"Beatriz, guíame hacia el Paraíso, ya que Virgilio ya cumplió su misión"
Dante Alighieri
Vivimos juntos
desde hace veintisiete años.
¿Cómo es que pudimos estar tanto tiempo?
A lo mejor porque una pareja
para ser pareja
tiene que caminar sobre el mar
confiados en las estrellas y el albur.
Cuando Cristo caminó sobre el mar
y lo invitó a Pedro a bajar de la barca,
Pedro bajó caminó unos pasos
temió y empezó a hundirse.
El amor no puede fundarse
en miedos compartidos
como el temor del burgués
a perder su fortuna.
Borges, en el primer poema
del primer libro de 1922
escribe en el Cementerio de la Recoleta
que "Vibrante en las espadas y la pasión
y dormida en la hiedra
sólo la vida existe".
Eso creíamos todos los poetas jóvenes.
Ahora ya sabemos
menos por poeta y religioso,
que por experiencia,
que la muerte es una forma de existencia,
y lo que hay detrás
todas las civilizaciones y religiones
lo presumieron
como si la muerte fuera un cebo
donde el anzuelo del creyente
deba engancharse con facilidad.
"En la casa de mi Padre tengo muchas moradas".
Es confianza.
¿El aliento cósmico del universo
tendrá lugar también para ella?
María Elena Walsh dice por ahí:
"Siempre nos separaron los que dominan".
Es cierto. Nuestro querido país se involucró
con nuestro hogar, nuestros hijos, nuestra cama, nuestros perros.
También fue una oportunidad para resistir juntos.
Una pareja no es un "toma y daca",
un costo y beneficio,
un dar esperando algo a cambio:
es una infinita aventura
de caminar sobre el mar.
Cuando me hablas
tu belleza sabe a patios,
a fuentes de agua,
al susurro de un arroyo en el monte.
Fuimos jóvenes
y como todos los jóvenes
amábamos los cuerpos y los espacios. Negábamos el tiempo.
¿Por qué será que los hombres y las mujeres
cuando maduramos amamos tanto el tiempo
y le guiñamos a la eternidad?.
Nuestra fe política
y nuestro Dios compartido
saben de la lejanía de los mortales
con paradigmas y cálculos geométricos.
Todos y todas
somos miserables y primitivos
pero hay un recóndito lugar
de humanidad digna y razonable
donde abundan los frutos
que el espíritu riega cada noche
y nosotros también hemos regado juntos.
Beatriz,
no es este poema una deuda que debo saldar
por mucho que lo merezcas
en el amor verdadero no hay cuentas
como el almacenero lleva en una libretita.
No hay mesa de saldos.
Cuando nos fuimos a vivir juntos
no pensamos en leyes,
ni en ritos, ni en sacramentos,
tampoco cuando tuvimos hijos.
Hoy aquella rebeldía se muestra ingenua
pero persistente.
Tu padre te dijo: -¡Es un bohemio!
¡Qué dulce y bienhechora bohemia
de mudanzas, trabajos, gobiernos,
ladridos, hijos, rencores, abrazos,
sopa cotidiana, viajes de verano,
y palabras y palabras y dichas
y palabras y palabras calladas!.
El amor es enigmático
convive con terceros,
con espantos
y no se niega
traiciones silenciosas
equitativamente distribuidas.
Ahora parecen ligeros
esos escollos de dolor y abandono
que nos hemos prodigado.
Y esta ciudad desierta y nocturna
nos acogió como una esperanza
en su vasto territorio de incertidumbres,
siempre a punto de expulsarnos
pero no le dimos el gusto.
Ambos participamos
de la fe en el estudio, el trabajo
y la dignidad personal,
sabiendo que a cada estrépito
subyace la calma.
El amor en nosotros
ha sido un hábito misterioso
por más que lo intentábamos descifrar
muchas veces se escabullía
como el alumno de matemáticas
que no estudió la lección
pero nos acechaba siempre
como el ladrón en la noche.
A mí
que por mucho que lo haya buscado
me fue dado graciosamente el don
de hilvanar palabras
no he podido sino con ellas
decirte ¡Gracias!.
Pero ¡Gracias, sobre todo,
por este largo caminar juntos sobre el mar!.-
Enero de 2021.
💋💋💋💋
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