lunes, 12 de septiembre de 2016

PRIMERAS INSINUACIONES SOBRE EL MÉTODO FILOSÓFICO EN WALTER BENJAMIN, Por Claudio Javier Castelli



Walter Benjamin

Primeras insinuaciones sobre el método filosófico en Walter Benjamin, Por Claudio Javier Castelli


Se toma como base el libro “La dialéctica en suspenso, Fragmentos sobre la historia”, Walter Benjamin, Traducción, introducción y notas Pablo Oyarzún Robles, Santiago de Chile.

I.                  Introducción

Dice OYarzún en el artículo “Cuatro señas sobre experiencia, historia y facticidad. A manera de introducción”: “Las “señas” que siguen (incluida ésta) no pretende inducir una determinada lectura de los textos de Benjamin recopilados en este volumen. La idea misma de la recopilación está inspirada en el convencimiento de que no es posible  -ni deseable- la clausura de tales textos en su sistema ya resuelto de legibilidad. Junto a las célebres “Tesis de filosofía de la historia”, como se le ha solido llamar, aparecen aquí las distintas variantes de su elaboración, los fragmentos sobre teoría del conocimiento de  La Obra de los pasajes, y el temprano  “Fragmento teológico-político”. Pero no se los adjunta a la manera de satélites que orbitaran alrededor de un centro fijo, sino que se incluye a todos los textos como estelas de un complejo movimiento, que en su trazado notoriamente inconcluso quiere expresar el verdadero centro” (ibíd. Pág.7).

Por ejemplo “las tesis, que antes que épitomes de un saber cierto, son tomas de posición en la lucha, no integran un cuerpo que pudiere ser llamado, sin fractura, una “filosofía de la historia” (ibíd, nota 1, pag.7).

El “temprano apunte “teológico-político” contribuye a mostrar que el movimiento de que hablábamos dibuja un arco mucho más amplio de lo que se podía creer a primera vista, en verdad, el arco de una trenza, cuyas hebras convergen desde extremos opuestos (digamos, por simplificar, la metafísica juvenil y el materialismo de la madurez) hacia un cruce inaudito: el venir inminente del Mesías, como dinamismo esencial de la historia” (ibíd. Pág.8).

“Es una característica esencial del pensamiento de Benjamin proponerse tareas cuya irreazabilidad puede ser establecida a priori” (ibíd. Pág.8).



Con estas citas “queda definida inmediatamente su comprensión peculiar de método en filosofía. Mientras que éste ha sido tradicionalmente concebido como el saber acerca de los principios y procesos en virtud de los cuales puede decidirse la resolubilidad de los problemas epistémicos –y es, por lo tanto, el fundamento formal de la unidad de los contenidos posibles del conocimiento en una esfera dada-, en Bemjamin adquiere el significado de una reivindicación de los fueros de la materia cognoscible. La convicción profunda alojada en esta actitud hacia el método atañe esencialmente a la idea de verdad que éste implica. La concepción tradicional del método consiste en la proyección y aseguración de la verdad de los conocimientos que hace accesibles. Esta idea, desde el punto de vista benjaminiano, es unilateral, en la misma medida en que es, literalmente, arbitraria: hace depender la verdad del albedrío proyectivo del método. De este modo, no aferra la verdad, sino más bien la representación que se hace de ella, y que se propone en sustitución de lo conocible. . La idea dominante se limita a preconcebir la verdad a la medida de su representación, es decir, de su intención, de su voluntad de verdad, olvidando precisamente aquello que una vez –y otra, y otra- ha despertada esa intención: un azar, un peligro, un presentimiento, una obstinada aspereza de lo real” (Ibíd. Pág.9).

Pablo Oyarzún Robles
“La verdad jamás entra en una relación, y especialmente no en ninguna relación intencional. El objeto del conocimiento como uno que está determinado en la intención conceptual, no es la verdad. La verdad es un ser libre de intención conformado de ideas. Po reso, el comportamiento conmensurable con ella no es un mentar en el conocer, sino un absorberse y desaparecer en ella. La verdad es la muerte de la intención” (W. BENJAMIN “Prólogo empistemocrítico al Origen del drama barroco alemán”, cit. Por Oyarzún, nota 2, pag. 9, Ibíd.)

La crítica de Benjamin al método habitual de los filósofos denosta la formalidad del mismo, la arbitrariedad de la representación, que se extiende a todo el horizonte del texto, de la investigación, o discurso que se esté llevando a cabo. ¿No radica este en ideas, no es más pleno, más abundante, cuando las ideas empujan otras ideas? ¿Pero cómo nacen esas ideas? Tal vez por azar, un peligro, un presentimiento. Queremos detenernos aquí en la idea de presentimiento.

El presentimiento, según la última edición, del diccionario de la Real Academia Española es  la acción y efecto de presentir. Y el presentir:

Del lat. praesentīre.

Conjug. c. sentir.

1. tr. Intuir o tener la impresión de que algo va a suceder.

2. tr. Adivinar algo antes que suceda, por algunos indicios o señales que lo preceden.

