miércoles, 30 de mayo de 2018

ERA DE INCERTIDUMBRES, Por Frei Betto

Vivimos en la era de la incertidumbre. Hay más preguntas que respuestas. Más dudas que certezas. Navegamos a la deriva en la tercera margen del río. Abandonamos la primera, la modernidad, con sus sólidos paradigmas filosóficos y religiosos, y todavía no sabemos cómo se configurará la segunda, la posmodernidad.

Están en crisis las grandes instituciones que fueron pilares de la modernidad: el Estado, la Familia, la Escuela y la Religión. Se hacen valer modelos y propuestas para todos los gustos.

En medio de la turbulencia, emerge con nitidez el mundo hegemonizado por el capitalismo neoliberal. La financiarización de la economía supera la productividad. La regulación de la sociedad pasa de las manos del Estado a las del mercado.

Si en el siglo pasado Europa hizo concesiones a la socialdemocracia como antídoto frente a la amenaza socialista, ahora los derechos sociales retroceden y nuevas tecnologías tornan obsoleto el trabajo humano.

Como todo lo sólido se desvanece en el aire, es necesario crear reglas y darle consistencia al sistema globocolonizado de consumismo y hedonismo. Así, se difunde la ideología de la privatización concomitante con el deterioro de las instituciones. Se privatiza la política. Ya que los políticos fracasaron, se entrega la administración pública a empresarios exitosos. Ya que los partidos se desmoralizaron, que cada uno eche mano a su celular y haga de él su tribuna de odio o aplauso.

Para sustentar esa democracia virtual sobre una abisal desigualdad social, se crea la cultura de la segregación. Unidades de Policía Pacificadora (UPP), no para combatir el crimen organizado, sino para garantizar que la turba ignara no descienda de los morros presa de furia ciega. Si se derrumba un edificio ocupado por personas sin techo, la culpa es de las víctimas. El discurso del odio es legitimado hasta por el Tribunal Supremo Federal, al confundir graves ofensas a la honra ajena con la libertad de expresión.

Pasamos de la era analógica a la digital. Cambian también los patrones de relacionamiento. El valor del otro depende de su posición en el mercado. Y fuera del mercado no hay salvación.

Sin embargo, no todo se ajusta a la mercantilización del planeta en detrimento de los derechos humanos. Y el mayor desajuste reside en nuestra relación con la naturaleza. Se agotó el tiempo. El ansia de lucro contaminó el aire, el mar y la tierra. O cambiamos nuestros paradigmas socioambientales o la Tierra volverá a vivir, como a lo largo de milenios, sin nuestra incómoda presencia.

Hay que adoptar un desarrollo sustentable en el que estén incluidos lo ecológico, lo social y lo cultural. A fines de la década de 1940, Japón, arruinado por la guerra, era más pobre que Brasil. Y cuarenta años después, cuando nuestro país alcanzó la posición de octava economía del mundo, Japón figuraba ya entre las cinco primeras. Había promovido una revolución educacional, cosa que nunca hicimos.

Nuestro modelo de desarrollo sigue siendo depredador, y son tímidas las iniciativas para que, en este país pleno de sol, las energías eólica y solar prevalezcan sobre las fósiles, tan contaminadoras del medio ambiente. Es preciso cambiar los paradigmas de lo que entendemos por progreso y avance civilizatorio. Los países europeos y los Estados Unidos demuestran que el crecimiento del PIB no significa una reducción de la desigualdad social. Como ha señalado el papa Francisco, un desarrollo que no está centrado en el ser humano, sino en la acumulación de capital privado, es contrario a la ética.

Quizás los indígenas andinos tengan algo que enseñarnos cuando subrayan la diferencia entre “vivir bien” y “buen vivir”.



Frei Betto es autor, entre otros libros, de la novela Hotel Brasil (Rocco).

Traducción de Esther Perez

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QUIÉN ES FREI BETTO



El escritor brasileño Frei Betto es un fraile dominico. conocido internacionalmente como teólogo de la liberación. Autor de 60 libros de diversos géneros literarios -novela, ensayo, policíaco, memorias, infantiles y juveniles, y de tema religioso en dos ocasiones- en 1985 y en el 2005 fue premiado con el Jabuti, el premio literario más importante del país. En 1986 fue elegido Intelectual del Año por la Unión Brasileña de Escritores. 



Asesor de movimientos sociales, de las Comunidades Eclesiales de Base y el Movimiento de Trabajadores Rurales sin Tierra, participa activamente en la vida política del Brasil en los últimos 50 años.

sábado, 26 de mayo de 2018

LA FLECHA DE LA EVOLUCIÓN NO ES EL SER HUMANO, SINO LA VIDA, Por Leonardo Boff

En la comprensión de los grandes cosmólogos que estudian el proceso de la cosmogénesis y de la biogénesis, la culminación de este proceso no se realiza en el ser humano. La gran emergencia es la vida en su inmensa diversidad y aquello que le pertenece esencialmente que es el cuidado. Sin el cuidado necesario ninguna forma de vida subsistirá (cf. Boff, L., El cuidado necesario, 2012).

Es imperioso enfatizar que la culminación del proceso cosmogénico no se concreta en el antropocentrismo, como si el ser humano fuese el centro de todo, y los demás seres sólo tuvieran significado cuando se ordenan a él y a su uso y disfrute. El mayor evento de la evolución es la irrupción de la Vida en todas sus formas, también en la forma humana.

