lunes, 14 de diciembre de 2015

“COMENTARIOS AL ARTÍCULO “DERECHO, COMUNIDAD POLÍTICA E INTEPRETACIÓN”, DE MARINA GORALI.por Claudio Javier Castelli



G.W.F. Hegel

I El trabajo

“Repensar, entonces, la relación entre derecho e interpretación supone, a su vez, preguntarse acerca de la idea misma de comunidad” (Gorali pág. 35). La idea de comunidad está en el centro del trabajo.

La filosofía francesa, a través de autores, como Maurice Blanchot, Jean Luc Nancy y George Bataille, ha sido “la que ha abordado en los años 80 la arista de este complejo desafío, rehabilitando el debate acerca de la comunidad a partir de una crítica radical a cualquier noción de lo común que se constituya como fundamento último. Desplazando la noción de comunidad de toda referencia esencialista (la comunidad sería una sustancia, un origen a añorar o un destino prefigurar) como contractualista (la comunidad sería un acuerdo colectivo que une individuos previamente constituidos), para reinscribirla, en cambio en el complejo universo del lenguaje y la comunicación.”

Mientras que “el desafío ha sido recogido años después por parte de la filosofía italiana, a través de los trabajos de G. Agamben (la comunidad que viene) y Roberto Espósito (Communitas). En la línea antes mencionada, Espósito se ha propuesto fundamentalmente tomar distancia de las concepciones tradicionales sobre la comunidad que la piensan como una propiedad o atributo de los sujetos que los une, o inclusive una sustancia producida por esa unión. También de aquella visión mítica que mira la comunidad como un valor originario perdido o un destino a prefigurar. Apoyado en la etimología del término, Espósito ofrece una noción radicalmente distinta. La Communitas sería entonces el conjunto de personas a las que une no una propiedad sino un deber, una deuda, una falta. Una “despropiación” que inviste y descentra al sujeto y lo fuerza a salir de sí mismo” (Gorali, pág. 35).

A poco de leer el artículo, te invita a participar, quizás por principios o prejuicios muy arraigados, acerca de lo que entendemos por comunidad, pero a poco de analizarlos, a esos preconceptos aparecen como más reales y dignos de participar en algo común, que la destrucción de la ontología metafísica,  que emprendió Europa desde Nietzsche, y sobre todo Heidegger –en este último caso, para fundar otra metafísica del ser (ver “Aportes a la Filosofía”, “Acerca del Evento”, traducción Dina Picotti. C, Biblioteca Internacional Martín Heidegger, Editorial Biblos, Buenos Aires, 2011).

Es que la nación, la patria, se vuelve como algo comunitario vinculado a un suelo, a un origen, a una lengua, y a un destino, sin perjuicio, que además, se reinscriba en el “universo del lenguaje y la comunicación” (Goralli, 35). Pero no vemos porqué debe descartarse esa esencia. Los europeos cansan, a veces, ellos tremendamente nacionalistas, unidos en la mayoría de los casos por ius sanguinis, exclusores de los inmigrantes de donde sean, realizan estas construcciones tan artificiosas,  las cuales parecen claramente inauténticas, para que en ellas se sientan cómodos quienes circulan, sin restricciones de Nueva York, a París, de París, a Berlín, de Berlín, a Londres, de Londres a Roma, todos sólidamente sostenidos por la ideología neoliberal, y tarjetas de créditos ampulosas. Con el agravante, que ya tienen resuelto –la mayoría de ello fue o es un imperio- el problema nacional. Algo muy distinto con lo que sucede con los países latinoamericanos, donde no está resuelto el problema nacional, y la contradicción principal (Mao Tse Tung, “Cinco tesis filosóficas”, “La contradicción”, Beijing, República Popular China, 1980) es nación/imperio. Y el imperio es los Estados Unidos, que subyuga Latinoamérica, como lo profundizará, en esta etapa del nuevo gobierno que asumió el 10/12/15.

