jueves, 22 de febrero de 2018

LAS ESCRITURAS PATRIARCALES HABLAN DE LO FEMENINO, Por Leonardo Boff


En sus líneas básicas hay que reconocer que la tradición espiritual judeocristiana se expresa predominantemente en código patriarcal. El Dios del Primer Testamento (AT) es vivido como el Dios de los Padres, Abraham, Isaac y Jacob, y no como el Dios de Sara, de Rebeca y de Miriam. En el Segundo Testamento (NT), Dios es Padre de un Hijo único que se encarnó en la virgen María, sobre la cual el Espíritu Santo estableció una morada definitiva, cosa a la que la teología nunca dio especial atención, porque significa la asunción de María por el Espíritu Santo y de esta forma la coloca en el lado de lo Divino. Por eso se profesa que es Madre de Dios.

La Iglesia que se derivó de la herencia de Jesús está dirigida exclusivamente por varones que detentan todos los medios de producción simbólica. La mujer durante siglos ha sido considerada como persona no-jurídica y hasta el día de hoy es excluida sistemáticamente de todas las decisiones del poder religioso. Una mujer puede ser madre de un sacerdote, de un obispo y hasta de un Papa, pero nunca podrá acceder a funciones sacerdotales. El varón, en la figura de Jesús de Nazaret, fue divinizado, mientras la mujer se mantiene, según la teología común, como simple creatura, aunque en el caso de María haya sido Madre de Dios.

A pesar de toda esta concentración masculina y patriarcal, hay un texto del Génesis verdaderamente revolucionario, pues afirma la igualdad de los sexos y su origen divino. Se trata del relato sacerdotal (Priestercodex, escrito hacia el siglo VI-V a.C.). Ahí el autor afirma de forma contundente: “Dios creó la humanidad (Adam, en hebreo, que significa los hijos e hijas de la Tierra, derivado de adamah: tierra fértil) a su imagen y semejanza; varón y mujer los creó”(Gn 1,27).

Como se deduce, aquí se afirma la igualdad fundamental de los sexos. Ambos anclan su origen en Dios mismo. Este sólo puede ser conocido por la vía de la mujer y por la vía del varón. Cualquier reducción de este equilibrio, distorsiona nuestro acceso a Dios y desnaturaliza nuestro conocimiento del ser humano, varón y mujer.

En el Segundo Testamento (NT) encontramos en San Pablo la formulación de la igual dignidad de los sexos: “no hay hombre ni mujer, pues todos son uno en Cristo Jesús” (Gl 3,28). En otro lugar dice claramente: “en Cristo no hay mujer sin varón ni varón sin mujer; como es verdad que la mujer procede del varón, también es verdad que el varón procede de la mujer y todo viene de Dios” (1Cor 11,12).

Además de esto, la mujer no dejó de aparecer activamente en los textos fundacionales. No podía ser diferente, pues siendo lo femenino estructural, siempre emerge de una u otra forma. Así, en la historia de Israel, surgieron mujeres políticamente activas, como Miriam, Ester, Judit, Débora, o anti-heroínas como Dalila y Jezabel. Ana, Sara y Ruth serán siempre recordadas y honradas por el pueblo. Es inigualable el idilio, en un lenguaje altamente erótico, que rodea el amor entre el varón y la mujer en el libro del Cantar de los Cantares.

A partir del siglo tercero a.C. la teología judaica elaboró una reflexión sobre la graciosidad de la creación y la elección del pueblo en la figura femenina de la divina Sofía (Sabiduría; cf. todo el libro de la Sabiduría y los diez primeros capítulos del libro de los Proverbios). Lo expresó bien la conocida teóloga feminista E. S. Fiorenza: “la divina Sofía es el Dios de Israel con figura de diosa” (Los orígenes cristianos a partir de la mujer, San Paulo 1992, p. 167).

Pero lo que penetró en el imaginario colectivo de la humanidad de forma devastadora fue el relato antifeminista de la creación de Eva (Gn 2, 21-25) y de la caída original (Gn 3,1-19). Literariamente el texto es tardío (en torno al año 1000 o 900 a.C). Según este relato la mujer es formada de la costilla de Adán que, al verla, exclama: “He aquí los huesos de mis huesos, la carne de mi carne; se llamará varona (ishá) porque fue sacada del varón (ish); por eso el varón dejará a su padre y a su madre para unirse a su varona, y los dos serán una sola carne” (Gn 2,23-25). El sentido originario buscaba mostrar la unidad varón/mujer (ish-ishá) y fundamentar la monogamia. Sin embargo, esta comprensión, que en sí debería evitar la discriminación de la mujer, acabó por reforzarla. La anterioridad de Adán y la formación a partir de su costilla fue interpretada como superioridad masculina.