Los biólogos describen las condiciones dentro de las cuales surgió la Vida, a partir de un alto grado de complejidad, y cómo cuando esta complejidad se encuentra fuera de su equilibrio, impera el caos. Pero el caos no es sólo caótico; es también generativo. Genera nuevos órdenes y otras varias complejidades.

Los científicos no saben definir lo que es la Vida. Ella es la emergencia más sorprendente y misteriosa de todo el proceso cosmogénico. La vida humana es un subcapítulo del capítulo de la Vida. Es necesario enfatizar: la centralidad le corresponde a la Vida. A ella se ordena la infraestructura físico-química y ecológica de la evolución, que permite la inmensa biodiversidad, y dentro de ella, la vida humana, consciente, hablante y cuidante.

La vida es entendida aquí como autoorganización de la materia en altísimo grado de interacción con el universo y con todo lo que la rodea. Cosmólogos y biólogos sostienen la vida como la suprema expresión de la “Fuente Originaria de todo ser”, que para nosotros es otro nombre, el más adecuado, para Dios. La Vida no viene de afuera, sino que emerge del núcleo del proceso cosmogónico mismo, al alcanzar un altísimo grado de complejidad.

El premio Nobel de biología, Christian de Duve, llega a afirmar que cuando ocurre tal nivel de complejidad en cualquier lugar del universo, la vida emerge como imperativo cósmico (Polvo vital, 1997). En ese sentido el universo está repleto de vida.

La vida muestra una unidad sagrada en la diversidad de sus manifestaciones, pues todos los seres vivos portan el mismo código genético de base, que son los 20 aminoácidos y las cuatro bases fosfatadas, lo que nos hace a todos los seres vivos parientes unos de otros. Cuidar de la Vida, hacer que se expanda, entrar en comunión y sinergia con toda la cadena de vida y celebrar la Vida: es el sentido de vivir de los seres humanos sobre la Tierra, entendida también como Gaia, superorganismo vivo, y nosotros, los humanos, como la porción de Gaia que siente, piensa, ama, habla y venera.

La centralidad de la Vida implica en concreto asegurar los medios de vida como: alimentación, salud, trabajo, vivienda, seguridad, educación y ocio. Si extendiésemos a toda la humanidad los avances de la tecnociencia ya alcanzados, tendríamos los medios para que todos gozasen de los servicios de calidad a los que solamente sectores privilegiados y opulentos tienen acceso hoy.

Hasta ahora el saber ha sido entendido como poder al servicio de la acumulación de individuos o de grupos que crean desigualdades, por lo tanto, al servicio del sistema imperante, injusto e inhumano. Postulamos un poder al servicio de la Vida y de los cambios necesarios exigidos por ella. ¿Por qué no hacer una moratoria de la investigación y de la invención, a favor de la democratización del saber y de las invenciones ya acumuladas por la civilización, para beneficiar a los millones y millones desposeídos de la humanidad?

Este es el gran desafío para el siglo XXI. O nos autodestruimos, pues hemos construido ya los medios para ello, o empezamos finalmente a crear una sociedad verdaderamente justa y fraternal, junto con toda la Comunidad de la Vida.

martes, 22 de mayo de 2018

PATOLOGÍA DEL ODIO, Por Frei Betto

No siempre fue así en el pasado. Las personas discordaban, pero no se odiaban. Incluso durante la dictadura, las divergencias políticas no se transformaban necesariamente en antipatías personales.

¿Qué sucede? ¿Por qué tanta virulencia en las redes digitales? ¿Por qué insultar a opositores en lugares públicos? ¿Por qué dispararle a la caravana del expresidente Lula y al campamento de sus seguidores?

Nuestra racionalidad está desgarrada. La caída del Muro de Berlín derribó también los grandes relatos. El optimismo de Montesquieu le cedió su lugar al nihilismo de Nietsche. La competitividad, exaltada por el neoliberalismo, se erigió en valor, desbancando a la solidaridad.

En la Alemania nazi, los supuestos arios se consideraban con el derecho a eliminar a los “impuros”, como los judíos, los comunistas, los gitanos y los homosexuales. En la Rusia de Stalin, los disidentes padecían en Siberia o eran sumariamente eliminados por la KGB. En los Estados Unidos, a los negros se les impedía frecuentar las escuelas, los restaurantes y los transportes colectivos preferidos por los blancos. Y todavía hay muchos yanquis que se consideran una raza superior.

La selectividad es una anomalía del poder, que traza límites entre los que están a favor y los que se ubican en contra. Pero discordar u oponerse es un derecho intrínseco a la democracia. En las relaciones personales o sociales, la imposición del pensamiento único es síntoma de tiranía.

Hoy en día, el vaciamiento de las instituciones le abre espacio a la animosidad personal. Las diferencias y divergencias no se debaten en los foros apropiados. La despolitización de la sociedad hace que la discordancia se manifieste como “vendetta” individual. No se contradice al adversario: se trata de aniquilarlo. No se procura argumentar en contra, sino aplastar. Como en los juegos de video, cada enemigo potencial debe ser virtualmente eliminado. Solo prevalece la razón del poder.

Las redes digitales nos empoderan. Le permiten a cada usuario tener en las manos su propia tribuna de discusión. Ya no es necesaria la representación política. Ni las ideologías. Los grandes relatos les ceden su lugar a las pequeñas algarabías. La emoción sobrepasa a la razón. Se abdica de la argumentación para adoptar la ridiculización. 

