domingo, 1 de agosto de 2021

SOBRE EL OFICIO Y LA EXPERIENCIA DEL DUDADOR por Claudio Javier Castelli

 

OBERTURA (31 de Julio y 1º de Agosto):


 DUDAS, AMBIGüEDADES Y CERTEZAS


¡Qué extraño es el mundo que vivimos? No hay nada sólido, basal en que apoyarnos, ni siquiera los abrazos, las caricias a los niños y niñas, el resplandor de lo sagrado. Todo es evanescente. Es como si viviéramos en un utópico no lugar que encierra todas las distopías posibles. Ni siquiera nos está permitido soñar, amar, ser como realmente somos. Los locos en realidad nunca se ajustaron o fueron resilientes a ningún mundo. Otros imponen la ley y los balazos.

Esos otros están fuera del mundo y son apuntadores teatrales que intervienen insistentemente ante la mínima amenaza. Pero todo los amenaza. ¿De qué tienen miedo? Mundo paroxístico, artificial. Mera apariencia. Nada hay más allá del mundo burgués, con sus muros, su estropicio, su vigilante estulticia. Sus discurseadores, admoniciones, sermones de odio y tentáculos inteligentes.

La estructura de los edificios está hecha de voces y trasquiladas. Hace treinta y dos años que deambulamos en este no lugar hecho de baratijas y mercachifles. Falta medrar con una pareja de osos amaestrados. ¿Y el mono que adivina el pensamiento? 

¿Qué vuelvan los gitanos? Ellos sí. Ellos saben de peregrinar. De rumiar. 

Los únicos que luchan son los astrólogos. 

Pronto los casamientos se harán en supermercados. El Gerente Comercial será el Oficial Público. 

¿Querían vivir en la naturaleza, en el campo? Ya estamos. No hay alambrados, ni tranqueras. 

No solo huyen los poetas, Raúl Gustavo Aguirre. Huyen todos y todas. Todos huimos. Nadie sabe bien de qué. 

Pensar en la muerte y esas cosas es como mirar el propio documento de identidad, archiconocido.

Es inútil hablar de perversión, de narcicismo, de falta de límites. Nadie tiene límites aquí.

El amor, cualquiera sea la forma o modo en que se exprese, es como un elefante en un bazar.

Ellas y elles también están huyendo. 

¿Habrá alguien lúcido aquí en la fila? 

Los poetas, los locos y los místicos, no. Solo reparten la mínima porción de caos imprescindible para estar vivos o vivas, como pedía Friedrich Nietzsche.

Nadie quiere caos. Todos están en una escalera con una pila enorme de libros en sus manos. Se mueven un poquito y se desbandan.

¿Alguien vendrá? Nadie.

Es como esas noches de insomnio en que deambulamos por la casa buscando en la música una migaja de vigilia. Y dormir después.

Si la porción de caos necesaria aumenta en un centésimo te descerrajan un balazo.

¿Noches de amor? Y sí. Todos y todas cambian los colchones. ¿Y?

¿Viajar? ¿Mirar series? ¿Vicios juveniles? ¿Divanes y divanes? ¿Y?

¿Escribir? ¿Antidepresivos? Se regalan como naranjas. ¿Y?

¿Encantos juveniles? ¿Y? 

¿Pasar con quien no debas pasar? ¿Y?

Ellas hablan de cuidado. Arturo Enrique Sampay también hablaba de lo mismo. Santo Tomás mucho antes. ¿Y quién cuida a quién? ¿Nos dejamos cuidar?

¿Cuidamos a quienes merecen ser cuidados? Pareciera que no.

Pero todos gozamos acá. No solamente los filósofos.

¿Buscar el lugar de lo real? No hay lugar. Todos son puntos de vista.

¿Este texto es malestar de viejo acomodado?

Siempre nos sentimos incómodos. Pero el mundo se volvió un lugar incómodo. Entonces ya no tiene gracia. Cansa.

Miremos a los costados. ¿Alguien mira a los costados? Las miradas son todas de soslayo.

Tato Bores tenía su momento de solaz con algún artista reconocido. Después venía la tanda de publicidad. La publicidad nos sobrevivirá.

¿Todo es grupo, todo es farsa, Discépolo? 

-Como la farsa de la ilusión.

¿Todos y todas dicen soñar? Soñemos entonces. 

No vale soñar mundos posibles que se parecen demasiado a la realidad.

Así no es el juego.

¿Pero quién pone las reglas?

¿Se acuerdan de la suspensión del mundo, del poner entre paréntesis, de la desconexión fenomenológica husserliana (Epojé)?. Recuerdan que no es duda positivista.

Bueno un poco de ese método nos hace falta para volver a contemplar  el mundo tal como es, y soñar tal como sueñan los que sueñan. 


Los textos 


Corría el año 1987, el escriba concurría al Taller de Escritura del fallecido Hugo Correa Luna (Novelista y poeta), cuando éste pidió a los talleristas,  como consigna, inventar un oficio y caracterizarlo, contar una experiencia con el oficio, y elaborar una teoría;  sobre los tres había que escribir. 

