sábado, 30 de mayo de 2020

POST-COVID 19: ¿ qué cosmología y qué ética incorporar?, por Leonardo Boff


El ataque sistémico que la naturaleza está realizando contra la humanidad con un virus diminuto e invisible está causando una grave preocupación y llevando a muchos miles de personas a la muerte. Sin embargo, nuestra reacción a la pandemia es también fundamental. ¿Qué lección nos enseña? ¿Qué visión de mundo y qué tipo de valores nos lleva a desarrollar? Seguramente deberemos aprender todo lo que deberíamos haber aprendido y no aprendimos. Deberíamos haber aprendido que somos parte de la naturaleza y no sus “señores y dueños” (Descartes). Hay una conexión umbilical entre el ser humano y la naturaleza. Venimos del mismo polvo cósmico como todos los demás seres y somos el eslabón consciente de la cadena de la vida.

Erosión de la imagen del “pequeño dios en la tierra”

El mito moderno de que somos “el pequeño dios” en la Tierra y que podemos disponer de ella a nuestro antojo porque es inerte y sin propósito, ha sido destruido. Uno de los padres del método científico moderno, Francis Bacon, dijo que deberíamos tratar a la naturaleza como los esbirros de la inquisición trataban a sus víctimas, torturándolas hasta que entreguen todos sus secretos.

A través de la tecnociencia hemos llevado este método al extremo, llegando al corazón de la materia y la vida. Esto se ha llevado a cabo con un furor sin precedentes hasta el punto de haber destruido la sostenibilidad de la naturaleza y por lo tanto del planeta y de la vida. De esta manera hemos roto el pacto natural que tenemos con la Tierra viva: ella nos da todo lo que necesitamos para vivir y en contrapartida debemos cuidarla, preservar sus bienes y servicios y darle descanso para restaurar todo lo que tomamos de ella para nuestra vida y progreso. No hemos hecho nada de eso.

Por no haber observado el precepto bíblico de “proteger y cuidar el Jardín del Edén (de la Tierra: Gn 2,15)” y por amenazar las bases ecológicas que sostienen toda la vida, ella nos ha contraatacado con un arma poderosa, el coronavirus, que causa la Covid-19. Para enfrentarlo, hemos vuelto al método de la Edad Media, que superó sus pandemias a través del estricto aislamiento social. Para que el pueblo, asustado, saliera a la calle, en el ayuntamiento de Múnich (Marienplatz) se construyó un ingenioso reloj con bailarines y cucos para que todos acudieran a apreciarlo, lo que se viene haciendo hasta hoy.

La pandemia, que más que una crisis es la exigencia de un cambio en la visión del mundo y de la incorporación de nuevos valores, nos plantea esta pregunta: ¿realmente queremos evitar que la naturaleza nos envíe virus aún más letales, que puedan diezmar incluso la especie humana? Ésta sería una de las diez que desaparecen definitivamente cada día. ¿Queremos correr ese riesgo?


Inconsciencia generalizada del factor ecológico

Ya en 1962, la bióloga y escritora estadounidense Rachel Carson, autora de Primavera Silenciosa, advirtió: “Es poco probable que las generaciones futuras toleren nuestra falta de preocupación prudente por la integridad del mundo natural que sustenta toda la vida... La pregunta es si alguna civilización puede continuar una guerra sin tregua contra la vida sin destruirse a sí misma y sin perder el derecho a ser llamada civilización”.

Parece que fue una profecía de la situación que estamos viviendo a nivel planetario. Tenemos la impresión de que la mayoría de la humanidad e incluso los líderes políticos no demuestran una conciencia suficiente de los peligros que enfrentamos con el calentamiento global, con la excesiva proximidad de nuestras ciudades y especialmente del agronegocio masivo a la naturaleza virgen y a los bosques que están deforestando. De esta manera destruimos los hábitats de millones de virus y bacterias que terminan siendo transferidos a los seres humanos. Según científicos serios, el coronavirus no habría venido a través de un murciélago del mercado de China, sino simplemente de la natureza.

El coronavirus nos obligará a reinventarnos como humanidad y a remodelar de forma sostenible e inclusiva la única Casa Común que tenemos. Si prevaleciera lo que dominaba antes, exacerbado hasta el extremo, entonces podemos prepararnos para lo peor. Sin embargo, cabe recordar que el sistema-vida ha pasado por varias extinciones importantes (estamos dentro de la sexta) pero siempre ha sobrevivido.

La vida parecería –me permito una metáfora singular–, una “plaga” que nadie hasta hoy ha logrado exterminar. Porque es una “plaga” bendita, ligada al misterio de la cosmogénesis y a aquella Energía de Fondo, misteriosa y amorosa que preside todos los procesos cósmicos y también los nuestros.

Es imperativo que abandonemos el viejo paradigma de la voluntad de poder y dominación sobre todo (el puño cerrado), hacia un paradigma de cuidado de todo lo que existe y vive (la mano extendida), y de la corresponsabilidad colectiva.

En el último párrafo de su libro La era de los extremos (1995) escribió Eric Hobsbawn: Una cosa está clara. Si la humanidad quiere tener un futuro reconocible, no puede ser prolongando el pasado o el presente. Si tratamos de construir el tercer milenio sobre esta base, fracasaremos. El precio del fracaso, es decir, la alternativa al cambio de la sociedad es la oscuridad (p. 506).

Esto significa que no podemos simplemente volver a la situación anterior al coronavirus, ni siquiera podemos pensar en un regreso al pasado pre-iluminista, como quiere el actual gobierno brasileño y otros de extrema derecha.





jueves, 21 de mayo de 2020

"NARANJO EN FLOR", en boca de ganso, por Horacio Blanc para Vagos y Derecho


Homero Expósito

Sabido es, que cuando un ganso grazna, los demás lo siguen al unísono. Sin embargo, no sería esta costumbre avícola de la que derivaría el dicho “hablar por boca de ganso”, señala Héctor Zimmerman. La mutación de su significado ha llevado a considerar como tal, la repetición de algo de cuya constancia se carece. Quien así habla, no verifica lo que ha oído, ni lo piensa, ni lo critica. Simplemente, habla “por boca de ganso” (“Tres mil historias de frases y palabras que decimos a cada rato”, Ed. Aguilar, Bs. As. 1999).