El linchamiento virtual es efecto de esa carencia de ideas y propuestas que saca a la superficie el odio inflamado. El ego se yergue como juez supremo e invisibiliza la alteridad. El otro solo se percibe como reflejo de la imagen del yo proyectada en el espejo narcisista.

¿Qué hacer? Primero, deponer las armas en el espíritu propio. No engrosar el rabioso ejército de quienes se juzgan dueños de la verdad absoluta. No transformar la diferencia en divergencia. Respetar la singularidad ajena, aunque cuestione mis valores. Preservar el corazón del odio, ese veneno que se ingiere con la expectativa de que muera el otro.

El odio solo le hace daño a quien acumula ese sentimiento dentro de sí, nunca a quien es odiado. El precepto evangélico de “amar a tus enemigos” no significa condescender con la injusticia, sino abrazar la tolerancia y empeñarse en eliminar las causas que hacen que los seres humanos actúen como monstruos cegados por el paroxismo del mal.



Frei Betto es autor, entre otros libros, de Fome de Deus (Paral

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Traducción de Esther Perez





Copyright 2018 – Frei Betto - 



QUIÉN ES FREI BETTO



El escritor brasileño Frei Betto es un fraile dominico. conocido internacionalmente como teólogo de la liberación. Autor de 60 libros de diversos géneros literarios -novela, ensayo, policíaco, memorias, infantiles y juveniles, y de tema religioso en dos acasiones- en 1985 y en el 2005 fue premiado con el Jabuti, el premio literario más importante del país. En 1986 fue elegido Intelectual del Año por la Unión Brasileña de Escritores. 

Asesor de movimientos sociales, de las Comunidades Eclesiales de Base y el Movimiento de Trabajadores Rurales sin Tierra, participa activamente en la vida política del Brasil en los últimos 50 años














viernes, 18 de mayo de 2018

BIENVENIDO AL MUNDO EN QUE LAS EMPRESAS DISFRUTAN DE LA VIGILANCIA PERMANENTE DE SUS TRABAJADORES, Por Emine Saner

- Desde implantes con microchips hasta pulseras con rastreadores y sensores que detectan el cansancio y la depresión, las nuevas tecnologías permiten a los empleadores vigilar a sus trabajadores cada vez de forma más intensa

- "Como esta vigilancia se puede hacer de forma retrospectiva para despedir a la gente, se usa para hacerles sentir que podrían perder su trabajo en cualquier momento", dice un sociólogo que trabajó como teleoperador

Empleado de Amazon trabajado en un centro logístico. EFE

Una empresa estadounidense implantó microchips a decenas de trabajadores el año pasado. En aquella 'fiesta del chip' que fue noticia en todo el mundo, los empleados hicieron cola para que les colocaran entre el dedo pulgar y el índice un dispositivo del tamaño de un grano de arroz bajo la piel.

Cuando a Todd Westby, consejero delegado de Three Square Market, se le ocurrió la idea pensó que sólo cinco o seis personas se ofrecerían como voluntarias: él, dos o tres directores y algunos de los empleados del departamento de informática. Pero de las noventa personas que trabajan en la sede de Three Square Market, 72 tienen ahora el chip (Westby tiene uno en cada mano). Los usan para abrir puertas de seguridad, conectarse a ordenadores y hacer pagos en las máquinas expendedoras de la compañía.

¿Se imagina Westby este concepto extendiéndose a muchas otras empresas? "No necesariamente", dice. O aún no, por lo menos.

El consejero delegado cree que, en parte, se debe a una diferencia generacional. "Tal vez tú nunca quieras tener un chip, pero si eres millennial, no hay problema. Para ellos es guay".

Los microchips tienen otros usos. Three Square Market (que se dedica a vender máquinas expendedoras y quioscos) comenzó hace dos meses a ponérselos a personas con demencia en Puerto Rico. Si alguien se pierde y la policía lo encuentra, puede escanear su microchip "y tener acceso a todo su historial médico, a las medicinas que pueden y no pueden tomar, a su identidad". Hasta ahora, la empresa le ha puesto microchips a cien personas, pero planea hacerlo con diez mil.

La compañía acaba de lanzar una aplicación para teléfonos móviles que empareja el chip con el GPS del teléfono y rastrea la ubicación de la persona. La semana pasada comenzaron a utilizarlo con personas en libertad condicional, en vez de las tobilleras electrónicas que Westby describe como "intimidantes y degradantes".

¿Se imagina que un día la empresa pueda usar el GPS para rastrear a sus empleados con el implante? "No. No hay razón para hacerlo", responde Westby.

No todas las empresas están de acuerdo. Las tecnológicas están ideando formas cada vez más extrañas e intrusivas de control del personal. La semana pasada The Times informó de que algunas empresas chinas están usando cascos y sombreros con sensores para escanear las ondas cerebrales de sus trabajadores y detectar cansancio, estrés y hasta emociones como la ira. El artículo también hablaba de una empresa eléctrica que decidía el número y duración de las pausas de los trabajadores en función de sus ondas cerebrales. La tecnología se está usando en conductores de trenes de alta velocidad para "detectar el agotamiento y la pérdida de atención".

