lunes, 25 de octubre de 2021

EL DESEO EN HEGEL (¿EN HEGEL?). Primer Fragmento por Claudio Javier Castelli




 A Daniel Rubinsztejn



En este país al final hay que hablar en serio: “ya basta de hacer bromas por dos años”.

Cuando mi hija mayor viene a la casa familiar con su perra son las tres de la madrugada y no deja de jugar con el perro hospitalario nuestro. Oportunidad para no dormir  y buscar la notebook.

Es tanta la alegría por la visita que no hay noche en los patios. 

Un psicoanalista amigo me pidió que escribiera un texto sobre el deseo en Hegel. No pude hacerlo en tiempo, estaba entretenido con mi propio deseo. Tampoco puedo hacerlo ahora porque si te lo pide un psicoanalista lo tengo que hacer con más seriedad, si es que la seriedad sirve para algo en la vida intelectual.

Hoy cruzaré una metáfora de mi deseo y el de Hegel sin consultar los textos: dejándome llevar, dejándome llevar.

Creo que el deseo es el leitmotiv de la obra hegeliana, la estructura de sus párrafos, las antinomias de sus conceptos, la espesura  e intensidad de cada idea, el brumoso sinsabor de cada arribo al final de una reflexión dialéctica.

La Idea del final de la lógica, la Idea con mayúscula retorna serpenteante al principio, porque en el principio está el todo completo que no podemos ver en un inicio. 

¿Quiénes no podemos ver?

Quienes estamos fuera de la vida misma que es un círculo con infinitos matices, y cada matiz puede desentrañarse en complejos conceptos que como aspas de un molino dispersa en rayos mil ideas.

El lector que está en el círculo hegeliano apenas puede captar una, dos o tres ideas y ya tiene demasiado para pensar en  su círculo vital. 

Y al retomar la obra (la Ciencia de la lógica o la Fenomenología del Espíritu, que son las dos más importantes para buscar deseo) Hegel sigue deseando y deseando hasta el infinito.


Digresión.

Zaffaroni (a quien respetamos mucho), en su Tratado de Derecho Penal, iniciado en 1980, al tratar la historia de las ideas y llegar a Hegel es muy duro con él, dijo esto de dialéctica del infinito y hasta el infinito. No puedo decir la inquietud que me dio su opinión y pensé en aquellos años escribir un texto para refutarlo. No lo hice pero lo sigo pensando. No digo las opiniones de Zaffaroni posteriores en el Tratado de 1995, aquí utiliza la crítica que no piensa en los negros, y otras por el estilo. Pero decimos la iniciada en 1980 nos parece más completa, pues la posterior parece acompañar la crítica que la posmodernidad hizo a Hegel.

No es que Hegel no tenga una dialéctica hacia el infinito y hasta el infinito. Es qué la crítica fundamental a esa posición es ¿Qué hay con eso? ¿Qué problema hay en eso?

Precisamente eso es criticar la masividad del deseo en Hegel. ¿Qué los asusta? ¿no es el mundo mismo capitalista la metáfora que surge, la voracidad capitalista y financiera? Precisamente ese carácter de la obra es lo que más me impulsaba a leerlo después de experimentar al capital financiero desde el Banco Central desde fines de “los ochenta” y los inicios de “los noventa”. Precisamente el deseo en Hegel es tan poderoso que es capaz de desafiar el capital financiero, porque es un poder a la altura de la locura de la financiarización del mundo.

Si queremos encontrar respuestas a este nuevo mundo iniciado en 1989 sino está en Hegel no la busquen en nadie más, porque no existe. 