Si la comunidad no menta un destino, una lengua, un origen, un suelo. ¿Qué menta la comunidad? La importancia es no dejar de lado esa esencia. Si, decimos esencia, porque somos hegelianos, y para Hegel, la esencia es un proceso, un camino, un iter, hacia el concepto, y la idea, aun cuando “las determinaciones en la esfera de la esencia son solamente relativas, o no están todavía simplemente reflejadas hacia sí; por ello el concepto no es aquí todavía en tanto que para sí. La esencia, en tanto ser que se media consigo a través de la negatividad de sí mismo, es la referencia sí sólo siendo referencia a otro, el cual otro, sin embargo, no es como ente, sino como un puesto y mediado. El ser no ha desaparecido, sino que la esencia primeramente en tanto simple referencia sí, es ser; pero por otra parte el ser, con arreglo a su determinación unilateral de ser algo inmediato, ha sido depuesto ahora a algo meramente negativo, un brillo, o una apariencia. La esencia es, por consiguiente, el ser en tanto parecer dentro de sí mismo”(Hegel, “Enciclopedia de las Ciencias Filosóficas, en compendio”, Alianza Universidad, Madrid, 1997, traducción Ramón Valls Plana, pág.208/209).

Esta compleja y profunda frase de Hegel, de alguna manera, clarifica lo que él entiende por esencia, los europeos, y en la escuela crítica parece no haber matices, en la cruzada antiontologista, cuando hablan de esencia, se refieren a un concepto inmóvil, fijo, como en la interpretación católica del aristotélico-tomismo. Habría que decir, que la metafísica ontológica de Hegel, reinterpreta categorías aristotélicas, pero las unge de su pensamiento. La esencia en Hegel se manifiesta, y aparece como identidad, distinción y fundamento. En la identidad, está en relación abstracta consigo mismo; en la distinción, es diversidad de manera inmediata, lo positivo y negativo, pero continuamente, que en lo uno, está lo otro, y el fundamento, que es la unidad de la verdad y la distinción.

La esencia es una verdad, la verdad del ser, pero en proceso de inteligibilidad como devenir, la verdad de la esencia es el concepto, y la verdad del concepto es la idea. Lo que queremos decir con esta explicación hegeliana, que en Hegel, no puede hablarse de esencias inmóviles, y nada puede afectar el uso de la terminología de la esencia, cuyo uso como rechazo, no ha sido más que una moda intelectual superficial, que ha omitido una materia del pensamiento occidental ineludible: LA LÓGICA DE HEGEL.

Decimos ineludible, porque la inspiración marxista de todo el pensamiento crítico es inexorable, y no puede conocerse bien Marx, sin una adecuada lectura de la lógica de Hegel, que es en realidad, la verdadera madre de todo pensamiento crítico.

El agregado de Espósito de que “La Communitas sería entonces el conjunto de personas a las que une no una propiedad sino un deber, una deuda, una falta. Una “despropiación”, que inviste y descentra al sujeto y lo fuerza a salir de sí mismo.”(Gorali, pág. 35) “La comunidad lejos de ser un todo, un pleno, una esencia, se constituye entonces como falta, modalidad carencial que posibilita toda praxis, toda acción” (Gorali, pág. 35).

Nosotros diríamos la comunidad es una esencia, pero incompleta, en proceso, en movimiento, no fija, ni inmutable, esa sonoridad, y viva actividad, es lo que posibilita la “circulación indefinidamente la posibilidad del sentido” (Nancy, 199, cit. Por Gorali, pág. 35).

La falta es eterna en el hombre, es lo que nunca se consuma, lo que queda abierto, sin referencias, o con referencias, como un impulso natural utópico, y de esperanza, como una escatología que nunca se realiza en la tierra, y queda siempre en la imaginación, el pensamiento: “Y ya que hemos hablado de destino, es también como si se tuviesen dos destinos: uno activo (insignificantes, que se cumple) y otro inactivo (importante, que jamás se llega a experimentar) –Robert Musil hace decir a Ulrich, el personaje principal, en la novela “El hombre sin atributos”, volumen dos, pág.69, Seix Barral, traducción de Feliu Formosa y Pedro Madrigal, Barcelona, 2012).

Ese destino que jamás se llega a experimentar, se vive plenamente en el pensamiento. Acaso el pensamiento libre, presionado por la colonización de las subjetividades propugnadas por los medios de comunicación, sea el verdadero territorio de disputa, del siglo XXI.

