viernes, 1 de junio de 2018

MARX EN EL NEOLIBERALISMO, Por Horacio González


OBERTURA DEL EDITOR:

  1).- Escrito en el whatsapp para el aniversario:

"Compañeros y Compañeras hoy hace doscientos años que nacía Karl Marx en Tréveris, Alemania, el 5 de mayo de 1818. Primero fui peronista, después marxista, después peronista nuevamente por la historia política económica del país, y con cierto aliento hegeliano, y crítico. Pero Marx siempre ha estado presente entre mis lecturas: "La ideología alemana", "Crítica de la filosofía del derecho de Hegel", "Crítica de la filosofía del Estado de Hegel", las páginas magistrales del "fetichismo de la mercancía" y la "Acumulación Originaria del capital", del primer tomo de "El Capital". No soy marxista, me alejé no por marx, sino por el "catecismo marxista" de sus seguidores, que infectaba toda la vida militante e intelectual de este país. Podríamos decir la Academia de Ciencias de la URSS. Pero sobre todo por que su maestro Georg Wilhelm Friedrich Hegel, de quien siempre se consideró discípulo, me subyugó con su compleja y profunda filosofía dialéctica. Acaso porque las ideas en Hegel, no son querubines fantasmáticos, sino que se hienden en carne viva, conciencia, y espíritu. En síntesis lo considero más completo. Pero ambos son herederos del mundo griego y el judeocristianismo, podríamos decir que tanto Hegel como Marx, unieron  el concepto de "physis" (o naturaleza, el cambio de los entes del mundo griego) con el concepto de "espírtu" proveniente del cristianismo  -muy fuerte en Hegel-, y, en el caso de Marx lo mezclaron con el mesianismo judío y escatología cristiana -muy fuerte en él-. Podríamos arriesgarnos a decir: predominancia de Platón en Hegel, y predominancia de Aristóteles en Marx, y en ambos llevaban a la idea de "comunidad realizada",  como puede desprenderse de la filosofía del derecho, en Hegel, y en la realización histórica del comunismo futuro, en Marx. Los recuerdo en yunta porque así empecé a leerlos. Ambos son imprescindibles para entender de que fue, de que es y de que va el mundo. Lecturas imprescindibles para los más jóvenes y raigales a cualquier filosofía crítica que se haya desarrollado después. Ambos despuntan ideas universales extensibles a todos los pueblos de occidente y de oriente, y también particulares que caracterizan cada nación, nuestra patria y la patria latinoamericana. No importa lo que hayan dicho de América en algún escrito, sino lo perenne y ontologico dialéctico aplicable a cada pueblo. El nacionalismo pérfido y oligárquico que distingo del nacionalismo nacional y popular lo denigró como ideas extrañas a nuestra patria. Ese juicio ridículo persiste aun hoy en círculos peronistas que condenan Marx y abrazan a Macri. El nacionalismo nacional y popular los reinvindicó. Sin una elaborada lectura de esos dos es imposible construir un futuro esperanzador y realizable concretamente en una sociedad economicamente libre, políticamente soberana y socialmente justa. Es decir en Hegel subyace -otra arriesgada expresión- "un peronismo de base", que a Perón le llegó por su profunda lectura de Clausewitz. Podríamos decir "Hegel fue el primer peronista". Marx fue más allá y se yergue en un horizonte que todavía nos cubre porque "no han desaparecidos las condiciones que lo provocaron" (Sartre, citado el domingo pasado -en página12- por Jose Pablo Feinmann). "Peronistas del mundo uníos", pero con sentido crítico. Mi homenaje a Karl Marx, Claudio Javier Castelli.

2).- Sobre la la expresión: "Perro muerto".

