viernes, 30 de agosto de 2019

EL CRISTO CÓSMICO Y LOS MUCHOS "CRISTOS" EN LA HISTORIA, Por Leonardo Boff


El proceso de planetización ha puesto a las religiones en contacto unas con otras y ha mostrado cómo podemos ser religiosos de las más diferentes formas. Esta situación nueva plantea la cuestión referente a la figura de Jesús, a quien se cree Cristo y salvador universal. ¿Cómo situar a Jesús al lado de otros, considerados por sus pueblos como portadores también de salvación?

El Cristianismo no es una cisterna de aguas muertas. Tiene la naturaleza de un organismo vivo que crece y se enriquece en diálogo con lo diferente. Ahora tiene la oportunidad de revelar virtualidades que hasta hoy estaban latentes. Debe mostrarse no un problema sino una cosa buena.

Queremos concentrarnos en la significación del Cristo cósmico. Él es visto como algo dado que se está formando lentamente dentro del cosmos. Se densificó en el hombre Jesús de Nazaret. ¿Pero agotó en él todas sus virtualidades o bien otras figuras pueden ser también expresiones de este Cristo cósmico que está dentro de la creación?

Actualmente nos estamos acostumbrando cada vez más a entender todos los fenómenos como emergencias del universo en evolución. Así, las figuras de Jesús, Sidarta Gautama y otros, antes de aparecer en la historia humana, estaban en gestación dentro del universo. Todo el universo se organizó de tal manera que creó las condiciones para su formación y surgimiento. Lo que irrumpió en ellos no se convirtió en monopolio personal. Así podemos decir que el Jesús histórico emerge como una expresión singular del Cristo cósmico presente en el proceso de la evolución. El Jesús histórico no agotaría todas las formas posibles de manifestación del Cristo cósmico. Algo similar ocurre con Sidarta Gautama.

Pertenece a la comprensión cristiana decir: todo ser humano ha sido tocado por el Hijo de Dios encarnado. Lo que se atribuye a Jesús, por tener nuestra naturaleza, se puede atribuir de una manera propia a cada ser humano, formado a lo largo de millones de años de historia cósmica.

Concretamente, en él y en Buda están presentes todas las energías y los elementos fisicoquímicos que se forjaron en el corazón de las grandes estrellas rojas antes de que explotaran y lanzaran por todo el universo tales elementos, como fósforo, calcio, hierro y otros.

Dado que el universo no sólo tiene exterioridad sino también interioridad, podemos decir que su profundidad psíquica está habitada por los movimientos más primitivos del inconsciente colectivo con sus arquetipos ancestrales. Sin estas determinaciones no serían tan concretos como lo fueron.

Detengámonos brevemente en la figura de Jesús, pues él forma parte de nuestro hogar espiritual.

Pierre Teilhard de Chardin (+1955) vio la inserción cósmica de Jesús, llamado Cristo, y acuñó el término “crístico” distinguiéndolo de “cristiano”. Lo “crístico” es un dato objetivo de la creación en evolución. Cuando llega a la conciencia en el ser humano Jesús, lo “crístico” se convierte en “cristiano”, que es lo “crístico” concientizado.

En otras palabras, el Jesús histórico no agota todas las posibilidades contenidas en lo “crístico”. Lo “crístico” irrumpió en Jesús, pero también puede surgir en otras figuras y se encuentra en la raíz de todo ser.

Para entender tales afirmaciones necesitamos aclarar la palabra “Cristo”. No es un nombre sino un adjetivo que se le atribuye a una persona. “Cristo”, en griego, o “Mesías”, en hebreo, significan “ungido”. “Ungido” es la persona designada para realizar una misión particular. El rey, los profetas, los sacerdotes eran “ungidos” para desempeñar sus misiones específicas. Pero cada persona individual también es un “ungido” pues tiene su lugar en el plan divino. Jesús fue llamado el “Cristo-ungido” debido a su obra redentora y liberadora, realizada de manera ejemplar.

El budismo conoce un camino semejante. Primero existió Sidarta Gautama, el ser histórico que vivió seiscientos años antes de Cristo. A través de un proceso de internalización y ascesis llegó a la “iluminación”, que es una inmersión radical en el Ser. Luego comenzó a ser llamado “Buda”, que significa el “Iluminado”. Pero esta iluminación ―ser Buda―, no es monopolio suyo. Se ofrece a todos. Existe, por lo tanto, la “budeidad”, esa realidad radical que puede autocomunicarse de muchas maneras con las personas. Buda es una manifestación de la “budeidad”, que es la más pura luz, la esencia del Sin Nombre. Es un “ungido”.