“La interpretación exhibe así  su función política en tanto expone la apertura misma, la ausencia de fundamento último y la huella infinita de la multiplicidad. La huella, concepto introducido por autores como Derrida y Levinas, implica precisamente la diferencia que abre el aparecer y su significación, dando cuenta siempre de que el origen es ausencia, letra muda, vacío, pérdida. Derrida decía: “la huella es, en efecto, el origen absoluto del sentido en general. Lo que equivale a decir que no hay origen absoluto del sentido. “La huella es la relación con la alteridad de un pasado que nunca fue ni puede ser vivido bajo forma originaria o modificada de la presencia” (Gorali, pág. 35).
Martín Heidegger

Esto es discutible, un hecho fundamental del pasado, vivido originariamente, por sus partícipes, es el 17 de octubre de 1945, ese acontecimiento, que es el origen del movimiento peronista, es, para nosotros, el ser originario heideggariano. El primer acontecer del ser como acaecimiento, que él (Heidegger) buscaba en la antigua Grecia, nosotros encontramos en el fundamento de la argentina moderna. La repetición de ese acontecimiento, se muestra en otras formas, no iguales, ni similares, pero parecidas en el advenimiento del kirchnerismo, como proceso político, que duró doce años. El kirchnerismo es una forma de peronismo.

Es Marx, quien repitiendo a Hegel, dice que “la historia se da una vez como tragedia, y la segunda vez como comedia” (El dieciocho brumario de Luis Bonaparte”, Editorial Anteo).

“No hay origen del sentido (o un sentido único y primario) en normas y hechos, porque, como bien explica Deleuze, el sentido es siempre un resultado, un efecto: no solamente un efecto como producto, sino un efecto de óptica, un efecto de lenguaje, un efecto de posición” (Gorali, pág. 35). Lo que dijimos sobre el 17 de Octubre de 1945, no se neutraliza, porque la reinterpretación del acontecimiento, es también –y pensamos en Horacio González- “un efecto de lenguaje, de óptica de posición”.

“En otras palabras, la interpretación y la comunidad existen, funcionan, en tanto se las descorre de toda ontología implícita en el verbo “ser”. La comunidad, como advierte Blanchot, no opera en alguna sustancia o clase de sujeto –patria, suelo natal, nación, falansterio absoluto o cuerpo místico. La comunidad ocupa, por tanto, este sitio singular: asume la imposibilidad de su propia inmanencia, la imposibilidad de ser sujeto” (Gorali, pág. 36).

Nosotros estamos lejos de compartir este frase, diríamos la comunidad funciona NO SOLAMENTE en todo ontología del verbo ser, en alguna sustancia, clase, sujeto o cuerpo místico. No entiendo el sentido de negarse esa posibilidad, como lo dijimos más arriba, para los países latinoamericanos. Con esos criterios el movimiento peronista no existe, el kirchnerismo como movimiento político no existe, no hay comunidad allí. No puedo no leer este texto, de la Dra. Gorali, sin exponerlo, o intentar ponerlo, a la crítica de la historicidad argentina y latinoamericana.

Decimos también, posición que no queremos ocultar, que el origen absoluto del sentido es Dios, y cuando el adviene al hombre, en la experiencia mística, es la plenitud del sentido y de la carencia de sentido, de la abundancia de la falta de nombre.

Imposible receptar esa idea totalmente, pues nace vieja, absurda, muerta, de un pensamiento europeo  sediento y abundoso de nacionalismo, embriagado de expulsar extranjeros; países, como dijimos, que tienen resuelto el problema nacional, con miles de muertos. Pero aquí en Latinoamérica, territorio de paz, la nación es un suelo, un territorio, una patria; o acaso, no existe el derecho a tener patria, como un derecho humano.

II) El derecho a tener patria.

La patria es una cuestión de familia e intereses, parece decirnos repetitivamente la oligarquía argentina.

Claudio Javier Castelli
El pueblo no tiene derecho a tener patria. Patria solo tienen los europeos, los estadounidenses, los judíos, los chinos, los rusos y los japoneses. Todos los demás están al influjo de alguno de los anteriormente descriptos.

