no se fuera nunca. Era la medianoche y ella tenía una fiesta en la playa. 

Cuando cerró la puerta tras de si corrí al espejo. Pero qué iba a venir por mí. Me vi canoso y desganado. Ella era en cambio una tormenta de alegría. Tomé el violín y me arrimé un banquito para ver en el espejo lo que ella había visto. El reflejo me amargó. Después esperé verla salir para su fiesta, de zapatillas bajas y jeans rotos, con una caravana de gurisas que escuchaban cumbia. 

Pasaron varios días, eternos días hasta volver a verla. Por las dudas había comprado un vino y un perfume, ordenado la casa y afinado las cuerdas. Ella igual no aparecía. 

Fue una siesta en la plaza. Había un desfile patrio y ella me tapó los ojos y me dijo adiviná quien soy. Me hice el bobo, aunque nadie mas podía ser que ella. En un rato me cruzo y tocamos un ratito, me puso sobre aviso. 

Esa fue la primera vez que vino, y después hubo otras tardes. Ella llegaba, sacaba sus partituras, las desplegaba sin pudor sobre la mesa que fue de mi madre, y tocabámos en silencio, veinte o treinta piezas en absoluta armonía. 

Después guardaba, me hacia algún pequeño comentario sobre las notas o las afinaciones y se iba. Yo me quedaba siempre ahí, deseando que volviera. 

El vino que compré también esperaba ahí. Con frecuencia dudaba si ofrecerle o no, si buscarla o no, si invitarla a un restoran o a dormir conmigo. 

Pasé en vigilia varias madrugadas para verla salir o entrar o apagar luces. Así pasaron meses. Ella me saludaba desde enfrente con su manito en alto y a veces se cruzaba a tocar en silencio. 



Aquel día, como dije, había un eclipse de luna rojo y la lluvia encerraba, pero yo no quería nada que se pareciera a esa lluvia. Pilar debía llegar a las ocho y yo me había afeitado y había comprado quesos y paté porque pensaba, por fin, tocarle el timbre. 

Aunque no me hablara, aunque viniera solamente a practicar por fugaces minutos, aunque no le importase de mí mas que aquel leve rumor brotando de mis dedos, su cercana presencia encendía mi vida. 



La vi llegar. Me alegré, me paralicé, me preparé, me revisé los dientes y las uñas, retoqué la casa con almohadones y jazmines, vacié los desbordados ceniceros. Una llamada laboral me demoró. 

Cuando por fin salí, la cuadra era un revuelo de sirenas y de motos de la policía. Alguien dijo salgan de aquí que se puede derrumbar. 

La casa de Pilar ardía en llamas. Todo lo que supe mirar era ahora humo negro, polvo, tos, lágrima, hedor, asfixia. Alguien tiraba agua y otro rompió la puerta. Los perros no salieron. Tampoco Pilar salió. Una vecina dijo pobrecita. Volví sobre mis pasos a buscar el violin que también la había esperado, y como quien no tiene nada que perder, entré a las llamaradas para por fin irme con ella, aquella tarde gris en que se vio una luna roja. 



Josefina Minatta 

C. del Uruguay 

27 de julio 2018 







viernes, 7 de septiembre de 2018

EL GOLPE DE 2016 INTERRUMPIÓ LA CONSTRUCCIÓN DE BRASIL, Por Leonardo Boff

Leonardo Boff

Observador atento de los procesos de transformación de la economía mundial en contrapunto con la brasilera, Celso Furtado, uno de nuestros mejores nombres en economía política, escribió en su libro Brasil: la construcción interrumpida (1993):

«En medio milenio de historia, partiendo de una constelación de factorías, de poblaciones indígenas desgarradas, de esclavos trasplantados de otro continente, de aventureros europeos y asiáticos en busca de un destino mejor, llegamos a un pueblo de extraordinaria polivalencia cultural, un país sin paralelo por su vastedad territorial y su homogeneidad lingüística y religiosa. Pero nos falta la experiencia de pruebas cruciales, como las que conocieron otros pueblos cuya supervivencia llegó a estar amenazada. (...) No ignoramos que el tiempo histórico se acelera y que el recuento de ese tiempo se hace contra nosotros. Se trata de saber si tenemos un futuro como nación que cuenta en la construcción del devenir humano. O si prevalecerán las fuerzas que se empeñan en interrumpir nuestro proceso histórico de formación de un Estado-nación» (Paz e Terra, Rio de Janeiro 1993, p. 35).

