miércoles, 22 de abril de 2015

SOBRE LA MUERTE Y ABOGADOS CÓMPLICES por Claudio Javier Castelli



Matar a una persona debe ser el hecho criminal más grave que se pueda cometer en el orden social. Mucha gente camina muy feliz en la calle con la conciencia absolutamente tranquila porque nunca ha practicado ese hecho. Has hecho lo que debías hacer dice en alguna parte la Biblia. Pero no basta. Entre un crimen y la santidad hay una innumerable galería de conductas éticamente reprochables y penalmente delictuales. 

A poco de ingresar en el Banco Central, en 1989 (para trabajar en el Centro de Asuntos y Estudios Penales, que dirigía el Dr. David Baigún) me encuentro con un ex compañero de facultad, que me estaba buscando. Fuimos a comer, y me invitó a conocer el estudio que compartía con abogados, que habían litigado en Nueva York, y habían vuelto en la Argentina. Se dedicaban al Derecho Penal Económico. La conversación en el estudio duró unos cuarenta minutos, repasamos nuestros años duros y felices en la facultad de derecho según fueran en dictadura o en democracia. Los ideales compartidos. Había en el soberbio estudio de la calle Tucumán una computadora personal, una de las primeras que vi. La conversación fue circunscribiéndose a la actividad que desarrollábamos cada uno:  eran coincidentes ambos nos dedicábamos al derecho penal económico. Uno como defensor y otro como querellante, después se fueron sumando las improntas de la profesión, las necesidades de hacer justicia desde diferentes, claro que sí, puntos de vista. También me hizo saber que en un sector del Banco Central contaban con "amigos" para el estudio, y que necesitaban un "amigo" en asuntos penales de la Gerencia de Asuntos Judiciales, los montos eran elevados por la retribución de los servicios, etc, etc, obviamente que hice como si no escuchara y seguí hablando de para qué había estudiado derecho. Cuando comprendió, junto con sus colegas en el estudio, que todo había sido un intento inútil prontamente todos ellos se pusieron a distraer en los jueguitos de la computadora. Entonces me retiré, no sin antes reparar que había sido un trámite de una conducta habitual. Nada de heroísmos no pretendo destacar ninguna conducta personal, muchos en mi lugar hubieron hecho lo mismo, pero muchos están sentado en el estudio de esos abogados. A lo largo de mi vida profesional y como funcionario público fueron innumerables los casos similares que me ocurrieron, y que conozco de mentas ocurridos a otros profesionales. Hablemos claro: las cosas son así, salvo para los Colegios Públicos de Abogados, y mucha gente que cree en la "buena fe". En los delitos económicos la distancia entre ser abogado y cómplice se estrecha.

Una cosa es defender a alguien que ha cometido un delito: Derecho Constitucional; otra asesorar a alguien a cometer o seguir cometiendo un delito. El primero es abogado, el segundo cómplice. El que asesora a un delincuente financiero a ocultar las pruebas, fraguar escrituras públicas, dibujar balances, y muchas otras conductas por el estilo: no es abogado es un cómplice. Pero de eso no se habla. Muchas veces utilizan las propias cuentas de ahorros o corrientes del abogado para depositar fondos ilícitos, pagar a empresas pantallas, es decir empresas fantasmas. 

La muerte de Dios posmoderna tiene sus ventajas. Pero la ética social no necesariamente tiene raíces divinas sino desde la Revolución Francesa: raíces en el poder constituyente, en la pirámide legislativa kelseniana, y en el Congreso que sanciona esas leyes. "Porque para vos el bien es bien, y el mal es mal": dice una canción -"A un semejante", de Eladia Blázquez-. El abogado que ayuda a un delincuente económico a crear antedatadamente empresas pantallas aquí y en el extranjero: es un delincuente. No mató a nadie y tiene la conciencia tranquila. 

En realidad aprendí que los criminales económicos, que viven con jugosas ganancias del mercado ilícito, viven con absoluta conciencia normal. Van a misa los domingos, fueron a buenos colegios, viven en barrios acomodados o countrys, ocupan cátedras en universidades públicas y privadas, y gozan de algo más fuerte  que la fama: el prestigio. Esos abogados prestigiosos se apasionan los domingos con Boca, con River, San Lorenzo o Racing. También pueden participar en un intento de linchamiento en Charcas y Coronel Díaz, o en Posadas y Callao. Pero no necesariamente viven en esos barrios. 

También, como aquella denunciadora película, son "Feos, sucios y malos". Pero posiblemente van a ser descubiertos por alguna denuncia, e investigados por el Colegio Público de Abogados, y también por la justicia en algunos casos. Los prestigiosos nunca, podemos cruzarlos cuando portan un cigarro cubano en los dedos, y manejan un auto de alta gama. O no, solamente viven acomodadamente, pero no más, solamente ejercen la profesión a su manera.

Matar a alguien muchas veces se trata de utilizar las manos, y otras de no actuar, de omitir. Son hechos graves, hay otra forma de corrupción mundana más aceptada por los propios agentes llamados a luchar por el derecho. Todos lo saben, hasta hay una disculpa básica porque se quiere caer en una ilusión de que no se sabe en realidad si es una conducta normal o criminal. La mayoría de los hechos de los delitos económicos ocurren en ese umbral entre la legalidad e ilegalidad para el común. Pero si se acerca el prisma, o el microscopio, o la lupa, puede verse algo que nadie quiere ver a plena luz del día. A plena luz del día el antifaz no tienen prestigio. Y la muerte de un hombre es un hecho reprochable.


4 comentarios:

  1. Claudio nos muestra la otra cara de la moneda. Me perturba pensar que muchos de nuestros gobernantes pertenecen a esta gran franja de gente que se rasga las vestiduras reclamando su honestidad
    y dicen que elresponsable de la empresa SOCMA es su padre que sufre de demencia senil .

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  2. Exelente Chuni. Muy bueno. Carli

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  3. Querido Chuni: como siempre tu mirada inteligente y comprometida. Hay muchas/os de esas/os abogadas/os y viven muy buenas vidas. Vos perteneces a esos abogados que ética, moral y vivencialmente tiene ideales que nos abraza en una sociedad igualitaria y justa, no para quienes aún vivimos en ella sino para mostrarles el camino a las generaciones venideras enseñando el verdadero camino recto. Gracias

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