Una de las versiones contemporáneas, sobre el oscuro suceso que habría inspirado a Homero Expósito a escribir la letra del tango canción “Naranjo en Flor”, vino de Gonzalo Costa, periodista de programas de radio y tv, emitido desde un sitio de internet bajo el seudónimo “Costa-La Contadora”. Sin el menor tino y prueba que acredite sus dichos, pone supuestos diálogos en boca de protagonistas muertos tiempo ha, quienes lógicamente jamás lo podrán negar. En un escenario ahíto de alcohol, “La Contadora” ubica como contertulios de una charla trasnochada a dos poetas emblemáticos de la historia tanguera, tocayos en el nombre del hacedor de la Ilíada y la Odisea. Situándolo en el cadalso de su febril imaginación, elucubra un oyente “poeta” (Homero Expósito) y “un borracho” atormentado (Homero Manzi), que le confiesa a aquél el abuso sexual cometido a una joven de su pueblo natal, a raíz del cual quedara encinta. Que abandonada a su suerte, se habría visto obligada a la práctica de un aborto clandestino que la conduciría a la muerte. Impactado por el relato de Manzi, Expósito habría volcado el suceso en la letra del tango “Naranjo en Flor”. Para dar mayor verosimilitud a la rebuscada conjetura, Costa va punteando con dramatismo escénico cada una de las estrofas tangueras, dándole el sentido que pretende en la búsqueda del estrépito final. Sus únicos testigos: ¡¡ dos muertos que nunca podrán hablar !!. 

Grupos de “revoleadores.com” que pululan redes sociales con la media agujereada en el talón, se encargarán de desparramar el dislate a quién quiera hacerlo suyo, agregando algún detalle de “color” para que no decaiga el estrépito. Con anterioridad y desde su propio sitio en internet, el periodista Quique Pesoa impostaba su voz con el mismo dramatismo que imita "La Contadora”, agregando mayores condimentos de su gusto y paladar. Claro está, cuando los diálogos son tan apócrifos y dudosos (diría Platón), cada versión llevará ínsita su propia contradicción.

En un “modo potencial” protector de eventuales pleitos, y con el suspenso que imprime al título (“El Secreto de los Dos Homeros”), Pesoa repite el comentario que le habría remitido un tal Luis Villarroel, quien a su vez aclara que lo sacó de la página de internet de un tal Luis Loguyo (o Logullo). En fin…., un “boca de ganso” a full y sin solución de continuidad. Pesoa arranca predisponiendo al escucha en su “verdad”, con la propuesta de un trato virtual: “primero lea este relato y después recién vaya a escuchar, caso contrario se pierde la gracia” (sic). Que esa noche de libaciones entre los dos Homeros, “según la versión de Goyeneche al que subjetivamente le creo” (otro muerto que no lo podrá refutar), Manzi le confiesa a Expósito su culpa arrastrada de años: mujeres que abandonó, que traicionó, que les mintió. Que a una, solo a una, le hizo algo tan brutal, que merece que lo mate. Que esa noche Homero bosqueja a lápiz una letra que titula “Perfume de Naranjo en Flor”, que luego le acerca a Goyeneche comentándole los pormenores del abuso sexual en que se basa. Y el Polaco delira, y la graba (otro sic). A la reunión ahíta en alcohol en la versión de “La Contadora”, Pesoa le agrega drogas y más libaciones. 

Deliberadamente se omitirá toda referencia histórica sobre el verificado origen y desarrollo del tango canción. Que la letra de “Naranjo en Flor”, musicalizada por su hermano Virgilio Expósito, no fuera dada por Homero a Goyeneche, sino a varios otros el mismo año de su creación (1944). Así, en el mes de Julio sería grabada por la orquesta de Pedro Laurenz, con la voz de Jorge Linares; en Septiembre por Enrique Rodríguez, con el cantor Armando Moreno; en Noviembre por Aníbal Troilo, con la voz de Floreal Ruiz. Cierto es, que en una entrevista a Virgilio Expósito cuando contaba con 83 abriles, este invierte la cronología de sus recuerdos veinteañeros, atribuyendo la primera grabación a “Pichuco” con Floreal. 

Mientras la letra ya había sido escrita y grabada, en ese mismo año 1944 con 18 años cumplidos, el chofer de colectivos Roberto Goyeneche recién iniciaba su destino cantor en un “Concurso de Voces Nuevas del Tango”, que le sirviera de trampolín para el ingreso al año siguiente en la Orquesta de Raúl Kaplún. El cantante habría de esperar casi 30 años (cuando Homero Expósito ya andaba por los 68), para que en 1973 un “reflorecido naranjo” fuese rescatado con notable éxito por la Orquesta de Atilio Stampone, que con la voz del “Polaco” tuviese una impronta tan especial. 

El rebusque de interpretar la prosa con libre albedrio, dándole un sentido que no expresa o no ha estado en la idea del autor, es un acto subjetivo que se descalifica a sí mismo por su mera arbitrariedad. El objetivo es elocuente cuando se desvirtúan parábolas, giros y licencias poéticas en una prosa única, innovadora, de un letrista de 26 años que dará un notable giro a la música popular. Pero como en el sainete ya nada importa, cuando se ha avanzado tanto en el delirio hacia el fin descalificador, se habla de un borrador de Homero a lápiz, en lugar de su tinta original. Para eludir mayores pruebas, los revoleadores también atribuirán a una “leyenda popular” el supuesto abuso sexual y la confesión del presunto autor (poeta, político y escritor de 40 años), realizada a un novel colega de 26 años, que se abría paso en el mundo artístico de la Capital Federal. Otra contradicción que se suma, puesto que la leyenda narra un hecho o la historia de un personaje, que se trasmite de generación en generación. Para ser tal, no solo requiere un relato que, por tradición escrita u oral, perdure un período continuo de tiempo, sino además, una sólida base histórica que le dé cierto viso de realidad. En otros términos, a diferencia del cuento o del mito, la leyenda deberá estar ligada a un elemento preciso, integrado al mundo cotidiano o la historia de la comunidad en la que se origina. Seguramente el poblador entrado en años de la Santiagueña Añatuya (pueblo en el que se habría cometido el crimen), se desayune hoy con estos comentarios extemporáneos sobre acontecimientos pueblerinos que ignoraba, realizados desde tan distante lugar. Pero ello no será óbice al revoleador, para construir una sospecha “legendaria” al poco tiempo de su formulación. Por eso pone en boca de Goyeneche, la revelación del secreto de la violación. Conocimiento que este habría adquirido por una confidencia que le hiciera Homero Expósito, antes de entregarle el borrador a lápiz del tango canción. Si la historia dice otra cosa, poco importa a quien repite algo sin verificar. Sacará de la media ignotos testimonios de tres muertos, que bien muertos y callados están. Menos acudirá a verificar el pensamiento y la trayectoria de los dos Homeros. Está claro que la cuestión no pasa por allí, cuando lo que se busca es el festín mediático. No hace a la misión del “boca de ganso”, verificar la noticia en su autenticidad; sino contarla primero, sea cual fuere la verdad. 