El relato de la caída aún es más contundentemente antifeminista: “Vio, pues, la mujer que el fruto de aquel árbol era bueno para comer... tomó del fruto y lo comió; se lo dio a su marido que también comió; inmediatamente se les abrieron los ojos y se dieron cuenta de que estaban desnudos” (Gn 3,6-7). El relato quiere mostrar etiológicamente que el mal está del lado de la humanidad y no de Dios, pero articula esa idea de tal forma que revela el antifeminismo de la cultura vigente en aquel tiempo. En el fondo interpreta a la mujer como sexo débil, por eso ella cayó y sedujo al varón. De aquí la razón de su sumisión histórica, ahora teológicamente (ideológicamente) justificada: “estarás bajo el poder de tu marido y él te dominará” (Gn 3,16). Para la cultura patriarcal Eva será la gran seductora, la fuente del mal. En el próximo artículo veremos cómo esta narrativa machista deformó una anterior, feminista, para reforzar la supremacía del varón.

Jesús inaugura otro tipo de relación con la mujer, lo veremos también próximamente.

viernes, 16 de febrero de 2018

LO FEMENINO FUE PRIMERO, Por Leonardo Boff



El presente texto quiere ser una pequeña contribución al debate sobre lo femenino, tan distorsionado por la cultura patriarcal dominante. De salida ya afirmamos: lo femenino fue primero. Veamos cómo surgió en el proceso de la sexogénesis. Varias son las etapas.

La vida ya existe en la tierra hace 3.800 millones de años. El antepasado común de todos los vivientes fue probablemente una bacteria unicelular sin núcleo que se multiplicaba espantosamente por división interna. Esto duró cerca de mil millones de años.

Hace dos mil millones de años, surgió una célula con membrana y dos núcleos, dentro de los cuales se encontraban los cromosomas. En ella se identifica el origen del sexo. Cuando ocurría el intercambio de núcleos entre dos células binucleadas, se generaba un solo núcleo con los cromosomas en pares. Antes, las células se subdividían; ahora se da el intercambio entre dos diferentes con sus núcleos. La célula se reproduce sexualmente a partir del encuentro con otra célula. Se revela así la simbiosis –composición de diferentes elementos– que, junto con la selección natural, representa la fuerza más importante de la evolución. Este hecho tiene consecuencias filosóficas: la vida está hecha más de intercambios, de cooperación y simbiosis, que de la lucha competitiva por la supervivencia.

En los dos primeros mil millones de años, en los océanos de donde irrumpió la vida, no había órganos sexuales específicos. Existía una existencia femenina generalizada que, en el gran útero de los océanos, lagos y ríos, generaba vidas. En ese sentido podemos decir que el principio femenino es el primero y el originario.

Sólo cuando los seres vivos dejaron el mar, lentamente surgió el pene, algo masculino, que tocando la célula pasaba a ella parte de su ADN, donde están los genes.

Con la aparición de los vertebrados hace 370 millones de años con los reptiles, éstos crearon el huevo amniótico lleno de nutrientes y consolidaron la vida en tierra firme. Con la aparición de los mamíferos hace unos 125 millones de años ya surgió una sexualidad definida de macho y hembra. Entonces emerge el cuidado, el amor y la protección de la cría. Hace 70 millones de años apareció nuestro ancestral mamífero que vivía en la copa de los árboles, alimentándose de brotes y de flores. Con la desaparición de los dinosaurios hace 67 millones de años, pudieron ganar el suelo y desarrollarse llegando a los días de hoy.

Está también el sexo genético-celular humano que presenta el siguiente cuadro: la mujer se caracteriza por 22 pares de cromosomas somáticos más dos cromosomas X (XX). El hombre posee también 22 pares, pero con sólo un cromosoma X y otro Y (XY). De ahí se desprende que el sexo-base es femenino (XX) siendo que el masculino (XY) representa una derivación de él por un solo cromosoma (Y). Por lo tanto, no hay un sexo absoluto, sólo un dominante. En cada uno de nosotros, hombres y mujeres, existe "un segundo sexo".

