martes, 16 de agosto de 2016

DISCREPANDO CON ONFRAY, CUANDO LOS ATEOS Y ESCÉPTICOS NOS DICEN CÓMO DEBE SER EL MUNDO, por Sebastián Chavarría#, para Vagos y Derecho



Michel Onfray, filósofo francés


Discrepando con Onfray, Cuando los ateos y escépticos nos dicen cómo debe ser el mundo, por Sebastián Chavarría, para Vagos y Derecho.
 
(Sobre el capítulo de la razón en su antimanual de filosofía[1]. Apartado: ¿Está inscrito en los astros vuestro éxito en Bachillerato?)



Michel Onfray es un filósofo francés que ha sido conocido por sus diversos trabajos, de los que una buena parte del mismo podría entrar en el catálogo de divulgación. También tiene ensayos y muchas otras obras. En lo personal, he tenido la oportunidad de leer el “Antimanual de filosofía” y “El crepúsculo de un ídolo”, donde lanza toda su batería contra Freud y el psicoanálisis. 



Me parece que es un escritor que tiene ideas interesantes. La manera en que expone los temas en su Antimanual de Filosofía me parece creativa. Es abiertamente ateo, lo que de ninguna manera menciono para resaltar un problema; estoy lejos de eso, aun menos pienso que sea un defecto, ya que cada quien es libre de asumir la creencia que mejor le viene. En eso, trato de ser coherente. Sin embargo, hay actitudes que me parecen inapropiadas o cuanto mucho, fuera de lógica. 



En este sentido, traigo entonces un comentario sobre el acápite “¿Está inscrito en los astros vuestro éxito en el bachillerato?” en el capítulo de “La razón” en su Antimanual de filosofía. 



En el mismo, dice cosas con las que estoy fácilmente de acuerdo, como las siguientes: 



“Ni vuestro éxito ni vuestro fracaso; ni en las estrellas, ni en otra parte. Los resultados dependen de vosotros y de vuestra voluntad, nada más entra en juego, ni mucho menos la influencia de los astros o la conjunción de los planetas […] Vuestra historia no está inscrita en ninguna parte (¿dónde lo estaría?, ¿en el cielo?, ¿en un lugar accesible sólo a los médium vía las líneas de la mano o la tirada de cartas?).



En efecto, es una idea que desde hace ratos hice mía. La incentivo en quienes me piden alguna sugerencias en sus vidas. Sin embargo, mi discrepancia viene en lo que se avecina en su texto.



De pronto, cambia el tono y empieza con su batería de sarcasmo e ironía: 



“Quizás hoy más que nunca, donde, en Occidente al  menos la razón puede funcionar libremente sin temer a la prisión o la hoguera […], los hombres y las mujeres se han entregado  a la creencia en lo irracional en toda sus variantes: videncia y numerología, tarot y horóscopo, carta astral, posos del café y mesas giratorias, espíritus que se comunican y vida tras la muerte, fantasmas y espectros, extraterrestres y platillos volantes a lo que se añaden apariciones de la virgen, […]. Por lo demás, la mayor parte de vosotros  cree seguramente en una u otra de esas opciones, incluso en todas… ¿No?”



Una aclaratoria previa antes de entrar en mi crítica: ninguna de esas creencias las asumo, como tampoco las incentivo. Tampoco quiero entrar en la discusión ontológica[2] de todo lo que menciona; eso es asunto para otro almuerzo. Dicho esto, ahora paso a la manera en que discrepo con Onfray.



Sebastián Chavarría
Primero, porque Onfray hace una crítica demasiada aburridora y ya trillada de un ensalzamiento a la razón que, en cuanto a lo social respecta, no llevó a ninguna parte. Con esta idea de que la razón debe imponerse, descalificando a los otros de irracionales, no hace sino mantener la misma lógica que él mismo califica: la de las religiones en el sentido que él quiere entender. El concepto de religión que él maneja, hace referencia a ese aparato ideológico que justifica a  los líderes religiosos a subyugar a grandes masas de la población y que en Europa, a decir verdad,  pareciera que se ha desvanecido. Esa subyugación se hace, entre otras formas, imponiendo una visión del mundo y una moral. Esta percepción pareciera  más pertinente en  buena parte de América Latina y anticipo esto para hacer después una advertencia para quienes de mis hermanos latinoamericanos me lean y crean que usando la lógica que Onfray propone sería la alternativa a esta situación.

                                                                                                                                  

Al abordar el problema de esta manera, Onfray no nos propone algo que de verdad vaya más allá de lo mismo que siempre nos han propuesto los racionalistas-iluministas: encontrar en la razón o en la verdad de la ciencia el fundamento para asentar nuestra moral o nuestro estilo de vida. Siendo éstas unidas la madre de nuestras soluciones: incluso para aquellas que representan nuestra parte “irracional”.