"Todos los gobiernos del neoliberalismo mundial se aprestan a festejar el bicentenario del nacimiento de Marx, cuando ya lo creen “perro muerto”, según la expresión que el mismo Marx les dedicara a los que creían que disecándolo se iban a librar tan fácilmente de Hegel" -así empieza la nota, Horacio González, es muy acertado  que utilice dicha expresión para referirse a Marx, que Marx la utilizó para referirse a Hegel, que Hegel utilizó -citando a Lessing, quien así se refería sobre  el tratamiento que daba la época a Spinoza: "Lessing dijo en su tiempo: "Las gentes tratan a Spinoza como a un perro muerto"; no se puede decir que en el tiempo actual se trate mejor al Spinozismo y consiguientemente a la filosofía especulativa en general, cuando uno ve que los que disertan y dictaminan sobre ella se preocupan muy poco de comprender bien los hechos y de presentarlos y relatarlos correctamente. Eso sería el mínimo de justicia en cualquier caso cabría exigir" ("Enciclopedia de las ciencias filosofícas en compendio", G. W. F. Hegel, Edición, introducción y notas de Ramón Valls Plana, Alianza Editorial, Madrid, 1997, pág.69). En la misma página citada de la obra de referencia -indicándose la frase de Lessing- hay una nota -Nro. 25- de Valls Plana que dice textualmente: "Véase Lessing, G. E. Escritos filosóficos y teológicos, introducción, traducción y notas de Agustín Andreu, Barcelona, Anthropo, 1990. En la pp 402 y ss., A. Andreu incluye la conversación entre Lessing y Jacobi que éste había transcripto en sus Cartas sobre la doctrina de Spinoza. La afirmación a la que Hegel se refiere se encuentra en la p. 408 de la edición de A. Andreu. LA EXPRESIÓN "PERRO MUERTO" PROCEDE PROBABLEMENTE DE UN EVANGELIO APÓCRIFO EN EL QUE JESÚS EXHORTA A SUS DISCÍPULOS A NO APARTARSE DEL PERRO MUERTO QUE ENCUENTRA EN SU CAMINO, PUES EL OBJETO MÁS REPUGNANTE, ENSEÑA JESÚS, TIENE SIEMPRE ALGO VALIOSO  QUE SE DEBE ADMIRAR; EN EL CASO DEL PERRO MUERTO, SU BLANCA Y BIEN FORMADA DENTADURA" -Hasta aquí la nota de Valls Plana. Es probable -dice este editor- que Marx tomara la expresión de la cita de Hegel en la Enciclopedia. Exageré la obertura -que en la música es es solo instrumental, y muy corta- acaso por la pasión hegeliana. Los dejo con Horacio González. 






No obstante, esta “teatralización” de Marx corresponde a un estado muy vívido del estudio de su obra, que tiene sin duda una vertiente museificadora y convencionalmente performática, que pretende desligarlo de sus propias condiciones de producción y de la espesura de la época en que escribió El Capital –la época de Balzac, Flaubert, Baudelaire, Jack el Destripador y las locomotoras a vapor–, y otra vertiente que rescata con finura retórica lo que desde el comienzo ya estaba insinuado en Marx, la crítica de Hegel pero la aceptación de sus Lecciones de Estética, tejido último que explica muchos de los estilos de su escritura. 

Por otro lado, Shakespeare y el arte griego lo motivaban en ambos casos a presentar como una incógnita –válida hasta hoy– el hecho de cómo las fuerzas productivas no operan ajenas a las resistencias que objetan su racionalidad basadas en las herencias del arte, de la lengua y los mitos. Franz Mehring, en su formidable biografía de Marx –escrita para su centenario, hace 100 años–, ya estudiaba el lenguaje de Marx como un hecho interno esencial en su obra –por inspiración de Goethe y de Lessing, decía–, y afirmaba que Marx escribió influido por “el juego de las olas en las profundidades púrpuras del océano”.

