martes, 26 de febrero de 2019

LA DISCRIMINACIÓN DE LOS AFRODESCENDIENTES CONTINÚA, Por Leonardo Boff


Una consecuencia de la campaña electoral de 2018, antidemocrática y marcada por un sinnúmero de fake news (falsas noticias), fue el fortalecimiento del racismo ya existente contra indígenas, quilombolas,, y particularmente contra negros y negras. Según el último censo, el 55,4% se declararon pardos o negros. Es decir, después de Kenia somos la mayor nación negra del mundo. La mayoría tiene en su sangre la herencia africana. Además, todos, blancos, negros, amarillos y otros, somos africanos, pues fue en África donde irrumpió el proceso de la antropogénesis hace millones de años.

Como nuestra historia ha sido escrita por manos blancas, muchos historiadores intentaron suavizar la esclavitud. El hecho es que la esclavitud deshumanizó a todos, señores y esclavos. Ambos vivieron la esclavitud en un permanente síndrome de miedo, de revueltas, de envenenamientos, de asesinatos de patrones, de hijos, de asaltos a sus mujeres. Los señores, para contener a los negros y aplicar la violencia contra ellos, tuvieron que reprimir su sentido de humanidad y de compasión. Por eso, las clases dominantes, herederas del orden esclavista, viven hasta hoy llenas de prejuicios de que los negros, los mulatos deben ser tratados con violencia y dureza. Son considerados perezosos cuando, en realidad, ellos fueron los que construyeron nuestras iglesias y edificios coloniales.

Los esclavos eran casi siempre mucho más numerosos que los blancos. En Salvador y en la capitanía de Sergipe, hacia 1824 eran 666 mil esclavos y 192 mil blancos libres (Clovis Moura, Sociología del negro, 1988, p. 232). En 1818, el 50,6% de la población brasilera era de negros esclavos (Beozzo, Iglesia y esclavitud, 1980, p. 259). Y actualmente como acabamos de mencionar son el 55,4% de la población.

La esclavitud deshumanizó mucho más a los negros. Darcy Ribeiro, en su extraordinario libro El pueblo brasileño (1995) resume bien la condición esclava:

Sin amor de nadie, sin familia, sin sexo que no fuese la masturbación, sin ninguna identificación posible con nadie –su capataz podía ser un negro, sus compañeros de infortunio, unos enemigos–, malvestido y sucio, feo y apestoso, llagado y enfermo, sin ningún gozo u orgullo del cuerpo, vivía su rutina: sufrir todos los días el castigo de los latigazos sueltos, para trabajar atento y tenso. Semanalmente venía un castigo preventivo, pedagógico, para no pensar en la fuga, y, cuando llamaba la atención, recaía sobre él un castigo ejemplar, en forma de mutilación de dedos, perforación de los senos, quemaduras con tizón, todos los dientes rotos concienzudamente, o de azotes en la picota, trescientos latigazos de una vez para matar, o cincuenta latigazos diarios para sobrevivir. Si huía y era capturado, podía ser marcado con hierro, o quemado vivo en días de agonía en la boca del horno, o arrojado de una vez dentro de él para arder como leña oleosa (p. 119-120).
Leonardo Boff

A causa de este tipo de violencia, los esclavos internalizaron dentro de sí al opresor. Para sobrevivir, tuvieron que asumir la religión, las costumbres y la lengua de sus opresores. Desarrollaron la estrategia del “jeitinho” (del acomodarse con astucia) para nunca decir no y al mismo tiempo poder alcanzar el objetivo que de otra forma jamás alcanzarían.

Pero hace ya mucho tiempo surgió una fuerte conciencia de la negritud, con la determinación de rescatar su identidad, su religión y su forma de estar en el mundo. Se trata de establecer el sujeto de la liberación de las negras y los negros contra su inserción forzada en la inicua historia de la barbarie blanca.

La historia contada por la mano negra no es una historia contra el blanco; es una historia propia, que no se confunde con la historia de los opresores y esclavócratas, aunque esté ligada dialécticamente a ella. Y está recorriendo su curso libremente.

La abolición de los esclavos en 1888 no significó la abolición de la mentalidad esclavócrata, presente en la cultura dominante, que sigue manteniendo a centenares de trabajadores con una relación análoga a la de los esclavos. En enero de 2019 había 204 empresarios cometiendo ese crimen. Basta leer la reciente obra distribuida en 2019 Estudios sobre las formas contemporáneas de trabajo esclavo (Maud) en la que colaboraron cuarenta y cuatro investigadores, cubriendo gran parte del área nacional, organizada, junto con otros, por el conocido especialista, Ricardo Rezende Figueira. La impresión final es estremecedora.

¿Cómo puede existir todavía hoy la pérfida inhumanidad de seres humanos esclavizando a otros seres humanos?