Cualquier afirmación de nacionalismo ha de ser considerada “intentos nazis”, y, a veces, “fascismo”.

El peronismo le agregó al preámbulo en la Constitución de 1949: “ratificando la irrevocable decisión de constituir una nación socialmente justa, económicamente libre y políticamente soberana”. Como siempre burlándose de las élites nuestras, nacidas y criadas al influjo de Inglaterra primero, y de Estados Unidos después.

 La patria para ellos es un cóctel en la embajada, donde escribo los wikileaks, que serán publicados, después de la sórdida trampa, después de la íntima charla.

 Uno de los significados de patria lo aclara la RAE:  Tierra natal o adoptiva ordenada como nación, a la que se siente ligado el ser humano por vínculos jurídicos, históricos y afectivos.

He escuchado muchas veces decir, que la patria es la infancia. Mi infancia me lleva a la canción “Aurora”, en pleno gobierno de Onganía, es decir gobiernos militares. No es esa mi patria.

“Nadie es la patria”, escribió Jorge Luis Borges (Oda compuesta en 1966), en el poema escrito, un día después del golpe militar de Onganía, que depuso el gobierno radical de Ilía.
Jorge Luis Borges

“Nadie es la patria.

 

Ni siquiera los símbolos.

 

Nadie es la patria.

 

Ni siquiera el tiempo cargado de batallas, de espadas y de éxodos y de la lenta población de regiones que lindan con la aurora y el ocaso, y de rostros que van envejeciendo en los  espejos que se empañan y de sufridas agonías anónimas que duran hasta  el alba y de la telaraña de la lluvia sobre negros jardines.

 

La patria, amigos, es un acto perpetuo como el perpetuo mundo. (Si el Eterno Espectador dejara de soñarnos un solo instante, nos fulminaría, blanco y brusco relámpago, Su olvido.)”

La segunda parte del poema, parece definirse:

“Nadie es la patria, pero todos debemos ser dignos del antiguo juramento que prestaron aquellos caballeros de ser lo que ignoraban, argentinos, de

ser lo que serían por el hecho de haber jurado en esa vieja casa.

 

Somos el porvenir de esos varones, la justificación de aquellos muertos; nuestro deber es la gloriosa carga que a nuestra sombra legan esas sombras que debemos salvar.

 

Nadie es la patria, pero todos lo somos.

 

Arda en mi pecho y en el vuestro, incesante, ese límpido fuego misterioso”.

Las relaciones carnales con Estados Unidos en los noventa neoliberales, nos distrajeron de nuestro propio mundo, nos mancillaron y nos humillaron,  no queremos repetir ese infame recuerdo.

Sin embargo acecha la Unión Democrática.

Borges en la “Oda compuesta en 1960”, dice:

“Patria yo te he sentido en los ruinosos
ocasos de los vastos arrabales
y en esa flor de cardo que el pampero
trae al zaguán y en la paciente lluvia
y en las lentas costumbres de los astros
y en la mano que templa una guitarra
y en la gravitación de la llanura
que desde lejos nuestra sangre siente
como el britano el mar y en los piadosos
símbolos y jarrones de una bóveda
y en el rendido amor de los jazmines
y en la plata de un marco y en el suave
roce de la caoba silenciosa
y en sabores de carnes y de frutas
y en la bandera casi azul y blanca
de un cuartel y en historias desganadas
de cuchillo y de esquina y en las tardes
iguales que se apagan y nos dejan
y en la vaga memoria complacida
de patios con esclavos que llevaban
el nombre de sus amos y en las pobres
hojas de aquellos libros para ciegos
que el fuego disperso y en la caída
de las épicas lluvias de setiembre
que nadie olvidará, pero estas cosas
son apenas tus modos y tus símbolos.

Eres más que tu largo territorio
y que los días de tu largo tiempo,
eres más que la suma inconcebible
de tus generaciones. No sabemos
cómo eres para Dios en el viviente
seno de los eternos arquetipos,
pero por ese rostro vislumbrado
vivimos y morimos y anhelamos,
oh inseparable y misteriosa patria”.