Como podemos ver, el contenido concreto de “Cristo” y de “Buda” remite a la misma realidad “crística”. Ambos revelan al Ser que hace todo lo que existe. Sidarta Gautama es una manifestación del Cristo cósmico como lo es también Jesús de Nazaret. O Jesús de Nazaret es un “Iluminado” como Buda.

Expresiones singulares del Cristo cósmico o de la Iluminación son figuras como Krishna, Francisco de Asís. Mahatma Gandhi, el Papa Juan XXIII, Mons. Hélder Cámara, la Madre Teresa de Calcuta, la Hermana Dulce... entre tantos y tantas. No agotan las posibilidades de esta sublime realidad “crística”, que se da en todos. Pero en estas personas alcanzó tal densidad, que se convirtieron en referencias y arquetipos-guía para muchos.

El conocido maestro yogui de Brasil, Hermógenes, ya fallecido, sin caer en el sincretismo fácil, a partir de una profunda experiencia espiritual de unidad con el Todo, creó la siguiente fórmula como “Gloria al Uno”:

“Pedí la bendición a Krishna y Cristo me bendijo. Oré a Cristo y Buda me atendió. Llamé a Buda y Krishna me respondió”.








martes, 27 de agosto de 2019

¿QUÉ ES GENERAL INTELLECT? (ESBOZO POPULAR),Capítulo 1, Por Pedro Cazes Camarero (") para Vagos y Derecho





CAPITULO 1 

Sostiene Marx que la era de la burguesía constituye el primer gran momento de emancipación de la prehistoria humana, que incluye a todas las sociedades que han existido hasta hoy. ¿Qué significa esto? 

Marx observa que, desde los remotos milenios en que la selección natural llevó a la humanidad a emerger de sus ancestros animales (los grandes monos antropoides, los homínidos pre- humanos, etc.), nuestros antepasados se abrieron paso penosamente en una lucha desigual contra el hambre, los animales predadores, el temor y la ignorancia, hasta elevarse relativamente a colectivos que pueden denominarse “civilizados”, como las antiguas culturas egipcia, griega, romana, maya, inca, etc. 

Muchas de esas culturas poseían la escritura, y los historiadores suelen utilizar este desarrollo para marcar el límite entre la pre- historia (sin registros escritos) y las culturas históricas, que cuentan con documentos escritos. 

Pero Marx, si bien reconoce la importancia de la aparición de la escritura, tal vez en un cierto afán pedagógico, expresa una idea provocativa: todas las sociedades que existieron hasta hoy, inclusive la nuestra, son todavía “prehistóricas”, si restringimos la definición de “históricas” a unas sociedades en que las personas vivan libres y felices, gozando de la sabiduría acumulada por las anteriores generaciones, sin hambre, sin enfermedades curables y sin el trabajo duro que esclavizó a incontables antepasados, gozando de la belleza y la fraternidad. 

Esta sociedad imaginaria, que él llamó el comunismo, no ha existido ni existe aún, pero Marx afirma que podrá existir, y que será el comienzo de una verdadera “historia” para la humanidad. 

Lejos de despreciar al capitalismo, Marx lo alababa, y como vimos considera a la “era de la burguesía” como “el primer gran momento de emancipación” para la humanidad. ¿Cómo es posible que el propio fundador del movimiento comunista alabe de ese modo al capitalismo, que como todos sabemos, es un sistema de explotación de los trabajadores? Es que Marx atribuye al sistema capitalista ciertas cualidades progresistas, respecto a las sociedades anteriores, que permitirán a la humanidad avances que irán mucho más allá del propio capitalismo. Marx denomina “Modo de Producción” al tipo de relación entablado entre ciertos grupos internos de las sociedades humanas para realizar la producción material de la vida, como la comida, la vivienda, la ropa, etc. Se trata de un concepto bastante abstracto. Ciertos tipos de modos de producción (salvajismo, barbarie), poseen una productividad material muy baja, lo cual impide que en ellos se acumulen excedentes; la sociedad consume todo lo que se produce y casi nadie puede vivir sin trabajar. Por eso no están divididos en clases sociales, y se los denomina “pre- clasistas”. En las “sociedades con clases”, en cambio, la productividad del trabajo es suficiente para producir excedentes (comestibles, indumentaria, edificios, etc.) que pueden ser apropiados (generalmente a la fuerza) por un sector dominante, que consigue vivir sin trabajar. Los modos de producción más frecuentes que han sido estudiados son el esclavismo, el feudalismo y el capitalismo. Los dos primeros y las modalidades pre- clasistas (salvajismo y barbarie) suelen denominarse “pre- capitalistas” (1). 

