viernes, 22 de junio de 2018

EL LLAMADO DE LAS ISLAS, Por Francisco Luis Lanusse para Vagos y Derecho (Taller Literario)




EL LLAMADO DE LAS ISLAS

A veces las islas
vuelven como un llamado.

Traen de obsequio
una cualidad que insinúa otro mundo
cuando en verdad es él, a quien no reconocemos.

Se parece a un resplandor,
al abrir de una puerta
para que el sol alumbre un aposento.

¿Es nuestro ser
ese recinto en penumbras,
acotado por cuidados que abrazamos
como  a un salvavidas ambiguo?

¿En qué aplomos
andaba el Apóstol camino a Damasco,
cuando al rodar ni vio ni comió por tres días?

Esplendor de las islas en Noviembre…

El reverbero
de sus costas es capaz, también,
de ocasionar cegueras;
limpiar escamas de los ojos
hasta dar con el niño que fuimos,
maravillado ante un dorado que salta en los riachos.

Porque el arrimo
de las islas desmantela
ese redil que llaman Realidad,
denuncia prodigios que no se toman,
desguarnece mezquindades.
¡El llamado de las islas!

El bosquecillo
de la orilla y el muelle,
el pontón, el botador, la maraña,
el siseo de los álamos, el centelleo del sol.

El rojo del otoño
en el falso ciprés del Sagastume,
el lobito de río, el martín pescador a ras del agua.

Y ese vuelco de agosto, despidiendo al invierno.

Sólo algo surgido
de la entraña de los elementos
puede exhalar
esa tibieza anunciando primavera,
su gusto a brote, a barro, a expansión.

Es el retorno               
de la calidez al Delta,
con la que el espíritu anhela
subir de nuevo hacia los grandes ríos.



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