Fuente: http://www.servicioskoinonia.org/boff/articulo.php?num=922

martes, 19 de febrero de 2019

EL GOBIERNO BOLSONARO Y EL SÍNODO PANAMAZÓNICO, Por Frei Betto

El noticiero de esta semana informó que la Agencia Brasileña de Inteligencia (ABIN) espía a los cardenales brasileños, y que le ha transmitido al gobierno información sobre sus recientes encuentros en el Vaticano con el papa Francisco, para preparar el Sínodo (del griego “caminar juntos”) sobre la Amazonia, que se reunirá en octubre en Roma.

“Estamos preocupados y queremos neutralizarlo”, declaró el general Augusto Heleno. Eso recuerda la famosa pregunta de Stalin durante la Segunda Gran Guerra: “¿Cuántas divisiones tiene el Vaticano?”

Según el Documento Preparatorio del Sínodo, en la Amazonia predomina la “cultura del descarte” que, sumada a la mentalidad extractivista, convierte al planeta en un basurero. “La Amazonia, región con una rica biodiversidad, es multiétnica, pluricultural y plurirreligiosa, un espejo de toda la humanidad que, en defensa de la vida, exige cambios estructurales y personales de todos los seres humanos, los Estados y la Iglesia” (…) “Es de vital importancia escuchar a los pueblos indígenas y a todas las comunidades que viven en la Amazonia, que son los primeros interlocutores de este Sínodo”.

La Iglesia denuncia situaciones de injusticia en la región, como el neocolonialismo de las industrias extractivistas, los proyectos de infraestructura que destruyen la biodiversidad y la imposición de modelos culturales y económicos ajenos a la vida de los pueblos.

En los nueve países que componen la Panamazonia (Brasil, Bolivia, Colombia, Ecuador, Guyana, Perú, Surinam, Venezuela, y la Guayana Francesa, territorio de ultramar) se registra la presencia de tres millones de indígenas pertenecientes a un total de 390 pueblos. También viven en ese territorio entre 110 y 130 “Pueblos Indígenas en Situación de Aislamiento Voluntario”.

La cuenca amazónica constituye una de las mayores reservas de biodiversidad (entre 30% y 50% de la flora y la fauna del mundo) y agua dulce (20% del agua dulce no congelada del planeta); y posee más de un tercio de los bosques vírgenes.

Según los obispos, “el crecimiento desmedido de las actividades agropecuarias, extractivistas y madereras en la Amazonia no solo ha afectado la riqueza ecológica de la región, sus bosques y sus aguas, sino que también ha empobrecido su riqueza social y cultural, al forzar un desarrollo urbano no integral ni inclusivo de la cuenca amazónica.”

Lamentablemente, “todavía hoy existen restos del proyecto colonizador que dio pie a la inferiorización y la demonización de las culturas indígenas. Esos vestigios debilitan las estructuras sociales indígenas y permiten el desprecio de sus saberes intelectuales y sus medios de expresión”.

El papa Francisco afirmó en Puerto Maldonado, Perú, en enero de 2018: “Probablemente, los pueblos originarios amazónicos nunca estuvieron tan amenazados en sus territorios como lo están ahora”.

El pontífice denunció ese modelo de desarrollo asfixiante, con su obsesión por el consumo y sus ídolos: el dinero y el poder. Se imponen nuevos colonialismos ideológicos, disfrazados con el mito del progreso, que destruyen las identidades culturales propias de esos pueblos. Francisco llama a la defensa de esas culturas y a la apropiación de su herencia, que es portadora de una sabiduría ancestral. Esa herencia propone una relación armoniosa entre la naturaleza y el Creador, y expresa con claridad que “la defensa de la tierra no tiene más finalidad que la defensa de la vida”.

Hoy, el grito de la Amazonia al Creador es semejante al grito del Pueblo de Dios en Egipto (cf Éxodo 3,7). Es un grito desde la esclavitud y el desamparo, que clama por libertad y porque Dios lo escuche. Un grito que pide la presencia de Dios, especialmente cuando los pueblos amazónicos, al defender sus tierras, ven criminalizada su protesta, tanto por parte de las autoridades como de la opinión pública.



Frei Betto es autor, entre otros libros, de A obra do artista: uma visão holística do Universo (José Olympio).

www.freibetto.org/> twitter:@freibetto.

Traducción de Esther Perez

Copyright 2019 – Frei Betto - 


QUIÉN ES FREI BETTO

El escritor brasileño Frei Betto es un fraile dominico. conocido internacionalmente como teólogo de la liberación. Autor de 60 libros de diversos géneros literarios -novela, ensayo, policíaco, memorias, infantiles y juveniles, y de tema religioso en dos acasiones- en 1985 y en el 2005 fue premiado con el Jabuti, el premio literario más importante del país. En 1986 fue elegido Intelectual del Año por la Unión Brasileña de Escritores. 

Asesor de movimientos sociales, de las Comunidades Eclesiales de Base y el Movimiento de Trabajadores Rurales sin Tierra, participa activamente en la vida política del Brasil en los últimos 50 años.