martes, 21 de marzo de 2017

POSMOS E IDENTIDAD, Por Sebastián Chavarría (#), para Vagos y Derecho



Posmos e identidad
Sebastián Chavarría

Por: Sebastián Chavarría, para Vagos y Derecho

No hace mucho, estuve releyendo y pensando en el texto “La esencia hegeliana de la comunidad política”, cuyo autor es el editor de este blog, el Dr. Claudio Javier Castelli[1]. En el texto, -apunto al mismo sin mayor detalle-, cuestiona los planteamientos que la teoría crítica sustenta contra la noción tradicional de comunidad. Quizás, y esta es mi interpretación, la pregunta central del texto es ¿qué menta la patria? Lo dice de esta manera:

“Si la comunidad no menta un destino, una lengua, un origen, un suelo. ¿Qué menta la comunidad?”
La pregunta viene a cuenta, ya que los posmodernos proclaman la muerte del sujeto y a su vez, cierta línea de esa corriente piensa que además  debe ocurrir la muerte de toda forma de pensar la comunidad desde lo común. La renuncia a un nacionalismo, a la identidad, a la idea de la patria como una sustancia, un origen a añorar o un destino a prefigurar[2]

Para los posmodernos, lo nacional es el recuerdo de Auswitch, de la Alemania nazi, del fascismo; de una serie de maniobras del poder para enraizar a sus sujetos a una comunidad. Y con eso, establecer un estado de cosas en el que las líneas entre el yo y el otro, sea clara. Lo suficientemente clara como para descalificar y aniquilar a ese otro. 

Los posmodernos latinoamericanos piensan que debemos cuidarnos de eso en Latinoamérica. Que nosotros podemos evitar esas catástrofes, vividas por nuestros hermanitos mayores, los europeos. 

Lo cierto es que, escucharlos hablar así, me recuerda al debate que existe en Honduras sobre si desarmar o no a la población. Debido a la violencia existente en mi querido país centroamericano (es harto conocido que es uno de los países más violentos del mundo),  piensan que la gran solución a esa problemática está en un desarme general. Sin embargo, las propuestas se amparan en soluciones ingenuas y poco pensadas: un desarme improvisado, bajo la jurisdicción de un poder teatral, -es decir, un poder que manda simplemente emitiendo decretos pero que carece de poder para hacer prevalecer su autoridad-, lo único que producirá es que los ciudadanos honrados, en efecto, se desarmen. Mientras tanto,  los sanguinarios de siempre seguirán armándose con AK-47 y M16. Instrumentos, de más está decir, autorizados únicamente con fines militares En el caso de la AK-47, ni siquiera en las esferas militares está permitido su uso (aun así, estos matones las consiguen).

Cuando los posmodernos latinoamericanos me dicen que hay que tener cuidado con conceptos como la identidad, nacionalidad, la patria, etc., lo que producen en mí es escepticismo respecto de su propuesta. Dudo mucho en la supuesta conveniencia de su fórmula, de la manera en que dudo que la solución para acabar con la violencia en Honduras estriba en el desarme general.

Lo primero que me preguntaría es si realmente existe un nacionalismo. ¿Qué puede ser nacionalismo, por ejemplo, en Honduras? Justo, en lo que estamos es en la búsqueda de configurar esa identidad. ¿Qué idea conformar en el otro, respecto de nosotros? Pero más aún, ¿qué idea tenemos de nosotros mismos, dentro de la totalidad del mundo? Y dicha búsqueda la considero completamente legítima, pues dicha identidad cumple una función para lograr un avance social serio.

A mis amigos posmodernos sólo puedo pedirles, que pensemos esto con más detalle. Porque al sugerir que hay que matar al sujeto, que hay que desarraigarlo de la comunidad o de todo aquello que podría ser elemento constitutivo de una comunidad, más bien entiendo que nos exhortan a  que nos desarmemos de un arma que ni existe.
Más que preocuparnos sobre los supuestos peligros para nosotros de un nacionalismo y de la identidad, pensemos qué tipo de bandera podemos ondear ante las nuevas formas más sofisticadas de imposición de identidad.