No es un secreto que la lectura literal de Marx produce –como cualquier lectura de esa índole–, un conjunto de problemas de transacción histórica respecto al mundo cultural en que alguien escribe ante el estado que se halla en ese momento la modulación tecnológica del capitalismo. Por decirlo así, la historicidad del historicismo de Marx es indudable, y hasta es por eso que el estructuralismo de los años 60 inventó la “lectura sintomática”. Al mismo tiempo, la monumental Crítica de la Razón Dialéctica de Sartre le quitaba abstracción a los fundamentos de Marx para dotarlos de una nueva existencia en la escasez, “la necesidad para la sociedad de elegir a sus muertos y a sus subalimentados”.

Ya hay entonces un Marx que se liga a la reflexión crítica ante la existencia subalimentada como condición de emancipar lo humano. Más recientemente, Derrida al dar a conocer sus Espectros de Marx, ya casi parece completo el ciclo de su relectura sobre la base de lo que sus textos capitales insinuaban. Los grandes textos son los que permiten exponer el ser invisible que cargan, alusivo al “estado de la deuda” y el “trabajo de duelo” que son las figuras exegéticas que hacen vibrar un texto en relación con lo que lo encadena imperceptiblemente con otros textos pasados y futuros, que crean una historia de la lectura paralela a la historia social. Por eso, un “gran texto” es siempre ése con el que estamos en deuda –y la deuda se paga con el arte de la reinterpretación– y aquel que siempre ponemos en peligro por el solo hecho de estar ante él con intenciones hermenéuticas.

Esta línea de lectura de Marx no lo embalsama o lo pone en una lata de conserva neoliberal, con retiro espiritual en Chapadmalal incluido, sino que lo preserva como lectura viva, interconectada rizomáticamente –si queremos emplear esta palabra–, con los afluentes que vienen de Hegel –obvio– pero también de Spinoza, Rousseau o las discusiones sobre Demócrito y Epicuro en torno a la naturaleza. Otro problema es el ciclo que va desde las barricadas europeas de 1848 a la caída de la Unión Soviética

No es posible ni desanudar a Marx de esos acontecimientos pues siempre fue leído, canonizado, dogmatizado o convertido en motivo de certezas fijas refrendadas por instituciones oficiales –lo que era un problema y a la vez una simplificación, pero de gran emotividad–, ni es posible alegrarse que ese ciclo haya cesado por lo cual liberaría de prejuicios a los autores de biografías cada vez más exhaustivas que diluyen a Marx en el siglo XIX como un estudio de caso. Como apologeta, al fin, de la revolución burguesa que “ha creado maravillas muy superiores a las pirámides egipcias, a los acueductos romanos y a las catedrales góticas, y ha dirigido expediciones superiores a las Invasiones y a las Cruzadas”. 

No es que no haya problemas interpretativos respecto de las nociones de tiempo histórico –lineal o circular– que están implícitos en Marx. No ceden los estudios sobre este tema. Pero otra cosa propone la intelectualidad neoliberal mundial, que arroja las obras de Marx “al desván de los trastos viejos junto a la rueca y el hacha de bronce”, para ofrecérselas al rigor desencantado de los especialistas. No obstante, como toda teoría de la historia, la historia misma reacciona de diversas maneras sobre ella. ¿Cuándo no fue así? 

Incluimos entre estas reacciones el film de Alexander Klüge sobre El Capital. Lo subtitula “noticias de la antigüedad” y, a pesar del desafío que implica, esa antigüedad revierte sobre el núcleo de arcaísmo que hay en cualquier relación actual, sea de un texto con su lector, sea de un actor con su obra de teatro, sea de un símbolo cualquiera con aquel que lo recuerda o lo invoca, sea con el modo en que el mundo sigue vivo gracias a cómo despierta sus fantasmas. La mercancía en Marx tiene sin duda un secreto teatral. Otra cosa es que los teatros en tanto museos ahora tomen su aniversario para convertirlo en un cartapacio de coleópteros del fin de la historia, coleccionados con alfileres sobre un telgopor.

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