Las formaciones económico- sociales (concepto también elaborado por Marx, que coincide aproximadamente con lo que llamamos “naciones”) con el predominio de modos de producción pre-capitalistas, suelen denominarse “de acumulación simple” debido a que su producto económico crece muy lentamente, de manera vegetativa, o no crece en absoluto. Esta tendencia al estancamiento secular es compartida por formaciones económico- sociales pre- capitalistas muy alejadas entre sí en el tiempo y el espacio: Grecia, Roma, China, India, Aztecas, Incas. 

En cambio, desde que el capitalismo se convirtió en predominante dentro de algunas formaciones económico- sociales (como la británica, la belga y la francesa, a fines del siglo XVIII) mostró que su cualidad más evidente era su capacidad de aumentar rápidamente las riquezas que se producían, que crecían por año mucho más que la población. Esto permite denominar al modo de producción capitalista como “de acumulación ampliada”. 

La acumulación ampliada no puede deberse al hecho de que el sistema capitalista de producción produzca para el mercado, ya que el esclavismo mercantil ateniense y el romano, por ejemplo, producían también predominantemente para el mercado, lo mismo que una parte de las formaciones económicas feudales. La acumulación ampliada debería adjudicarse a aspectos exclusivos del modo de producción capitalista. 

Al principio, las primeras explotaciones capitalistas utilizaban las mismas técnicas desarrolladas por el artesanado feudal. La “manufactura”, típica de las fábricas capitalistas del siglo XVIII, era una reorganización laboral en la cual una determinada técnica artesanal era dividida en numerosas acciones sencillas que eran realizadas sucesivamente por operadores de baja calificación, usando herramientas como martillos, pinzas y punzones. Por lo tanto, el primer avance capitalista sobre el feudalismo no se debía a la introducción de grandes avances científico- técnicos, sino a una simple reorganización del trabajo: del simpe taller artesanal, en que unos pocos trabajadores hacen todo, a las grandes fábricas en que innumerables obreros hacen una sola tarea sencilla cada uno. 

En la segunda mitad de ese siglo y comienzos del siglo XIX una nueva innovación reforzó los resultados de la reorganización del trabajo: se comenzó a introducir maquinaria (por ejemplo el telar automático y el motor de Newcombe). A comienzos del siglo XIX comenzaron a aplicarse hallazgos científicos. El gran avance capitalista fue preparado por la reorganización del trabajo, pero fue llevado a cabo por la “gran industria”, basada en los avances científico- técnicos. 

Las reorganizaciones laborales y las innovaciones científico- técnicas constituyen el modo en que el capitalismo amplía la acumulación; pero no explican el por qué lo hace. Después de todo, la humanidad había permanecido miles de años creciendo lentamente y aplicando técnicas muy sencillas y probadas, pero mejoradas poco a poco: el arco romano, los acueductos cartagineses, el molino de viento medieval, la pólvora china, la imprenta. ¿Pero cuál era el motivo del bullir de innovaciones en el naciente capitalismo? Marx explica el mecanismo a través de la teoría del valor- trabajo (introducida por David Ricardo). 

Aristóteles, en el siglo IV antes de nuestra era, tuvo la perspicacia de reflexionar sobre un fenómeno que en su época todos consideraban obvio (Einstein afirmaba que el genio trabaja con lo obvio). El griego observó que, en el mercado ateniense, era factible trocar una mesa de madera por cierto número de piezas de tela. Vio que los mercaderes eran capaces de calcular con soltura la equivalencia en esas y otras variadas operaciones comerciales. Pero ni ellos ni Aristóteles pudieron explicar cómo dos objetos tan diferentes como la mesa y la tela tenían algo en común que les permitía ser intercambiados. Aristóteles concluyó que era un misterio insondable, cuya solución dejaba para los sabios de las generaciones venideras. 

Dos mil años después, mientras el sistema capitalista se hallaba en la infancia, uno de sus primeros teóricos, el británico David Ricardo, develó el misterio: lo que todas las mercancías poseían en común era la cantidad de trabajo humano acumulado, insumido en su producción (en realidad Ricardo se refería más bien al valor “de cambio”; Marx completó el concepto más abstracto de “valor”). Las mercancías, como pre- condición, deben tener un valor “de uso” (la comida se come, la ropa puede vestirse, etc.), pero para que algo además tenga “valor de cambio” (Ricardo) es preciso que alguien haya invertido determinada cantidad de esfuerzo humano para producirlo. Por ejemplo, el aire es útil, se respira, pero no tiene valor de cambio. Marx unió ambos conceptos: el tiempo de trabajo humano invertido en la producción de objetos útiles genera valor. 