Uno de ellos, la teoría del dudador, se perdió en el tiempo. Solo resistieron los dos primeros.

No entiendo cómo han sobrevivido al paso de los años con sus vicisitudes, mudanzas, etc. 

Fueron pulidos este año.

No hay más. 


Basta de alharacas y vamos a los textos:




"-Mi trabajo es algo terrible. En otros tiempos era razonable; apagaba el farol por la mañana y lo encendía por la tarde. Tenía el resto del día para reposar y el resto de la noche para dormir".

Antoine de Saint-Exupéry



El dudador


El oficio de dudador importa el planteamiento permanente de interrogantes, de cuestionamientos, de dudas. Trata de lograr la hesitación en el interlocutor o interlocutoras o interlocutores.

Brinda servicios individuales, grupales, institucionales, estaduales, y empresariales, etc.

Es imprescindible su actuación en las ciencias jurídicas, sociales y también en las dadas en llamarse Exactas.

En la matemática al remanido ejemplo que dos más dos es cuatro, le impone que no puede descartarse que sea cinco o siete u ocho.

Esta ciencia -ciencia ¿digo? - ha superado la Teoría de la Relatividad, el Origen de las Especies, el materialismo dialéctico, la teología sistemática, la economía según los economistas de los medios de comunicación, el absoluto hegeliano, los dioses griegos, naturales y cristianos, las creencias del sentido común, el Tarot, las almas de los espiritistas,  las brujerías y los  manosantas.

La “Unión de Dudadores argentinos” es el Colegio que se ha organizado o desorganizado con la Ley 12533 -de la época de Perón si es que es cierto que existió este personaje- que regula todo lo concerniente al ejercicio profesional.

Entre sus normas se establecen las horas diarias de trabajo que no pueden exceder de las 24horas, y las vacaciones anuales que pueden ser de trescientos sesenta y cinco días, según dicen.

El carnet habilitante exige trabajar no menos de dos años como ayudante de un Dudador Matriculado, siempre que fuese su deseo.

El servicio individual puede resultar abismoso en personalidades autoritarias, o inciertas que hacen de la duda su modo de vida sin saberlo. Pero en las primeras pueden ser peligroso, así como en místicos, dogmáticos, absolutos, etc., dada la conocida dificultad de éstas para aceptar un estado dubitativo en su espíritu. Quizá por el famoso dicho de un famoso pensador: “La duda es una jactancia de los intelectuales”; sin embargo, los dudadores no son más que pensadores, o psicoanalistas, o, tal vez, intelectuales, o una simple actitud vital, o mera jactancia, o, todo lo contrario, en fin.

La asistencia a parejas es muy importante, pues ayuda a definir o indefinir situaciones críticas; o bien crear rencillas en parejas aparentemente sólidas en sus vínculos. Es vital en adolescentes y hombres y mujeres maduras.

A las empresas les resulta útil o inútil poner duda: cálculos de costos, liquidaciones de sueldos, ganancias esperadas, utilidades a distribuir, porcentajes de las economías manejadas “en negro”, o porcentaje del capital en “guaridas fiscales”, montos de las evasiones impositivas, capital atentamente distribuido en sobornos, dibujos contables, honorarios de abogados defensores, periodistas militantes de las empresas, posibilidades de la quiebra, etc.

En las llamadas filosofías absolutas o metafísicas del Ente o del Ser puede llegar a elucubrar que más allá, o después de todo: hay un Fuher o un Duce, o un príncipe, una ley natural, un mito o un capricho; y pueden también diferenciar aquello que, teniendo signos característicos de humanidad, tiene mayor semejanza con las cosas, los artefactos, los animales, por ejemplo: los perros.

En la política, sobre todo, en los países antiguamente denominados del Tercer Mundo, o en vías de desarrollo, o subdesarrollado, algunos dudadores afirman y otros niegan, otros dudan, de las grandes posibilidades o imposibilidades abiertas para esta ciencia, profesión, oficio o actitud. Si verdaderamente existen esos países y esa denominada profesión.

Algunos dudadores convencidos y otros, inseguros, pusilánimes, no tan seguros, insisten que en esos existentes, inexistentes, supuestos o imaginarios países: la incertidumbre es natural de su pasado presente y futuro.

Somos bastantes escépticos de todo esto, no lo descartamos o inclusive lo creemos…

Quizás…


1987.2021



             Experiencia o inexperiencia de un dudador


Felipe miraba sin ver

diferentes puntos, circunstancias 

o nadas.

La cita era a las cuatro de la tarde 

o de la madrugada.

Dolores esperaba diez minutos antes de lo acordado

y cinco minutos después de la cita; su actitud contrastaba

con el tránsito alocado de la avenida. 

Era similar.

Felipe vino antes, pero esperaba mucho después.

El final era previsto. No así el desenlace.

En el ambiguo pasillo se opacaba un letrero:


CECILIO AZNARES

DUDADOR


Éste sobrevivía a expedientes

prolijamente desordenados

en las bibliotecas 

de su estudio,

casa,

o departamento,

o vivienda,

aguantadero

o bulín.

No lo sorprendió el inesperado timbre.