Invitado de honor a una exposición de sus cuadros en Madrid, Pablo Picasso tuvo ocasión de oír el relato de un crítico-guía al grupo que lo acompañaba en el salón, respecto a lo que el pintor quiso expresar en cada simbología de “Guernica”. El comentarista enmudeció, cuando sobre sus hombros advirtió la presencia del autor que lo interrogaba: ¿todo eso quise decir?. Conocido por su aversión a los críticos mediáticos, en uno de sus pocos reportajes diría el genial pintor y escultor malagueño: “Todo el mundo quiere comprender la pintura. ¿Por qué no intentan comprender el canto de los pájaros? ¿Por qué a la gente le gusta una noche, una flor, todas las cosas que rodean al hombre, sin tratar de comprenderlas?.... En mi caso, comprendan sobre todo que el artista obra por necesidad. Quienes intentan interpretar un cuadro, casi siempre se equivocan”. Más prosaico seria el cantor de Alto Verde Horacio Guaraní, al responder la pregunta periodística sobre el porqué del nombre “Plumas Verdes” a su quinta del Río Luján: “me daba igual llamarla de ese nombre o “El Deleite del Loro”, con tal de no ponerle “La Concha de la Lora”. 

Para que en este juego de vivos, no gane el que pueda pasar por tonto (diría en su disertación castrense un famoso “General”), es menester descubrir aquello que falta por la forma de su ausencia, en este divagante relato sensacionalista formulado “pour le galerie”. Para ello, es ineludible acudir en búsqueda del “expertise”, que indaga y no habla por mera repetición. Enfatiza Gabriel Ventura, que la poesía escapa a la lógica. La supera. El rigorismo del pensamiento deja paso a la verdad del sentimiento. Hay que adentrarse en el lenguaje poético, de la misma manera que hay que adaptar los ojos a la oscuridad, luego de estar en un afuera demasiado luminoso y encandilante (“Comentarios sobre el tango “Naranjo en Flor” de Homero Expósito”). Este tango comienza con unas imágenes que pueden ser difíciles para el entendimiento rápido, reflexiona Reinaldo Spitaletta (“Primero hay que saber sufrir…”, en El Mundo.com, ed. del 13/01/2019). ¿Hay acaso un agua dura?, podría preguntarse algún desprevenido. Sí, claro, el hielo. Pero este tango atípico abre su propuesta estética, también con honda sentimentalidad: “era más blanda que el agua”. Naranjo en flor es un tango, pero los elementos constitutivos del universo tanguero parecen estar ausentes. No hay esquina, no hay barrio, no hay compadritos, no hay ciudad, pero sin embargo este poema que habla de los naranjos en flor, del agua, de la arboleda y menciona objetos, olores, y colores propios del mundo cultural, es inevitablemente un tango. “Las imágenes de este tango son múltiples, iridiscentes, con todos los colores y todos los dolores: primero hay que saber sufrir”. El biógrafo tanguero Manuel Adet, expresa que para poder disfrutar la letra de este tango, “hay que aprender a escuchar, leer o abandonarse a las imágenes, percibir que cada palabra, cada metáfora, posee una importancia decisiva”. Y agrega el escritor, poeta y fundador de la Academia Porteña del Lunfardo José Gobello: “el tango no se ha hecho para cantar lo que se tiene, sino lo que se ha perdido”. 

¿Por qué no buscar en la propia historia de Homero Expósito, en lugar de escarbar en la oscuridad de un supuesto hecho ajeno, escuálido de pruebas?. ¿Por qué no acudir a la pluma del autor, en ese tango que cuenta una historia de amor, una desolada historia de amor, que pudo haber sido en Campana o Zárate, pueblos en los que nació y creció antes de radicarse en Buenos Aires?. “Allí hay nostalgia, evocación poética, desconsuelo, una infinita tristeza y fatalidad”, apunta Luis Adolfo Sierra en su ensayo biográfico sobre Homero Expósito (Revista Tango y Lunfardo, Nº 74). ¿Porque escribir otra historia, que no fuese la propia? ¿Por qué prescindir toda indagación sobre su musa inspiradora, o la temática que desliza su escritura en ese tango y tantos más, ya radicado en Bs. As. junto a su hermano Virgilio?. Esa musa de sus ansias, que “deshojaba noches esperando en vano que le diera un beso”, mientras el “soñaba con el beso grande de la tierra en celo” (Flor de Lino); de aquella que se fue de su casa con 15 abriles, y sus anhelos de sufrir y amar (Percal); de quién lo desencanta tanto llevándolo a descubrir: “que ni es cielo ni es azul, ni cierto su candor”, cuando tímida y fatal, arreglaba su dolor después de sollozar (Maquillaje); de quién tenía “los ojos mojados de luz y empapadas las manos de tanta inquietud” (Pequeña); o ir perdido de la mano, soñado en vano: “¿Dónde estás?... ¿Dónde estás?...¿Adónde te has ido?...¿Dónde están las plumas de mi nido, la emoción de haber vivido, y aquel cariño?...”, etc. 