Aunque pueda haber aplicaciones de seguridad legítimas (un proyecto similar se llevó a cabo con las pulseras para detectar cansancio de los trabajadores de Crossrail), es fácil imaginar cómo este tipo de tecnologías se infiltra en otras áreas.Número de teclas pulsadas por minuto

En febrero se supo que Amazon había patentado una pulsera que no sólo rastrea la ubicación de los trabajadores dentro del almacén mientras recogen los artículos, sino que además puede leer los movimientos de sus manos, zumbando o emitiendo un pulso para alertarlos cuando se están equivocando de caja.

En el registro de la patente, Amazon lo describe como un dispositivo capaz de "supervisar el desempeño de la colocación de los artículos de inventario en el lugar de almacenamiento identificado por el trabajador del sistema de inventario".

Hay compañías de tecnología vendiendo productos que toman capturas de pantalla del trabajo de los empleados a intervalos regulares, controlan sus pulsaciones de teclas y uso de la web, y hasta los fotografían en sus mesas con la cámara web del ordenador. Trabajar desde casa no es ninguna protección contra esa vigilancia porque se puede hacer de forma remota. El software puede supervisar el uso de las redes sociales, analizar el idioma o instalarse en los teléfonos de los empleados para supervisar aplicaciones cifradas como WhatsApp. Los empleados pueden llevar dispositivos que no sólo rastrean su ubicación, sino que también siguen su tono de voz, la frecuencia con la que hablan en las reuniones, con quién y durante cuánto tiempo.

Los empleados han sido vigilados en el trabajo desde siempre y valiéndose de la tecnología. Pero como dice André Spicer, profesor de comportamiento en las organizaciones de la Cass Business School, si antes era el capataz de la fábrica con un cronómetro, o la máquina en la que se fichaba físicamente al entrar y salir, ahora "todo ese material físico ha pasado a ser tecnología digital". "Detecta cosas que antes no se podían detectar, como el número de teclas que pulsan los empleados, lo que miran en su pantalla mientras trabajan, el tipo de lenguaje que usan. Y ahora la vigilancia te sigue fuera del lugar de trabajo".
Un trabajador en el centro logístico de Amazon en la localidad británica de Dunfermline. JANE BARLOW / PA

¿Es legal? Según Philip Landau, socio especializado en Derecho laboral de Landau Law Solicitors, los empleadores de Reino Unido tienen derecho a controlar las webs que los empleados visitan mientras trabajan. "No obstante, el dispositivo bajo control deberá ser parcial o totalmente suministrado por el empleador. Los empleadores también deben avisar por adelantado si van a controlar la actividad en Internet y tienen que informar al trabajador sobre la política en redes sociales de la empresa".

También es legal controlar las pulsaciones de teclas, aunque de nuevo hay que decirle a los empleados que serán vigilados. "En las empresas con este sistema, es común que los empleadores hablen con los empleados cuando creen que su número de pulsaciones es bajo", dice Landau. "Hay que destacar que un alto número de pulsaciones no significa necesariamente altos niveles de productividad, y viceversa".

En teoría, las empresas también podrían usar la cámara web del ordenador para ver cuando el trabajador está en su escritorio, pero "debería haber una justificación para tal vigilancia y deberían informar (al empleado) de antemano. También se le debe decir para qué se usarán las fotos y cómo se almacenarán".

En cuanto al rastreo por GPS, "una empresa puede rastrear cualquier vehículo del que provea a su personal, pero los datos recogidos sólo deben usarse con fines de gestión de la empresa. No se permite activar ningún dispositivo GPS si el empleado está usando el vehículo por razones personales fuera del trabajo".“Era imposible cumplir los objetivos sin correr”

James Bloodworth trabajó en marzo de 2016 durante un mes como "recolector" de Amazon (la persona que localiza los productos pedidos) como parte de la preparación de su libro Hired: Six Months Undercover in Low-Wage Britain (Contratado: seis meses encubierto en la Gran Bretaña de los salarios bajos).

"Llevábamos todo el rato un dispositivo portátil que controlaba la productividad", dice. En uno de los gigantescos almacenes de Amazon, el dispositivo servía para orientar a los trabajadores hacia las estanterías con los artículos que necesitaban. "Cada vez que recogías uno se activaba una cuenta atrás (para llegar al siguiente artículo) que medía tu productividad". Según Bloodworth, los supervisores informaban a los empleados sobre su productividad. A él le advirtieron de que estaba en el 10% inferior.

"También te enviaban avisos a través del dispositivo diciendo que tenías que aumentar tu productividad. Eres constantemente rastreado y clasificado. Descubrí que era imposible cumplir los objetivos de productividad sin correr, pero también te decían que no estaba permitido correr, y que si lo hacías, recibirías una sanción disciplinaria. Pero si te retrasabas en productividad, también recibías una sanción disciplinaria".

No parecía "que te trataran como a un ser humano", dice.

Al entrar y al salir, los trabajadores tenían que pasar por escáneres de seguridad como los de los aeropuertos. También para llegar a las áreas de descanso. Ir al baño, cuenta Bloodworth, era considerado "tiempo muerto". Una vez encontró una botella con orina en uno de las estanterías del almacén.