Lo curioso es que Hegel no estaba loco, siguió siendo un profesor en Berlín en plena epidemia del cólera en 1831. Allí encontró la muerte por cólera –una enfermedad africana para él tan europeo-. Quizá este último accionar de Hegel de volver a Berlín a dar clases, su familia estaba en las cercanías de las ciudad por la epidemia, es la única autodestructiva que encuentro en su vida. ¿Pero qué le podemos reprochar? ¿Su temeridad? Pero era un profesor de la Universidad de Berlín, amaba la docencia más que nadie. Eso fue Hegel: un profesor alemán, mientras como recuerda Marx, los “genios” liberales  eran accionistas de compañías negreras. Al hijo fuera del matrimonio que tuvo lo llevo a vivir con su familia. Algo sumamente deshonroso para la época.

Si la contradicción dialéctica o la negatividad dialéctica es la base de su sistema, en esa negatividad o contradicción no entra, acaso, el negro, el judío, el disidente, el gay, el feminismo. Claro que sí. Se trata de ver sin temor. Hegel no es útil para los totalitarismos, la extrema racionalidad desde el inicio de su obra hace imposible congeniar con la irracionalidad porque esa base de negatividad en Hegel encuentra un “aufheben”, una idea dialéctica que no está nunca en paz, pero que asume la contienda sin sellar ningún mundo.

Aquí en este país, que tampoco está nunca en paz, tomemos del molino hegeliano, tomemos las ideas que lanzan las aspas para descansar un poco en justicia. Ningún tibio entenderá jamás a Hegel porque no entenderá nunca su mundo.

Es que para entender a Hegel es casi requisito entender el mundo que vivimos.


Digresión.

Sé que Heidegger en su libro sobre la Fenomenología del espíritu critica esta idea de molinete que algunos tienen (nosotros también) con Hegel, es que Heidegger quiso cancelar el movimiento en la quietud y serenidad del ser originario. Es posible que los marxistas hicieran abuso. Tanto abuso hicieron que Adorno escribió sobre la dialéctica negativa, dialéctica que nunca se asume en una "aufheben" mayor.

 Pero molinete no es lo mismo que un molino de finas aspas, pienso en los molinos harineros de nuestros gringos en los campos del litoral, molinos movidos armoniosamente por el viento, y al moverse empujaban la producción de materias primas para el consumo de alimentos para la familia. Nuestra idea del molino es cadenciosa. Ocurre que en el mundo que vivimos cualquier lector de Hegel y al  advertir el ritmo del concepto querrá rápidamente llegar al final, ver el desenlace, en qué se resuelve. Pero es inútil ese movimiento del lector. Es en el compás del proceso que está todo lo más importante, en la arquitectónica estructura moviéndose como montañas. No sé qué  idea teleológica capitalista le pusieron al lector en las Universidades argentinas. Pero no es por ahí.

Tampoco como lo resuelven Marcuse y Carlos Astrada en el sentido de lo que hay detrás  es trabajo humano en movimiento, lucha por la subsistencia o dialéctica amo-esclavo (Kojeve). Esta última de tanta influencia en el mundo psicoanalítico y marxista.

Todo eso está, pero sacarlo separadamente para dar un final de la obra es unilateral, incompleto. Es dejar de lado el “delirio báquico” de todo el andamiaje. Hay un transpirar del lector y del propio Hegel por dar respuestas al mundo que le tocó en suerte. Honneth avanzó algo con la lucha por el reconocimiento (que extrae de la dialéctica amo-esclavo). Pero si esa es la idea que buscaban ya pueden dejar la obra. Hay más respuestas, hay para todos y todas.

Carla Lonzi critica –en su conocido ensayo- implícitamente en el corazón del deseo de Hegel, su idea de superar el límite –ve como atributo masculino- y en el papel que reserva Hegel para la mujer en la Filosofía del Derecho, pues ve en el hombre el espíritu de la comunidad, y en la mujer en la espiritualidad familiar. Pero no ve que la mujer ingresa también en la base de su sistema en la negatividad, o la contradicción.

De un gran pensador no hay que llevarse por lo que propiamente digan en concreto sobre un tema cualquiera en una obra determinada, sino si en toda la obra no encuentra un lugar más apropiado para el mundo que vivimos. ¿Qué importancia tiene que Platón haya echado a los poetas de la República, si él también era un poeta y poética es la República?