En el modo de producción capitalista, la clase de los capitalistas invierte su riqueza en comprar cierta cantidad de insumos y maquinaria (denominado por Marx “Medios de Producción”- “capital constante”) y cierta cantidad de tiempo de trabajo humano (que Marx llamó “Fuerza de Trabajo” o “capital variable”, o sea el salario de los trabajadores). Luego de cierto lapso, su unidad productiva ha generado cierta cantidad de mercancías, que el capitalista vende en el mercado, obteniendo una ganancia respecto de la plata que invirtió al comienzo. 

Pero el capitalista no ha estafado a nadie; los insumos y la maquinaria los ha comprado en el mercado al precio que los proveedores le exigieron. Y los salarios de los trabajadores, esto es, el precio de la fuerza de trabajo, los abonó de acuerdo a lo que estipula el mercado de trabajo (básicamente el “trabajo necesario”, o sea el precio de alimentar a cada trabajador y su familia, incluyendo otros gastos como vivienda, vestimenta, iluminación, viáticos y frecuentemente medicinas y educación). 

Pero si el capitalista pagó el precio que el mercado exige para los insumos y la fuerza de trabajo, ¿de dónde sale su ganancia? Marx descubrió que procedía de la fuerza de trabajo, la cual era una mercancía muy particular. 

Efectivamente, cuando se gasta la máquina y el resto de los insumos, el valor íntegro de esas mercancías queda incorporado al precio del producto. Pero cuando se “gasta” la fuerza de trabajo, el resultado es extraño: el valor incorporado en el producto es mayor que el precio abonado bajo la forma de salarios. Marx denominó esa diferencia favorable al capitalista como “plusvalía”, y de ésta procede la ganancia que el burgués se embolsa. 

Este descubrimiento de Marx, efectuado a comienzos de la década de 1850, resulta muy valioso, porque en su época nadie entendía bien de dónde salía la ganancia capitalista, y algunos “economistas” incluso la atribuían a las máquinas, a Dios, etc. 

Sin embargo, un modelo de este tipo explica solamente el misterio de la ganancia; la operación podría continuar indefinidamente, el capitalista comprando insumos y fuerza de trabajo, y atesorando sus ganancias, o gastándola en viajes, lujos y festines, como habían hecho antes que él innumerables generaciones de amos esclavistas y señores feudales. 

El capitalismo constituiría así otro sistema de acumulación simple, vegetativo. Pero lo que se observa es que, por el contrario, no sin problemas, zigzagueos y momentáneos retrocesos, el producto de las formaciones sociales con hegemonía capitalista crece y crece. ¿Cuál es el misterio de la acumulación ampliada? 

El capitalista podría invertir sus ganancias bajo la forma de nuevo capital constante y variable, esto es, insumos y fuerza de trabajo, pero sin agregar más tecnología. Si el burgués adquiere nuevas máquinas idénticas a las que posee, insumos iguales también, e incorpora más trabajadores similares a los que están operando las máquinas que ya poseía, va a producir más y más de las mismas mercancías, obteniendo más y más ganancias, etc. Este proceso, generalizado, va a hacer crecer la economía de la formación económico- social de una manera pareja. 

Pero lo que se observa en la realidad es otra cosa: el crecimiento es mucho más rápido de lo previsto, porque el capitalista introduce sistemáticamente innovaciones científico- técnicas en la maquinaria y el proceso de la producción. 

La innovación técnica de la producción es una virtud del modo de producción capitalista desde sus comienzos. Los capitalistas buscan la manera en que pueden mejorar sus ganancias. Una manera es aumentar la plusvalía disminuyendo los salarios de los trabajadores, o aumentando el tiempo de trabajo. Éstos resultan difíciles de convencer en tal sentido (por lo cual esta línea de mejorar la ganancia resulta ardua, y en realidad hay poco para quitarles). 

Además cada capitalista tiene otra manera obvia de aumentar sus beneficios: mejorar su propia tecnología de producción. A ningún comprador le interesa con qué tecnología está producida una determinada mercancía; le interesa su valor de uso. Si fue producida con una técnica innovadora que hace que su calidad sea igual o mejor, y su costo de producción más bajo, el capitalista puede ofrecerla al mercado a un precio más bajo que el de sus competidores, y sin embargo obtener ganancias superiores. 