El poema es bellísimo, difícil conciliar, el verso: “y en la vaga memoria complacida
de patios con esclavos que llevaban
el nombre de sus amos”; el solo hecho que Borges hable de esclavos en 1960, es deleznable. Con sus limitaciones ideológicas amamos a Borges, y lo consideramos el más universal de los argentinos.

En estos dos poemas hay elementos profundísimos para considerar la patria. No es algo reservado a las estatuas, las bandas militares, los símbolos, sino algo vital, indisimulable, íntimo, como una charla en un café, con amigos tangueros.

“Epicas lluvias de septiembre

Que nadie olvidará”

Borges, como se sabe, no era peronista, pero nosotros peronistas, lo reivindicamos como nuestro, porque en su verso cifra, una historia y destino común de aquello que nosotros somos, en un ser “eso que nadie puede definir: argentino”.

De esa mezcla tana, gallega, rusa, judía, paraguaya, uruguaya, chilena, boliviana, hay una historia y un destino común.

Ese destino nos condena inexorablemente y geopolíticamente a Latinoamérica, y desde ahí, tenemos que mirar el mundo, de nuestra política exterior.

Pero hay un panóptico indescifrable, que niega el derecho a reconocernos, en nuestro derecho a tener patria.

El comunicado que el Ministerio de Relaciones Exteriores dirigió a Estados Unidos e Israel, el 17 de Febrero de 2015, muestra la puja en nuestro país de potencias extranjeras:

“El pueblo argentino no tiene que tolerar, y mucho menos sufrir, que su país sea un teatro de operaciones políticas, de Inteligencia, o peor aún, de hechos y acciones más graves, por conflictos que le son completamente ajenos a su historia, a su idiosincrasia y a sus costumbres”, dice el pasaje más fuerte de la nota entregada ayer a los embajadores de los Estados Unidos e Israel en la Argentina para ser remitida al secretario de Estado, John Kerry, y al ministro de Relaciones Exteriores, Avigdor Lieberman, respectivamente. La causa de estas operaciones, explica la carta, serían las divergencias surgidas entre Estados Unidos e Israel para cerrar el acuerdo sobre temas nucleares entre los miembros del Consejo de Seguridad más Alemania y la República Islámica de Irán. (Página12, 18.2.15).

En Estados Unidos e Israel odian una Latinoamérica unida, en su reivindicación nacional particular y colectiva, puesto que es más fuerte y proclive de ver los crímenes de la política exterior norteamericana, y el Estado de Israel de fronteras móviles, que masacra al pueblo palestino.

Entonces cualquier reclamo patriota, cualquier demanda nacionalista, es vista como un reclamo “nazionalista”.

Frente a esa opción, exigimos el derecho a tener patria. Que se queden tranquilos, nadie ha de cerrar las fronteras, en un mundo globalizado. Pero se protegerá la vida económica, cultural y política de los argentinos. Y se defenderá una alianza latinoamericana.

 ¿Qué esperamos para el Banco del Sur?

Otro gran poeta argentino Ricardo Molinari, olvidado, siempre olvidado, y a quien consideramos el lírico más alto en lengua castellana, en poemas como “Barranca Yaco”, “Lavalle”, u “Oda a un soldado”, hace visible un país nuestro, como ha sido a veces, nuestro exilio interior, salvo en los gobiernos irigoyenistas, peronistas, y kirchneristas.
Ricardo Molinari

En  los versos límpidos y austeros, de la “Oda de un soldado”, vuelve la patria amiga y querida, a decirnos porque le tenemos derecho.
A veces la patria duele tristemente, igual a una veste
  sucia y ardida;
  la juventud es lo útil,
  lo entrañable ofrecido al error.
  Otros son los que llevan las hierbas, el humo de la 
  historia,
  los laureles, el orgullo de las familias.
  Por allí, quedará alguna madre tirando
  de la pobreza. Aguaitando por una puerta.
  ¡Ninguna razón vale un hombre muerto!

Yo me entiendo con mis enemigos bebiendo un vino, u oyéndoles cantar. ¡No quiero la sangre de un 
  congénere!,
ni su pobre tierra, su ropa trabajada, ni su mujer, que  se quedan 
    /mirando tanta luna, el gran espacio y siempre
  olvido.