Amazon dice que sus dispositivos de escaneado "son comunes en todo el sector de almacenes y logística, así como en supermercados, grandes almacenes y otros negocios”. “Están diseñados para ayudar a nuestra gente en el desempeño de sus funciones". También asegura que "todos sus asociados tienen fácil acceso a los baños, que están muy cerca de su lugar de trabajo". La empresa añade: "Los asociados pueden usar el baño cuando lo necesiten. No controlamos los descansos para ir al baño". 
En un entorno laboral vigilado, los trabajadores sabrán que nunca podrán reducir el ritmo de trabajo. EUROPA PRESS

Bloodworth cuenta que a algunos de sus colegas les enfadaba el nivel de vigilancia, "pero predominaba el cinismo y la resignación”. “La mayoría de las personas que conocí no llevaban mucho tiempo en el trabajo o estaban buscando otro. Todos los contratos eran temporales y el personal cambiaba constantemente".

¿Ha visto Bloodworth el futuro? ¿Nuestros jefes nos vigilarán así a todos en los próximos años? “Posiblemente”, dice. "Una de las cosas que han surgido en respuesta al libro es que la gente dice que el trabajo va a ser automatizado de todos modos, o que los trabajadores necesitan ser más flexibles, como si el camino del futuro fuera así y fuera inevitable, algo que me parece bastante peligroso. Amazon puede salirse con la suya gracias a decisiones políticas y porque el movimiento sindical es muy débil. Creo que otros negocios observarán a Amazon, verán que tuvo éxito con ese modelo de negocios y tratarán de replicarlo".“Pantallas de televisión mostrando el rendimiento”

Para escribir su libro Working the Phones (Trabajando en los teléfonos), el sociólogo del Oxford Internet Institute especializado en sociología del trabajo Jamie Woodcock pasó seis meses empleado como teleoperador. Te das cuenta de la vigilancia "desde el momento en que entras”, dice. “Hay pantallas de televisión mostrando el rendimiento relativo de cada trabajador. Los directores recopilan datos sobre casi todo lo que haces. Cada llamada que hice fue grabada y almacenada digitalmente. En términos de control, es como recuperar todas las partes que alguien hizo en una línea de montaje y juzgarlas retrospectivamente por su calidad. Todos cometemos errores y todos tenemos días malos, pero, como este tipo de vigilancia se puede hacer de forma retrospectiva para despedir a la gente, se usa para hacerles sentir que podrían perder su trabajo en cualquier momento".

La supervisión está incorporada en muchos de los puestos de trabajo que forman la llamada "economía de los pequeños encargos” (gig economy). No es fácil oponerse a la vigilancia constante cuando estás desesperado por trabajar. Lo que ha sorprendido a Spicer es lo dispuestos que se han mostrado los empleados en trabajos mejor pagados. "Antes, a los prisioneros les obligaban a usar pulseras de rastreo, pero ahora nos ponemos voluntariamente rastreadores de pasos y otros dispositivos de seguimiento proporcionados por nuestros empleadores, y en algunos casos, hasta pagamos por el privilegio". Empresas como IBM, BP, Bank of America, Target y Barclays han ofrecido a sus empleados las pulseras Fitbit de rastreo de actividad.

Según Spicer, profesor de comportamiento, en parte tiene que ver con “toda esta idea de querer optimizarse o mejorar”. “Una gran cantidad de tecnología ha sido diseñada no sólo para dar al jefe los datos de su rendimiento, sino también para dárselos a usted. Supongo que la tecnología también es vista como algo guay o de moda, así que no es de extrañar que se acepte con tanta facilidad".

Spicer ha detectado que se ha pasado de “supervisar algo como los correos electrónicos a supervisar los cuerpos de las personas, es decir, el aumento de la biovigilancia o la supervisión de tus signos vitales, emociones y estados de ánimo". Sobre la estrategia de Three Square Market de instalar un chip a sus empleados, dice: "Es posible imaginar estas cosas extendiéndose lentamente. Es posible imaginar a los jefes del futuro pidiendo conocer tu ADN y otros datos".

La vigilancia puede tener aplicaciones beneficiosas. Es necesaria (y legalmente requerida) en la industria financiera para evitar el uso de información privilegiada. Podría usarse para evitar el acoso y la intimidación y para erradicar prejuicios y discriminación. En un interesante estudio de 2017 se supervisaron los correos electrónicos y la productividad aplicando sensores para rastrear el comportamiento y la interacción con la gerencia. El descubrimiento fue que los hombres y las mujeres se comportaban de manera casi idéntica en el trabajo. Los hallazgos cuestionan la creencia de que las mujeres no ascienden porque son menos proactivas o porque tienen menos interacciones con los líderes y que simplemente necesitan "ser firmes".

Aun así, dice Woodcock, "necesitamos iniciar un debate sobre si queremos o no que el trabajo sea un lugar en el que estés vigilado". Esta necesidad es quizá más urgente para los empleos mal pagados e inseguros. "Si trabajas en la economía de los pequeños encargos, tienes un teléfono inteligente", señala Woodcock, y con ese teléfono inteligente te pueden rastrear. "Como muchos de estos lugares de trabajo no tienen formas tradicionales de organización ni sindicatos, la dirección es capaz de introducir estas medidas con una resistencia colectiva relativamente pequeña".

El caso de Uber, ¿alimentando algoritmos?

El Sindicato de Trabajadores Independientes de Gran Bretaña está muy al tanto de todo lo relativo a la supervisión y la recopilación de datos. James Farrar es el conductor de Uber que el año pasado ganó una batalla legal contra la compañía por los derechos de los conductores (también preside su delegación de la asociación United Private Hire Drivers).