Las grandes corporaciones, asentadas en las grandes potencias, han sofisticado sus aparatos de identidad colectiva. Mediante la identidad que sus marcas proveen, aseguran la globalización y su discurso. Pero sobre todo para aquellos que no definen una identidad con la cual hacer frente a ese bombardeo mediático. 

¿Cuántas personas hoy en día no se sienten identificadas con una marca? Lo irónico, es que el no establecer identidad para una nación, exigido por ciertos posmodernos latinoamericanos, es un aspecto que no ha sido abandonado en los países en los que se encuentran las grandes corporaciones. Además de eso, pensemos algunas notas sobre la identidad: ¿no es la disciplina, característica japonesa? Y los alemanes, ¿acaso no son ciudadanos del “land der ideem”? Respecto a esto, bien podríamos conjeturar que el triunfo de Trump y su proteccionismo es indicio también de lo que ahora expongo: dar una cara nueva, de éxito y gloria, características con la cuales los norteamericanos se han presentado.

Cada país en el que se encuentra la casa matriz de una gran corporación, tiene bajo su suelo una identidad que forma parte de su activo. Forma parte de su haber que lo constituye, lo hace más competitivo. Y, por qué no decirlo, le da un valor agregado. A la marca de cada una de estas corporaciones, se le agrega la identidad del país en el que está afincada. Por lo que, al final, adquirir Sony es adquirir calidad japonesa. Así en cada caso.

Lo que han hecho los países que produjeron atrocidades como Auschwitz, fue perfeccionar su nacionalismo. Sólo lo han depurado para seguir imponiendo su visión del mundo. Así que la petición de los posmodernos no es más que una idea de un par de desilusionados con su realidad: la europea.
Nuestra forma de contrarrestarlo, no puede ser con armas. De hecho, esa es una estrategia muy torpe. Precisamente, el gran refinamiento de estas nuevas formas de exportación de identidad, estriba en su aparente neutralidad. Pero al menos, deberíamos tener un concepto de identidad, de nacionalismo, lo suficiente para que nosotros como ciudadanos podamos decidir el destino de nuestras naciones. Y dentro de las formas en que se decide el destino, está el control de nuestras ideas. Y estas últimas, son las partículas con las que creamos nuestra identidad y realidad social. Pero a los posmodernos parece que esto les da miedo. Les da temor que hagamos un Auschwitz. Como que si lo segundo fuese una consecuencia inevitable de mi propuesta. En este punto discrepamos, pues creemos en la potencialidad creadora del sujeto, tanto activa como preventiva. Crear mediante la acción explícita y crear mediante la prevención de consecuencias no deseadas.

Palabras como nacionalismo, identidad, no deberían asustarnos en sí mismas. Los posmodernos y en su obsesión con el lenguaje, deberían reconocer que no está en las palabras el peligro. A partir de estos términos, podemos configurar conceptos adecuados para nuestra realidad y de esta forma evitar, como bien puntualizan, atrocidades inenarrables. Atrocidades que en efecto ya han ocurrido y compartimos que pueden ser prevenidas. Pero de ello a decir que toda forma de pensar la comunidad sin pensar en lo que de alguna manera nos constituye, idioma, historia común, etc., me parece que se está bastante cerca del disparate. 

Pienso que el problema más bien estriba en cómo conformar una identidad, o si se quiere, un ideario con el cual unir esfuerzos para superar las dificultades sociales y económicas. Para superar dichas dificultades,  es necesario confrontar dichas realidades con nuestro ideario y de ahí partir.

Así que invito a mis amigos posmodernos latinoamericanos que reconsideren su criterio al momento de decir que hay que matar las formas de identificación en la comunidad. En nuestro caso, hacerlo es desarmar al desarmado. Es manifestar un discurso que no es propio: es pensar desde un escenario que no es el que vivimos.


[1] Dicha propuesta fue presentada para el interescuelas de Filosofía del Derecho del año 2016, en la Facultad de Derecho, UBA. Puede leerse en el siguiente enlace: https://interescuelas.files.wordpress.com/2016/08/hdd-castelli.pdf
[2] Puede encontrarse más detalles sobre los autores franceses e italianos que trabajaron esta línea en el mismo texto de Castelli ya citado.

#Abogado, UNITEC, Honduras, Maestrando de Filosofía del Derecho, de la Facultad de Derecho de la UBA.

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