“El infinito”, dice Hegel, “es el ser que se ha vuelto a reestablecer después de la limitación, el ser completamente afirmativo”.

¿Podemos en este mundo que vivimos someternos  a las bondades que nos imponen los límites que el sistema capitalista ha rigurosamente establecido para nosotros?. Un mundo lleno de limitaciones es un mundo burgués. Un hombre atribulado por los límites que el sistema capitalista le reserva para sí, no solo es un burgués sino que es un estúpido.

Es cierto que Hegel ve la necesidad de una comunidad realizada donde, entonces, la limitación es un borde que la racionalidad atribuye para el bienestar de la comunidad o bien común. Pero no estamos en ese mundo pensado por Hegel, tampoco lo estaba la Alemania de su época. Y nunca la humanidad ha estado alguna vez.


Digresión:

Otra noche. Cuando en mi cabeza nocturna se agolpan las ideas embriagadoras y voy hacia la notebook, Milo, el perro de casa, ladra al vacío. Presagio de deseo y goce. Pero no tengo nada que escribir. Si al otro día tengo que ir a la oficina, mejor. Toda filosofía tiene un principio de idealismo pues no se contenta con lo finito. En Hegel hay mucho más. Padece de la inconformidad del mundo tal como es. La inconformidad del mundo con lo finito. Si se conforman con las rutinas, las oficinas, los despachos, las empresas, las fábricas, los empleos, las profesiones, la inocencia del mundo; si se conforman con las filosofías que dicen la realidad es lo que ves, la realidad está en el pasado, en el ser, en el ser originario, en la serenidad, no lean a Hegel y pueden abandonar este texto. 

Ese superar el límite y volverse a reestablecer completamente afirmativo es el ser de Hegel. Un largo discurrir sobre el ser. Supuestamente las “historias del ser” lo habrían ubicado en su lugar, su lugar en el mundo. A los que se contentan con interpretar, con el fondo abismal de las palabras, con la podrida historia de esclavos en occidente. ¡Minga!


Digresión:

La palabra Minga no sé de donde viene. 

Acaso sé dónde va.


Continuación:

La interpretación de Andrea Bocelli de “Mujer si puedes tú con Dios hablar…”, que suena en la compu en castellano, tiene un tono  reconocible en cualquier parte del mundo: ¡Es un italiano!

Entonces, “los setenta”, “los ochenta”, y parte de “los noventa” se reconcilian con “Nos habíamos amado tanto”; “El Baile”; “La ciudad de las Mujeres” (y  algunas más). 

Y en ese final apoteótico de “Fellini” (1989), en: “La voz de la luna”: la trama del artista: el sueño que se vela: y el mundo de frivolidad seca que se aproxima. En ese baile clásico, cerca del final, donde todos van separándose para hacer una ronda alrededor de la pareja; no recuerdo qué músico clásico sonaba, creo que era un vals muy antiguo. ¡Qué puede decir el presente, ante ella, la señora historia!: migajas de maldad, putrefacción de los abismos, levitación del para qué, ramblar de la técnica.


 Y  nosotros: hombres, mujeres:  ¿A dónde vamos? 


Lo estoy viendo. 

No me subo. 

No voy. 

Renuncio. 


“He llegado hasta tu casa, yo no sé cómo he podido, si ya sé que volverás….qué silencio hay en tu puerta, al llegar hasta el umbral, un candado de dolor me detuvo el corazón. Nada nada queda en tu casa natal…todo es una cruz, nada más que tristeza y quietud….”.