"Recopilan una cantidad enorme de información", dice. "Una de las cosas de las que te informan diariamente es lo buenos que han sido tu aceleración y frenado. Te ponen una nota. La pregunta es: ¿por qué están recogiendo esa información?". Uber también supervisa los "movimientos inusuales" del teléfono cuando alguien está conduciendo (para saber si usa su teléfono mientras está al volante) y, por supuesto, rastrea los coches y los conductores por GPS.

"Lo que me preocupa es que esta información esté alimentando el algoritmo” que decide la asignación de conductores, dice. "Deberíamos tener acceso a los datos y entender cómo se usan. Si algún tipo de puntuación de calidad sobre mi capacidad de conducción (se mete en un algoritmo), tal vez se me ofrezca un trabajo menos valioso, alejado de los clientes más valiosos, ¿quién sabe?".

No es un miedo irracional. La empresa de distribución de comidas preparadas Deliveroo ya hace algo similar. Supervisando el rendimiento de sus ciclistas, motoristas y conductores, ha empezado a ofrecer "acceso prioritario" en la reserva de turnos a los que "dan el servicio más coherente y de mayor calidad".

Uber dice que su seguimiento sólo es para conseguir "una conducción más suave y segura... Los datos se utilizan para informar a los conductores sobre sus hábitos de conducción y no se usan para influir sobre futuras solicitudes de viaje".

No toda la vigilancia es mala, dice Farrar. En algunos casos, le gustaría que hubiera más. Cuando le agredió un pasajero pidió que se instalasen sistemas de videovigilancia en todos los vehículos, en parte por la seguridad de los conductores. "La tecnología de vigilancia desempeña un papel importante", dice.

Irónicamente, cuando Farrar se reunió con Uber para hablar sobre la agresión, la compañía le hizo apagar su teléfono para asegurarse de que no estaba grabando.

Traducido por Francisco de Zárate

lunes, 14 de mayo de 2018

CIUDADANÍA Y PROYECTO DE REFUNDACIÓN DE BRASIL, Por Leonardo Boff


La ciudadanía tiene varias dimensiones: es político-participativa, es económico-productiva, es popular-incluyente, es con-ciudadana, es ecológica, y por último es terrenal.

En el contexto actual de un régimen de excepción, que no respeta sino que hiere la ciudadanía de todo un pueblo, necesitamos profundizar en este tema.

La ciudadanía es un proceso inacabado, y abierto siempre a nuevas adquisiciones de conciencia de los derechos, de participación política y de solidaridad, como fundamento de una sociedad humanizada. Sólo los ciudadanos activos pueden fundar una sociedad democrática, como sistema abierto (democracia sin fin, en el decir de Boaventura de Souza Santos), que se siente imperfecta pero al mismo tiempo siempre perfectible. Por eso, el diálogo, la participación, la vivencia de la corrección ética y la búsqueda de transparencia constituyen sus virtudes mayores.

La ciudadanía se realiza dentro de una sociedad concreta que elabora para sí proyectos, muchas veces conflictivos entre sí, de construcción de su soberanía y de los caminos de inserción en el proceso mayor de planetización. Todos ellos quieren dar respuesta a la pregunta: ¿qué Brasil, después de más 500 años, queremos finalmente? Ocurre que el golpe actual ha interfirido tanto en la Constitución, poniendo límites a los gastos sociales, que acaba por hacer imposible la creación de un Estado Social Democrático nacional. Es un proyecto contra la nación libre, contra el pueblo y su futuro.

Fundamentalmente, y simplificando una realidad muy compleja, podemos decir que hay actualmente dos proyectos antagónicos disputándose la hegemonía: el proyecto de los muy ricos, antiguos y nuevos, articulados con las corporaciones transnacionales (y hoy sabemos que apoyados por el Pentágono) quieren un Brasil menor del que realmente es, un Brasil con un máximo de 120 millones, pues así, creen ellos, daría para administrarlo en su beneficio sin mayores preocupaciones. Los restantes millones que se fastidien, pues han tenido que acostumbrarse siempre a vivir en la necesidad y a sobrevivir como han podido. Bastan políticas pobres para calmar a los pobres.

El otro proyecto quiere construir un Brasil para todos, pujante, autónomo, activo, altivo y soberano frente a las presiones de las potencias militaristas, técnica y económicamente poderosas, que buscan establecer un imperio del tamaño del planeta y vivir de la rapiña de las riquezas de los otros países. Aquellas se asocian con las élites nacionales que aceptan ser socios menores y agregados al proyecto-mundo, a cambio de ventajas que pueden obtener en lo económico. Quieren recolonizar América Latina particularmente Brasil para que sea sólo exportador de commodities, y desnacionalizar nuestra infraestructura industrial (energía eléctrica, petróleo, tierras nacionales, etc).

Los dos golpes que conocimos en la fase republicana, el de 1964 y el de 2016, se tramaron y se ejecutaron en función de la voracidad de los muy ricos contra el pueblo, negándose a construir un proyecto de nación soberana que tendría mucho que contribuir a esta fase planetaria de la Humanidad. Ellos no tienen un proyecto de Brasil, solamente un proyecto para sí, para su acumulación absurdamente cuantiosa.

La correlación de fuerzas es profundamente desigual y corre en función de las élites opulentas que según Jessé Souza compran a las demás élites. Ellas consiguieron dar el golpe a Dilma Rousseff e hicieron tanto que, con un proceso judicial completamente viciado, pusieron en la cárcel al expresidente Lula, que goza, con creces, de las preferencias electorales del pueblo.