Todavía en referencia al sexo genital-gonadal, es importante darse cuenta de que, en las primeras semanas, el embrión se presenta andrógino, o sea, posee ambas posibilidades sexuales, femenina y masculina. En términos de sexo genital-gonadal podemos decir: el camino feminino es primordial. A partir de la octava semana, si un cromosoma masculino Y penetra en el óvulo femenino, la definición sexual será masculina, mediante la hormona andrógina. Si no ocurre nada, prevalecerá la base común, femenina. A partir de lo femenino se da la diferenciación, lo que desautoriza el fantasioso "principio de Adán". La ruta de lo masculino es una modificación de la matriz femenina, por medio de la secreción de andrógeno por los testículos.

Por último, está el sexo hormonal. Todas las glándulas sexuales en el hombre y en la mujer son comandadas por la hipófisis, sexualmente neutra y por el hipotálamo que es sexuado. Estas glándulas secretan en el hombre y en la mujer las dos hormonas: el andrógino (masculino) y el estrógeno (femenino). Son responsables de las características secundarias de la sexualidad. La predominancia de una u otra hormona, producirá una configuración y un comportamiento con características femeninas o masculinas. Si en el hombre hay una impregnación mayor del estrógeno, tendrá algunos rasgos femeninos; el mismo se da con la mujer con referencia al andrógeno.

Es importante señalar que la sexualidad tiene una dimensión ontológica. El ser humano no «tiene» sexo. «Es» sexuado en todas sus dimensiones, corporales, mentales y espirituales. Hasta la emergencia de la sexualidad el mundo es de los mismos y de los idénticos. Con la sexualidad emerge la diferenciación por el intercambio entre diferentes. Son diferentes para poder interrelacionarse y establecer lazos de convivencia. Es lo que ocurre con la sexualidad humana: cada uno, además de la fuerza instintiva que siente en sí, siente también la necesidad de canalizar y sublimar tal fuerza. Quiere amar y ser amado, no por imposición sino por libertad. La sexualidad desemboca en el amor, la fuerza más poderosa "que mueve el cielo y las estrellas" (Dante) y también nuestros corazones. Es la suprema realización que el ser humano puede anhelar. Pero quedémonos con esto: lo femenino fue primero y es básico.

Fuente: http://www.servicioskoinonia.org/boff/articulo.php?num=872







miércoles, 7 de febrero de 2018

DE AQUÍ A 100 AÑOS, Por Frei Betto



      De aquí a cien años ya no seré. El puñado de cenizas que haya quedado de la cremación estará integrado al útero fértil de la tierra. De mi obra tal vez figuren, en un catálogo literario, solo uno o dos libros. En los archivos de un convento, un fraile curioso se enterará de que un día lo precedí en las sendas de Santo Domingo.


      La idea de la inmortalidad es un fardo ridículo de vanidad póstuma. ¿Importan los aplausos después de que los actores dejan el escenario? La notoriedad no me halaga. Como soy minero, me cuadra la discreción, poder pararme anónimo en una esquina.


      Me bastan las letras que me desnudan frente al lector y la fe de que me aguarda un fin infinito. Quiero el regazo de Dios. Nada más.


      Ahora soy uno entre más de 7 mil millones. ¿Cómo cabe tanta pretensión en tan diminuta pequeñez? ¿Por qué se hinche el corazón de ambiciones? ¿Para que la impaciencia insana, la carrera contra el reloj, la irrefrenable gula frente al mundo circundante?


      Cierro los ojos para ver mejor. La meditación me devuelve al Otro que no soy yo y que, sin embargo, es el fundamento de mi verdadera identidad. Eso renueva mi oxígeno espiritual. Remueve el cantero que llevo en lo más íntimo de mí, siempre a la espera de la inefable simiente divina. Porque el verdadero amor es siempre (e)t(i)erno.


      De aquí a 100 años habrá sido inútil toda mi prisa. Esa voracidad del alma será solo un definitivo silencio en el tiempo. Estaré enmudecido por el olvido. No recogeré flores de primavera, ni oiré el sonido de la flauta en mis mañanas de oración. Transmutado en el ciclo implacable de la naturaleza, seré lo que ya fui: multitud de bacterias, humus de un tallo que brota, alimento de un reptil.