Oscar Conde, un estudioso de las letras populares, muy lejos de la fábula y la forzada imaginación, desmenuza con objetividad las frases de Naranjo en Flor: “Era más blanda que el agua, que el agua blanda. Era más fresca que el río, naranjo en flor.” En esos años el “agua blanda” era un lenguaje realista que hacía referencia al agua potable, ya que mucho tiempo antes de esta letra existía el “agua dura”, la cual no servía para beber y ni siquiera para lavar la ropa; era agua de pozo, no corriente. Que la letra es una descripción elogiosa a “esa mujer”, cuando expresa que “era más fresca que el río”. Luego, con sutileza Homero nos informa el abandono, “en esa calle de estío, calle perdida, dejó un pedazo de vida y se marchó.” “Primero hay que saber sufrir, después amar, después partir y, al fin, andar sin pensamientos.” Aquí el poeta se confiesa acerca de cómo él ve el amor, inclusive con tono de sentencia. Sin duda una posición filosófica categórica por el fatalismo que conlleva. “Perfume de naranjo en flor, promesas vanas de un amor que se escaparon con el viento.” Evoca a un amor sin futuro al decir promesas vanas. “Después, ¿qué importa del después? Toda mi vida es el ayer que me detiene en el pasado.” Este verso considero que es clave, al decir que el después no importa. Y, además, el reconocimiento de su vida sólo existente en lo que ya fue. Al decir “toda mi vida es el ayer”, está expresando el intenso apego que tiene hacia el amor perdido. Se identifica con él. Intenta quedarse en el pasado, procurando evitar el paso del tiempo (“Las poéticas del tango-canción. Rupturas y continuidades”, Ed. Biblos, Bs. As. 2014). 

Si alguna duda cabe sobre lo apócrifo del relato en boca de ganso, basta acudir al testimonio público de uno de sus protagonistas: el pianista que compuso la música para la letra del autor. “Mi viejo nos puso estos nombres, Homero a mi hermano y Virgilio a mí, y parece que nos anticipaba el camino por el que más tarde anduvimos. Si yo hubiera tenido que vivir todo lo que he escrito sería un tipo de 5 mil años; con esto quiero decir que se escribe sobre todo con imaginación. Yo nunca sé lo que va a pasar en los temas que escribo”, diría el sobreviviente hermano Virgilio Expósito, en una entrevista periodística realizada días antes de morir en Octubre de 1997. “Empiezo a escribir y pueden pasar las cosas más inimaginables. Lo que es difícil es plantear un tema en forma clara, y resolverlo. Para mí es importante que el personaje de la canción no sea un tipo sucio”. “¿A qué se refiere con que no sea sucio?” (preguntan sus entrevistadores). “Que el personaje que yo describo en la canción no cometa un acto vil, eso yo no lo puedo tolerar” (responde Virgilio). Y continúa: “Me llaman y dicen, hola, ¿qué quiere decir más blanda que el agua? de “Naranjo en flor”, quiero hacer ese tango y saber lo que estoy diciendo” me comentan. Les explico: puedo hablarte muy en serio sobre el agua, te podría decir que existen aguas duras, hay medio duras y medio blandas, y después aguas blandas. Es una clasificación física o química del agua. Pero el agua blanda no tiene nada que ver. Cuando el poeta dice: ‘¡Qué tristeza de olor de jazmín!’, ¿me querés decir dónde mierda está la tristeza en el olor de los jazmines? Está diciendo una cosa bonita, no una cosa concreta”. A Naranjo en Flor primero “la grabó la orquesta de Aníbal Troilo y la ensayaron -extrañamente- 23 días seguidos de lunes a domingos una hora y media, porque era difícil. Yo no sabía componer de otra manera, no lo sabía hacer más fácil. Hoy lo hubiera hecho más fácil. Empezó –Troilo- ¡con la parte del medio!, era lo único que teníamos, nos faltaba letra. Yo escribía la música y mi hermano Homero iba poniendo letra. La verdad no sabíamos qué más poner y yo le decía: “y ahora ¿qué carajo vas a hacer?”. Me contestó “ahora voy a dar explicaciones: “era más blanda que el agua, que el agua blanda, / era más fresca que el río, / naranjo en flor / Y en esa calle de estío, calle perdida, / dejó un pedazo de vida / y se marchó”... (Gabriel Patrono y Pablo Bobadilla, “Nuestro Virgilio”, entrevista inédita que fuera publicada el 25/10/2009 en “Diario Página 12”, a 12 años de su muerte). 

Ni el autor de la letra, Homero Expósito; ni el pianista compositor de la música, su hermano Virgilio, dejaron registro alguno sobre la relación de “Naranjo en Flor” con la intimidad de Manzi. Tampoco existen constancias sobre manifestaciones notorias e inequívocas de Roberto “El Polaco” Goyeneche, respecto a la confidencia que pudiera haberle realizado Homero Espósito sobre el presunto “acto horroroso” de Manzi. Claro está por el contrario, la intencionalidad maliciosa de los “revoleadorespuntocom”, que hablando por “boca de ganso” logran su cometido injurioso. Sea cual fuere el resultado eventual de la causa por reparación del daño, que hubieran promovido los nietos de Homero Manzi (Manzione), las simientes mediáticas del relato apócrifo fueron plantadas. Y, la duda que perturba,…. ha comenzado a germinar en redes sociales!!!

 (") Ex Abogado, ex empleado, funcionario y magistrado judicial, hoy jubilado. Escritor y compositor, según el ánimo. Nacido un 3 de Diciembre de 1948, en la entrañable La Paz de mí Entre Ríos. 


viernes, 15 de mayo de 2020

¿ES ESTE MUNDO UNA PRISIÓN? por Sebastián Chavarría (") para Vagos y Derecho


I. Introducción 
Hay muchas creencias místicas, esotéricas y religiosas que sostienen, entre su marco de creencias, la idea de que este mundo en el que vivimos es una prisión. Nosotros descreemos de ello. Daremos dos razones: una de corte naturalista y otra de corte metafísico. Aclaramos que, el naturalismo también puede asumirse en sede de la ontología (i.e., es una posición ontológica). Pero acá, -y solo a efectos de este trabajo-, con metafísico nos referimos a un sistema de creencias que da razones en favor de entidades que superan lo físico (que es, lo que niega el naturalismo). 

Reconstruiremos muy sucintamente uno de los argumentos con los que se concluye que este mundo es una prisión. De conformidad con algunas ideas, por ejemplo, las gnósticas, se afirma que este mundo es una prisión en virtud de que la experiencia humana es un estado de limitación. Y, esta limitación deriva del principio material del mundo (que, según esta misma mitología, está sometida a un número de potestades y arcontes (i.e., gobernantes) que resguardan la prisión). 