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Se acerca a lo que entendemos nosotros por el presentir: intuir, tener indicios de ideas específicas, que surgen al compás de la lectura de un texto filosófico. Para nosotros pensar es conceptualizar el presentir, que surge naturalmente de esas lecturas, cuando acompañamos concentradamente, y abiertos en todas las sensibilildades, cualquier lectura. Pero este presentir es, casi siempre, la síntesis categorial, que abre mundos. Que abre perspectivas. Si bien es una síntesis, se relaciona con todas las lecturas que una persona haya hecho. Sobre todo las metafísicas. Sobre todo, en mi caso, la hegeliana, que de alguna manera, sobrevuela todas mis lecturas. Cuando los textos son más intensivos, más tensos, más brillantes y duros, van surgiendo las ideas sintéticas, que uno debe ir anotando en un block o cuaderno de apuntes. Es claro que todos y cada uno, tiene su método específico para pensar.

“Un azar, un peligro, un presentimiento, una obstinada aspereza de lo real” (ibíd. Pág. 9) puede haber determinado esa intención, que después se endereza en todo el texto. Tal hipótesis metodológica es arbitraria para Benjamin, pero de alguna manera rescata, la forma en que ese origen representativo, pudo haber sido formulado. Borges dice, en algún lugar, ironizando sobre esa forma de proceder científica, que se trata de ideas que “de antemano” se han adoptado, para extenderlas durante el escrito científico.

Sin embargo, es la idea dominante de método, operante también en esta maestría. Se requiere criterios epistemológicos, muy específicos para que pueda un texto, ser considerado científico. Donde abunda la epistemología es porque se ha enterrado la libertad de pensar a lo largo de todo el texto, de abrir mundos, al libre talento y desarrollo personal de cada maestrando. He aquí, la causa fundamental de nuestra decadencia filosófica. Sólo nos está dado repetir, lo que otros dijeron ya. Solo nos está dado interpretar, por más libertad que encierre esa interpretación, nunca será más libre que la creación de mundos. No sé, acaso, si soy capaz de realizarlos, pero creo que esa debiera ser la tarea de una maestría en filosofía del derecho.

Immanuel Kant
Comparte con W. Benjamin “la muerte de la intención”. Digamos, uno puede tener esa intención primigenia –nacida del azar, por ejemplo-, pero cuando comienza a relacionar las ideas, y encontrarse con la página en blanco, el fluir es guiado por el presentir, la sinrazón, la razón, el impulso estético, la voracidad del lenguaje.

Es como si toda la tarea científica  se hubiera detenido a imitar al filósofo Immanuel Kant, cuya preocupación principal fue los límites de nuestro conocer, y la crítica de los instrumentos de ese conocer.  Hegel demuele esa precaución kantiana. “Es como afinar el lápiz”, y no decidirse nunca a “tirarse al agua” de la filosofía. Esta es como aprender a nadar, se aprende en el agua. (Es la misma sentencia escolástica, de San Anselmo).
Georg W. F. Hegel

En Hegel, es un círculo, el conocimiento es circular, el fundamento primero del inicio de la lógica, por ejemplo, (ser, nada, devenir), es lo que se va repitiendo a lo largo de todo el desarrollo, pero cada categoría va uniendo un matiz diferente; de esa forma el círculo es infinito, formado en espiral infinito. La idea es la unión del concepto y la realidad.

W. Benjamin puede mostrarse crítico de esa concepción hegeliana. Pues, Benjamin, en su nihilización “no suprime el conocimiento, aunque transforma su índole; afecta, sí, a su voluntad de dominar lo conocible, que inevitablemente lleva a cabo la preterición de este, en favor de la instalación del conocimiento en el presente. La nihilización se revela, pues como una temporalización sin reserva del conocimiento y su verdad. Así el concepto benjaminiano del método –paradójico, puesto que exige resignar la voluntad de conocer, sin la cual no sólo el método, sino el conocer mismo pareciera no ser pensable, en favor de la insustituible singularidad de lo conocido-, dicho concepto, pues, quiere corregir la arbitraria unilateralidad de la verdad, estableciendo el vínculo indisociable, aunque infinitamente frágil (está hecho de tiempo), de verdad y justicia. La regla fundamental de este vínculo – y así también del método que procura su establecimiento- podría enunciarse en estos términos: si nuestro conocimiento no hace justicia a lo conocido, no puede reclamar para sí la verdad. Es precisamente esta exigencia la que define al conocer como una operación de rescate, la que designa la redención como una categoría, la más alta, del conocer. EL VERADERO CONOCIMIENTO ES EL CONOCIMIENTO REDENTOR” (ibíd. Pág. 9/10).

redentor, ra

Del lat. redemptor, -ōris.

Escr. con may. inicial en acep. 2.

1. adj. Que redime. U. t. c. s.

2. m. por antonom. Jesucristo. El Redentor.