Esto se debe a que el precio del mercado de una mercancía promedia la oferta de todos los capitalistas que la producen. En general este precio se conforma a partir del costo de producción de cada uno. Si alguno de los capitalistas logra producirla a un costo menor, se embolsa la diferencia como una renta adicional. Y este beneficio se mantiene hasta que todos los capitalistas que producen esa mercancía han adoptado la innovación técnica que disminuye los costos de producción. 

La historia del capitalismo es la historia de la introducción reiterada de innovaciones técnicas en la producción de mercancías por parte de algunos capitalistas, la generalización de tales avances, y la introducción de nuevas innovaciones. La relación entre la cantidad de capital constante (edificios, máquinas, insumos, etc.) y el capital variable (esto es, los salarios) de una unidad productiva se denomina en la teoría marxista composición orgánica del capital y va aumentando a lo largo de la historia. ¿Por qué ocurre eso? Porque, como ya dijimos, cuando un capitalista invierte en una innovación, la composición orgánica de su capital aumenta y su costo de producción baja, pero no el precio de su producto en el mercado, con lo cual obtiene una ganancia superior a la de sus competidores. Éstos se ven compelidos a realizar una inversión similar para no verse desplazados del mercado (dado que el capitalista innovador puede bajar un poco los precios sin verse perjudicado). El resultado es una carrera sin fin hacia el progreso técnico. 

Ahora comienza a entenderse por qué Marx denomina al capitalismo como primer “momento emancipador” de la humanidad: porque en su afán de lucro, el capitalista no sólo explota a sus trabajadores, sino que además crea una cascada de riquezas incalculable y estimula el desarrollo del conocimiento científico- técnico, con lo que emergen nuevas necesidades y nuevas formas de riqueza, en un proceso sin fin. Sin ese aumento vertiginoso de riqueza y de sabiduría, generado por el sistema capitalista, no habría emancipación posible para la humanidad respecto de la ignorancia, la enfermedad, el trabajo duro y la pobreza. No es que el capitalista sea generoso, sino que se conduce de ese modo por su deseo de un beneficio creciente y sin fin. 
Pedro Cazes Camarero

El dinero es una forma abstracta (o sea indeterminada) del valor (trabajo humano concentrado) que contienen las mercancías. Fue inventado varias veces, hace miles de años, mucho antes del surgimiento del capitalismo, por la sociedad esclavista mercantil en diferentes países. Pero el dinero, una vez creado, va pasando de mano en mano, de manera prodigiosa, y se autonomiza por completo del poder que le dio a luz. 

La autonomía del dinero generó un conjunto de efectos secundarios, no planificados por nadie. Hemos visto que el trabajo humano se acumula en las mercancías en forma de valor. También vimos que la acumulación ampliada de la riqueza generada por el sistema, se basa en la conversión en capital del trabajo no remunerado del que se apodera la burguesía, esto es, la plusvalía. 

Marx llama “fetichismo” al reemplazo de las relaciones humanas por relaciones entre objetos, propias del mercado capitalista, como el trabajo humano abstracto y el dinero. Pero este fenómeno perverso de reemplazo, de conversión de trabajo en dinero y de éste en fetiche, constituye a la vez un principio progresivo, ya que la capitalización de la plusvalía (generada por la explotación) en capital lleva directamente a la creación de riqueza y sabiduría, que constituyen la materia prima emancipatoria para que los explotados liquiden a la explotación. Sin embargo, fue entendida por el pensamiento socialista inaugural del siglo XIX no como principio tautológico (o sea repetitivo) del trabajo (esto es, el aspecto progresivo de la acumulación), sino solamente como malvada subjetividad explotadora del capitalista (o sea, dentro del fetichismo jurídico burgués, del que por entonces era imposible liberarse). 

Continúa en el Capítulo 2.