Lo exaltó.

Felipe habló del pasado

Dolores del futuro.

Felipe habló de su profesión

Dolores de su empresa,

Felipe habló del azul

Dolores del celeste,

Felipe habló de ella,

Dolores habló de él,

Felipe dijo que ella exigía todo el tiempo

Dolores dijo que él soñaba todo el año. 

Felipe habló del horizonte,

Dolores habló del ocaso,

Felipe calló,

Dolores enmudeció,

Ambos sollozaron.

Aznares puso todo en duda:

el amor, el odio, el pasado, el futuro, 

el azul, el celeste, el ocaso, el horizonte,

el silencio, el llanto,

el vínculo, sus nombres, profesiones,

y hasta si se conocían, no como novios,

sino como se conocen las gentes

en un barrio.

La pareja entretejía pensamientos,

manías, pulsiones,

obsesiones

y compras en la feria.

Avanzado el tiempo o la entrevista

se dejaba entrever el desenlace

no así el final.

En eso estaban cuando Aznares

con cuarenta años de Dudador,

nunca convencido de su oficio,

advirtió que los servicios prestados

eran menos necesidades profesionales

que artificios de la costumbre,

laberintos de la rutina;

como en las películas yanquis 

sobre abogados 

que encuentran en un caso

la ilusión de su vida,

habló 

de la injusticia de la soledad, 

los tormentos de la nostalgia,

“del misterio de adiós”

que dejan los trenes;

la infinita pasión

resistente al paso de los años;

la vejez que acobarda 

a los hombres,

la muerte irresoluble,

a la tolerancia sin ambages,

a la ilusión en todo

lo que existe,

y la desilusión persistente

cuando se cierran las puertas,

al coraje de la insistencia,

a la fuerza de continuar,

al sencillo hábito de cultivar

los sanos y perdurables afectos.

Se levantó de la silla

como hablándose a sí mismo,

y al más allá,

como quebrándose de dolor,

porque él también pasajero

de un mundo inexplicable

a pesar de interminables certezas,

ambigüedades, y sutilezas;

trató de rescatar

de un desván

sin hospitales,

ni curas,

ni pastores,

ni filósofos,

ni políticos,

el cogollo en penumbras

del amor 

como única apuesta titilante

entre toda esta celosa podredumbre.

La pareja dudó 

su irresolución permanente;

no se sorprendió,

pero Felipe y Dolores

se sorprendieron

del grosero desliz 

del profesional requerido,

y recomendado

como el Dudador

más brillante

exitoso,

enriquecido,

y fracasado

en su especialidad.

Aznares reconoció

su irrazonable actitud,

su razonable

descreimiento

del éxito y

del fracaso,

y su injustificado heroísmo.

Hizo un gesto

y los tres no se levantaron

 se pusieron de pie.

Saludos 

con gestos torpes,

e incómodos.

Dolores impresionada

por la escena imprevista,

abrochó su cartera,

y antes que Felipe abriera la puerta

le echó un vistazo a Aznares,

quien prendió un cigarrillo,

escupió las volutas

en aguardentosa voz

transformada en prédica

sobre el calor de los abrazos,

los irresistibles olvidos,

y las posibilidades inextinguibles

de un hombre y una mujer

que se acompañan

y sueñan.


...

En la calle,

Dolores y Felipe

sin rencores,

sin lágrimas,

y sin despedida

se dieron un largo

y doloroso abrazo

comprensivo 

del ignorado adiós.

Felipe y Dolores formaron nuevas familias

y olvidaron en el absurdo trajinar del tiempo

aquel amor juvenil.

Semanalmente en un conocido hotel

de un desconocido barrio

se desencuentran con desesperación.

Para ellos: 

Aznares les irresolvió

sus vidas.

Esta experiencia fue relatada

por el citado profesional en unas jornadas

organizadas por la Facultad del Dudador

de la Universidad de Buenos Aires.

Dicha experiencia nunca fue comprobada,

ni mucho menos las documentadas jornadas.

Ningún Aznares figuraba en la inexistente matrícula

de la dudosa profesión.

Algunos mayores dicen que lo conocieron

 y que la UBA le entregó el doctorado Honoris causa

a Cecilio Aznares en 1990. Pero no aceptó la distinción

pues dudó de su merecimiento.

Hubo un Cecilio Aznares, poeta 

sin mayores pretensiones

que en un desconocido 

suburbio del conurbano

contó esta experiencia

al calor del alcohol,

los cigarrillos,

y el taller de escritura.

Otros dicen que Aznares había muerto

de cáncer generalizado

el dos de septiembre de 1975

a los ochenta y pico de años

después de una vida

sin mayores sobresaltos.

Cecilio Aznares, 1992.

Este relato no fue incluido en ningún libro.

El Editor.

1987.2021











1 comentario:

  1. Excelente Chuny, "El Dudador", es tan actual !!. Hoy el Dudador estaría en todos los paneles, diciendo desdiciéndose y poniendo todo en duda, al mismo tiempo. tiempo líquido según Bauman. Tiempo de dudadores.

    ResponderEliminar