viernes, 8 de mayo de 2015

El Dogma Legal por Roberto C. Suárez


Durante un largo proceso probablemente de décadas, las materias Histórico Jurídicas, Sociológicas, Económico Políticas, así como aquellas vinculadas a la Filosofía o a la Filosofía del Derecho, han perdido terreno en el amplio espectro de materias necesarias para formar un abogado. Dicho sea de paso, no existe en la carrera de derecho dictada en la UBA una materia vinculada a la ética
Por propia experiencia - y no creo estar muy errado – es posible afirmar que en líneas generales, desde la expectativa del alumno, existe además un marcado desinterés, no solamente en la profundización de temas vinculados particularmente, a cuestiones histórico jurídicas, sino además, en el estudio de cualquier temática referente a cuestiones que rocen aspectos histórico jurídicos y por qué no hasta, filosóficos y/o sociológicos o político económicos.
Parecería que a contrario sensu del hombre de Nietzche, el signo de estos años, es la presencia masiva de estudiantes de derecho y jóvenes en general que manifiestan una fiebre ahistórica, la línea imperante es este hecho de “desentenderse del pasado de cara al futuro”.
Volviendo al tema estrictamente universitario, en este momento, deambulando por la facultad podemos ver a cientos de personas que con ahínco estudian la norma, desde la norma misma, como si ésta fuera susceptible de veneración, como la respuesta válida para todo momento y para todos, regalo de alguna deidad cósmica, convenientemente y convencionalmente ajustada a derecho, en donde principian y terminan brevemente las discusiones más acaloradas.
Por alguna razón oscura se ha conformado un dogma legal. Y los abogados en definitiva se forman para ser operadores del derecho y sostenedores de las impías leyes de mercado
¿Será éste el verdadero vicio hipertrófico mentado por Nietzsche, aplicable al campo del derecho? o por el contrario: ¿Tan solo una característica de estos últimos tiempos de formación histórica, híbrido, en mutación a la formación informática?
Esta forma de sentir la formación es un vicio que en parte puede resultar práctico y tentador, claro está, a la luz del vértigo de los días que nos han tocado vivir, pero a la vez nos habla de un presente que forma abogados especialistas en segmentos de la legislación positiva, el cual puede resultar ciertamente peligroso, teniendo en especial consideración que el derecho dentro de sus múltiples definiciones, es una respuesta frente a un determinado conflicto.
Parecería que si el estudiante no se plantea la posibilidad de cuestionar y entonces acepta sin miramientos las lecciones escuchadas al profesor, quien a su vez las recita, luego de haberlas escuchado a su turno de otros profesores, inmersos en la formación histórica. Me permito preguntar: ¿Dónde tendrá su hábitat en lo sucesivo la reflexión en materia legal?
Lo trágico de este panorama podemos proyectarlo, siempre en una primera mirada, en la idea de que los egresados de las facultades de derecho, insertos en los respectivos campos laborales, profesionales, académicos y políticos, serán los encargados de diseñar el orden jurídico o modificarlo. (La historia de nuestra nación nos ha demostrado que las clase dominantes se han nutrido de los egresados de las aulas de derecho, como fieles mastines de la desigualdad).

 En el juego de investigación y enseñanza caracterizado por Lyotard en la pragmática del saber científico, desde su concepción clásica, estaría inclinándose la balanza a favor de la enseñanza, entendida como el traspaso de los conocimientos de una generación a otra, sin que exista ánimo de reflexionar en profundidad respecto de estos, aceptando su validez, como un dogma legal.
Como en la matrix, el abogado corre el riesgo de convertirse en el centinela del sistema.

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