(") Pedro Cazes Camarero, argentino, farmacéutico, 1945. Magister Scientiae en Metodología de la Investigación Científica y Epistemología. Ex director de "Estrella Roja" (órgano del Ejército Revolucionario del Pueblo- ERP-), "El Combatiente" (órgano del Partido Revolucionario de los Trabajadores - PRT-) y "Crisis". Autor de numerosos artículos y libros, entre ellos "Las Estrategias de la Aurora", de próxima aparición (Ed. Prometeo, Buenos Aires, 2019). Premio "Ramón Carrillo" (2010). Miembro del Encuentro de Profesionales contra la Tortura. Columnista de "Cuadernos de Crisis/Purochamuyo".

viernes, 23 de agosto de 2019

LA NATURALIZACIÓN DEL HORROR, Por Frei Betto


En 1934, el embajador José Jobim (asesinado por la dictadura, en Río, en 1979) publicó el libro Hitler e os comediantes (Hitler y los comediantes) (Editora Cruzeiro do Sul). El texto describe el ascenso del líder nazi recién electo y la reacción del pueblo alemán ante sus abusos. No se creía que iba a implantar un régimen de terror. “No le gustan los judíos”, decían, “pero eso no debe ser motivo de preocupación. Los judíos son poderosos en el mundo de las finanzas, y Hitler no está loco para hostigarlos”. Y todos sabemos cómo terminó el asunto.

Estoy seguro de que Bolsonaro sabe lo que quiere, y de que tiene un proyecto a largo plazo para Brasil. Adopta una estrategia bien estructurada. Enumero 10 de sus tácticas más obvias:

1. Despolitización del discurso político, al que impregna de moralismo. Jamás demuestra preocupación por la salud, el desempleo, la desigualdad social. Su mira no es el negocio al por mayor, sino la venta al detalle: video con “lluvia dorada”;[1] película de la “Bruna surfistinha”;[2] kit gay (que nunca existió);[3] protección de la moral familiar, etc. Eso llega a la gente común, más sensible a la moralidad que a la racionalidad, a las costumbres que a las propuestas políticas. Como dijo un evangélico: “Voté por Bolsonaro porque el PT iba a hacer que nuestros hijos se convirtieran en gays”.

2. Apropiación del cristianismo, convenciendo a la opinión pública de que fue ungido por Dios para poner en orden a Brasil. Su nombre completo es Jair Mesías Bolsonaro. En hebreo, Mesías significa “ungido”. Y Bolsonaro se cree predestinado. Hoy por hoy, 1/3 de la programación televisiva brasileña está a cargo de iglesias evangélicas pentecostales o neopentecostales. Todas a favor de Bolsonaro. A cambio, este aumenta sus privilegios, como la exención de impuestos y la multiplicación de las concesiones de radio y televisión.

3. Superposición de su discurso, desprovisto de fundamentos científicos, a los datos probados de las ciencias, como prohibir que el término “género” aparezca en los documentos oficiales y dar oído a quienes defienden que la Tierra es plana.

4. Adopción de leyes que puedan producirle al ciudadano común la sensación de que “ahora soy más libre”, como las de conducir sin cartera, reducir los radares, permitir que los infantes viajen en auto sin asientos especiales, etc.

5. Privatización del sistema de seguridad pública. Mejor que gastar en fuerzas policiales y ampliación de las prisiones es posibilitar que cada ciudadano “de bien” posea y porte armas, y tenga derecho a dispararle a cualquier sospechoso. Y, carente de escrúpulos, cuando le preguntaron qué tenía que declarar sobre la masacre de 57 presos (bajo custodia del Estado) en el presidio de Altamira, respondió: “Pregúnteles a las víctimas”.

6. Eliminación de todos los obstáculos que puedan dificultar el aumento de las ganancias de los grandes grupos económicos que lo apoyan, como el agronegocio: exención de impuestos, subsidios a puñados, suspensión de multas, desactivación del Ibama,[4] establecimiento de una diferencia entre “trabajo análogo a la esclavitud” y trabajo esclavo y permitir su práctica, luz verde a la deforestación y la invasión de tierras indígenas. A estos se les considera parias improductivos que ocupan desproporcionadamente un 13% del territorio nacional e impiden la explotación de la riqueza que contiene, como el agua, los metales preciosos y las plantas de interés para las industrias de productos farmacéuticos y cosméticos.

7. Profundización de la línea que divide a quienes lo apoyan de quienes lo critican. Demonización de la izquierda y los ambientalistas, amenaza de nuevas leyes y decretos contra la libertad de expresión que desgasta al gobierno (The Intercept Brasil), injerto de la xenofobia en el sentimiento nacional.

8. Alineamiento acrítico y de vasallaje con la derecha internacional, en especial con Donald Trump, y total modificación de los principios de isonomía, independencia y soberanía que rigen, desde hace décadas, la diplomacia brasileña.

9. Naturalización de los efectos catastróficos de la desigualdad social y el desequilibrio ambiental, con lo que se exime de atacar sus causas.