Pero, Onfray… ¿por qué tendría que ser así? Ahí has pasado de  enunciar algo que podemos discutir sobre hechos (como si existen o no los ovnis por ejemplo), a una discusión sobre lo bueno o malo (que debamos creer en los ovnis o no). Deberías darte cuenta que si es en Europa precisamente donde ocurre esto, donde lo racional dicen que abunda (es decir, la educación, los altos estándares de vida, el orden), es porque algo falla. Y ahí es donde pienso que debemos hacer un abordaje diferente.



Continuar con esta crítica moralizante sobre la supremacía de la razón y sobre la imposición de la idea no viene a más. Además de eso, y entrando en el ámbito de la libertad, ¿no te das cuenta que si la gente accede a ello, es por algo? Para contrarrestar estas creencias, tendrías entonces una moral censuradora, que supongo que esa moral que se impondría, tendría que ser la tuya, ¿o no? Y en cualquier caso, ¿por qué tendría que ser la tuya? La tuya[3] se impuso en muchos países, basada en el ateísmo y en la censura de las creencias individuales; y esto, no parece que haya tenido mucho éxito, al menos en cuanto a suprimir a los dioses. Ni en la URSS, ni en Asia, y ni siquiera en Cuba eso fue un proyecto con muchos éxitos. Ni en tu Francia pareciera que fue tan exitoso donde lo anticlerical fue tan fuerte.



Ante el cuestionamiento o la advertencia de la aparente naturalidad de lo irracional del ser humano, manifestada en las formas que él menciona, asegura que la misma estriba en el miedo al vacío intelectual o de la incapacidad de los hombres a asumir su ignorancia. Según Onfray, es con estas irracionalidades como los mitos y demás que logra amortiguar la angustia de sus límites. Me parece una salida fácil. Y en cualquier caso, si fuese el así, ¿qué nos ofrece? Lo que nos ofrece es que nos atengamos a lo que parece obvio: nuestros límites, que la vida es corta, etc… En cualquier caso, censurar nuestra parte “irracional” puede tener como mínimo, el desconectarnos con el otro, el ser incapaces de comprender al otro “irracional”.



Volvemos a lo mismo: si quieres asumirlo así Onfray, puedes hacerlo, es tu problema. Pero no por ello tienen que asumirlo todos. No tengo por qué asumirlo yo. No veo ninguna verdad objetiva que me muestre que tu postura es la verdadera y además, la más conveniente; y aún más grave, ni siquiera encuentro razones persuasivas para asumir tu propuesta. Es demasiado caricaturesca tu manera de describir las infinitas razones por las que los seres humanos se acercan a todo esto. Si lo hacen, no es de manera fortuita y es ahí donde deberías mostrar respeto para estos “irracionales”.



Así, pienso que  más que hacer una contradicción entre racional e irracional, descalificando la una de la otra (que aclaro, bien puede ser, y que de hecho muchas veces ha sido más bien que lo irracional censura a lo racional) habría que buscar otra forma de entendernos en este mundo. Esta lógica, si en Europa es inviable no sólo teóricamente, sino también en la práctica según por el escenario que nos describe Onfray, me parece que lo es mucho menos en América Latina donde la cantidad de creyentes es bastante grande.



En este punto quiero poner un dedo sobre la llaga en muchos de nuestros intelectuales latinoamericanos que se embriagan del intelectualismo europeo: buscar soluciones para nuestro contexto, entonces debe ser lo que debe primar en nuestras reflexiones. Pensando  a partir de estas ideas del tipo Onfray puede resultar un problema y que por tanto, no veo ni quiera necesario arriesgarse por esa vía, por las razones que he dado: ni lógicas, ni persuasivas; ni la historia parece probar que ha funcionado. Pienso que debemos recoger nuestra situación y ver qué lógica podemos crear para convivir.



Necesitamos en este sentido, pensadores y gente creativa que proponga  abordar esta situación de manera más sensata y no con estas típicas reacciones ya obsoletas. Como digo, en la ilustración tenía su razón de ser. Ya hoy, me parecen aburridoras.







[1] Para esta nota, parto de la traducción de Irache Ganuza Fernández, Editorial EDAF, S.L. 2005 por acuerdo con Éditions Breal.

[2] Con ontológico quiero decir simplemente si estas cosas existe o no.


[3] Con tuya, quiero decir la parte en que se refiere a que tenga que ser obligatoria la supresión de cualquier creencia mística.
#Abogado, UNITEC, Honduras,  Maestrando de Filosofía del Derecho, de la Facultad de Derecho de la UBA.

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