Los otros recibieron los campos y pusieron estacas, los árboles espinosos, los alambres, y marcaron las haciendas chúcaras, y los demás, el 
  abandono, las 
  /voces deshechas y los perros.
  Y en las salas llenas de ancianas damas que hablan de
  la patria, del 
  /honor, de la gran estancia que es la nación, 
  arrogantes,
  que nunca limpiaron una venda, ni lloraron a los
   degollados tirados
  a un bañado, al cangrejal hambriento,
  pasan la vida.

A los argentinos nos gustó la sangre, terminar 
  pronto y llevar los ojos al horizonte,
a la infinita sombra del ocaso, a la limpieza de estar vivos todavía, y apagamos la llama de los fogones con la bota, y la flor maldita con la montura.
Y allá en Dolores, quedó la cabeza de Castelli, 
  volteando en el vacío,
y el viento trotaba por los cuartos perdidos, silbando. En la plaza de Tucumán hay una piedra y unas letras,
  allí estuvo la de Marco 
                    /Avellaneda,
Con la noche acantilada en sus cabellos, aturdida 
  y sola.
 
  Volvemos al principio, hemos reunido a dos grandes poetas argentinos: Jorge Luis Borges y Ricardo Molinari. En ambos hay un dolor antiguo y sereno, una nostalgia. A la larga conversación entre ellos, a la manera en que Borges simuló un encuentro con Leopoldo Lugones, en un prólogo famoso, nosotros batimos un contrapunto, cuyas voces se escuchan, a través de los parlantes de la computadora, repitiendo un eco, de más de doscientos años.


Lejos queda la conocida frase de que el “patriotismo es la menos perspicaz de las pasiones”. Porque el hombre común, ama su patria, y el hombre culto, es tan dado a humillarse ante extraños, de una nación lejana. Tal vez, porque el sentimiento patriota no requiere ninguna preparación especial, es democrática, cualquiera puede sentirla. Pero para el hombre común es un deber amarla, para el hombre culto es un deber como los “tordos que quieren empollar en nido ajeno”.

Cuánto del regreso al nacimiento, hay de los hombres cultos vueltos hacia la patria, es un regocijo, porque “yo soy como el hornero y me retobo, mi patria es mi nido y la defiendo”.

Se quiere distinguir entre patriotas y patrioteros. Estos últimos  “alardean excesiva e inoportunamente de patriotismo” (RAE).

Esa inoportunidad en el tiempo, y el espacio, es la que hace de un gesto, su impropiedad, su tiranía, su desdicha. El patriotero abusa de un derecho, no porque la patria deba ejercitarse sobriamente, sino porque, como en las propagandas de Cerveza Quilmes,  se alardea de una amistad que no se tiene. Es una mera máscara. La patria es sencilla, como Atahualpa Yupanqui.

El derecho a tener patria es un derecho humano (Pacto de San José de Costar Rica, artículo 19).

Y su derecho se ejerce, como aquel personaje de Borges, que era capaz de “jugarse la vida, sin levantar la voz”.





III) Seguimos con el texto:

Creemos haber dado respuesta, con el derecho a tener patria, a casi todos los problemas que nos interpelaron, en el texto, de la Dra. Gorali, y fijamos nuestra posición; nos vimos obligados por ver un discurso habitual contra la nación, lo comunitario, como si se hubiese cancelado esa posibilidad. Que fueron entonces, las multitudinarias manifestaciones populares, que se hicieron durante el peronismo, en sus versiones del 45/55 y del 73/76, y en el kirchnerismo del 2003/2015.

Con respecto a la violencia del lenguaje, nosotros anotamos un aspecto que tiene que ver con la violencia de la fuerza performativa del derecho, su casi natural, imposible de evitar, origen conflictivo, fundacional, es acaso, la primacía del orden sobre el caos. Una vez, mis dos hijos mayores, cuando eran niños, buscaban, en el medio de una pila desordenada de infinidades de objetos, en un altillo, cualquier cosa para jugar. El varón tomaba lo primero que se ponía al alcance de la mana, mientras la nena, metió la mano en el fondo del desorden y tomo algo parecido a una muñeca.