El mundo que tuvo un cielo plagado de estrellas, el mundo de la ilusión compartida, el mundo de cara o cruz, no existe.  Se derrumbó como castillo de naipes: “le faltó piolín”. Piolín muchachos: se enterraba en la tierra, se estupidizó de  odio, de sinrazón; pero al menos: QUISO HACER OTRO MUNDO. No se conformó con lo finito, con la historia del ser. Pero ese final y ese otro final tan cercano nos dejaron varias estrellas, y varias estacas bien conocidas.


“En la antigüedad todas las respuestas terrenales encontraban sentido con el hilo de luz susurrante hasta el cielo. Ahora, el espíritu humanos se halla tan afincado a lo terrenal, que hace necesaria ¿la misma? (¿el mismo?) “¿Impulso?   (¿Fuerza?,  “para elevarla hasta el cielo”.

“El mundo parece suspirar tan sólo por una gota de agua en una rosa, por eso, por lo poco que el mundo necesita para confortarse, PUEDE MEDIRSE LA EXTENSIÓN DE LO QUE HA PERDIDO” (Hegel).


¡Ver, déjarse llevar, 

fluir, fluir, 

fluir, 

fluir como las madreselvas en flor! 


Déjate ir.

¡Qué nadie vendrá! 


Quedan algunas estrellas. No la conservemos en el interior infinito de la conciencia sino en lo finito de la existencia cotidiana,  laboral y profesoral. Entonces  la tierra susurrará hasta el cielo y en una de esas -no vas a creer- se cubre el cielo de estrellas y podemos alterar este destino.


Sos Vos el que está diciendo: 


No creo. 

Apagamos la luz. 


“No hay victoria. “

“No convenceréis”.


-No me subo. 


“-El mundo ha cambiado mucho”. 

“-Yo no”


-No me subo.

Es por otro lado.

No es por lo terrenal hundido en la tierra podrida de la mercancía.


Si ya dejaron de buscar. 

¿A dónde van ir?

¿A dónde nos quieren llevar?


Les aviso que yo no voy.

¿-A nadie le importa?

A mí sí.


Ni la autonomía moral kantiana les dice algo.

Ni la conciencia limpia les convence.


“Salta aquí, aquí está el Rodas, no allá en un  cielo lleno de huesos secos”.


Fluye, fluye, 

déjate llevar por un cielo de madreselvas, 

 el susurro de las chicharras y los grillos,

 y un “lento atardecer de verano”, 

que el río fluye, fluye orillando las islas

y va extinguiéndose en enredadera regadas por el mar.

entonces sí podemos cambiar nuestro destino.


Lo estoy viendo. 

No me gusta.


Es como una "naranja digital" de pesos y salarios

Como una obligación de las calandrias,

Como un casamiento católico,

Como música de supermercado,

Como dosis alta del Psiquiatra.

Como la soledad del hospicio.


No me subo. 

A ese mundo no voy.

Soy “Rey por inconveniencia” 

en el hospicio que me tocó en suerte.

Te regalo mi salario, 

mi casa, mi auto. 

Nada de eso tengo.

Te regalo la sube 

que es la única donde hay un peso.

Pero no voy.


Final:


Me pidieron que hablara del deseo en Hegel. 

No he podido. 

Teníamos que  separar, 

distinguir, clasificar 

y alongar.

¡Huesos secos!, 

¡Frío cálculo empresarial!


Es lo que podido,

Daniel, 

A lo mejor una mañana pueda escribir, con seriedad,  sobre el tema.

Abrazo.


Claudio Javier Castelli

24 y 25 de Octubre de 2021.











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1 comentario:

  1. El " deseo ", que tema, de psicoanálisis, y como lo veo, muy existencialista, es decir post Hegel. Pero Hegel se adelantó al pensamiento existencialista cuando publicó en 1806/7, " La muerte de Dios" , antes que Frederick Nietzsche. Por lo cuál, el "Deseo" está, pienso yo, en la Fenomenología, en la espiritualidad, que está en todo. Y que Kant, negaba, en la Razón. El deseo en Hegel tiene una intensidad Universal, difícil de analizar fuera de su Método.

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