Otra razón que suele darse en favor del cosmos[1] como prisión, es que esa prisión se instituye debido a la caída del propio ser humano: esto lo lleva a vivir en contradicción. Por un lado, el ser humano desea; pero el deseo se ve limitado por su corporeidad que no le permite pensar y existir sin las contradicciones a las que está sometido en ese mundo. 

A partir de este segundo punto (el de la condena), procederemos a nuestra objeción mediante dos razones: una de corte naturalista y otra de corte metafísico. 

II. Razón naturalista 

Vamos a comenzar negando que este mundo es una prisión, por medio de las siguientes premisas que son, en sede de la Filosofía del Derecho, premisas de corte iuspositivista -en particular, con fundamento en la tesis de las fuentes sociales-: 

1. Para que hablemos de prisión -fuera de la nomenclatura jurídica- tendría que haber un ordenamiento normativo que nos establezca qué normas hay que incumplir, para que, sobre el delincuente, se aplique la debida sanción. (= si hay pena de prisión fuera de la nomenclatura jurídica entonces necesariamente existe un ordenamiento normativo que nos correlacione los actos ilícitos con las penas correspondientes; para este caso, la pena de prisión = Q) 

Sin embargo, 

2. En el mundo no hay un ordenamiento normativo que nos establezca qué penas hay que imponer en caso de incumplir un mandato (= en el mundo (fuera de la experiencia humana) no existe un ordenamiento normativo que nos correlacione los actos ilícitos con las penas correspondientes, que, para este caso, sería la prisión = ¬Q) 

3. Ergo, no hay una prisión fuera de la nomenclatura jurídica. (Es decir, no hay un castigado por pena de prisión fuera de la experiencia humana). 

Así entonces: 
Si no hay una prisión fuera de la nomenclatura jurídica entonces el mundo no es una prisión. 

Por lo tanto, el mundo no es una prisión (4 y 3, MP). 

III. Razón metafísica 

Ahora, alguien que no sostiene un punto de partida naturalista, podría invocar en favor de la tesis del mundo como prisión, razones extrasensoriales o sobrenaturales que permitan decir que habría una inteligencia o alguna situación fuera de este mundo donde sí se podría dar esa situación de delitos y castigos. Aunque, en principio se trataría de una creencia de orden pístico (=un asentimiento por conducto de la fe del sujeto cognoscente), cabría sin embargo objetar el fundamento metafísico sobre el que se pretende adherir a la creencia de que este mundo es una prisión. 

La tesis metafísica sobre la que se fundamenta la creencia en que este mundo es una prisión, está en la referencia al dolor de las personas y en la existencia del mal. El mal, aparece como un principio de certeza cognitiva para aseverar que estamos en una prisión. 

Ahora, ¿qué es el mal? El mal puede ser visto, o como privación o como una entidad. La tradición cristiana desde San Agustín, negando a los maniqueos, la considera una privación del ente. Los maniqueos, así como otras creencias gnósticas, lo consideran el efecto de una entidad que es su causa. Creemos que es más consistente la primera proposición y sobre esa partiremos para nuestro demostrandum[2]. Para ello, elaboraremos una secuencia de silogismos categóricos. 

Demostrandum: Este mundo no es una prisión 
Ningún lugar donde existe la mera posibilidad para superar una condición es una prisión. 

1.1. Ningún lugar donde es posible un cambio sustantivo en el ser es una prisión 

1.2. Todo lugar en el que existe la mera posibilidad para superar una condición es lugar donde es posible un cambio sustantivo en el ser 

1.3. Ergo, ningún lugar donde existe la mera posibilidad para superar una condición es una prisión.

El mundo es un lugar donde existe la mera posibilidad para superar una condición. 

Sobre esta premisa haremos uso de nuestro concepto de mal como privación: 

2.1. Todo segmento sometido al tiempo y espacio en el que una privación resulte susceptible de ser superada por una perfección es un segmento donde existe la mera posibilidad para superar una condición 

2.2. El mundo es un segmento sometido al tiempo y espacio en la que una privación es susceptible de ser superada por una perfección. 

2.3. El mundo es un lugar donde existe la mera posibilidad para superar una condición. 

3. Ergo, el mundo no es una prisión. (1 y 2, por Fig.1 E-I-O) 

IV. Conclusiones 

Ya sea que partamos de una concepción naturalista del mundo, así como una metafísica, creemos que hay razones para negar la creencia de que este mundo es una prisión. Desde una visión naturalista, no hay razones para pensar que el mundo intrínsecamente contenga un ordenamiento jurídico en el que se establece normas jurídicas por las que se castigue a los seres del universo y que, dependiendo de su conducta, se ordene a los seres a ir a una prisión como lo sería, verbigracia, el planeta tierra. 

Tampoco desde un punto de vista metafísico se sostiene que este mundo sea una prisión. En general, todas las creencias esotéricas y religiosas, aunque invocan fuentes sobrenaturales para sus creencias, hay siempre un punto de partida de las experiencias de este mundo para asegurar cierta verosimilitud a sus creencias. Respecto del mundo, suele ser la invocación de la existencia del mal. Creemos que, si entendemos el mal como una privación, y, que esa privación puede ser de alguna manera remediada, vemos entonces que no hay relación entre pensar que este mundo es una prisión con respecto a esas privaciones. 



[1] Para estos efectos, equiparamos cosmos y mundo: la totalidad sistémica de los entia naturalia. Sin embargo, tenemos consciencia que, desde otros puntos filosóficos de vista, deben distinguirse. 


[2] Nos atenemos a la demostración sobre el problema del mal tal como lo propone el ilustre metafísico costarricense Juan Diego Moya Bedoya en sus divertimentos.

