jueves, 11 de junio de 2015

KIERKEGAARD Y LA SALVACIÓN INDIVIDUAL, por Claudio Javier Castelli








(Artículo publicado en el año 2008, en el periódico "Reflexión Bautista")

Hay algo que a Kierkegaard no le podemos ahorrar: su genuina naturalidad, la existencia vivida a fondo, como algo intensamente subjetivo.

La filosofía había olvidado el destino del hombre aislado; para nuestro pensador, el único criterio para juzgar una filosofía es su capacidad de salvar al individuo.

El individuo no es la subjetividad pensante, sino la subjetividad que existe éticamente, la única realidad que importa es su propia existencia ética, considera la existencia como continuo devenir o cambio en el tiempo.

La verdad es sólo objeto de sentimiento o pasión personal, y es siempre el resultado de su propia decisión, de la voluntad, o como él dice, una “aventura arriesgada”.

Existe siempre el individuo, lo abstracto no existe.

Fue un férreo opositor a Hegel, y al hegelianismo, “según Kierkegaard los teólogos hegelianos se ocupaban de lo universal, menospreciando lo individual, subjetivo y concreto” (1).

El problema fundamental para él, es de carácter religioso y cristiano, no pretendía suplantar la ontología hegeliana por otra.

Kierkegaardianos y hegelianos han venido discutiendo desde el siglo pasado, es muy posible, que ni los de Kierkegaard, leyeran en profundidad a Hegel, ni los de éste, leyeran en profundidad a aquel. Hoy importa una lectura concienzuda de ambos: están lejos, pero también están cerca.


Según Kierkegaard, el estadio supremo que vive el hombre es el religioso, le preceden el estadio estético y el ético, es en la religión cuando el hombre alcanza el autoconocimiento más profundo.

En punto a la relación entre religión y conocimiento, fe y razón, vuelve a las opiniones de Tertuliano: entiende la fe religiosa como fe en el absurdo o lo paradójico desde el punto de vista de la razón.

El cristianismo, tal y como lo presenta Kierkegaard se halla en irrompible trabazón con el pesimismo, con la “vivencia del pecado”, y también de la duda.

Las representaciones religiosas de este autor diferían mucho de la teología oficial del protestantismo danés.

Entre Dios y el hombre hay una distancia infinita, y a la vez, no hay nada más cercano –el Dios que se hace hombre-. Esta es la “paradoja absoluta”.

El gran mérito de Kierkegaard, es haber puesto en el siglo XIX, el acento en el individuo, su salvación personal, sus aventuras y desventuras, su angustia; tal vez, es también su límite: el cristianismo es asimismo la salvación de los demás, un reclamo al nosotros, a lo comunitario, al destino común de todos los hombres.
 

 Aun así, es enorme su influencia en filosofía –padre del existencialismo- y teología, y también en todo hombre que busca su verdad, más allá de cualquier credo, o en ausencia de el: “sólo quien conoció angustias reposa” (2).


Claudio Javier Castelli, Septiembre de 2008.

Notas:


(1) Diccionario de Grandes Filósofos, José Ferrater Mora, pág.263, Alianza Editorial, Madrid, 1986.

(2) “Temor y Temblor”, Soren Kierkegaard, Editorial Tecnos, pág.19, Madrid, 1995.

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