Esas élites del atraso no tienen nada que ofrecer a los millones de brasileros que están al margen del desarrollo humano sino más empobrecimiento y discriminación.

Pero estas élites -que ni este título merecen, pues son sólo ricos sin llegar nunca a ser élites (Belluzo)-, no son portadoras de esperanza y, por eso, están condenadas a vivir bajo permanente amenaza y con miedo de que, un día, pueda revertirse esta situación y perder su posición de riqueza y de privilegios.

Ésta es nuestra esperanza: que el futuro acabe perteneciendo a los humillados y ofendidos de nuestra historia, que un día -y ese día llegará- heredarán las bondades que la Madre Tierra reservó para ellos y para todos.

Es utópico pero representa el sueño de todas las culturas: que, un día, todos, alegres, se sienten juntos a la mesa, en la gran comensalidad de los libertos, gozando de los frutos de la generosidad de la Madre Tierra. Entonces, mirando hacia atrás comprenderán que valió la pena la resistencia, la indignación contra las injusticias y el coraje de cambiar.

Sólo entonces comenzará una nueva historia, de la cual los resistentes y luchadores serán los principales protagonistas de aquello que, en el caso de nuestro país, podrá ser la verdadera refundación de Brasil.


viernes, 11 de mayo de 2018

FRANCISCO Y LOS FARISEOS, Por Frei Betto


Durante siglos la humanidad vivió convencida de que el cielo era un espacio geográfico encima de la Tierra. Cuando Galileo explicó que la Tierra no era el centro del Universo, y que el sol no es más que una simple estrella en el conjunto infinito de astros, la Iglesia fue la primera en sentirse sacudida. Los teólogos de la época prefirieron no creer en la ciencia de Galileo. Ante hechos y datos que amenacen su estabilidad, el poder opta por ignorarlos o negarlos mediante el subterfugio de las falsas interpretaciones.

Desde el punto de vista religioso, el prototipo del poder conservador, apegado a las tradiciones del pasado e incapaz de actualizarse, en el fariseo. Por la crítica que Jesús le hizo, descrita en el capítulo 23 del Evangelio de Mateo, sabemos que se apega a la letra de la ley que, con su peso, aplasta el espíritu humano.

Los fariseos son los burócratas de la religión. Según palabras de Jesús, “atan cargas pesadas y difíciles de llevar, y las ponen sobre los hombros de los hombres; pero ellos ni con un dedo quieren moverlas”. Les gusta que los demás los vean y los admiren, y predican lo que no son capaces de practicar. Insisten en vivir con rigor impecable, aunque transgreden los elementos más importantes de la ley: la justicia, la misericordia y la fe. “Cuelan el mosquito y tragan el camello”. Por fuera tienen una buena apariencia, pero por dentro son “como sepulcros blanqueados… llenos de huesos de muertos y de toda inmundicia”. Son capaces de saber si lloverá o habrá sol, pero “incapaces de leer las señales de los tiempos” (Lucas 12, 56).

El fariseo no acepta convertirse. Se apega a las tradiciones como si fueran verdades y costumbres perennes, Cualquier buena nueva es, a sus oídos, sospechosa y arriesgada. Prefiere encerrarse en su capullo a abrirse al vuelo libre de la historia. Se enclaustra en el estrecho compartimiento del pasado, temeroso de enfrentar las largas avenidas del futuro.

Ahora bien, solo es capaz de actualizarse quien cultiva la esperanza. Quien espera está abierto a las señales de futuro. No acepta sedimentarse en el presente y evita estancarse en el pasado para que no caiga sobre él el castigo de la mujer de Lot, transformada en estatua de sal por mirar hacia atrás.

El fariseo, por el contrario, se deja petrificar en el pasado. Incapaz de autocrítica y sordo a las críticas, se juzga dueño de la verdad. Investido de prepotencias, cabalga sobre arrogancias.

Es esa resistencia conservadora y farisaica la que suscita tanta oposición al papa Francisco, dentro y fuera de la Iglesia Católica. Sus detractores fingen estar convencidos de que Jesús excluyó a las mujeres del sacerdocio, instituyó la misa en latín, condenó al infierno a los homosexuales y recomendó a los pobres vivir resignados con su carencia de bienes y conformes con la opulencia de los ricos.

En realidad, muchos de los que se oponen al papa Francisco saben que la tierra tiembla bajo sus pies. Ya no hay lugar para una Iglesia triunfalista, apegada al poder, homofóbica e indiferente a los temas socioambientales y a la causa de la justicia de los pobres. El dios de los fariseos no se asemeja en nada al Dios de Jesús.



Frei Betto es autor, entre otros libros, de Un homem chamado Jesus (Rocco).




www.freibetto.org/> twitter:@freibetto.



Traducción de Esther Perez





Copyright 2018 – Frei Betto - 

QUIÉN ES FREI BETTO



El escritor brasileño Frei Betto es un fraile dominico. conocido internacionalmente como teólogo de la liberación. Autor de 60 libros de diversos géneros literarios -novela, ensayo, policíaco, memorias, infantiles y juveniles, y de tema religioso en dos acasiones- en 1985 y en el 2005 fue premiado con el Jabuti, el premio literario más importante del país. En 1986 fue elegido Intelectual del Año por la Unión Brasileña de Escritores. 