(")Abogado, UNITEC, Honduras, Maestrando de Filosofía del Derecho, de la Facultad de Derecho de la UBA. 

sábado, 9 de mayo de 2020

PARA EPCT, SANAS Y LIMPIAS: Las cárceles y COVID Por Pedro Cazes Camarero(")




El poder judicial moderno fue creado en el siglo XVIII casi a la vez, en Europa occidental y en los Estados Unidos. Los “padres fundadores” norteamericanos, con gran sinceridad, reconocieron que una gran parte de su función consistía en morigerar el carácter sumamente democrático que la constitución le reservaba al poder legislativo, a fin de que las grandes fortunas y los bancos no viesen recortados sus privilegios económicos por la decisión de los representantes de las mayorías. Por el escaso carácter democrático de la procedencia de los jueces, cuya selección nepótica y de clase resulta desde entonces irrefutable; por su exclusivo procedimiento de convalidación por la más reaccionaria de las cámaras, el senado, y no por el voto popular; y por la naturaleza feudal de la duración ilimitada de la permanencia en sus cargos, los jueces constituyen el epítome de la salvaje autocracia capitalista, recubierta del terciopelo hipócrita de las garantías constitucionales. Agreguemos que, a partir de la reforma judicial de la Francia dieciochesca, los jueces terminaban su relación con el reo cuando lo condenaban, y el cumplimiento de la pena pasaba a manos de la autoridad administrativa, el poder secular como lo llamaba la Sagrada Inquisición, institución feudal que sin embargo decoró al derecho romano con algunas de las prácticas que todavía adornan la pena y el castigo. 

El escaparate interminable del mercado capitalista con sus infinitas invitaciones al deseo, concomitante con la prohibición absoluta de la apropiación de tales objetos a quienes carecen de la hipóstasis de las relaciones entre humanos que es el dinero, que son la mayoría, genera una tensión que es regulada a través de la ley constitucional y penal, o sea, de las tres cuartas partes de la normativa en el actual sistema. Sumemos el hecho de que en la constitución el derecho a la propiedad es efectivo, pero los derechos a la salud, la educación, el trabajo, la vivienda y hasta la libertad son mayormente declarativos. Por ello frecuentemente la intimidación estatal penal falla y lo más intrépido de cada generación, empujado más por el deseo ideológicamente construido que por necesidades estrictas, se lanza a violar el mandato: la gente roba (también mata, viola, compra y vende droga, estafa, contrabandea, etc. etc.; pero todo ello constituye la letra chica del código). Básicamente, roba. 

Como marcaba Foucault, para cada castigo hay un castigador y el estado capitalista para ello posee una estructura administrativa: las cárceles. Habían cárceles y ergástulas en el pasado precapitalista (esclavista, feudal), pero constituían etapas fugaces entre el delito y la pena física de garrotazos, mutilaciones, torturas y otras prácticas punitorias, en especial la reducción a la esclavitud, conocida como “galeras”, esto es, actividades de servicios obligatorios al estado (remeros de embarcaciones, minería e incluso servicio militar). Los prisioneros rara vez pasaban largos plazos en las cárceles del estado (a excepción de los encarcelados de origen noble por violación de la normativa religiosa). La cárcel capitalista es otra cosa. 

La normativa penal argentina (y latinoamericana) no se aleja en ese sentido de la europea (es un poco menos parecida a la norteamericana). Se afirma que las cárceles son para seguridad y no para castigo, se habla de reeducación y se exige que sean sanas y limpias. Se supone que, entonces, se ha erradicado para siempre la tortura judicial como mandó la Asamblea de 1813, y la privación de la libertad constituye básicamente la única pena, regulada en lo esencial por la duración. Los derechos de los penados (a excepción de la libertad ambulatoria, de elegir y ser elegido y del manejo de su patrimonio) no deberían ser afectados. Sabemos que esto es completamente falso y que, al momento de transferir los reos al brazo secular, se los coloca indefensos bajo una autoridad administrativa que comete sobre encausados y condenados sin distinción toda suerte de tropelías. 

Así la “pena” se desplaza hacia el castigo, inexistente en la legislación, y el “castigo” hacia la crueldad y encarnizamiento psicofísico (torturas y tormentos) que están prohibidos explícitamente, constituyen en sí mismos delitos y, lejos de ser excepcionales, se convierten en la rutina de todas las cárceles. El castigo no es la pena justa o supuestamente “útil”, es la producción de deliberado sufrimiento por parte del estado en el marco del encierro carcelario. Cínicamente, en la Argentina el castigo se oculta, como se oculta la misma acción de castigar. Con ello se encubre a los castigadores, esto es, a los verdugos. Se los esconde como si el despliegue de violencias sobre determinados sectores desde las fuerzas de seguridad y custodia del orden dominante, fuera sólo una práctica del Medioevo. Sabemos que la destrucción del otro, con los métodos más violentos, degradantes y devastadores forman parte de la acción humana en el marco del ejercicio de poder a lo largo de los siglos. Pero esa barbarie de dolor y muerte que en el pasado se exhibía por doquier de manera ejemplarizadora, a fin de disuadir la oposición a la autocracia, en la modernidad se oculta debajo de la neutralidad de la “pena” con la más canallesca hipocresía. 

Ejemplo de crueldad resulta el hambre más o menos permanente que hacen padecer a miles de presos, por escasa comida y el estado de putrefacción de la misma, incluyendo gusanos y cucarachas y su olor nauseabundo. Este alimento provoca la aparición de diarreas, vómitos, granos y forúnculos. El malestar físico se acumula con heridas, hematomas e infecciones provocados por la dura vida carcelaria y el maltrato sistemático de los guardianes, sumados a la falta de asistencia a los problemas de salud con la complicidad del cuerpo médico carcelario. Golpizas, requisas violentas con palizas indiscriminadas, que incluyen robo de pertenencias, de cigarrillos, de ropa, destrozos de las escasas pertenencias, y peor aún, de cartas y fotos familiares: robo, despojo a presos y presas pobres. Requisas que hacen desnudar y pasar dos o tres horas en los patios, a la intemperie con temperaturas bajo cero. Aislar, días y días, con o sin sanción, como régimen de pabellón, como tránsito o como depósito. Encierro en las celdas, aislados, con botellas de orina y materia fecal en bolsas o en papeles, días y días, sin abrir las puertas, sin dejar limpiar, sin dejar bañarse, sin darles comida. A veces sanciones individuales, otras, regímenes de sectorización o sanciones informales colectivas. En ningún reglamento se autoriza como correctivo que una persona detenida conviva con su materia fecal, su orina y hasta incluso con las de otros, por días y días, no se alimente y cuando lo haga, deba usar sus manos porque no le dan utensilios (frecuentemente la autolesión resulta la única forma de reclamo). No existe la norma que autorice a los funcionarios penitenciarios a someter a los detenidos a la práctica de conductas animales para sobrevivir. 