10. Por último, deslegitimación de todos los discursos que no armonizan con el suyo. En El orden del discurso (2007), Michel Foucault alerta sobre los sistemas de exclusión de los discursos: censura, segregación de la locura y voluntad de verdad. El discurso del poder se considera dueño de la verdad. No es casual que en su campaña electoral Bolsonaro adoptara como aforismo el versículo bíblico “Conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres” (Juan 8,32). La verdad son él y sus hijos. Su discurso es siempre impositivo, el de alguien que no admite la crítica.

Durante la campaña electoral, la empresa BS Studios, de Brasilia, creó el videojuego Bolsomito 2K18. En él, el personaje que representaba a Bolsonaro acumulaba puntos a medida que asesinaba a militantes LGTB, feministas y del MST. En la página de Steam, la descripción del juego: “Derrote los males del comunismo en este juego políticamente incorrecto y sea el héroe que librará a una nación de la miseria. Prepárese para enfrentar los más diversos tipos de enemigos que pretenden instaurar una dictadura ideológica criminal en el país. Porrazos y risas a montones”. Ante las protestas, la Justicia obligó a la empresa a retirar el juego del aire.

Pero el gobierno es real. Propaga el horror y ve en quien se opone a él el fantasma del comunismo.


Frei Betto es autor, entre otros libros, de A mosca azul – reflexão sobre o poder (Rocco).


[1] El presidente brasileño publicó un video en el que se ve a dos hombres practicando una lluvia dorada en el carnaval de Brasil.

[2] Película basada en la autobiografía de una exprostituta brasileña.

[3] Noticia falsa difundida por Bolsonaro durante la campaña electoral según la cual su oponente del PT promovía la homosexualidad en las escuelas. 

[4] Instituto Brasileño del Medio Ambiente.

www.freibetto.org/> twitter:@freibetto.

Traducción de Esther Perez


Copyright 2019 – Frei Betto -

QUIÉN ES FREI BETTO

El escritor brasileño Frei Betto es un fraile dominico. conocido internacionalmente como teólogo de la liberación. Autor de 60 libros de diversos géneros literarios -novela, ensayo, policíaco, memorias, infantiles y juveniles, y de tema religioso en dos acasiones- en 1985 y en el 2005 fue premiado con el Jabuti, el premio literario más importante del país. En 1986 fue elegido Intelectual del Año por la Unión Brasileña de Escritores. 



Asesor de movimientos sociales, de las Comunidades Eclesiales de Base y el Movimiento de Trabajadores Rurales sin Tierra, participa activamente en la vida política del Brasil en los últimos 50 años.

martes, 13 de agosto de 2019

HIMNO A LA NOCHE por Claudio Javier Castelli


Eduardo Viggiano "Himno a la noche"





Himno a la noche

                                  ¡Qué pobre y pequeña me parece ahora la Luz!
                                               Novalis



Es un resplandecer otra vez con nosotros:

sahumerios, música, alcohol

y  palabras.

Las palabras se deshacen

como en un “pool”.



Tenemos mucha confianza en la noche,

y “A la deriva”,

como en el cuento de Horacio Quiroga,

nos dejamos llevar por la correntada

que hay detrás de las cosas.



Santana y el “Gato” Barbieri

desagregan su “Latin Lady”,

no somos muy innovadores

pero la música riega las frases

y embebidos esperamos el amanecer.



¿Qué tiene la noche que los días mendigan?:

los empujones del diablo,

los suicidas echados a volar,

los duendes de la maldad y la ternura.



De repente reparamos en un “Pub”,

mujeres jóvenes por doquier,

el barman es el rey de la noche,

me preocupo por mirar “decoté” ,

demasiada juventud para tanta nostalgia.



No podemos sostenernos en el aire,

es la calle del agujero en la media,

la calle donde los franceses

inventaron la poesía moderna

según le dijo Raúl González Tuñon

a mi amigo, René Palacios More;

todas la librerías de viejos de la calle Corrientes,

a esta hora están cerradas.



No hay bares vacíos,

Sólo un escriba infinitamente romántico

y al borde siempre de la locura.



En las Oficinas Públicas los abogados

erigen falansterios de formalismos

en las que nadie cree

incluso esos mismos abogados.



Todos los Peronistas

se dan las condolencias en las ochavas.


Alguien escribe un texto

a ninguna parte.



¡Es increíble pero la noche

tiene insomnios en los que nadie cree!.