      Tengo 13 700 millones de años. Sé que, como toda materia, comulgo con la perenne transustanciación de todas las cosas creadas. Existo, coexisto y subsisto en el Universo.


      Dentro de pocos años me tragará el ritmo de la entropía. Mis células se condensarán en moléculas integradas al baile alquímico de la evolución. De nuevo, seré uno con todo, como el océano, que es el resultado de la interacción de gotas de agua.


      Esa certeza me salva de ansiedades. Vuelvo a mí mismo, a lo recóndito del espíritu, atento a la delicadeza de la vida. Todo es liturgia, basta tener ojos para creer: el pan sobre la mesa, el agua vertida en el vaso, la ventana batida por el viento, la rueda de piedra del amolador de cuchillos, la luz de la vela que se consume junto al sagrario, el olor dulce del mango, el misterio del momento exacto cuando me secuestra el sueño, el grito alegre de un niño al cortar una flor en lo que reste de jardín de aquí a 100 años.


      Lo mejor de la existencia son las cuentas de su collar, los diminutos abalorios que forman bellos diseños, los pedazos de vidrio coloreado. La búsqueda de la utopía, la conversación inconsútil con los amigos, la lengua perfumada por el vino, los salmos recitados con la cadencia gregoriana, la siesta del domingo, el gesto de cariño, el cuidado solidario.


      De aquí a 100 años el mundo estará, como siempre, entregado a sí mismo, pero sin el concurso de mis ambiciones, pretensiones e inquietudes.


      Meditar sobre el futuro lejano me tranquiliza. Me impregna de algo muy importante: un profundo sentimiento de falta de importancia.

Frei Betto es autor, entre otros libros de A Obra do Artista – uma visão holística do Universo (José Olympio).

Traducción de Esther Perez

Copyright 2017 – Frei Betto -  
QUIÉN ES FREI BETTO

El escritor brasileño Frei Betto es un fraile dominico. conocido internacionalmente como teólogo de la liberación. Autor de 60 libros de diversos géneros literarios -novela, ensayo, policíaco,  memorias, infantiles y juveniles, y de tema religioso en dos acasiones- en 1985 y en el 2005 fue premiado con el Jabuti, el premio literario más importante del país. En 1986 fue elegido Intelectual del Año por la Unión Brasileña de Escritores. 

Asesor de movimientos sociales, de las Comunidades Eclesiales de Base y el Movimiento de Trabajadores Rurales sin Tierra, participa activamente en la vida política del Brasil en los últimos 50 años.

viernes, 2 de febrero de 2018

ZIZEK, HEGEL, LACAN: COINCIDENCIAS Y DIFERENCIAS, Por Jorge Alemán

Obertura del Editor: 

Anoche después de regresar del Taller literario de los jueves –se pide perdón por el ocio creativo, pero es la forma de resistir y sobrevivir a los crápulas macristas que gobiernan- se leyó el artículo de Jorge Alemán, en el suplemento de psicología de Página12, sobre Zizek, Hegel, y Lacán, que se publica aquí. El artículo es extremadamente complejo y erudito. Denota un combate entre "almas puras" por la propia pureza de la interpretación, lacaniana de Zizek, lacaniana de Alemán. Es un poco mucho. En el medio está el "amor puro": Georg Wilhelm Friedrich Hegel, a quién panlogizan y totalizan como sistema cerrado. ¡Ay, Dios, lo que hay que escuchar! Dice el editor que algo de eso hay pero no le gusta que lo digan. Sólo lo puede evaluar con la propia almohada. Él también tiene su "amor puro": la metafísica hegeliana; pero el "amor puro" es traicionero, no nos devuelve el filósofo que pensamos sino al que apenas llegamos a interpretar. Lo mismo da para Alemán y Zizek, y hay que dejar en este terreno: el círculo, la línea, el fragmento, el balbuceo como lecturas posibles. Pareciera que Alemán no quiere esa forma finita de interpretar sino la pureza de interpretación y acude a un anti filósofo, Kierkegaard, para provocar un salto a lo alógico, a la fe, a lo que no tiene mediación, a lo no sistemático. Para el editor era posible hacerlo con Hegel, entonces la lectura de Zizek no aparece errada sino una interpretación posible. Amor puro es a Dios, a sí mismo, y a los hijos cuando no hay conflicto de intereses. Se dejan entrever conflictos de intereses entre los intérpretes, incluido el editor quién aprovecha esta obertura para sugerir una alegoría: se han derrumbado todos los mitos (¿se han derrumbado todos los mitos?) inclusive el conceptual hegeliano. Éste puso en el lugar de Dios la especulación dialéctica conceptual, pero al menos receptaba todo el legado greco-latino y medieval, era una historia viviente al decir de Jacques D’Hondt. Desde Kierkegaard, Nietzsche, y Heidegger, el "amor puro" es la vivencia estética. El problema que esa vivencia estética degeneró en “emoción primitiva colonizada” por influjo de los medios de comunicación dominantes. Tanto la historia viviente, la especulación del concepto, la vivencia estética eran y son blasones para resistir el neoliberalismo inclusive para construir otro mundo en su lugar. La “emoción primitiva colonizada” apenas si puede jugar con el capricho inmediato y nada puede decirnos de otro mundo más justo.

