viernes, 23 de octubre de 2020

FRAGMENTO DE UN INTERROGATORIO POR Claudio Javier Castelli




…Mire escribí ese libro aquejado por las noches, los amoríos, los desengaños, las drogas y el alcohol.


-¿Pero no se arrepiente Ud. de haber escrito ese libro?


-¿Por qué habría de arrepentirme? ¿Qué hay en aquello por lo cual un hombre debe arrepentirse de un libro? Me arrepiento, a veces, de ser cruel, de llenarme de ira. Sabe perdí muchas cosas con la bronca y el primer impulso.


-¿Pero no se arrepiente de haber consumido drogas?


-Bueno sí. No las podía dejar. Era una época extraña en mi vida y en el país. No le echo la culpa a la época. Pero… son cosas que pasaron.


-¿Pero Ud. pudo evitar publicar el libro 23 años después? ¿No lo deja muy desnudo ante el mundo?


-¿Desnudos? Desnudos estamos todos los días de nuestra vida ante los demás. ¿Quién habría de preocuparse?


-¿Y su Dios?


-Ud. se refiere al Dios cristiano por supuesto. Mi Dios es inmensamente misericorde. Por ejemplo lo disculpa a Ud. de este interrogatorio.


-Yo no creo en nada. Sólo respeto la autoridad que me envía a este interrogatorio. Son las reglas del sumario. Hay varios poemas en ese libro donde Ud. no es claro de lo que quiere decir.


-La claridad son las mañanas, el amanecer, el día después. Se disipan los fantasmas, las alegorías, la inquebrantable noche. Y aparecen las voces reales. Aun así sigue la vigilia. Igual te puede sorprender un contraluz, un solaz, una página en blanco, una canción, los ojos de tu mujer, la irreparable eternidad.

No entiendo este interrogatorio. Nadie lee poesía. Sin embargo la poesía nos acecha a cada segundo de todos los mortales, sólo basta abrir los ojos.


-Ocurre que Ud. quebrantó la ley de su Dios.


En el cristianismo no hay leyes. Dios es una experiencia sin esa experiencia de nada sirven los ritos y artificios. “La voz de Dios habla en cualquier lugar”. Aun en el vacío profundo, en la desolación más acendrada, en la rutina más perenne: nos habla. Es como la poesía. Hay que abrir los ojos nada más.


-¿Pero Ud. se dice hegeliano y Hegel era ateo?


-Esa es una leyenda que inventó la URSS y el marxismo occidental, sobre todo Kojeve, que influyó tanto en el marxismo existencialista francés y se difundió por estos lares. Nadie que haya leído a Hegel en profundidad puede decir eso.

Lo que pasa, como dice Xavier Zubiri, Hegel une al cristianismo con los griegos en el concepto de espíritu, lo remonta a la antigüedad y lo trae ante nosotros. ¿No hizo lo mismo San Pablo? Tan importante en Lutero y el luteranismo de Hegel.


-Pero Ud. es un místico ¿qué tiene que ver con tanto racionalismo que hay en Hegel?


-Me hizo acordar a un poema de Gaspar Nuñez de Arce:

(cito de memoria) “La razón tanto se encumbra

tan locamente camina,

que ya no es luz que ilumina

sino hoguera que deslumbra

al horror nos acostumbra

alzarse ante Dios desea

con el inextinguible anhelo

de derribarlo del cielo”.



Eso se creía en el siglo XIX. Ya nadie cree eso.

Ser místico es experimentar a Dios

como se experimenta la poesía.


-Ud. es peronista. Sabe que divide la sociedad.


-El peronismo es una tremenda nostalgia del Dios cristiano. Es un sueño que encanta nuestras mañanas. Vivía en la pluma de Moreno y de Sarmiento. En los deseos de Rosas, en el destino de Ricardo López Jordán y de Facundo Quiroga. En la ilusión de Pellegrini, en el alma de Yrigoyen, en la patria y universalismo de Jorge Luis Borges. El peronismo no hizo más que sintetizar, asumir (Aufheben) esa historia. Es una realidad que nos acecha como Dios y la poesía. No es que divide a la sociedad es que muchos se alejan del bien común.

¿A qué se deben todas estas preguntas? Estábamos hablando del libro.


-Su libro no es que perjudique a nadie. Pero nosotros, los guardianes, nos inquietamos aunque no venda un solo ejemplar.


-Dígame ¿soy libre?


-No, está condenado…


Hasta aquí el fragmento encontrado en un templo evangélico de la calle Lacarra, en Mataderos. Lo descubrió un hermano en la biblioteca dentro de un libro de Teología Sistemática, y se lo acercó al Pastor, quien no pudo determinar a qué concretamente se refería. Hacía mucho tiempo que no se realizaba ese tipo de Juicios, “cuya semejanza –esto lo introduce el lector- con la inquisición medieval católica no es mucha”. Otro hermano mentó a Calvino y el juicio de Servet.

El pastor le preguntó a pastores jubilados de ese templo y de la iglesia si sabían de ese fragmento, ninguno pudo barruntar nada.

Finalmente lo guardó en el mismo libro de la misma biblioteca de donde lo tomé y siempre lo llevo conmigo…inclusive los guardia cárceles me lo dejaron tener entre mis petates.

Frecuentemente lo leo en soledad, junto a la ventana, cuyos barrotes, no muy contiguos, permiten que entre un rayo de luz…

Octubre de 2020.