Tales tratos crueles, inhumanos y degradantes están definidos como tormentos y torturas por numerosos organismos nacionales e internacionales de derechos humanos, a cuyos tratados, convenciones y protocolos promulgados desde la segunda guerra mundial hasta el presente, el Estado Argentino ha adherido sistemáticamente. Sin embargo, esta barbarie sigue siendo la regla en absolutamente todas las prisiones argentinas, a excepción de aquellas en las que se alojan millonarios y los verdugos y asesinos de la dictadura, para quienes se reservan cortesías que no gozan la mayoría abrumadora de los prisioneros. 

El 10 de diciembre de 2019 asumieron el presidente Alberto Fernández y el Gobernador de la Provincia de Buenos Aires Axel Kiciloff. Rápidamente percibieron que el macrismo les había dejado con la situación carcelaria una bomba de tiempo difícil de desarmar, en especial en la provincia, donde dos tercios de los cincuenta mil detenidos carecen de sentencia, por lo cual en principio tienen derecho a ser excarcelados hasta poseer un fallo definitivo. Un selecto núcleo duro y violento de homicidas, narcotraficantes y ladrones se entremezcla con un océano de rateros, pequeños consumidores de marihuana, chiflados y cuenteros del tío, con quienes los funcionarios de derecha de los últimos años atiborraron despreocupadamente los centros de detención. Si bien la normativa vigente permitiría que el nuevo gobernador decidiese conceder una conmutación de penas a ese chiquitaje, liberando más o menos a una quinta parte para bajar la presión, el ejecutivo provincial prefería que el filtrado fuese realizado de a poco y por decisión del poder judicial. El gobierno pasó un par de meses meditando pausadamente, sin resolver nada, hasta que todo comenzó a estallar. 

El 11 de febrero de 2020 la Organización Mundial de la Salud llamó a un virus que se estaba extendiendo por China “SARS-CoV-2” y al síndrome lo denominó COVID-19. El Coronavirus irrumpió en el escenario. Poco después, algunos asesores del Poder Ejecutivo nacional y de la Provincia de Buenos Aires advirtieron, sin demasiada clarividencia, que en los agujeros infernales que constituían las cárceles argentinas el recién llegado podría hacerse un festín. Sin embargo, todavía nadie hizo nada. 

El 16 de marzo al Procurador de las Provincia de Buenos Aires, Julio Conte Grand, un conservador que se dedicó a abarrotar las cárceles de ese estado de ladrones de gallinas, prostitutas, adolescentes y ancianos en situación de calle y otros peligrosos forajidos, se le prendió la lamparita. Tomó la iniciativa y propuso excarcelar presos dentro de los grupos de riesgo. En una superpoblada cárcel argentina, grupo de riesgo son todos. En seguida las personas más sensatas del oficialismo bonaerense aprovecharon la bolada. Dado que, en principio, el virus puede afectar tanto a los “internos” como al personal penitenciario, el Secretario de la Comisión Provincial de la Memoria Roberto García y otros funcionarios comenzaron a recomendar a los detenidos a que elevaran solicitudes de hábeas corpus a fin de que ese demente intríngulis se definiera a través de excarcelaciones. El sensato Juez de casación Julio Violini, quien participa junto a García de la llamada Mesa de Diálogo con los presos, tomó el toro por las astas y el 8 de abril dictó un fallo haciendo lugar a más de setecientos recursos. Ello bastó para que toda la prensa de derecha, encabezada por Clarín y La Nación, pusiera el grito en el cielo. Aterrorizado por los resultados de su iniciativa, Conte Grand huyó hacia adelante, acusando por radio a Violini de fallar “en un formato inadecuado, unipersonal respecto de una cuestión de naturaleza penal de extrema gravedad”. 

Mientras tanto, el Coronavirus hacía estragos en China, Europa y los Estados Unidos. Acá, con la cuarentena, no tanto. Como las autoridades continuaban meditando, sin hacer nada, los presos empezaron a moverse en la provincia y mil doscientos detenidos comenzaron una huelga de hambre. Motines en las cárceles de Moreno y Florencio Varela terminaron con veinte heridos y un muerto acribillado a escopetazos. El 23 de abril, estalló el motín de Villa Devoto. Mientras el gobierno negociaba a fin de tranquilizar los ánimos, el macrismo duro y los medios de la derecha llamaron a cacerolazos para protestar “contra la liberación de violadores y asesinos”. La clase media se prendió esta vez, y el duelo entre cacerolas y la marcha peronista cundió nuevamente por los barrios porteños. Como expresarse en contra de su propia y reciente iniciativa ya era demasiado, Conte Grand ordenó a su subordinado, el fiscal de cámara Carlos Altube, que apelara con un recurso de queja ante la Corte Suprema provincial, contra los hábeas corpus de Violini, en lugar de hacerlo él mismo. Además declaró que analiza si corresponde denunciar penalmente a fiscales y jueces bonaerenses por haber concedido eventualmente excarcelaciones de presos que no se encontraban dentro del grupo de riesgo por el coronavirus o están condenados por delitos graves. En competencia con los despropósitos del Procurador, el día del Trabajo, la jueza de ejecución penal de Quilmes, Julia Márquez, deliró públicamente en la televisión denunciando que se liberaron 176 violadores, versión estadística respecto de la que balbuceó un desmentido el lunes siguiente. Sin embargo, el campeonato de disparates viene siendo liderado por la aristocrática senadora provincial de Juntos Por el Cambio, Felicitas Beccar Varela, quien el último día de abril denunció que los asesinos, ladrones y violadores que están siendo liberados en número de miles y miles por el kirchnerismo, están siendo encuadrados en grupos de choque para realizar expropiaciones de riqueza por métodos violentos. También se rectificó luego, pero la empeoró cuando reconoció que sí opinaba eso, pero sólo en privado. 