3. m. En las órdenes religiosas de la Merced y la Trinidad, religioso nombrado para hacer el rescate de los cautivos cristianos que estaban en poder de los sarracenos.

redención

Del lat. redemptio, -ōnis.

1. f. Acción y efecto de redimir.

2. f. por antonom. redención que Jesucristo hizo del género humano por medio de su pasión y muerte.

3. f. Remedio, recurso, refugio.










redimir

Del lat. redimĕre.

1. tr. Rescatar o sacar de esclavitud al cautivo mediante precio. U. t. c. prnl.

2. tr. Comprar de nuevo algo que se había vendido, poseído o tenido por alguna razón o título.

3. tr. Dicho de quien cancela su derecho o de quien consigue la liberación: Dejar libre algo hipotecado, empeñado o sujeto a otro gravamen.

4. tr. Librar de una obligación o extinguirla. U. t. c. prnl.

5. tr. Poner término a algún vejamen, dolor, penuria u otra adversidad o molestia. U. t. c. prnl.



Claudio Javier Castelli
Buscamos en la última edición, del diccionario de la real academia española, los sentidos de la palabra redentor, redención, y redimir, para acercarnos a la idea de W. Benjamin, que tiene esa idea de liberar un dolor, una angustia religiosa.


En Hegel, el pensar sólo puede entenderse  como sistema, pero Hegel, entiende como sistema, a la ciencia, aquello que al finalizar requiere la necesidad de su punto de partida. Se ha malentendido esta idea circular como cerrada, donde no puede agregarse nada extraño del mundo, que no esté en los presupuestos de su punto de partida. Es fácil hacer esa crítica. Lo que es imposible hoy es hacer esa lectura de Hegel.  Así lo entendieron, quienes lo encerraron en el materialismo dialéctico. Decimos que es imposible hacer esa lectura, porque por ejemplo, en la “Ciencia de la Lógica”, cada matiz circular, como dijimos es infinito, y carga consigo, a todo lo que constituye la realidad exterior, preñada de la subjetividad conceptual.

De todas formas, Benjamin no aceptaría esta dialéctica, sin libertad, sin la existencia de inconclusiones, sin fragmentos, retazos, pasajes, que se encuentren en la experiencia religiosa.

Si bien el tema de la experiencia religiosa en W. Benjamin es tema para otro trabajo, podemos apuntar aquí, que “bien podría designarse a la muerte, a la caducidad esencial de lo que “es”, como el instante (Augenblick) de la experiencia –aquello que, sin ser jamás tema de experiencia, es, sin embargo, su condición insuprimible, la condición de temporalidad- , que rompe de antemano su articulación categorial, y convierte lo que habría sido el campo continuo de despliegue del sujeto encrucijada del riesgo inesquivable. Instala la esencia de la Erfabrung en la inminencia del peligro (Gefahr). Probablemente sea el atisbo de este vínculo lo que llevaba al joven Benjamin a privilegiar la experiencia religiosa como paradigma de profundidad: no consistiría esta última en la confiada acentuación de la identidad del cognoscente, sino en la dislocación aguda del sujeto, cierto de sí y asentado en el dominio de su familiaridad, en otro, sabedor de la caducidad, precario, por eso mismo, pero fervorosamente tenaz en el cuidado de la pobreza que es su única, problemática y paradójica posesión” (…) “De ser así, entonces, el principio de la experiencia religiosa, aquel que precisamente está en el origen mismo de la posibilidad de la religación, pero que también, y sobre todo, es el ritmo esencial de la experiencia misma, podría ser designado con ayuda de un término empleado ocasionalmente por el Benjamin maduro: Einfall, el ser asaltado por la alteridad radical como aquello que me ha determinado infaltablemente, sustrayéndose, sin embargo, al capital de mi saber presente. La convicción benjaminiana acerca de ese ritmo rebate toda posibilidad de traer lo experienciado a la estabilidad de un marco categorial, de un orden trascendental. Para el Benjamín maduro se hará claro que su carácter de shock, y su efecto  esa especie de vuelco alucinatorio que es propio, no ya del centro místico de lo religioso, sino de la experiencia puramente fronteriza del despertar” (ibíd. Pág. 17/18).

El ser asaltado por lo radicalmente otro, que no se detiene en la intuición mística, sino que resalta la “experiencia fronteriza del despertar”.

Quien escribe este texto, es también religioso, aunque no le gusta la palabra religioso, porque se ha deteriorado, hacia la idea de rito, artificio, sin espíritu, y ha perdido el don central de la religación, entre cielo y tierra. La experiencia mística, en la unión absoluta con algo radicalmente otro, que subyuga nuestro ser, lo sacude en plenitud de gozo y paz, las antinomias de la existencia desaparecen, en una armonía originaria de todo el universo. Ese arrebato, presupone, después de la vivencia, un despertar de los sentidos al mundo, donde todo es descubierto como la primera vez. En ese despertar pone énfasis W. Benjamin. En nosotros es espíritu (neuma: hálito finísimo), que da vida a todo lo existente e inexistente.



Claudio Javier Castelli, Septiembre de 2016.








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