Temblequea un nosequé

por todos lados,

un violín solloza los algarrobales

donde los suburbios piden limosnas

a las alcancías,

y nadie, nadie

escucha la voz de los trenes amanecidos

donde la música retoma con efluvios de puntos

que nadie puntúa.



Y más acá

la música de Astor Piazzolla

asume (“aufheben”)

la totalidad de la noche

que irremediablemente se separa del día

para desfallecer ante todos nosotros.-


Claudio Javier Castelli

Noche del 28 al 29 de Junio de 2019. 




(“) Nacido en La Paz, Entre Ríos, el 16 de Diciembre de 1957, abogado penalista (UBA), maestrando de filosofía del derecho (UBA), periodista egresado de la Escuela de Periodistas del Círculo de la Prensa, ex docente del Departamento de Derecho Penal y Procesal de la Facultad de Derecho de la UBA, ex docente de Introducción a la Sociedad y el Estado materia obligatoria del CBC. Miembro fundador del INECIP (Instituto de Estudios Comparados en Ciencias Penales y Sociales), miembro de la Comisión Directiva del CIPCE (Centro de Investigación y Prevención de la Criminalidad Económica) y colaborador desde su fundación en 2003 del CEPPAS (Centro de Políticas Públicas para el Socialismo). Ex miembro de la Justicia Nacional en lo Criminal y Correccional de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, ex Asesor Jurídico del CAEP (Centro de asuntos y estudios Penales del Banco Central República Argentina), ex Asesor Jurídico de la Superintendencia de Seguros de la Nación, ex Asesor Jurídico en la Unidad de Información Financiera, actualmente es Asesor de la Biblioteca Doctor Raymundo Miguel Salvat. En toda esa actuación laboral desempeñó su profesión en el área criminal económica, criminal financiera. Ha publicado numerosos artículos de derecho Penal, Filosofía, Política, Literatura y Poesía, en libros y revistas, así como en los dos blog de los cuales es editor: vagosyvagasperonistas.blogspot.com y vagosyderecho.blogspot.com . Concurrió durante varios años al Taller de Escritura del escritor Hugo Correa Luna, posteriormente del poeta Enrique Blanchard, y finalmente de los poetas Daniel García Helder y Arturo Carrera. -Libros: -"Todo y Nada”, Ediciones de la Cantiga, 1990, Bs. As. -"LLueve en las raíces. Trilogía poética de fin de siglo”, Ediciones del Jinete Insomne, Bs. As, 2018. Actualmente es Coordinador de la Agrupación Vagos y Vagas Peronistas.-



viernes, 2 de agosto de 2019

VESUBIO, Por Sandro Barrella (") para Vagos y Derecho (Taller Literario)






Vesubio

—Era en Alaska el sueño, dijo en medio
del almuerzo. Sobre el plato,
mejillones cocidos al vapor. Una botella
de Chianti completaba la vista de la mesa.
—Yo venía detrás de una caravana
de esquimales, los trineos cargados, los perros
tirando hacia una boca de tormenta y la nieve
se colaba dentro de la capucha del abrigo.
Le pregunté por un detalle que supuse
no había notado.—Sí, vos estabas, pero no te veía.
Después siguió, palabras sueltas, una que otra
imagen que revelaba el momento en el que
el sueño pasa a ser una confusa creación,
un recuerdo inventado, un ansia que reemplaza
la pobreza de la especie. —Creo que soñé
con el desierto, disparó finalmente. Dijo
que no me veía, y que en el sueño se largaba
a llorar. Le tomé las manos y las besé
mientras giraba la cabeza indicándole
que mirara hacia el mar, la bruma
apenas una tela que realzaba la postura
regia, como la voluntad de cien mil hombres
en trance de alabanza, la mole como un dios
o un animal de dos bocas, el volcán,
lo de todos los días.
—Sí, le dije sin soltarla, debe ser
el desierto.



(")Sandro Barrella (Buenos Aires, 1967) publicó El álbum de Pascal (1996, Último Reino), El golf (2005, Alción), Los pájaros (2010, Bajo la luna), Los italianos a la guerra (2013, Ediciones en Danza) y Viaje sentimental (Gog & Magog, 2017). Poemas suyos fueron incluidos en antologías de la Argentina, México, Francia y Canadá. Participó del volumen colectivo de ensayos Dificultades de la poesía (Ediciones del Dock, 2010). Fue traducido al inglés, al francés y al italiano.  En agosto de este año, la editorial Caleta Olivia publicará el libro de poemas Villa Santa Rita o el libro de los pasajes.