Ahora sí el excelente artículo de Jorge Alemán. 

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1. El amigo Zizek últimamente ha realizado excelentes puntuaciones sobre su Hegel absolutamente pasado por la criba lacaniana. Pero presenta un error de lectura con respecto a Lacan, afirma que Lacan confunde la figura hegeliana del “alma bella” con la de “la ley del corazón”. Precisamente en un antiguo texto mío, Lacan en el debate posmoderno, me ocupé de esa diferencia entre las figuras hegelianas siguiendo las estrictas observaciones de Lacan. El alma bella critica al mundo desentendiéndose de la implicación que ella misma tiene con aquello que denuncia. Su crítica finalmente sostiene al mundo que pretende denunciar. Lacan ilustra con esta figura la posición de la histeria y se podría añadir de algunos sectores de la izquierda. En cambio, en la Ley del corazón se trata de una certeza particular en la locura del rebelde, que le hace captar al mundo como prosaico y fallido y por tanto merecedor de su destrucción. La ley del corazón intenta que su certeza inmediata y particular se vuelva sin mediación alguna ley universal. De allí que Lacan la emplee para la figura del loco que al querer imponer su Ley recibe los “contragolpes del mundo”. Aquí se trataría de la certeza del “loco” y del rebelde distinto del revolucionario. Zizek le imputa a Lacan una confusión entre ambas figuras que el texto lacaniano no confirma.

Pero a raíz de esta diferencia con Zizek surje una cuestión que encuentro acertada en la lógica política lacaniana. Y es la siguiente paradoja: un proceso de emancipación y su momento liberador exigen siempre la presencia de un Amo. El Amo no es un opresor, no es Hitler, Franco o Stalin. La figura del Amo es la referencia que le permite al sujeto ir más allá con su propio deseo. El Amo no es el que sabe lo que el pueblo quiere, más bien es el que apuesta por lo que el mismo quiere y permite la emergencia de una libertad que siempre lo excede. Por ello, en los procesos transformadores donde surgió un Amo, el pueblo fue más lejos en sus prácticas emancipatorias que su propio líder.


2. Kierkegaard: un antecedente de la antifilosofía de Jacques Lacan. Ahora Zizek ha “lacanizado” a Hegel para salvarlo del panlogicismo totalizante y ha resuelto que es en Hegel donde toma forma el verdadero “materialismo dialéctico. Para Zizek el resto no dialectizable, el hueso hegeliano, se metamorfosea en el objeto a lacaniano. A su vez, Badiou ha “platonizado” a Lacan para volverlo un Sistema, donde la ontología matemática del “múltiple puro” se hace cargo de la verdad del sujeto en un proyecto filosófico de índole arquitectónico.

Por esta vertiente, nos parece sugerente recuperar la tradición “antifilosófica” que tiene en Kierkegaard un exponente mayor. Entendemos por Antifilosofía, en el sentido de Lacan, aquellos autores que atravesados por la filosofía la desbordan con sus certezas imposibles de ser capturadas por el concepto. Por ejemplo, en Kierkegaard la irreductibilidad del sujeto en su constitución singular, única y apasionada. Lo que constituyó su rebeldía frente al sistema hegeliano. Y entonces sí, pasar de allí a la construcción materialista de esa singularidad en Lacan. La “fidelidad” en Badiou o la “negatividad inmanente” en Zizek, no se entienden sin ese punto de partida: la locura grandísima y antifilosófica de Kierkegaard. 

* Psicoanalista.