Tanto los resultados de la epidemia de Coronavirus como el forcejeo del gobierno con el ala fascista de la oposición tienen un final abierto por ahora. Al ministro Guzmán se le nota mano blanda con los acreedores internacionales, y algunos conocidos macristas llamaron a la sedición policial el jueves pasado, convocando a los patrulleros de la CABA a adherir con las sirenas al cacerolazo, sin que en Nación nadie acusara recibo. Sin embargo, el gobierno no puede hacerse el distraído: la conjunción del virus y la cloaca carcelaria constituye un explosivo peligroso. Por la televisión, la radio, los diarios, las redes, se destila mucho veneno fascistoide atacando al “garantismo” y la supuesta libertad de violadores y asesinos (los violadores y asesinos son malísimos, pero muy pocos respecto de la multitud infinita del chiquitaje carcelario y de los verdaderos antagonistas de Beccar Varela y compañía: los ladrones). Tanto odio, en boca de gente de clase media baja, amas de casa, taxistas y kioskeros, reflejan una colonización ideológica terrible por parte de la ultraderecha, que lucha por imponer como sentido común la doctrina Chocobar. Es notable la cantidad de personas que piensan para sí, y a veces sostienen en público, que los presos están en la cárcel para que sufran cruelmente, y que no estaría nada mal que el virus aniquilara unos cuantos miles de esos detenidos (si se les garantizara que no los van a contagiar). Por alguna razón no siempre desean ese destino para los ladrones de guante blanco del macrismo o para los dulces ancianitos genocidas. 

La situación en las cárceles argentinas y la tolerancia o ceguera mayoritaria respecto a ella, resulta un indicador fuerte acerca de cuán cerca estamos de la barbarie. No se va a solucionar con la liberación de unos miles de “perejiles”, ancianos, enfermos terminales y madres con chicos; sólo descomprimirá un poco la coyuntura y dará tiempo a que podamos discutir el problema de fondo. Que no es otro que el capitalismo se halla interiorizado en las mayorías de tal modo, que el sufrimiento ajeno resulta invisible o incluso justificado. Una modificación de fondo del sistema que ha edificado, organizado, sostenido y defendido la estructura carcelaria que hoy tenemos, no puede dejar para después la demolición de estas instituciones nauseabundas. Pero eso ya no resulta suficiente. En el capitalismo naciente, en el capitalismo clásico, y en el capitalismo monopólico imperialista, se suponía que las personas libres se encontraban fuera de las cárceles. Sin embargo, actualmente ya no existe un afuera. Controlados por las ubicuas pantallas, perseguidos por drones, creemos ser libres porque al parecer no hay en las inmediaciones un carcelero que nos escupa en la comida, pero eso no es cierto. Hasta agradecemos al robot buchón que persigue a la gente porque gambetea la cuarentena. El estadio senil del capitalismo es un panóptico universal, justo cuando empieza a desaparecer aquello por lo que se roba, una riqueza todavía con valor. 

Pasarán los días y los meses y la pandemia finalizará. Tardaremos en acostumbrarnos de nuevo, pero volveremos a abrazarnos, a besarnos, a hacer el amor, tratando de olvidar los ojos y oídos electrónicos que nos espían hasta en lo que creemos es la oscuridad y el silencio. Sería bueno, sí, que no olvidáramos la tarea que hemos aprendido: la limpieza de los Establos de Augias de las cárceles. 

(") Pedro Cazes Camarero, argentino, farmacéutico, 1945. Magister Scientiae en Metodología de la Investigación Científica y Epistemología. Ex director de "Estrella Roja" (órgano del Ejército Revolucionario del Pueblo- ERP-), "El Combatiente" (órgano del Partido Revolucionario de los Trabajadores - PRT-) y "Crisis". Autor de numerosos artículos y libros, entre ellos "Las Estrategias de la Aurora", de próxima aparición (Ed. Prometeo, Buenos Aires, 2019). Premio "Ramón Carrillo" (2010). Miembro del Encuentro de Profesionales contra la Tortura. Columnista de "Cuadernos de Crisis/Purochamuyo".




martes, 5 de mayo de 2020

CARTA DE UN SER A OTRO, Por Roberto Sutil(") para Vagos y Derecho





Perdona, hermano mío, si te digo
Que ganas de escribirte no he tenido
No sé si es el encierro
No sé si es la comida
O el tiempo que ya llevo
En esta vida…



Lo cierto es que la vida se ha modificado

que valor ha tomado otro sentido,

que muchos viajan sonámbulos;

extraviados y perdidos.



Las calles derrochan silencios humanos.

Los cuerpos regresan y vuelve un sujeto.

El capitalismo llora su ausencia subjetivante.

Y en la agonía el ser se escabulle del gueto.



El tiempo capital se corroe,

el tiempo vital aparece,

la apercepción de la percepción

conduce la cuna de sueños y nos mece.



La muerte patrulla constante cargada de datos y números.

Cruzamos miradas y entre esfuerzos y esmeros,

no oculto mi miedo, ante enemigo invisible,

enfrento el presente, ya habrá razón para futuro imprevisible.



Retorna el pasado en salsas de horas,

se llena el ambiente de olores de antaño

invaden recuerdos, memoria, anectodas de años,

aveces con risas y otras con llanto.



Hay algo, sin embargo
Que noto entre la gente
Parece que miraran diferente.…



Ayer te encontré descansando a mi lado

te dije -has vuelto en abril-

como era esperado.

De resucitar viene este aprendizaje heredado.



Partimos el pan y tomamos el vino,

-nadie se salva solo-

lo dijiste muy suave

y señalaste el camino.



Me acorde de Francisco, el de acá y el de antes,

y me invadió un reproche…

¡Cuánto tardaste!

Me quedé en silencio y por ello lo notaste.



Te miro marcharte sabiendo que estás,

teniendo certezas que si te llamo vendrás.

Acuesto a mis niños -un cuento saldrá-.

Descansen les digo - el sol- muy pronto estará.



Roberto J. Sutil


Abogado, autor de varios poemas inéditos, que en su origen se remontan hasta su infancia donde su participación en el grupo de teatro G.I.D.I. de la ciudad de Lincoln, de donde es oriundo, lo condujo a transitar por la escritura para poner en palabras el anónimo aroma de los sin voces. Junto a su búsqueda teatral en aquel grupo  como sus cursos en teatro Rambla de La Plata, ciudad en la que reside, lo literario fue movilizando cada uno de los actos del devenir histórico.