Hay que reconocer que la actual sociedad brasileña ha conocido avances significativos bajo los gobiernos del Partido de los Trabajadores (PT) y de sus aliados. Nunca había ocurrido antes, en las fases históricas hegemonizadas por las oligarquías tradicionales, que siempre detentaron el poder de Estado y nunca tuvieron un proyecto de nación, sino sólo un propósito corporativo de enriquecimiento ilimitado. Ahora, con un Estado post-democrático y de excepción, se está produciendo aceleradamente el desmonte de estas políticas, aumentando el sufrimiento del pueblo.

Nos estamos acercando a lo que Celso Furtado llamaba “pruebas cruciales”. Actualmente después del golpe de 2016, tal vez como nunca antes en nuestra historia, hemos alcanzado esta etapa crítica de las “pruebas”. Dada la aceleración de la historia, impulsada por la crisis sistémica mundial, nos vamos a ver forzados a tomar una decisión: o aprovechamos las oportunidades de este momento, reafirmando nuestra soberanía y garantizando nuestro futuro autónomo o las desperdiciamos y viviremos atados al destino decidido siempre por los que nos quieren condenar a ser sólo proveedores de productos in natura, y recolonizarnos de nuevo.

No podemos aceptar esta extraña división internacional del trabajo. Tenemos que retomar el sueño de algunos de nuestros mejores analistas, del nivel de Darcy Ribeiro, Luiz Gonzaga de Souza Lima, Celso Furtado y Jessé Souza, entre otros, que propusieron una reinvención o refundación de Brasil sobre bases nuestras, gestadas por nuestro ensayo civilizatorio tan enaltecido y reconocido mundialmente.

Este desiderátum ha sido profundamente herido por el golpe parlamentario. Por detrás de él están las clases dominantes internacionalizadas que intentan imponer la agenda política de un neoliberalismo radical que les devuelva los privilegios históricos amenazados por las políticas sociales populares que sacaron de la miseria y de la invisibilidad a millones de brasileños pobres.

El sueño de una reinvención y refundación de Brasil no se puede perder, ni puede ser sepultado por la voracidad destructora de los dueños del tener, del poder y del saber. Su tiempo ya pasó. Ha crecido una nueva conciencia política, especialmente a partir de los movimientos sociales populares, que se cuentan por centenares. Allí siempre se plantea la cuestión: ¿Qué Brasil queremos? (cf. Boff, Concluir la refundación o prolongar la dependencia, 2018) ¿Cómo vamos a construirlo juntos? ¿Con qué fuerzas y aliados podemos contar para esa tarea gigante?

¿Podrán ser co-parteras de una ciudadanía nueva ―la co-ciudadanía y la ciudadanía ecológica y terrenal― que articule al ciudadano con el Estado, al ciudadano con el otro ciudadano, lo nacional con lo mundial, la ciudadanía brasileña con la ciudadanía planetaria, ayudando así a moldear el devenir humano? ¿O se harán cómplices de aquellas fuerzas que no están interesadas en la construcción del proyecto-Brasil, porque se proponen insertar a Brasil en el proyecto-mundo globalizado de forma subalterna y dependiente, con ventajas concedidas? Pues éste es el proyecto de los que dieron el golpe parlamentario, jurídico y mediático de 2016.

La actual crisis brasileña nos fuerza a decidir no qué partido apoyamos, sino de qué lado estaremos. La situación es urgente, pues como advertía con tristeza Celso Furtado: “todo apunta a la inviabilización del país como proyecto nacional” (op. cit 35). Pero no queremos aceptar como fatal esta grave advertencia.

Todavía hay tiempo en estas elecciones para cambios que pueden reorientar al país hacia su rumbo correcto, especialmente ahora que, con la crisis ecológica, se ha convertido en un peso decisivo para la balanza y el equilibrio buscado por el planeta Tierra. Es importante creer en nuestra misión planetaria.

Todo está reclamando una refundación de Brasil sobre otras bases, porque las vigentes son altamente antipueblo, destructivas de las personas, irrespetuosas con la naturaleza, espoliadoras de los bienes públicos, violadoras de la soberanía nacional y negadoras de un futuro mejor.