En la constitución cultural del judeo-cristianismo está la primacía del orden sobre el caos “En el principio creó Dios los cielos y la tierra. Y la tierra estaba desordenada y vacía,  y las tinieblas estaban sobre la faz del abismo, y el Espíritu de Dios se movía sobre la faz de las aguas” (Génesis 1:1,2).

Entre la frase de Blanchot “la guerra es simplemente una forma de dialogo”, y la de Clausewitz de que “la guerra es la continuación de la política, por otros medios”. Hay algunas diferencias, pero no son tantas. La política no es necesariamente el terreno del dialogo, y del consenso; esta afirmación vale tanto para Blanchot como Clausewitz. La fantasía de un dialogo racional en la política, donde las diferencias sociales y de intereses son profundas, no es más que otra forma de violencia de ocultamiento del orden real establecido. El paraíso artificial del consenso (Baudrillard) no es más que una forma del cinismo neoliberal, cuya característica principal es obrar mal, pero no dar la idea del mal, sino que la realidad es así nomás.

El otro matiz del acto fundador del derecho es la pura violencia, que silencia el orden establecido; el acto instituyente generalmente es una guerra (Caseros, 1853; Pavon, 1860). Pero no se queda en el acto instituyente nada más, la fuerza violenta del derecho, también naturaliza la violencia del mundo en tanto poder o decisión de autoridad, que se impone. El derecho hace una elección entre diferentes posibilidades, pero nunca es  para todos.

Tal vez, la crítica a la violencia del derecho, no sea sino crítica estéril, porque la violencia es constante en la sociedad, y las posibilidades de eliminarlas: nulas. En realidad, más que de violencia, tenemos que hablar de conflicto, la tensión entre diferentes. Lo que está en discusión, si es como dice Derrida: violencia sin fundamento. De alguna manera el derecho pretende ser fundamento, un discurso justificador.

Este tema tiene relación con los usos del derecho, y quien la utiliza; si se lo utiliza racional y justamente, obra en justicia.

Como dice Alicia Ruiz, pidiendo lo imposible, que siempre el observador del derecho, o el funcionario, o el abogado tengan “ante todo un cuestionamiento sobre el origen, fundamento y límites de la propia juridicidad” (Gorali, pág. 37).     

IV) Adenda

a)    ¿Qué relación establece la autora entre derecho, comunidad política e interpretación

b)    ¿Cuál es el concepto de comunidad política que recoge el texto?

En el trabajo criticamos la forma lineal con que la autora establece una relación entre una forma de derecho, comunidad política e interpretación, aunque compartimos la apertura de sentido, aunque sabemos que el lenguaje siempre es violento, tanto como característica propia, o como referencia social.

Criticamos también una forma de entender la comunidad que deja en el boulevard de los sueños rotos las características tradicionales de lo comunitario, aunque compartimos también la apertura de sentido, y el fondo sin fondo del fundamento desfundamentado.

Claudio Javier Castelli

Diciembre de 2015.



Bibliografía:

-“Derecho comunidad política e interpretación”, por Marina Gorali, en “Los Derechos fundamentales en la Constitución: interpretación y lenguaje”, Carlos M. Carcova, y otros, Buenos Aires, 28 de Mayo de 2014-JA 2014-II, fascículo nro. 9

-“Enciclopedia de las ciencias filosóficas en compendio”, G.W.F.Hegel, Alianza Universidad, Madrid 1997, traducción Ramón Valls Plana.

-“Aportes a la Filosofía”, “Acerca del Evento”, Martín Heidegger, traducción Dina Picotti. C, Biblioteca Internacional Martín Heidegger, Editorial Biblos, Buenos Aires, 2011).

-Mao Tse Tung, “Cinco tesis filosóficas”, “La contradicción”, Beijing, República Popular China, 1980.

-Robert Musil, en la novela “El hombre sin atributos”, volumen dos, pág.69, Seix Barral, traducción de Feliu Formosa y Pedro Madrigal, Barcelona, 2012).


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