Asesor de movimientos sociales, de las Comunidades Eclesiales de Base y el Movimiento de Trabajadores Rurales sin Tierra, participa activamente en la vida política del Brasil en los últimos 50 años.

viernes, 4 de mayo de 2018

LA CONDICIÓN EXISTENCIAL DE LA ECONOMÍA, POR John Cajas Guijarro


“Me preguntaron cómo vivía, me preguntaron. Sobreviviendo dije, sobreviviendo…”
Víctor Heredia. Sobreviviendo

Sobrevivir. Si me piden explicar cuál es el objetivo de la economía, diría que es la comprensión sobre cómo hacemos los seres humanos -e incluso los demás seres vivos- para sobrevivir en términos materiales, cómo hacemos para alcanzar los “medios materiales de vida” -en palabras de Friedrich Engels- y cómo los usamos para sobrevivir. De ahí, temas como la “producción, distribución, circulación, consumo y reproducción” serían de relevancia solo en tanto contribuyan a sostener la vida.

Seguro muchos dirán que ver a la economía como un estudio de la supervivencia material de la vida es demasiado reduccionista. Posiblemente, pero prefiero a una economía que se centre en estudiar la pugna material de la vida contra la muerte, a una economía desesperada por optimizar las ganancias del capital (incluso exacerbando la muerte). ¿Para qué sirve pensar en cuestiones tales como el “crecimiento”, la “optimización”, la “escasez”, la “producción”, la “distribución”, la “sustentabilidad”, etc., cuando las personas -y los demás seres vivos- dejen de ser y deje de existir todo tipo de consciencia? Quizá quienes piensen que la supervivencia material de la vida no es el tema fundamental de la economía sean, sobre todo, aquellos que tienen asegurada su supervivencia y, por tanto, la cuestión no les parece particularmente relevante ni urgente.

Por desgracia vivimos en un mundo donde la supervivencia es, para muchos, un logro extraordinario. En un mundo donde una de cada nueve personas sufre de hambre, en donde unos 3 millones de niños mueren al año por mala nutrición, mientras que -al parecer- 42 personas tienen la misma riqueza que la mitad de la Humanidad… en un mundo lleno de tanta porquería en contra de la vida, el hecho de que quienes estudien economía no pongan a la subsistencia como objeto principal de estudio parece realmente repudiable.

Incluso pensadores clásicos como Adam Smith tenían claro que uno de los objetos de la llamada “economía política” es justamente el estudio de la “subsistencia del pueblo” (véase, por ejemplo, el inicio del libro IV de la Riqueza de las Naciones). Y, ¿qué es la subsistencia?, ¿qué es sobrevivir? Evitar la muerte diría yo. Evitar la muerte… ¿no es ese el fin mismo de los seres humanos que han decidido seguir aceptando el privilegio -o el castigo- de la consciencia?

Si aceptamos a la supervivencia material como objeto principal de estudio de la economía, entonces la condición existencial de la economía emerge de inmediato. Las condiciones materiales que vuelven posible “el existir” serían el corazón mismo de una mal llamada “ciencia” que en la actualidad, penosamente, se ha centrado en discutir la superficialidad de forma muy sofisticada (como sugirió alguna vez Joan Robinson).

La condición existencial, de hecho, parece un elemento crucial, en especial para entablar mayores diálogos entre economía y filosofía; un diálogo que empaparía a la economía de una profundidad de la cual hoy carece (llegando al punto de microeconómicamente banalizar hasta a las relaciones interpersonales). Pero la cuestión iría mucho más lejos que la mera construcción teórica. Al reconocer que la subsistencia debería ser el corazón de la economía, entonces la lógica de la acumulación capitalista sería, en esencia, antieconómica pues termina sofocando a la vida con el fin de concentrar y centralizar el poder en manos de las clases explotadoras y sus sanguijuelas. Asimismo, serían antieconómicas las acciones de aquellos canallas que embargan la subsistencia actual y futura de sus pueblos por medio del saqueo -muchas veces elegante y de corbata- y el abuso de su poder. Por ende, la condición existencial de la economía también nos lleva a un -inevitable- diálogo entre economía y política.

Solo pensemos: en un mundo donde la economía reconozca la finitud humana, reconozca con humildad que solo somos seres de paso, pequeños, quizá hasta ínfimos frente al tamaño de todo el Universo que nos rodea, y que nuestra única real posesión es la vida (o quizá ni eso), seguramente la propia idea de capital y de poder se verían vanos y dejarían de existir. Los esfuerzos por acumular se verían ridículos -y criminales- frente a la amenaza de la muerte, a la vez que el consumo exacerbado perdería sentido pues bastaría con sabernos vivos y saber que nuestras hermanas y hermanos también siguen vivos para sentirnos realizados. Esto no implica -para nada- aceptar una economía de subsistencia mínima, sino simplemente aceptar una economía de subsistencia digna para todas las personas y todas las demás formas de vida de este planeta.

Posiblemente nada sea más relevante que la dialéctica entre la vida y la muerte, y si la economía acepta su condición existencial y contribuye en la dialéctica inclinando la balanza en favor de la vida, entonces quizá ahí la “ciencia lúgubre” gané un poco de luz y sentido

John Cajas Guijarro, economista ecuatoriano. Profesor de la Universidad Central del Ecuador. Estudiante de doctorado en economía del desarrollo de FLACSO-Ecuador.